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Estuve un largo rato tendida en el piso, totalmente desnuda y descalza acostada sobre mí costado derecho. Mis pies y manos esposadas y dichas esposas unidas entre sí por otra esposa de cadena más larga, lo que me permitía estar estirada del todo. Mis ojos vendados y mi boca amordazada por un gag ball. A pesar de ser una mala situación para mí, yo estaba súper excitada, y de verdad no entendía el porqué mi libido me jugaba esta mala pasada. ¿Por qué me calentaba si estaban abusando de mí? Incomprensible.
No sé cuánto tiempo estuve ahí tirada esperando, pero se podría decir que se podían contar por horas. Lo cierto era que mi estómago ya comenzaba a reclamar algo de comer, el desayuno fue bien temprano a las 5 de la madrugada y ya eran mucho más de las 5 de la tarde, por lo que deseaba todo esto terminara rápido. Además, ya cierto frio comenzaba a sentirse, típico de las noches de la época en que nos encontrábamos.
En determinado momento sentí la puerta abrirse y cerrarse. Pude presentir que alguien me miraba intensamente, seguro era Martin, a juzgar por la colonia que percibí en el ambiente, típica de él. Mi cuca seguía siendo un mar de jugos y las tetas me ardían sobremanera por la excitación. Sentí unos pasos que iban por un lado mío, más exactamente el lado donde apoyaba mi cabeza, dirigiéndose a la mesa con los utensilios ubicada tras de mí, y luego siguió rodeándome hasta donde tenía los pies, deteniéndose allí por un par de minutos, para luego sentir en la planta de mi pie izquierdo una corta descarga eléctrica que me hizo sacudirme y colocarme casi en posición fetal con mis manos atrás, además de pegar un grito ahogado por el gag ball. Unos segundos más tarde sentí la misma descarga, pero en mi teta derecha, que me hizo reaccionar también de un buen sacudón. Un par de instantes luego, fui bombardeada por unas 15 descargas más en todo mi cuerpo, que me parecieron una lluvia, como si fueran miles haciéndome sacudir sin parar, una tras otra en distintas partes de mi cuerpo. Oí como Martín reía divertido con mi suplicio.
Una vez termino de darme esa pequeña lluvia de descargas, sentí como me tomo del cabello y halándome de este me puso de rodillas, cosa que me costó un dado que aún estaba esposada. Me mantuvo de rodillas y erguida, sostenida por mi cabello con su mano de manera tal que no pudiera pegar mis nalgas de mis talones, mientras con su otra mano me aplicaba más descargas en mis tetas, mayormente en mis pezones, lo que me hizo soltar lágrimas de desespero y dolor.
Acto seguido me saco el gag ball de la boca, dejándolo guindando en mi cuello cual collar. No me atreví a decir ni una palabra, y la verdad, poco tiempo tuve para hacerlo, ya que a los pocos segundos sentí como se bajaba la bragueta del pantalón con su mano libre, sin soltar mi cabello, para meterme la polla en la boca. Oí un fuerte suspiro de su parte, tal parece que estaba urgido de atención sexual, ya que además su verga venia empapada de líquido pre seminal. Yo a pesar de semejante trato y tortura, continuaba con la totona (la cuca pues) bien mojada y me esforcé en hacerle una deliciosa mamada controlada por él. Me follo la boca con rudeza, convirtiendo mi boca y mi barbilla en una cascada de babas que aterrizaban en mis tetas, resbalando por estas, más que todo por el canalillo central, recorriendo mi abdomen y vientre hasta escurrir por mis labios vaginales, por mi vulva.
Continuo cogiéndome por la boca un buen rato, provocándome algunas arcadas, hasta que me saco la verga de la boca, me soltó el cabello y me quito la venda de los ojos. Lo vi a los de él. Tenía una cara de hombre triunfador, con una sonrisita de más de engreída y altanera. Tenía ganas de decirle hasta del mal que se iba a morir, pero algo en lo más profundo de mí ser me impidió hacerlo. Me imagino que ese “algo” era lo mismo que me hacía desear que me continuara tratando así, era lo mismo que me mantenía bien excitada y con ganas de entregarme del todo a él y adorarlo como a un dios. Cuanto me odie en ese momento.
Volvió a tomarme del pelo, y sin soltármelo y yo sin dejar de verlo a los ojos, me tapo la nariz con sus dedos pulgar e índice de su mano libre, y acto seguido me volvió a introducir la verga en la boca, impidiéndome bastante la respiración, haciéndome aumentar la intensidad de las bocanadas de aire, haciéndome mover con ciertos gestos de desespero. El disfrutaba de la mamada muy divertido por mis intentos desesperados de tomar aire, permitiéndome respirar de vez en cuando soltando mi nariz y desocupando mi boca, para luego repetir el suplicio de nuevo. Estuvimos así un largo rato, hasta que se cansó del trato.
Me tiro de nuevo en el piso, cayendo yo sobre mi costado derecho nuevamente haciéndome un poco de daño, y se recostó detrás de mi quedando ambos en la famosa posición de “cucharita”. Sentí como se pegó de mi cuerpo, y nada hice por evitarlo. Llevo su verga a mi cuquita, totalmente empapada, y la deslizo en mi interior –Mmmmm –exclamo con un suspiro –sigues tan estrecha… vamos a ver cuánto te dura… -me termino de decir, para comenzar un movimiento mete y saca. Estuvo dándome así por largo rato, era delicioso sentirlo, aunque desesperante ya que no me permitía llegar al orgasmo, cada vez que el sentía que yo me acercaba, bajaba el ritmo de la penetración y me dejaba frustraba. Aunque no sé porque me desesperaba, ya que odiaba tener orgasmos causados por el.
Al cansarse de esta posición, se puso de pie, y se dirigió detrás de la mesa con los utensilios. No lo había notado, pero pegado a la pared del fondo de la estancia, se encontraba un espejo cubierto por una tela blanca, el mismo color de la pared. Lo ubico detrás de la mesa, y luego desapareció por uno de los corredores de la casa, para, luego de un rato no muy largo, aparecer con una cámara y una mini laptop, la cual coloco sobre la mesa.
Acto seguido me tomo por el pelo y me arrastro hasta la mesa, sobre la cual me puso luego de hacerme poner de pie, con el cuerpo inclinado hacia adelante y las tetas aplastadas contra la superficie de la mesa, viendo hacia el espejo. Allí vi mi reflejo, la verdad me sorprendió mucho mi apariencia. Siempre he sido una chica bastante coqueta, pero lo que veía era una puta callejera del tres al cuarto, con el rímel corrido por la cara con mis lágrimas. No podía creer que hubiera permitido a un bastardo como Martin convertirme en algo así, y obviamente menos podía creer que esa imagen… me excitara.
Mientras debatía mis dudas porno-existenciales en mi mente, Martín me abrió las nalgas y me escupió el culo, esparciendo el escupitajo en mi agujero anal con dos dedos. Allí deje de pensar en todo, me asusté mucho, sabía por dónde iban sus intenciones. –Martin…por favor… -le dije. ¡PAF! Una buena nalgada me azoto, haciéndome pegar un brinco. -¡Silencio! –fue lo único que me dijo, con una voz bastante autoritaria y fuerte, que me hizo estremecer y callar. Aun así, me coloco de nuevo el gag ball, y continuó masajeando mi culo con sus dedos. Metió uno y me vio por medio del espejo. Yo lo veía suplicante a través del mismo, haciéndole señal de negación con la cabeza.
Saco su dedo de mi culo y poso la punta de su glande en mi agujero anal. Moví las caderas por reflejo hacia adelante para alejarlo de su miembro, pero recibí otra fuerte nalgada –¡Quédate quieta perra! Esto pasara tarde o temprano, será mejor ahorita y con tu colaboración. –me dijo, y sin miramiento alguno me atravesó el ano con suma potencia. Quede privada del dolor, con la mandíbula casi desencajada de tanto que la abrí. Los ojos me rotaron en las cuencas y quedaron blancos.
Unos diez segundos dejo pasar Martin con su verga adentro de mi culo, para luego sacarlo y seguidamente volverme a empalar. Y yo, puta al fin, tuve un brutal orgasmo que hizo temblar mi cuerpo desde la punta de las uñas de mis pies hasta la punta de mi más largo cabello. Que masoquista era, que perra, que golfa. Martin inicio un mete y saca algo lento mientras incontrolables gemidos salían de mi boca aunque ahogados por el gag ball. No pasó mucho para que me llegara otro orgasmo y luego otro, y otro… perdí la cuenta.
Veía mi rostro en el espejo, con sumo desprecio y asco, con mi cuerpo moviéndose al compás que marcaban las embestidas de Martin. Mi rostro con la boca abierta por la bola de la mordaza, dibujando cierta sonrisa, mi mirada denotando placer infinito aunque con lágrimas cayendo por mis pómulos… ¿Qué me pasaba?
Pase a mirar la laptop. Veía mi culo empalado por esa máquina de carne y músculos, entrando y saliendo una y otra vez sin importarle mi dolor y sufrimiento. Esperen. ¿Cuál dolor y sufrimiento? ¡Si estaba hecha agua con todo este trato! Ok, si me dolía, era la primera vez que me daban por el culo, pero ese dolor me excitaba sobremanera. Ahí quedo confirmado: soy masoquista.
Martin me continuó rompiendo el culo, haciéndome sentir que me partía en dos, hasta que en un momento dado se corrió en mi culo, apretándome fuertemente las nalgas con sus manos, hincándome los dedos en mi piel con furia. Sentí el chorro de leche inundar mis entrañas, y de alguna manera me sentí plena, realizada. No entendí muy bien porque.
Se separó de mí lentamente, sacándome la verga del culo, y me tomo del pelo para ponerme nuevamente de rodillas y hacerme limpiarle el güebo con la boca, cosa que hice sin rechistar. Sentía el semen resbalando desde mis entrañas y por mis nalgas, una sensación única y que me mantenía con ganas de más. El ano me ardía por lo ocurrido, pero eso no afecto mi calentura, al menos de manera negativa, es decir, no la bajaba pero si la aumentaba.
-Que delicia de culo tienes. Con lo estrecho que es de seguro me beneficiará en mucho. –me dijo. En ese momento mi estómago ronco por el hambre que tenía. Martin se me quedo viendo fijamente, la misma sonrisa burlona seguía dibujada en su rostro. -¿tienes hambre? –me pregunto. Asentí con la cabeza, sin dejar de mamarle el güebo. –Bien. Déjame ver que tengo por acá… -Me dijo, dirigiéndose fuera de la estancia, sacando su verga de mi boca. Me alegre mucho al saber que me daría comida, al menos no era tan hijo de puta como pensaba.
Luego de un largo rato apareció, con una cadena y un collar. Me coloco el collar alrededor del cuello y le abrocho la cadena a una argolla metálica que el mismo llevaba en el centro, a la altura de mi garganta. Me puso de pie y me quito las esposas de mis tobillos guardándolas en uno de los bolsillos traseros de su pantalón, para luego dirigirme halando de la cadena a otra estancia de la casa, no muy grande, en la cual había un sofá de una sola plaza que se veía realmente cómodo. Al lado de este se encontraba una mesa no muy pequeña sobre la cual se encontraba una bandeja con un plato de comida: Arroz, bistec encebollado y ensalada cesar, con tajadas de plátano. Al lado del plato y sobre la misma bandeja se encontraban una copa vacía y una botella de vino. Olía realmente divino. Frente al sofá se hallaba otro mueble en el cual se encontraba dispuesto un televisor de 42 pulgadas plano de tecnología LCD, un reproductor de bluray y un home theater.
Se dirigió al sofá y se sentó en él. –Arrodíllate –me ordeno. Yo obedecí, me coloque de rodillas ante él. –date la vuelta. –me ordeno de nuevo, y yo obedecí nuevamente también, sin ponerme de pie. Me quito las esposas de las manos, junto con la otra que unía estas con las de mis tobillos, y me hizo un gesto para que me volteara de nuevo, cosa que hice. Al estar de nuevo de frente a él, se me paso por la cabeza la idea de atacarlo de alguna manera para intentar librarme de todo esto, pero era mejor quedarme tranquila, tal vez todo terminaría pronto. Además, debo reconocer que mi segundo motivo para no atacarlo, era que yo sencillamente en el fondo disfrutaba de la situación, aunque me imagine que eran mi libido y mis genitales que hablaban por mí.
Tomo la bandeja con comida de la mesita y me la dio. –Sostenla. –Me dijo. Olía realmente divino, la pancita me roncaba con fuerza, veía la comida con unas ansias increíbles. De seguro me daría un buen banquete con ella, solo esperaba la orden de Martin para comenzar a comer. Para mi sorpresa, Martin tomo los cubiertos y comenzó a comer él. Yo casi me pongo a llorar ante semejante crueldad. –sírveme vino, y no sueltes la bandeja. –me ordeno. Yo bastante incrédula, decepcionada, y hambrienta, le serví el licor en la copa con una mano, como pude. Por suerte la botella estaba destapada. Siguió comiendo tranquilamente, incluso encendió el televisor, colocando un canal donde pasaban un documental sobre ovnis. En algunos momentos dados, sacaba de su boca algunos trozos de carne masticados y los colocaba a un lado en la bandeja. En realidad eran trozos de cartílago o pellejo, que al ser duros mucha gente no come, grupo en el cual yo también me incluyo.
Luego de un rato, termino de comer. Tomo la bandeja de mis manos y la coloco de nuevo en la mesa, para luego proceder a ponerse de pie, detrás de mí, y esposarme las manos nuevamente detrás de mi espalda. No solo esposo mis manos a la altura de las muñecas, sino que con las esposas que tenía en mis tobillos, también esposo mis brazos a la altura del codo, dejándome bastante incómoda, sacando bastante pecho. Luego se dirigió detrás del sofá, se agacho, y alzo algo: un bol de comer para perros (saben, esos platos para que coman los perros), lleno de perrarina (es decir, comida de perros). Lo coloco en el piso ante mí y se sentó en el sofá. Tomo los trozos de cartílagos y pellejos masticados y los arrojo en el bol, para seguidamente carraspear un poco y escupir un par de gargajos espesos sobre el “alimento”.
-¿Creíste que me había olvidado de ti? Siempre me ha gustado alimentar bien a mis mascotas. Come. –me ordeno.
-Eres un hijo de pu… - ¡PAF! Me corto la frase con una cachetada.
-Shhhh perra… un error más de esos y para mañana tendrás mucho que explicarle a tus amigos y familiares, cuando vean el video… Ahora, come… Y nada de dejar migajas, te lo comes todo. –me volvió a ordenar. Yo quede helada, sin saber cómo reaccionar. Quería atacarlo, golpearlo. Lo odiaba. Pero mi cuca no opinaba lo mismo: estaba ardiendo de ganas. –¡Que comas te dije! –me volvió a ordenar con un tono de voz alto, mientras me tomaba de la cabeza y me estrellaba la cara en el plato. Me soltó la cabeza solo cuando puso sus pies sobre ella, impidiéndome erguirme de nuevo.
Paso un buen rato. No quería comer nada, pero el hambre cada vez más me mataba. Los ronquidos de mi panza eran cada vez más fuertes, y venían acompañados de puntadas. No sé cuánto tiempo pase con la cara metida en el bol con perrarina sin probar bocado, pero luego de un rato oí a Martín: -bien perra estúpida, como veo que no te gusta comer, pues, no comerás. Y mira que pasaras un largo tiempo aquí, si no comes ahorita, lo interpretare como que no comerás nunca, y no te daré más nada. Y no solo eso, el video saldrá a la luz… -bastaron esas palabras para que yo abriera la boca y comenzara a comer todo. Él le bajo el volumen al home theater, de manera que solo se oyeran los crujidos de las piezas de perrarina en mi boca al ser masticadas.
Debo admitir que a pesar de lo asqueroso que pueda ser, el sabor no era malo. Devore las piezas con sumo gusto, así como las que estaban llenas de los escupitajos de Martin, incluyendo los trozos de cartílagos y pellejos masticados y babeados por él. No lograba reconocerme a mi misma ya, devorando cual perra hambrienta comida de animales. Le eche la culpa de esto al hambre, ya que bien se sabe que cuando uno tiene hambre come de todo, aunque no sabía que yo era capaz de llegar a estos asquerosos niveles. Lo que me tenía dudosa de que lo hiciera por hambre era la excitación que sentía al vivir semejante humillación.
Logre terminar toda mi comida. En ese momento Martin me quito los pies de mi cabeza y me permitió erguirme de nuevo, quedando de rodillas ante él, sacando pecho por lo incomodo de la posición de mis brazos esposados. Cuando logre erguirme, vi que tenía su verga al aire semiflaccida, se veía que se había masturbado ya que sus manos y toda su verga estaban llenas de leche. Se limpiaba con el hilo verde que me quito el día que abuso de mi por primera vez. Y que yo goce por cierto.
Se estiro hacia mí, y me tomo los pezones pellizcándolos para jalarme hacia él, dejándome entre sus piernas abiertas. Sin levantarse, me abrazo para quitarme de nuevo las esposas que aprisionaban mis brazos. Una vez libre fui incapaz de hacer algo contra él.
-Recoge la bandeja y tu bol, y ve a lavar todo a la cocina, que queda por allí –me dijo señalando hacia un lado de la estancia en que nos encontrábamos. Yo procedí a ponerme de pie y recoger todo, pero él me tomo de nuevo el pezón izquierdo retorciéndolo fuertemente haciéndome pegar un alarido de dolor. -¿Qué acordamos la vez pasada furcia? ¿Qué debes decir cada vez que acatas una orden mía?
-¡Perdone amo! Me dijo que le dijera “Si Amo” no volverá a ocurrir, lo prometo…
-Más te vale, puta subnormal. Sigue con tu tarea.
-Si Amo. –le dije para seguidamente tomar la bandeja y el bol e irme hacia la cocina a lavar todo
-¡Hey, tetas! –sentí que me dijo antes de abandonar la estancia. –no te olvides de esto, ven, agáchate y abre el hocico. –me dijo estirando su mano derecha con mi hilo entre sus dedos índice y pulgar.
-Si Amo… -obedecí, me dirigí hacia el nuevamente, me incline un poco hacia adelante con todas las cosas en mi mano, y abrí mi boca, donde el procedió a meter mi hilo con sus dedos poco a poco, estaba algo tieso, y mojado de su leche.
-Está algo tieso por todas las veces que me hice la paja con tu hilo pensando en ti. Pero ya no lo necesitare, ¿para qué conservarlo si ya tengo a su antigua dueña a mis pies y me la puedo tirar cuando quiera? Escúpelo en la basura después de que termines de lavar los platos, chúpalo bastante, tiene varias corridas mías en él y eso es algo que tú tienes prohibido desperdiciar jajajaja. –me ordeno. No le conteste nada, me fui a la cocina chupando la tela de mi hilo.
Lavé todas las cosas rápidamente, y luego escupí el hilo en un bote de basura que había cerca. Pensé en huir, ahora que estaba libre, pero una punzada en el estómago, y otra en mi cuquita, me detuvieron. Nunca había tenido tantos orgasmos en mi vida. Nunca me había sentido tan plena y realizada, tan bien obedeciendo a un hombre. Con mis anteriores parejas el sexo era bueno, pero con Martin… era realmente divino. Además el me hizo descubrir mi faceta sumisa y masoquista, con la cual estoy gozando bastante, y encima era el dueño del virgo de mi culo. Recordé todo lo que acababa de pasar, y no pude evitar tocarme el clítoris. Era un macho alfa. Era mi macho. Y yo su mascota.
No pasó mucho tiempo para que, frotando mi clítoris con mi mano izquierda y con la derecha metiéndome los dedos en mi vulva, me corriera nuevamente pensando en todo esto. Me vi los dedos y estaban llenos de mis jugos. –Chúpalos. –oí la voz de Martín, parado en la entrada de la cocina. No me di cuenta que él estaba allí. –Si Amo. –le conteste y los metí en mi boca, limpiándolos de mis jugos.
-Jajajaja tetas, tetas, tetas… sabía que eras así. –me dijo, burlonamente. –Las putitas malcriadas como tú siempre terminan disfrutando de un hombre que las ponga en su lugar, que las tenga en su poder. Son masoquistas por naturaleza.
-Eres un malnacido… -fue lo único que atine a decirle.
-Si, puede ser… Pero eso no quita el hecho de que tú seas una cerda asquerosa, una perra masoquista que goza de todo lo que este malnacido está haciéndote. Te corriste en mi oficina, incluso pediste más. Aquí, estabas totalmente mojada cuando llegue. No solo eso, estuviste a punto de correrte varias veces, aunque yo no te lo permití. Tuviste un fuerte orgasmo cuando te rompí el culo, sin contar los otros que tuviste luego mientras me adueñaba de ese huequito estrecho. Jajajaja ahora te haces la paja después de tu cena especial. Dime, de entre tú y yo, ¿cuál es el peor? ¿Yo? ¿El malnacido que está abusando de ti? ¿O tú, la puta que está gozando como una loca de todo este abuso?
Me dejo sin palabras. Tenía razón. Cuanto lo odie en ese momento.
-No te preocupes tetas, no contestes, era retórica, ya sabemos la respuesta. Ahora ponte a cuatro patas y ven a lamer mis zapatos. No te hagas la seria ni la ofendida, que sabes que te gusta. –me ordeno. Quede muda por unos momentos, no sabía que pensar. Mi cuca hizo agua de nuevo al oír su orden.
-Si Amo. –dije, me puse en cuatro patas y fui gateando hasta él. Comencé a lamerle los zapatos. El me coloco de nuevo la cadena en el collar, y luego de unos minutos, que sus zapatos estuvieran brillantes de mis babas, me dirigió cual perra al segundo piso de la casa, donde había más habitaciones. Me metió en una donde había una silla y un cajón de madera grande.
-Siéntate allí tetas. –me ordeno, señalándome la silla.
-Si Amo. –Obedecí, sentándome de inmediato allí. Martin abrió el cajón de madera y saco unos rollos de cuerdas. Procedió a atarme el torso a la silla, dibujando una X con las cuerdas que pasaban por el centro de mis tetas, separándolas bastante.
-¿Conoces el Bondage? –pregunto. No me dio tiempo de contestar, el mismo prosiguió: -El bondage es el arte de atar a una persona, inmovilizándola, con fines eróticos. Muy usado en prácticas sadomasoquistas. Aunque para muchos ignorantes solo sean un grupo de cuerdas apresando a una persona, los practicantes lo vemos como un arte. Veras que bella quedas con esto, a pesar de no ser yo un practicante asiduo ni un experto en la materia. –me dijo, mientras seguía envolviendo cuerdas por mi cuerpo.
Luego de formar la X en mi torso, pegándolo al respaldo de la silla, procedió a pasar otras cuerdas por arriba y por debajo de mis tetas, para luego de un par de vueltas alrededor de mi torso, por debajo de mis brazos, rodear la base de cada una de mis tetas, sin apretarlas mucho, aunque lo suficiente como para que quedaran abombadas y deformes adelante, mientras que la base quedaba más chica. Acto seguido me hizo alzar los muslos, y los ato a la parte delantera de los posa brazos, para luego hacerme pegar las pantorrillas a la parte trasera de estos y atar mis tobillos a sus muslos correspondientes. En esa posición, mi cuquita quedaba bien expuesta, al estar las piernas abiertas e inmóviles.
Acto seguido tomo mi mano derecha. Con un instrumento que saco también del cajón, procedió a perforar todas mis uñas, aprovechando que estaban algo largas, para luego pasar por cada agujerillo un hilillo de lo que parecía ser nailon. Repitió la operación con la mano izquierda, para luego atar los largos hilos a pequeñas argollas que adornaban las paredes de la habitación, de manera tal que mis brazos quedaran extendidos cada uno hacia su lado correspondiente, con las manos abiertas, sin poder cerrarlas.
Por último procedió a quitarse los pantalones y sus bóxers, y colocarse un condón. Se volvió a masturbar viéndome. No podía creer que para su edad tuviera bastante aguante sexualmente hablando. Ya esta sería la tercera o cuarta corrida de la noche para él. Tal vez se tomó una pastilla de viagra… o un camión.
Al poco tiempo se corrió. Fue nuevamente al cajón, y saco una cinta adhesiva, una especie de tapabocas con arneses de cuero, y una cuerda larga con dos garfios en una punta. Se dirigió nuevamente a mí, y en primer lugar se quitó el condón lleno de su leche, y lo metió en mi boca, para luego taparla con la cinta adhesiva transparente, envolviendo mi cabeza con ella aunque por debajo de mi cabellera de manera que esta no quedara atrapada, al menos no del todo. Luego de un par de vueltas, engancho mi nariz con los dos garfios, estirando la cuerda por encima de mi cabeza, y atándola a la parte trasera de mi collar de perra, estirando mi nariz bastante incómodamente hacia arriba. Por último me coloco el tapabocas con los arneses de cuero, dos hacia los lados y dos más hacia arriba que rodeaban mi nariz como una V invertida y luego se unían para pasar por el centro de mi cabeza y unirse atrás, en mi nuca, con los otros dos.
Se paró delante de mí, viéndome por un rato. Intente moverme pero no podía, las ataduras eran fuertes, incluyendo los hilillos de nailon de las manos, y la silla estaba clavada al piso, cosa que no te en este instante. Con sonrisa maliciosa, se dirigió de nuevo al cajón y saco dos trapas de ratones y otras cuerdas no muy gruesas y una extraña pinza. Cuando las vi casi se me salieron los ojos del susto. Pero debo admitir que todo me excitaba a pesar de. Tal vez él tenía razón, yo soy una puta malcriada que en el fondo es sumisa y masoquista y me gusta estar en poder de un macho.
Se dirigió a mí, y con sumo cuidado atrapo cada uno de mis labios vaginales, tanto los mayores como los menores, con las trampas, una a cada lado. Sentí el dolor del nuevo suplicio. Luego ato las trampas con las cuerdas y las aseguro cada a una a un posa brazos, estirando mis labios bastante, de manera que mi cuquita quedara bien abierta del todo. Luego comenzó a pasar sus dedos por mi clítoris, que estaba afuera de su escondite. Comencé a mover mi cuerpo y a gemir de manera ahogada por mi mordaza, se sentía realmente rico todo eso, hasta que, cuando estuve bien cerca del orgasmo, me dejo de estimular, espero un ratito que me calmara, y mordió mi clítoris con la extraña pinza, lo cual me ocasiono un dolor bastante fuerte. La pinza era bastante extraña, ya que estaba acoplada a un extraño cubo de plástico, no muy grande.
Acto seguido Martin busco en el cajón un marcador (o rotulador) negro, grueso, y un vibrador de grandes dimensiones. En mi panza escribió “Hola, soy “Tetas”, y soy tu juguete sexual”, y luego me metió el rotulador en el culo, cosa que le costó un poco dado que el agujero estaba un poco escondido la posición, pero no le fue difícil. Por último salió de la habitación, para luego de unos minutos volver a entrar con otro espejo grande, y lo coloco frente a mí. -¿Ves? Te dije que quedarías bellísima.
Lo que vi me dejo realmente impactada. Ciertamente, parecía un juguete, una muñeca que Martin podía usar como quisiera. Al pensar esto me excite mucho más de lo que ya estaba. Por último metió el vibrador en mi cuca, y presiono un botón en el cubo de la pinza, que la hizo vibrar fuertemente, así como activo también el vibrador. –Que pases una buena noche, tetas. –me dijo, y se fue de la habitación, riéndose a carcajadas.
La idea de quedarme allí toda la noche, en semejante posición incómoda, y con esa estimulación sexual, me asusto, pero también me excito sobremanera, tanto, que a los pocos minutos de haberse ido, comencé a tener fuertes orgasmos. No pude pensar en nada. La calentura se apodero de mi cuerpo, de mi mente. Solo podía repetir en mi cabeza las imágenes de todo lo que Martin me había hecho, y me seguía haciendo, además de ver en el espejo como convulsionaba cada vez más con cada orgasmo. En ese momento paso de ser un hijo de puta, a ser un Dios. Y yo pase a ser su más fiel, puta y devota esclava.
Continuara...
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