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Se abrió la puerta de la habitación. Martin entro totalmente desnudo, estirándose, recién levantado de la cama. –¡Buenos días tetas! Hora de levantarse zorrita holgazana, espero que hayas descansado bien. –dijo burlonamente.
Yo seguía en la misma posición incómoda en la que me había dejado. Brazos estirados hacia los lados con las manos abiertas, sostenidos por las uñas que estaban atadas con nailon a las paredes.
Mi torso atado al respaldo de la silla, con las tetas atadas en la base aunque sin mucha presión, pero si la suficiente como para conseguir en ellas un tono algo morado.
Mi rostro adornado con un tapabocas con arneses de cuero. Debajo del tapabocas, una cinta adhesiva transparente me impedía abrir la boca. Y dentro de mi boca un condón usado por Martin para masturbarse, y cuya leche ya había digerido del todo. Mi nariz estirada hacia arriba por una cuerda con dos ganchos, haciéndome parecer una cerda.
Mis piernas flexionadas del todo, con los tobillos atados a los muslos, y los muslos atados a los posa brazos de la silla. La posición de estas dejaba mi cuca totalmente expuesta, con los labios vaginales mordidos por trampas de ratones que estaban sujetas también a los posa brazos, dejando mi vulva tan abierta como una flor.
No solo era lo incomodo de la posición, ya que además de esto, una pinza vibratoria en mi clítoris y un vibrador metido en mi abertura vaginal, funcionando toda la noche, me mantuvieron despierta, teniendo orgasmo tras orgasmo. El vientre y mi estómago me dolían de tantas convulsiones. Además de llevar escrito en la pancita “Hola, soy “Tetas”, y soy tu juguete sexual”. El rotulador con el que fue escrito también hacia un buen trabajo como estímulo anal, ya que lo tenía metido en el culo.
Se colocó detrás de mí, viéndome a través del espejo que estaba dispuesto en frente de nosotros, el cual la noche anterior coloco allí para que viera en lo que me había convertido. Tomo mi cabeza y la movió de un lado a otro, sin yo oponer resistencia alguna. Esto fue una manera de confirmar, de manera simbólica, que lo que tenía escrito en mi vientre era cierto: era un juguete, y Martin me manejaba como quería.
Toda la zona vaginal se veía brillante, de tanta humedad provocada por toda la excitación de la noche. Martin me rodeo de nuevo y paso sus dedos por toda la zona humedecida, mojándolos con mis jugos, para luego limpiarlos en mi nariz, aun estirada hacia arriba. –¿hueles? Huele a perra en celo. Para que tengas presente lo que realmente eres.
Me quito el tapabocas y los garfios de la nariz, luego me quito la cinta adhesiva de la boca, y yo escupí el condón. Martin lo tomo y reviso, comprobando que toda su leche había desaparecido. De seguro ahorita estaba en mi estómago.
-Eres un bastardo… -le dije, con voz baja, algo tímida. Estaba agotada. Y muy confundida. Estaba molesta por el haberme dejado toda la noche en esa pose. Y estaba muy excitada por el haberme dejado toda la noche en esa pose. Como ven, tenía mis sentimientos encontrados. Lo amaba y lo odiaba.
-¿Estas molesta? –me pregunto.
-¿Qué si estoy molesta? ¡Eres un imb…! –no me dio tiempo de terminar la frase, ya que me metió el güebo en la boca, y yo, dejándome llevar por mis bajos instintos, se lo comencé a mamar con un inmenso gusto. Y no me detuve hasta que se corrió en mi boca, tragándome toda su deliciosa leche, haciéndome sentir plena del todo nuevamente, lo mismo que sentí cuando me desvirgo el culo y acabo en él la noche anterior. Me quede callada luego de esto.
Martin procedió a desatar todas las cuerdas que me aprisionaban, comenzando por las piernas, no sin antes quitarme la pinza del clítoris, las trampas de ratones, y el vibrador. Luego de desatar mis piernas, las cuales me dolieron un montón al estirarlas nuevamente, me saco el rotulador del culo. Siguió cortando los hilos de nailon que ataban mis uñas, liberando mis brazos, que también me dolieron bastante al flexionarlos. Por último desato mis tetas y mi torso, doliéndome muchísimo las primeras al notar la sangre fluir nuevamente por ellas. También me quito el collar. Me ayudo a ir a la planta baja, y me dio mi ropa, con la que había venido el día anterior.
-Póntela y lárgate de aquí. –me dijo, con un tono serio, y de molestia.
-Pero… -hice ademan de decirle, toda confundida.
-Shhhh, cállate Karen. Lárgate de aquí. Eres libre. ¿No es lo que querías? Ya sabes lo que ocurrirá si llegas a abrir el pico. –me dijo.
-Pero ya va, yo… -volví a decir, sin saber realmente que era lo que yo quería decir.
-¡Te dije que te calles! ¡No quiero oírte, fuera de mi casa! –me ordeno, usando un tono bastante autoritario y fuerte, que me hizo estremecer al máximo. Me vestí y me fui.
Era sábado. Fui directamente a mi casa. Durante todo el trayecto, desde la Castellana hasta el kilómetro 18 de la carretera del Junquito, que es donde vivo, las imágenes de todo lo ocurrido allí se mantuvieron rondando mi cabeza, manteniéndome excitada. No sabía muy bien que pensar. Yo quería que todo ese infierno terminara, y ya termino al parecer. Si es así, entonces ¿Por qué coño me sentía vacía? ¿Por qué coño cuando él me dio la ropa y me echo de la casa yo en el fondo no quería irme? De seguro era mi libido. Decidí calmarme, ya todo había terminado.
Llegue a mi casa, salude a mi madre que estaba en la cocina, junto con mi padrastro. A él no lo salude, me caía realmente mal. Al comenzar la relación entre ellos, yo los saboteaba mucho, no quería ver a ese imbécil ni en pintura. A mis hermanas (tengo dos, Susana y Samanta) si les caía bien, pero yo simplemente no lo pasaba.
En fin, subí a mi habitación, y me desnude del todo. Me vi en el espejo, aún tenía la frase rotulada en mi estómago. Y las marcas de las cuerdas aún se dejaban ver ligeramente. De nuevo me vinieron los recuerdos de la noche anterior. Y entre esos recuerdos, no pude evitar hacerme un delicioso pajazo. Tuve un fuerte orgasmo a los pocos minutos allí, frente al espejo. No podía ser. Me masturbaba recordando todo lo que ese hijo de puta me había hecho. Aún seguía caliente, por lo que decidí ir a darme una buena ducha fría a ver si se me quitaba, sin mucho éxito. Al salir de la ducha me seque y me puse un camisón y un cachetero (así le decimos aquí a una prenda íntima femenina, que parecen bóxers cortitos de hombre ya que cubren bastante piel) y baje a la cocina a ver que comía.
La cocina estaba vacía, afortunadamente. Mi madre y mi padrastro estaban en su habitación. Busque en la nevera, y tome jamón y queso, al cerrar la puerta, apareció mi padrastro, cuyo nombre es Vicente. Sus ojos recorrieron mi figura con ojos lascivos. Le torcí los ojos y continúe en lo mío, tomando un trozo de pan, rellenándolo con el jamón y el queso, tostándolo, sirviéndome un vaso de leche, y subiendo a mi habitación con todo. Durante todo el rato, sentí la mirada de Vicente clavada en mi cuerpo, más que todo en mi culo y en mis tetas, que a pesar de estar enfundadas en un camisón, pues, se notaban bastante. Eso pasa con nosotras las tetonas.
En fin, entre de nuevo en mi cuarto, me dispuse a comer sobre mi cama, y luego me quede dormida.
Pase todo el fin de semana metida en mi habitación. Mentiría si digo que no pensé en Martin nuevamente, ya que la mayor parte del tiempo pensé en él. También mentiría si dijera que no me masturbe pensando en él, ya que muchas pajas me hice, con un seguido cargo de conciencia, sintiéndome una estúpida. ¡El tipo era un malnacido! ¿Por qué minaba mis pensamientos? Todo lo que sentí las dos veces que abuso de mí son cosas normales, soy humana, y me puedo excitar ante estímulos sexuales… ¿Eso significa que si me llegan a violar, soy de las que gozan? Ya va. ¿Eso se puede gozar? Yo lo goce, Martin prácticamente me violo, y yo tuve sendos orgasmos, y los sigo teniendo pensando en ello. ¡Pero soy humana! ¡Él me estimulo sexualmente! ¿Qué quería? ¿Qué llorara? ¿Seré una desviada sexual? Como ven, estaba muy confundida.
Los siguientes meses intente no darle vueltas al asunto. Pero note una conducta distinta en mí. Por alguna razón, los días que tenía clases con Martin, me ponía bastante sexy. Desde jeans a la cadera bastante ajustados, demarcando todas mis curvas de la cintura hacia abajo, acompañándola con camisas y blusas con escotes de infarto, hasta faldas bastante cortas, con blusitas también sexys. No solo a nivel de ropa, mi maquillaje lo remarcaba bastante. Quería llamar su atención.
Cada vez que lo veía, me era difícil no mojarme. Mis tetas se ponían duritas, sentía las maripositas en el estómago, en mi cuca, el culo me hormigueaba. Pero el, ni pendiente de mí. Me ignoraba todo el tiempo. Y eso me hacía sentirme mal. Y mi confusión aumentaba, ¿Cómo podía sentirme así por aquel bastardo? ¡¡ABUSO DE MÍ!!! ¿Sera que sufro del síndrome de Estocolmo? Esperen, eso es con secuestradores… ¿aplica para violadores? Pero Martin no me violo, yo pude detener todo esto, simplemente debía dejar la universidad… Que complicada soy.
Intente sobrellevarlo, y comencé a buscar y tener novios. En ese semestre tuve 4 novios distintos, dado mi físico y belleza no se me hizo difícil, modestia aparte. A todos los deje porque no me satisfacían en la cama. Bueno, el segundo, Guillermo, fue el que me dejo a mí, porque en lugar de gritar su nombre en la cama, grite el de Martin, así que pensó que le estaba poniendo los cuernos. Aun así, iba a dejarlo, ya que no me daba güebo como yo quería. Ni él, ni los otros. No me dieron güebo en la cama como Martin me dio güebo a mí. Me sentía frustrada.
Intente buscar a Martin. Cada vez que intentaba hablar con él a solas, me esquivaba, y se iba a otro lado, haciéndome sentir como una autentica estúpida. Así que fui a verlo al final del semestre. Quería saber por qué se había molestado conmigo de manera tan repentina ese día. ¿Acaso no era lo que él quería? ¿No deseaba cogerme? ¿No era lo suficientemente buena para él? Tampoco entendía el porque me había obsesionado con él de esa manera, así que pensé que enfrentándolo resolvería todo el misterio de mi obsesión, o al menos esclarecería un poco ese camino.
Así que ese último día de clases me dirigí a su oficina. Toque la puerta y oí su voz invitándome entrar, como las otras veces. Una vez adentro, me senté en una de las sillas dispuestas delante de su escritorio. Martin estaba ante mí, sentado, leyendo el libro de siempre.
-¿Qué deseas? –me pregunto sin quitar la vista del libro, al notar que yo no decía ni una palabra.
-No lo sé…-le conteste.– La verdad no sé qué me pasa…- Yo aún tenía esa tremenda confusión. Me preguntaba lo mismo, ¿Qué hacía yo allí?
-Si tú no lo sabes, ¿Entonces quien lo sabrá? Te aseguro que yo no. –me dijo aun sin dejar de ver su libro.
-Pues deberías saberlo, tú fuiste el que me puso así. ¿Qué me hiciste?
-Yo no te he hecho nada. –contesto.
-¡Claro que sí! ¡No sé porque desde aquella vez en tu casa no he podido dejar de pensar en ti! ¡No puedo tener orgasmos a menos que piense en ti o en todo lo que me hiciste! ¡Ningún hombre me llena como es debido! –Le dije
-¿Tienes orgasmos con ellos? –me pregunto, ya viéndome a los ojos, lo que me hizo sentir una punzada en mis genitales.
-Si los he tenido…pero solo si estoy pensando en ti en ese momento. –le conteste tímida.
-¿Entonces de que te quejas? Muchos tienen orgasmos pensando en otras personas o situaciones. Es normal fantasear estando con tu pareja o amante.
-¡No es lo mismo! ¡Me siento vacía! ¡Esos orgasmos no son tan intensos! ¡Tú me hiciste algo!
-Ya te dije que yo no te hice nada. Solo te eche una cogida y listo. Intente llevarte a mas, pero no me gustan las putas subnormales como tú. Me gustan perras, obedientes. –Dijo. Que me insultara así aumentaba mi excitación.
-¿Y yo no fui obediente acaso?
-¿Estas insinuando que lo disfrutaste a conciencia y querías continuar? –me contesto con esa pregunta. Y la verdad me agarro fuera de base. Me quede muda sin saber que contestar.
-Bueno… yo…
-Ya veo… Tal vez a la final si haya logrado hacerte algo. –Me dijo sin esperar mucho por mis palabras –Logre sacar a la perra sumisa que había dentro de ti. Ahora te sientes vacía porque ellos solo te cogen. Y tú no solo buscas que te metan el güebo, sino que te domen, te subyuguen. Te gusta ser humillada y pisoteada.
-Y eso solo lo logras tu… -le dije casi por reflejo, sin pensarlo, de manera tímida.
-Te veo encaprichada conmigo. No soy el único así ¿sabes? –me dijo tras mi comentario.
-Es que… sé que no eres el único… -le dije, titubeando, dudosa de mi misma.
-¿Ves? No niegas que gozaste conmigo. Dime la verdad zorra. Estas aquí porque quieres ser mía. Quieres servirme. Quieres postrarte a mis pies. –me dijo. Quede pensativa un rato, aunque la verdad lo único que pasaba por mi mente eran las imágenes de lo que me hizo vivir, de cuanto goce con esa experiencia. Lo otro que también me pasaba por la cabeza eran las ganas de que todo se repitiera, e incluso de que pasaran más cosas. Ya no podía mentirme a mí misma. Deseaba a Martin. El solo hecho de estar cerca de él, me excitaba. -¿Y bien? –me pregunto.
-Es cierto… Deseo… Deseo repetir todo lo que me hiciste…
-Pídelo. Pídelo como la buena perrita que eres.
-Quiero… -Le dije, haciendo una corta pausa. Estaba mojada, ganosa. –Quiero ser tuya… Por… Favor… Déjame ser tu perra….
-Jajajaja… Perra, perra, perra… Lárgate de aquí. No me interesan las putas caprichosas como tú. –Me dijo. Sentí un vuelco en el estómago al oír sus palabras.
-Pero… pero… querías tenerme… no entiendo. –Dije extrañada por todo, pero a la vez desesperada y desubicada.
-No me interesas. Estas muy buena, no lo niego, así como tampoco niego que eres una guarra en potencia, pero eres una puta imbécil, una perra caprichosa. No me gustan las zorras malcriadas como tú.
-¿Fue por lo que te dije esa noche? Por favor, dame otra oportunidad… -le pedí.
-No perra, lárgate de aquí. –Me dijo de manera cortante.
-Por favor… por favor… ¿Quieres que te ruegue? –le dije mientras me ponía de pie y rodeaba su escritorio para ponerme de rodillas a su lado. –Te lo ruego… No me engañare ahorita… Es lo que deseo… Ser tu juguete… Tu mascota… Te lo ruego…
-Vaya… Veo que vas en serio. Lárgate, no me interesas. –me dijo en tono cortante de nuevo.
-Pero… Pero… ¡por favor! ¿Por qué no? ¡¡Dame una razón!! –Le dije ya con un tonito de desespero.
-Ya te dije, me gustan zorras, masoquistas y sumisas. No putas malcriadas como tú.
-Pero… ¿Que tengo que hacer para que me aceptes?
-¿Para aceptarte? Bien. Te pondré una prueba. El próximo viernes te quiero en la misma dirección de la otra vez, a las 5 de la tarde. Deberás obedecerme en todo, sin importar lo que sea. Serás un ser sin voluntad alguna, de hecho, será la mía la que valga para ti. Tu mayor placer será obedecerme y verme satisfecho. No habrá nada que no hagas para mí. –Me dijo.
-Acepto. –Dije, sin pensarlo, sin saber lo que sus órdenes me depararían en el futuro. Ya estaba clara, era una perra sumisa, y quería que Martin me amaestrara, y ser de él.
-¡¡Caramba!! ¡Hace unos meses eras una putita fresita que se indignaba por mamarme el güebo y ahora aceptas ser mi esclava así sin más! ¿Quién lo diría? Tengo a uno de los culos más apetecibles de la universidad a mis pies y por voluntad propia… Nada mal. Bueno, como no espero que tu cerebro sea tan grande como tus tetas, te lo repetiré: el próximo viernes a las 5 de la tarde en la dirección que te di la vez pasada. Que te quede bien claro: Si vas, no habrá vuelta atrás. Tendrás que hacer muchas cosas que te pueden resultar desagradables o que te parezcan mal. Pero eso no me interesara. Y te diré que a la más mínima estupidez tuya te castigare severamente. También serás filmada de manera que yo pueda tener pruebas de tu instinto de guarra. Así que cuidadito con ponerte obtusa. Piénsalo bien. Si no vas lo entenderé y no habrá rollos entre nosotros. Ahora lárgate. –me ordeno. Yo, obediente, me puse de pie, y me fui de su oficina.
Era miércoles, así que tenía tiempo para pensar la propuesta. La verdad no lo pensé mucho. Ya estaba decidida a ser de él. Toda mi confusión se había aclarado. ¿Por qué goce todo la vez anterior? Porque soy una puta masoquista que le gusta que la traten duro. ¿Por qué me excitaban tanto las vejaciones y humillaciones? Porque soy una puta masoquista que le gusta que la humillen. ¿Por qué de repente me mostré dócil y sumisa con Martin? Porque soy una puta masoquista dócil, sumisa y servil que le gusta obedecer. ¿Por qué no podía dejar de pensar en Martin? Porque él me llevo a descubrir a la puta masoquista sumisa que hay en mí, y por ser el primero en tratarme como me gusta, es obvio que me haya vuelto loca por él. ¿Por qué acepte el trato así, sin pensarlo? Porque quiero ser SU puta masoquista. Y estaba decidida a lograrlo.
Pasaron la tarde del miércoles, el jueves completo y la mañana del viernes. En todos esos días no me puse a pensar en nada que no sea en mi nuevo encuentro con Martin, y no pensaba en rechazarlo ni en ningún “pero”, sino pensaba en darle todo el placer posible. No pude evitar hacerme sendas pajas imaginando lo que me pondría a hacer. Incluso la presencia de mi padrastro no me molestaba en lo más mínimo, solo pensaba en Martin.
Por fin llego el viernes. Le dije a mi madre que me iría de vacaciones con unos amigos, aunque no di mayores detalles. Fui a la cita con Martin, me lleve un maletín lleno de ropa. Al llegar al sitio, busque la llave bajo la piedra, pero no estaba, por lo que toque el timbre, pero nadie salió de la casa. Decidí quedarme a esperarlo.
Pasaron dos horas. Eran las 7 de la noche ya, estaba cansada de esperar, pero no quería irme. Sentí que abrieron la puerta de su casa, y lo vi. Estaba vestido con una bata de baño (un albornoz pues.) de color negro. Bajo hasta la reja y la abrió, permitiéndome pasar. No dijimos ni una palabra.
Una vez estuvimos los dos en la estancia donde me toco esperarlo la otra vez me pregunto que tenía en el maletín. –Ropa. –Le conteste. Me dio una fuerte cachetada.
-Veo que ya se te han olvidado las reglas del juego. Lástima que tus tetas no sean cerebros, así seguro no olvidarías cuál es tu lugar y como debes comportarte.
-Perdón Amo. Soy una insolente, no volverá a pasar. –le conteste, sumisa.
-Claro que no volverá a pasar, tetas. Me asegurare de que aprendas la lección esta vez. Desnúdate. –me ordeno. Yo obedecí, me quite toda la ropa que tenía puesta, la cual consistía en una minifalda gris que apenas llegaba a la cuarta parte de mis muslos, y una camiseta negra, bastante ajustada, que remarcaba exageradamente mis pechos. No tenía sostén, solo un hilo negro que se metía entre mis nalgas, y unas sandalias abiertas negras, con tacón stiletto de 10 centímetros de alto. Me quite todo. -Mételo esos trapos en tu maletín. –me ordeno, y yo obedecí luego de un “si amo”.
Seguidamente me tomo del pelo, y con fuerza y autoridad me dirigió hacia el segundo piso de la casa, más exactamente a la misma habitación donde me había dejado la vez anterior. Allí seguía la caja grande, en la cual se puso a buscar unas cosas luego de tirarme al piso como si de una muñeca de trapo se tratara.
Luego de revisar bien, saco unos extraños zapatos y una especie de mascara de cuero, negra, con apenas dos agujeros en la nariz, además de una extraña “bolsa” de cuero bastante alargada. Los zapatos eran bastante raros, tenían unos tacones stiletto exageradamente altos, y la forma completa del zapato obligaba al pie a estar totalmente vertical, casi paralelo al mismo tacón, con cierto ángulo de separación. Caminaría con la punta de mis pies, prácticamente. Se dirigió a mí con esos objetos, y me coloco primero la extraña bolsa alargada, a modo de funda para aprisionar mis brazos tras de mí. Dicha funda me cubría hasta la mitad de mis brazos, y la ajusto tanto que se me hizo bastante incómoda la postura, la cual, por cierto, me hacía sacar bastante pecho, quedando mis tetas bastante ofrecidas.
Acto seguido me coloco los zapatos de tacón infartarte. Eran negros, bastante brillantes, se nota que estaban pulidos. Logro ajustarlos perfectamente mi pie, aunque me quedaban un poco grandes, pero no demasiado. Los anudo (tenían cordones para ello), me tomo del pelo y me hizo ponerme de pie. Era bastante difícil mantener el equilibrio con esos zapatos. Apenas quedaba ligeramente apoyada de mi talón, y más que todo apoyada sobre la punta de mis pies, como si fuera una bailarina de ballet.
Me puso una mano sobre el pecho, y la otra la poso en mi culo, metiéndome un dedo en él, y me llevo afuera de la habitación, no sin antes meterme un trozo de la máscara de cuero en la boca, para que la llevara. Era muy difícil caminar, pero aun así, trastabillando, fui llevada de nuevo a la planta baja de la casa, para luego ir por detrás y llegar al patio trasero. Allí vi una especie de plataforma pequeña no muy alta, sobre la cual había un tubo delgado en el centro apuntando hacia arriba, y detrás de dicha plataforma otro tubo paralelo pero mucho más grueso y alto. Me coloco con las piernas abiertas sobre el tubo corto y delgado, del centro. –No te muevas tetas. –me ordeno, para luego entrar de nuevo a la casa.
Salió a los pocos minutos, con otro tubo que en una de las puntas tenía una extraña forma. Parecían bolas de metal pegadas una a la otra, siendo la bola de la base más gruesa que la de la punta, estaban dispuestas en orden de tamaño. Ajusto este artilugio en el tubo que tenía entre mis piernas, clavándome la punta en la cuca. Ahora estaba sostenida no solo por la punta de mis pies, sino también por ese tubo metido en mi cuca. Debo admitir que estaba tan excitada y mojada que el extraño consolador entro sin ningún tipo de problemas.
Acto seguido me coloco la máscara, impidiéndome la visión y en gran parte la respiración, ya que tenía solo dos agujeros en mi nariz para poder respirar bien. La ajusto bastante en mi cuello. Por último escuche unos extraños metales chocando, y sentí que me sujetaba el cuello a algo. A la final me di cuenta que estaba sostenida ahora también por mi cuello, no me podía mover del sitio para nada. Luego todo fue tranquilidad y quietud, sintiendo como la brisa de la noche acariciaba mi cuerpo indefenso. No sé cuánto dure allí, pero puedo decir que fueron pocos minutos, en los cuales sentía además esa sensación fría en el estómago, como cuando vas a una cita importante o algo así. Una cierta emoción, nervios, mezclados con excitación.
-Vas a aprender cuál es tu sitio. –oí su voz, aunque un poco lejos, por la máscara. –Aprenderás a comportarte como a mí me da la gana tetas. –Al decirme esto, sentí que algo bastante delgado se estrellaba en mi abdomen, haciéndome sentir un ardor fuerte. Luego sentí otros dos, en la misma zona. Parecían latigazos. Luego sentí uno realmente fuerte que me cruzo las tetas de costado a costado y que me arranco un fuerte grito ahogado a duras penas por la máscara. A ese le siguieron unos 5 más, igual de fuertes, que cruzaron mis tetas de la misma manera, uno a poca distancia del otro. No podía reprimir mis gritos.
En ese momento hizo una pausa, para acercarse a mí. Lo sé porque me tomo los pezones con sus manos, acariciándolos suavemente. –¿Sabes cuál es tu lugar tetas? –oí.
-Si… lo… lo sé… Amo… -le conteste con voz llorosa. La verdad se me salieron las lágrimas por esos azotes.
-¿Segura perrita? –me pregunto, para luego oler su aliento por los orificios de la máscara, y sentir como con su boca hacia como si besara mi nariz.
-Siii… amo… sé cuál es mi lugar… -le respondí con voz de llanto aun.
-Yo creo que no lo sabes aun…-Me dijo, retorciéndome fuertemente los pezones y haciéndome pegar un fuerte chillido. Luego me soltó, y a los pocos segundos sentí una lluvia de azotes, fueron unos 25 más que cruzaron distintas partes de mi cuerpo. Mis muslos, mi abdomen, mis tetas, mi pubis, recibieron una buena dosis. Yo no paraba de pedir perdón, de decirle que si sabía cuál era mi sitio. En ese momento cesaron los azotes. Sentí que se me acerco de nuevo ya que me estrujo las tetas con sus manos fuertemente, amasándolas con furia. Las piernas me temblaban de placer, dolor y temor. Estaba sumamente excitada y al mismo tiempo arrepentida de no hacer las cosas como son. Y no me refiero a haber huido de esto cuando pude, sino de no haberlo tratado con el debido respeto al llegar.
Luego de magrearme las tetas, sentí que apoyó algo en mi clítoris, un vibrador bastante delgado, el cual me dejo allí unos segundos hasta que entre gemidos y gritos explote en un intenso orgasmo. -¿Sabes cuál es tu lugar entonces, tetas? –me pregunto.
-Ooohhh siiii looo seee aaamooo –Atine a decirle, totalmente perdida por el orgasmo y la excitación. Dejo de apoyar en mí el vibrador y me volvió a propinar 10 azotes más en mi cuerpo, acompañados de mis gritos. Al pasar estos 10 azotes se volvió a acercar a mí.
-¿Cuál es tu lugar, tetas? –me pregunto.
-Mi lugar está debajo de sus zapatos Amo… Ser su perra amaestrada, dócil, servil… Su putita caliente, su cerda. –Le conteste con voz aun llorosa.
-¿Qué es lo que te interesa más? –me pregunto.
-Su placer Amo. Su satisfacción. Obedecerle en todo. –le respondí, ya segura de todo lo que me interesaba más.
-¿En todo? ¿Todo, todo, TODO? –me pregunto haciendo énfasis en ese último “todo”
-Si Amo, absolutamente, TODO –le respondí. En ese momento me quito lo que me sujetaba del cuello, y me desabrocho la máscara, para volverme a sujetar el cuello y luego terminar de quitarme la máscara. Me quede helada al ver que mi Amo Martin no se encontraba solo en la estancia.
Una mujer, que ya había visto algunas veces en la universidad, se encontraba en el sitio. No aparentaba ser muy mayor, le calculo unos 42 años. Tenía un cuerpo bastante esbelto, con unos senos bastante grandes también, tanto como los míos. Unos muslos que ofrecían bastante carne. Su pubis llevaba una mata de pelos. Se lo vi porque la mujer estaba desnuda, enfundada solo en un traje que cubría todo su cuerpo cuya tela parecía ser como esa con la que hacen las medias pantis, de color negro y bastante transparente que dejaba apreciar con todo lujo de detalles su cuerpo, a excepción de sus pies ya que llevaba puestas unas botas militares que le llegaban a la mitad de las pantorrillas. De rostro era bastante bonita, y sus cabellos eran rubios. Llevaba unos lentes, y estaba cuidadosamente maquillada, aunque con sus labios rojos como la sangre.
-Ella es Raquel. –Me dijo mi Amo. –Es mi esposa. En tu vida, Raquel tendrá la misma importancia que yo para ti ¿entendido? Ella será tu Ama. –me dijo. No sabía que contestar. Muchas cosas me pasaron por la cabeza. Muchas dudas.
-A juzgar por su rostro, esta dudosa la puta. –Dijo Raquel.
-No te preocupes amor. Esta estúpida sabe cuál es su lugar. ¿No es así imbécil? –dijo mi Amo, meciendo el delgado látigo con el que me azoto de un lado a otro. No quería seguir siendo azotada, por lo que, a pesar de mis dudas y temores, conteste:
-S-si… Amo… sé cuál es mi… lugar.
-Díselo a mi mujer. Preséntate. –me ordeno.
-Soy… -dude de nuevo. Pero, a pesar de todo, reaccione, y pensando en que era lo más seguro que mi Amo quería oír, pues, lo dije: -Mi nombre es tetas. No soy nada más que un juguete, una perra entrenada a los servicios de ustedes, Amo Martin y Ama Raquel. Mi lugar está en sus pies, mi placer se encuentra en la obediencia a ustedes y en la satisfacción y placer de ambos. Mi voluntad no existe, solo me regiré por la de ustedes. Soy una esclava. Su esclava.
-Jajaja. –Rio mi ama Raquel. –buen parlamento furcia. Pero odio que dudes y tardes en contestar. No te preocupes, te corregiré eso. Ahora mismo. –me dijo, se acercó a mí, y me lamio la cara, recogiendo mis lágrimas. Cosa que me repugno un poco, no por las babas ni nada, sino por el hecho de ella ser mujer. –que divinas. Vamos a sacarte unas cuantas más. –me dijo. Tomo de un bolso que estaba a un lado de la plataforma (que no sé cómo llego allí, debieron ponerlo mientras tenía la máscara puesta) y saco un juego de pinzas para colgar ropa, de madera, y una delgada y larga cuerda enrollada. –Podríamos comenzar con esto… -Dijo ella.
Coloco las pinzas formando un círculo en la base de mis tetas, asegurándose de que todas estuvieran unidas a la cuerda, y repitió la operación con la otra. Luego armo otro círculo adentro de este con las mismas pinzas, también uniéndolas a la misma cuerda, y así sucesivamente, en total formo cuatro círculos en mis tetas, que quedaron llenas de pinzas. Estas estaban bastante apretadas y sentía el agudo dolor de cada una de ellas mordiendo la piel de mis tetas las cuales pagarían por mis dudas. Para finalizar, saco del bolso un par de pinzas metálicas unidas a un extraño aparato de color negro por medio de unos largos cables, colocando dichas pinzas en el pico de mis pezones y encendiendo el aparato al que estaban unidas. Luego se agacho delante de mí, y comenzó a jugar con mi clítoris, primero con sus manos y luego con su lengua. La sensación era realmente exquisita. Me daba reparos por el hecho de ella ser mujer, pero movía esa lengua como una maestra y era imposible no sentir la excitación que mezclada con el dolor de mis tetas y el ardor de los latigazos me hundían en una sensación única e indescriptible.
A los pocos segundos estuve cerca del orgasmo. Mi cuerpo comenzó a temblar, mis piernas más que todo, ya que tenía los extraños zapatos puestos que me obligaban tener el pie vertical. Comencé a gemir y a tener cortas convulsiones. En ese momento sentí que ella se separó de mi clítoris y acto seguido sentí un fuerte electrochoque en mis tetas, que me hicieron sacar de mi trance placentero, con un buen grito. No pude evitar desfallecer un poco, por lo que entro otra de las bolas del extraño consolador que estaba clavado en mi cuca. Mis amos rieron a carcajadas, y me propinaron otro electrochoque, más largo que el anterior. Acto seguido mi ama Raquel volvía a lamer mi clítoris, y acercarme de nuevo al orgasmo, para repetir la dosis de alejarse y electrocutarme de nuevo. Repitieron la operación cuatro veces más, para mayor diversión de ellos.
Luego de esto, Raquel se arrodillo pero esta vez ante Martin. Le abrió la bata de baño y comenzó a mamarle la verga, mientras Martín reanudaba la tanda de azotes con su látigo, más que todo en mi abdomen y muslos, yendo a parar algunos a mis caderas, con el látigo rodeándolas y llegándome a las nalgas. Recibí unos 27 azotes, cuando Martín se detuvo para correrse en la boca de Raquel.
Por último mi ama Raquel se acercó a mí, de pie, quedando su rostro muy cerca al mío. Podía sentir su aliento, su respiración. Me mostro su boca abierta, enseñándome el semen de su marido en la boca, y me dio un delicioso beso en la mía, ante el cual no tuve reparo alguno, ese gesto de amor y cariño era lo que necesitaba entre tanto dolor y tortura. Tanto fue lo que sentí que me dispuse hacerla feliz. Su lengua entro en mi boca recorriendo cada rincón y jugueteando con la mía, pasándome toda la leche de su marido, y yo saboreándola y tragándola lo más que podía.
Sin interrumpir el beso, mi ama con su mano derecha comenzaba a frotar mi clítoris de nuevo. No fue difícil acercarme de nuevo a mi ansiado orgasmo, después de tantas frustraciones y morbosidad juntas. Llego un momento en el que mis convulsiones eran fuertísimas y mi orgasmo era inminente, con todo mi cuerpo temblando como si fuera gelatina. Mi ama Raquel seguía cerca de mi rostro, ya con el beso interrumpido por mí. Tenía mi boca abierta, y no paraba de gemir de placer. Movía mis caderas al ritmo de su mano cómo podía, bastante imposibilitada por el enorme consolador que tenía encajado en mi cuquita.
-Dime lo que eres –me ordeno mi ama Raquel.
-S-s-soy unaahh escla… va, la esclava… deeeh ohhhh!.. Mis amos Martin y… y… yyyhhh… aahh… Raquel… -dije con voz temblorosa, acompañada de gemidos. Mi ama Raquel se hizo a un lado, sin dejar de estimular mi clítoris con maestría. En ese momento vi que las cuerdas de las pinzas de mis pezones estaban en manos de mi amo Martin. En el momento justo en que mi orgasmo comenzaba a hacerse sentir en mi cuerpo, acompañado de fuertes gritos de placer míos, mi amo Martin jalo con furia las cuerdas, arrancándome todas las pinzas de madera de mis tetas de un solo tirón. El dolor fue agudo. Sentí múltiples pellizcos fuertes. Pegue un fuerte grito, las lágrimas se me salieron, mi orgasmo seguía en curso. Era todo realmente confuso para mí. Mis piernas flaquearon por completo, quede sostenida del cuello por la barra que me lo sujetaba, y abajo por el consolador de bolas metálicas. Lloraba de dolor. Temblaba de placer. Las tetas me ardían al máximo. Casi me desmayo, pero fui traída en mi nuevamente por un último electrochoque en mis tetas. Mis amos reían muy divertidos de mí.
Mi ama Raquel me quito el soporte de mi cuello, y me ayudo a librarme del consolador, el cual quedo empapado y abrillantado de mis jugos vaginales. Caí de rodillas sobre la plataforma, cosa que mi ama aprovechó para tomarme del cabello y dirigirme la boca al consolador. –Mira como lo dejaste. Límpialo tetas. –me fue ordenado, y sin permitirle responderle me hizo tragar tanto como pude del consolador. No me pareció para nada asqueroso, al contrario, me gusto el sabor. Puse un gran esmero en chupar todo del consolador, en dejarlo reluciente. Mi ama Raquel se ubicó al lado de mi amo Martin, mientras yo mamaba sin parar el consolador.
-Ya basta tetas. –Dijo mi amo Martin. –Ven acá, y demuéstranos tus sentimientos hacia nosotros, preséntate –Me ordeno, y yo, obediente, fui gateando cual perrita hasta quedar frente a ellos de rodillas.
-Soy tetas. Estoy para servirles en todo lo que a ustedes mis amos les plazca. Los amo y adoro con total devoción. Ante ustedes soy nada, soy nadie, solo un trozo de carne para su placer, diversión y entretenimiento. Por favor, les ruego me acepten. –dije sin dudar. No quería ser castigada, pero más que todo lo dije por sentir que eso era lo que sentía. Es increíble lo mucho que me habían logrado cambiar. Pero pienso que este cambio fue para bien, a pesar de todo el dolor, la humillación, el sufrimiento, lo cierto era que esto me gustaba, me fascinaba.
-Aún falta un poco para que te aceptemos, aun estas a prueba. –Me dijo mi amo Martin, al tiempo que mi ama Raquel colocaba en mi cuello un collar de cuero con una cadena abrochada.
–Ya basta de tanta cháchara –Dijo mi ama Raquel. –Vamos adentro, que la noche aun es joven y hay un trozo de carne que debemos devorar jajajaja –termino de decir en alusión a mí, mientras se ponían en marcha, con ella jalando la cadena y haciéndome seguirlos a cuatro patas cual perrita fiel. No sabía lo que me deparaba el futuro, pero ya casi ni me interesaba, sea lo que sea, lo iba a gozar, porque esto era lo que yo quería, ser una puta y fiel Esclava.
Continuara...
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