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Me llamo Andrea y esto es una historia real que me ocurrió hace dos meses. Tengo veintisiete años, soy rubia, de ojos castaños, con un cuerpo bastante bonito a los ojos de los hombres.
Por problemas familiares tuve que dejar los estudios y ponerme a trabajar.
A principio trabajaba en empleos de temporada, así estuve varios meses trabajando de encuestadora, otros de camarera en un bar de copas, y así iba alternando con lo mínimo que me permitía poder pagar el alquiler de mi apartamento y la comida del mes.
Como os digo, apenas me quedaba tiempo para salir o divertirme, porque estaba todo el día trabajando y cuando llegaba a casa me encontraba muy cansada para salir a tomar copas o conocer a alguien.
Un día una compañera del bar donde servía copas me comentó que había encontrado un trabajo de telefonista bien retribuido, y que estaban buscando otras candidatas porque necesitaban cubrir varios puestos.
La acompañe al lugar donde trabajaba, al objeto de que ella me presentase a la encargada del negocio y pudiera recomendarme para el trabajo.
El trabajo consistía en atender el teléfono 906 42 52 62, el cual era una línea caliente.
Al principio dude si aceptar el trabajo, porque aunque ganaba algo más de dinero que me podía permitir vivir de forma más desahogada, en mi fuero interno pensaba que estaba llevando a cabo un acto no demasiado honesto con lo que había sido mi forma de entender la vida hasta entonces.
No se trataba de que yo fuera una timorata, por supuesto había tenido novios y amantes y el sexo no resultaba nada extraño para mí, pero siempre había sido a voluntad mía y con chicos que yo conocía y que me gustaban.
Mi compañera me dijo que solo era poner la voz, para acabar de convencerme y que yo tenía una voz muy sensual y muchos hombres se correrían conmigo solo de escucharme.
Finalmente acepte el trabajo aunque sabía que estaba jugando con fuego.
Yo entre a trabajar en un turno de noche donde estaba yo sola.
La compañera a la que releve me dijo que tengas una buena noche, sin darme más explicaciones de nada.
Pasó la primera hora y no había llamado nadie, yo estaba con el teléfono inalámbrico en el sofá casi recostada, y con algo de sueño.
De repente sonó el teléfono, y yo lo cogí algo nerviosa porque era mi primera llamada. Si, dije como una tonta.
El chico que hablaba al otro lado del teléfono solo dijo un escueto "buenas noches".
Me preguntó mi nombre, y se lo dije.
Yo estaba un poco a la defensiva porque aunque ya os conté antes que para mí el sexo no era desconocido jamás había probado hacerlo por teléfono ni hacérselo a nadie.
Le dije a Carlos que a sí dijo llamarse el chico, que en verdad era la primera vez que trabajaba en la línea y que no sabía como plantear la conversación.
Él me dijo que no me preocupará y que solamente hiciera lo que él me decía.
Me pregunto que como estaba y yo le conté que me encontraba tumbada en el sofá.
Él me dijo que estaba desnudo en la cama, y que se encontraba empalmado.
Ciertamente tenía una voz muy sensual.
Me pidió que me desabrochará los jean para estar más cómoda.
Y yo lo hice.
Me dijo que se la estaba tocando y que tenía una polla de treinta y tres centímetros.
Aquello me estaba poniendo inexorablemente cachonda, y empecé a notar como se iba mojando mi rajita.
Me hablo de lo muchísimo que deseaba que estuviera mi mano y no la suya moviendo su polla.
Yo como una tonta le dije que me encantaría agarrársela y meneársela bien.
De repente me vi como embotada en aquella situación.
Estaba excitadísima, y había perdido el rubor de aquella situación inicial despojándome de mi braguitas húmedas.
Me dijo que estaba loco por metérmela, y yo imaginaba como él entraba en la sala y me montaba.
De manera inconsciente me restregué el teléfono por mi raja, subiendo después el auricular y diciéndole has visto como te tienes.
Carlos después de aquello empezó a respirar de forma más agitada, y yo sentía como el se la meneaba más y más deprisa.
De repente me dijo quiero tu culito zorra, ponte a cuatro patas.
Yo que tenía dos dedos metidos en mi rajita, los saque y empecé a meterme uno en el culo, para lubricarlo bien.
De igual forma mi respiración empezó a ser más fuerte y no paraba de entrar y sacar los dedos de mis agujeros al mismo tiempo.
Perdí la noción del tiempo, y no recuerdo las barbaridades que me soltaba aquel chico bufando como un loco.
A mí me excitaba escucharlo gemir, y me imaginaba su gran polla como un surtidor de leche llenándome toda.
De repente grito, y yo sentí que se había corrido, casi a la misma vez que lo hacía yo.
Me dijo que había sido genial hacerlo conmigo, y que quería hacerlo conmigo en persona.
Me dio su móvil y todavía estoy pensando en llamarlo porque cuando se lo montan de esa manera por teléfono no suelen defraudar en persona.
He quedado una vez con él y resulto ser como me lo había imaginado.
Sucede que ahora cuando me llaman por teléfono no puedo resistirme al morbo de saber como es la persona y he acabado follando con muchos de mis clientes.
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