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Mi querido Sr. Ministro

¿Temía el momento en que mi jefe me llamase a su despacho, sabía que me iba a tocar a mí la dichosa visita al Congreso, desde que empecé a trabajar como redactora en aquel periódico, siempre me habían endosado las entrevistas más aburridas, las más rutinarias, esas en las que es imposible destacar. Nuestro periódico de cobertura nacional también tenía un ejemplar de tirada semanal, y llevábamos varios días oyendo por la redacción que el jefe estaba pensando incluir un reportaje en plan "Visita al Congreso de los Diputados" en las próximas semanas.



La mañana que el redactor jefe me comunicó que había sido yo la elegida, le odié por ello, me dijo que el reportaje era para la mañana siguiente, y me dio el resto de la tarde libre para que me preparase… ("menuda preparación, meter el material necesario en mi bolsa de trabajo") así que… me regalé una tarde de relax, masaje, sauna, depilación integral, manicura, pedicura y por supuesto peluquería, llevaba demasiados días atrasándolo, salí del centro de belleza como nueva, ya en casa, cené una ensalada ligera y me dormí placidamente.



Cuando sonó el despertador ya estaba metida en la ducha, la noche había sido reparadora, me sentía llena de energía, decidí sonreír al nuevo día, y hacer mi trabajo todo lo bien que sabía, me vestí con una camisa blanca que combinaba perfectamente con mi traje de chaqueta en un tono marrón chocolate, muy discreto, casi diría serio, pero al Congreso no me apetecía ir en vaqueros, elegí unos zapatos altos también de color chocolate, que hacían mis piernas mucho mas bonitas, y destacaban su bronceado natural, por lo que no me puse medias, me maquillé sin abusos, de una manera muy natural, y al ver mi reflejo en el espejo del ascensor, no pude evitar piropearme mentalmente…("Dios mío que morenaza, ¡¡estoy cañón!!")



En el coche repasé mentalmente el recorrido que tendría que hacer en el Congreso, había asistido el mes anterior a una jornada de puertas abiertas, por lo cual tenía muy claro lo que quería destacar.



Al llegar al Congreso no entré por la puerta de los Leones, esa permanece cerrada la mayor parte del año, entre por una pequeña puerta lateral, allí me recibió el jefe de prensa, quien al entrar en el vestíbulo principal, se excusó de inmediato diciendo que le esperaban en una reunión y que uno de sus asistentes, una joven llamada Isabel, me acompañaría en el recorrido.



Empezamos la visita por el Salón de conferencias, vimos después el Salón de Ministros, en el Hemiciclo fue donde más tiempo nos detuvimos, quería volver al periódico con un trabajo completo, a continuación vimos la Biblioteca, envidié a los Diputados por poder disfrutar de un lugar como ese.



Después subimos a la primera planta, entramos en la Sala Mariana Pineda, en la Galería de Retratos, y la Sala Internacional, llevábamos algo más de una hora en el recorrido, cuando vinieron a buscar a mi guía, la reclamaba el jefe de prensa, Isabel visiblemente preocupada me preguntó si mi trabajo había acabado, yo la tranquilice diciéndola que si, que haría un par de fotos más y me marcharía, que no se preocupase por mi, que ya había estado antes allí y conocía la salida, Isabel respiro aliviada y se marchó veloz.



Yo me quedé sola, mi primer pensamiento fue… (menos mal que ya he acabado, vaya forma de dejarme plantada!!). Al salir de la Sala Internacional me dirigí hacia las escaleras, y al llegar a ellas recordé que en las plantas superiores, se encontraban los Despachos de los Diputados, no se de donde saqué el valor suficiente, quizá me pudo la curiosidad, el caso es que en lugar de bajar, subí .



Nunca había estado en esa zona, allí había una recepción atendida por una mujer joven muy guapa… (¿y ahora que hago?, será mejor que me marche antes de meterme en un lío) en ese instante la joven se levantó y desapareció tras una pequeña puerta, yo sin pensarlo dos veces, aproveche el momento y corrí hacia el pasillo en dirección contraria, sin saber a donde, ocultándome rápidamente tras una puerta, allí respire aliviada.



Los acontecimientos se precipitaron, a partir de mi estúpida decisión, todavía fatigada por la carrera sobre mis tacones, cargada con mi bolsa de trabajo y con mi cámara en mano, acerté a oír una voz áspera que me decía muy enfadada… "¿Sabe usted que llega con dos horas de anticipo?... no se si el Sr. Ministro podrá recibirla ahora"… yo, me quedé muda, era evidente que aquella antipática secretaria, me confundía con otra periodista, y yo como una imbécil en lugar de sacarla de su error me limité a balbucear … "Si, bueno, el trafico, ya sabe usted"… ella me miró como perdonándome la vida y apretó el interfono: "Sr. Ministro, la periodista de las 15 h. ya está aquí"… a través del interfono escuché con claridad una voz varonil que decía … "Estupendo, cuanto antes mejor, hágala pasar"



Todo mi cuerpo temblaba, la conciencia me remordía, estaba suplantando a alguien, estaba cometiendo una estupidez y lo sabía, y lo peor de todo es que podía costarme el trabajo, pero por otro lado, nunca me había sentido tan viva, la adrenalina, me quemaba las venas, y la posibilidad de entrevistar a un ministro, el que fuera, no se me iba a volver a presentar. La secretaria había dicho que yo llegaba con dos horas de anticipo, eso me daba tiempo de sobra para realizar la entrevista, y disculparme diciendo que había habido un error, confiando en que me dejasen publicarla.



Seguí a la secretaria por un pequeño pasillo, atusando mi pelo y ensayando la mejor de mis sonrisas al tiempo que pensaba… (¿Qué ministro será?, eso es lo de menos, lo mejor será la cara que pondrá mi jefe!) ya frente a la puerta la secretaria tocó con los nudillos y después de anunciarme salió cerrando la puerta tras de sí.



Ahora si se paralizó mi cuerpo, el despacho era inmenso, pero no fue el tamaño del despacho lo que me dejó petrificada, fue el Ministro, estaba de pie de espaldas, mirando por un enorme ventanal, al darse la vuelta me quede lívida, era el Ministro más importante del Gobierno, y el más joven y el más apuesto, le había visto cientos de veces por televisión, y ahora estaba allí con él, a solas. Él se acercó sonriente tendiéndome su mano, en señal de saludo, yo le ofrecí la mía y su apretón fue cálido, hasta mi llegó su aroma, era un hombre alto, muy alto, con cuerpo de atleta, su presencia imponía, nuevamente me quedé muda, y hasta debí de palidecer, porque él me preguntó amablemente…" ¿Se encuentra bien señorita?"… lo siguiente que recuerdo es que estaba echada sobre un sofá de piel de color crema.



El ministro sentado a mi lado me daba aire con unos folios, lo violento de la situación me produjo una sensación de morbo increíble, su cercanía me turbaba, y le dije en un susurro… "Me ahogo" … él lejos de preocuparse, sonrió y me dijo… "Lógico, lleva usted demasiada ropa encima, permita que le ayude a quitarse la chaqueta" sin ningún esfuerzo me sujetó la espalda con una mano atrayéndome hacia el, mientras que con la otra me sacaba la chaqueta, ahora si le sentí cerca, ahora si respiré el aroma de su cuerpo, mi nariz casi rozaba la calida piel de su cuello, ahora si que me excité, intentando disimular mi turbación dije… "Gracias, es usted muy amable" … su sonrisa se hizo mucho más amplia, casi diría que se estaba divirtiendo, eso me molestó y decidí asustarle, darle un escarmiento, al simular un nuevo desmayo.



Lo que sucedió después ni yo misma me lo creo, el ministro al verme desmayada, me acomodó mejor en el sofá, me desabrochó un par de botones de la camisa y se levantó, yo inocentemente pensé que iba a buscar ayuda, y esperé oír la puerta, pero la puerta no sonó, él no salió del despacho, solo fue a su pequeña nevera camuflada en una puerta de madera de la librería frontal, como pude comprobar más tarde.



Con un cubito de hielo envuelto en su pañuelo me refrescó la frente, la garganta y el cuello, yo con los ojos cerrados, trataba de mantener una respiración pausada, su proximidad me encendía, deseaba dejar de fingir y besarle y acariciarle y hacer el amor con él, allí, en aquel despacho.



No suelo ser una mujer promiscua, pero hacía tres meses que había terminado con mi novio, y tres meses sin sexo para una mujer de sangre caliente como yo, es mucho tiempo, demasiado.



Sus manos rozaban mis pechos cada vez que deslizaba el cubito entre ellos, me abrió un poco más la blusa supongo que para no mojarla, y descubrió mi rosa tatuada en el seno izquierdo, sentí la caricia de sus dedos calientes sobre la fina piel del tatuaje, al mismo tiempo que soplaba sobre mi piel mojada, esa sensación me estaba volviendo loca y entonces sucedió, acercando su boca a mi oído susurró en voz muy baja… "Da gracias a que estás desmayada, porque si no lo estuvieras, te comería toda entera, y te haría el amor de una manera tan salvaje que no olvidarías en tu vida" esas palabras, viniendo de quien venían, me provocaron un escalofrío, una especie de latigazo de placer en mi espalda, y no supe seguir con la farsa, entonces él se apartó de mi oído y mirándome a los ojos me dijo… "Sabía que estabas fingiendo, eres una mujer preciosa, muy lista, muy deseable y…" yo no le dejé continuar, agarrándole de la nuca le acerque a mi cuerpo y mi boca silenció la suya, nuestros labios se encontraron ávidos, nuestras lenguas se enredaron deseosas, su boca era suave, dulce, y sus besos eran agua para mis labios sedientos, bebí de ellos con ansia, con avaricia.



Su cuerpo estaba sobre mi cuerpo, sus manos me acariciaban de arriba abajo, me desabrochó la blusa con pericia sin atascarse en ningún botón, y su boca abandonó mi boca para jugar con mis pechos, repasó mi rosa con su lengua mientras yo deseaba que me mordiese los pezones, que estaban duros y erectos reclamando su atención. Por fortuna el sujetador llevaba el cierre delante, y yo me lo desabroché rápidamente, él sonrió con vicio, mientras su lengua golpeaba juguetona los pezones, como si los abofetease. Mi cuerpo se arqueaba como el de una gata salvaje, para pegarse a su cuerpo y que nada ni nadie nos separase. Mis manos enterradas en la suavidad de su pelo, enredadas en su nuca, atraían su cabeza hacia mi pecho.



De repente se puso en pie de su salto, diciendo… "disculpa un momento, cariño, no quiero que nos interrumpan" … se dirigió hacia la puerta y la cerró con llave por dentro, después aflojándose la corbata se dirigió a su mesa y apretando el interfono dijo… "Señorita Ruiz, no estoy para NADIE, sea quien sea, salimos a comer, por la puerta trasera, volveré sobre las tres"… "De acuerdo Sr. Ministro" se oyó la voz de la secretaria-sargento.



Me miró acercándose como un puma, mientras deshacía el nudo de la corbata de seda y la dejaba caer al suelo… "Guau!! Siempre soñé con algo como esto" dijo sentándose a mi lado y besándome la punta de mis dedos, después se arrodilló en el suelo enmoquetado, y recorrió mis piernas con sus manos, hasta llegar a mis pies y quitarme lentamente los zapatos.



Nuevamente se sentó en el sofá y posó sus manos en mi cintura desabrochando la falda y deslizándola despacito por mis caderas, hasta quitármela, dejándome únicamente con mi minúsculo tanga, de un blanco inmaculado y reluciente, me sentí cohibida, al ser consciente de la mirada lasciva de sus ojos, sobre mi desnudez casi completa.



Por fortuna mis manos conocían el camino del placer, y se dirigieron solas a su espalda arañando su fina camisa, él ronroneó en señal de aprobación y mis manos acariciando su cintura, desabrocharon su cinturón, mientras él se desprendía también de la camisa.



Después el Ministro se levantó y tiró con suavidad de mis manos para levantarme, ya estábamos de pie los dos, prácticamente desnudos, solo con la ropa interior, entonces abrazándome la cintura me dijo… "Vas a hacer real mi mejor fantasía erótica"… sin soltarme avanzamos comiéndonos a besos hasta su mesa, de un manotazo él echo al suelo los documentos y los informes que había encima, mientras decía… "Necesito el mejor trono para mi reina" … y cogiéndome con fuerza por la cintura me sentó en el borde de la mesa, y comenzó a deslizar mi tanguita por mis piernas, luego se lo acercó a la nariz y lo olió con ganas, sonriendo de inmediato y añadiendo… "Huele a vida, a mujer, a deseo, estoy loco por probar el sabor de tu sexo"….



Yo sin poder hablar le miré lasciva y abrí mis piernas, apoyando los talones en el borde de la mesa, dejando al descubierto mi sexo, húmedo y depilado, él al verlo, lanzó un pequeño rugido y empezó a lamerlo con codicia, su lengua de fuego no dejó sin lamer ni un solo centímetro de mi abertura, chupando y mordisqueándola toda, regalándome al hacerlo un par de orgasmos interminables.



Yo me moría de ganas de chupársela, veía muy abultado su ajustado boxer, y eso me tenía encendida por completo a pesar de mis dos orgasmos, así que se lo dije sin dudar… "Ahora me toca a mi, querido Ministro, yo también quiero chupar"… él ocupó mi sitio en la mesa, y yo echándome a un lado el pelo comencé a chupársela, su verga era de un tamaño más que satisfactorio, pero aumentó todavía más al



contacto de mi juguetona lengua, la chupé de arriba abajo, ensalivándola mucho, mis labios se deslizaban por el capullo succionándolo, mientras mis manos le acariciaban los testículos, me encanta hacer una buena mamada, y disfruto enormemente cuando la hago bien, y esa mamada la estaba bordando, cuando él me dijo… "Detente cariño o no respondo" .



Acto seguido se bajó de la mesa, y volvió a sentarme en el borde diciendo… "Esta realidad es mejor que cualquier fantasía"… nuestras bocas volvieron a encontrarse, me gusto el sabor a sexo de sus besos, yo sentía crecer en mi el deseo por tenerle dentro, al mismo tiempo que sentía su erección rozando mi abertura.



Durante su mejor beso, me la metió entera, sin avisar, el estallido de placer fue bestial, mis caderas se pegaron más a él y mis piernas se anudaron a su cintura, mientras nuestros cuerpos se movían en una danza salvaje, sus embestidas eran violentas, sus testículos golpeaban mis nalgas con rabia, como si quisiera meterlos también en mi sexo, mi boca presa de la suya no podía gemir y sin un solo jadeo me llegó mi tercer orgasmo, que fue el más brutalmente placentero que he tenido en toda mi vida.



Cuando él sintió mis temblores disminuyó la fuerza de sus embestidas, y comenzó un nuevo baile, esta vez lento, muy lento, dentro y fuera y otra vez dentro con una lentitud exquisita, y todo sin abandonar mi boca, besándome de un modo muy tierno, casi diría que me estaba haciendo el amor con delicadeza, con mucho mimo.



Despacito le separé de mi, y me di la vuelta, tumbándome de nuevo sobre la mesa, pero esta vez de espaldas a él, y abriéndome los glúteos le dije… "Termina la faena cariño, regálame un orgasmo al sentir como te corres en mi culito" … su mirada vidriosa me hizo sentirme vencedora de aquella batalla de amor.



Él se inclinó sobre mi espalda para meterla muy lentamente, jugando en la entrada con su capullo, haciendo circulitos como si me taladrará, una de sus manos me masturbaba y la otra pellizcaba mi pezón, cuando ya la tenía toda dentro volvió a ejecutar el baile lento, sentía mi culito lleno, con su verga a punto de estallar, y su mano acariciando mi clítoris, y le pedí, le suplique, más, más, más, y no pude contenerme y gemí y jadeé y gocé y cuando noté su chorro de leche caliente, estallé de nuevo de placer, relajándome sobre la mesa, él se quedó tumbado sobre mi espalda musitando bajito… "Mi niña eres una delicia"



Minutos después ya vestidos de nuevo, le confesé mi verdadera identidad, y le pedí una pequeña entrevista personal, él sonrió diciendo… "No te preocupes, lo podemos arreglar, enciende tu grabadora"… y sacó de su maletín un par de fotos suyas, antiguas, en las que no tenía más de dos años, durante treinta minutos me habló de su infancia en el seno de una familia humilde, me habló de sus hermanos y hermanas, y de las trastadas que él (por ser el mayor) solía hacerles.



Me contó también su época de adolescente, y me contó con los ojos húmedos, su primer amor. En ningún momento mencionó el tema de la política, únicamente al terminar dijo… "Esta es la entrevista menos política, y más personal que me han hecho en toda mi vida, hoy no has visto al Ministro, hoy has hablado con el niño que fui, y has hecho el amor con el hombre que soy, hoy me has hecho feliz, y no quiero perderte mi niña"… yo a punto de echarme a llorar, me abracé a su cuerpo y respiré su olor, nos quedamos abrazados un par de minutos, y después cinco minutos antes de las tres nos despedimos con un suave beso en los labios. Los dos sabíamos que aquello era imposible, igual que sabíamos que no volveríamos a vernos.



Mi entrevista fue un éxito, la titulé… "¿Cómo era la vida del Ministro…….. antes de pensar en la política? La tirada se agotó, la gente tenía ganas de conocer la parte más humana y más tierna de un hombre tan poderoso.



Me ascendieron gracias a aquella entrevista, porque además tuve la genial idea, de sacar en portada cada mes, a un Ministro diferente hablando de su infancia (jamás me acosté con ningún otro).



Aquella serie de reportajes me hizo ganar mucho dinero, mucho prestigio y me dio la oportunidad de volver al Congreso, y por supuesto de poder volver a gozar, muchísimas veces más con… "Mi querido Sr. Ministro"


Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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