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Categoría: Confesiones

Mi primera experiencia anal ¡Que rico es follar por el culo!

Estamos en la cama, desnudos. No sé cuántas veces habíamos follado ya, no sé cuántas veces me había corrido, pero todo apuntaba a que nos íbamos a pasar la noche haciéndolo. Esta tía no tiene límite, joder. Y yo tampoco lo tengo cuando la veo desnuda por casa, se pega a mí y se frota, me mete mano… Es puro vicio.

Estamos en la cama, abrazados, desnudos. Yo detrás de ella, ambos mirando algún programa basura de estos que ponen a las tantas de la madrugada. Noto que se revuelve. Ya empieza.

Mueve ligeramente la cadera, echa su culo hacia atrás y lo pega a mi paquete, aún en reposo. Empieza a balancearse, suavemente, un movimiento apenas perceptible pero que yo, con todos mis esfuerzos concentrados en el movimiento de su cuerpo contra el mío, puedo notar claramente.

– Para… – le digo. Mentira. No quiero que pare.

Se ríe sonoramente y se hace la remolona. Se estira, se despereza, echa una mano hacia atrás para coger mi cara y darme un beso sobre los labios. Yo solo puedo pensar en que, con cada movimiento que hace, su culo roza mi polla.

Empujo mi cuerpo hacia ella y me pego completamente, mi pecho contra su espalda, mis piernas contra las suyas, y mi polla bien pegada a su culo. La rodeo con mis brazos para aprisionarla contra mí y la dejo hacer. Ella empieza a mover su trasero, ya no son movimientos imperceptibles sino que son bastante evidentes.

– Te odio… – le susurro al oído.

– No es verdad. – responde ella riéndose. Se muerde los labios y mueve la cadera, la empuja hacia atrás, se frota arriba y abajo. Empiezan a brotar desde su garganta sonidos de placer. Gemidos ahogados.

Mierda, ya me la ha puesto dura otra vez. Me va a dejar seco.

Doy golpes de cadera hacia delante, chocando con sus nalgas, mientras ella no para de restregarme su cuerpo desnudo como si fuese una gata. Una gata en celo, concretamente.

– Mmmmm… – Suspira. Mis brazos ya no la rodean. Mis manos se han ido a sus caderas y las agarran con fuerza. No quiero que separe ese culito ni un puto centímetro de mí.

Ella echa el torso hacia delante, quedando inclinada y con el culo subido. Meto mi polla entre sus nalgas, sus enormes nalgas, haciéndola desaparecer, y comienzo a frotarme. Mi polla apunta hacia el agujero de su ano y empujo suavemente. No protesta, no lo rechaza. Al contrario, parece que le excita y se restriega con mayor intensidad. También gime con mayor intensidad.

Empujo nuevamente, la punta de mi capullo entra en su ano. Voy dando suaves embestidas y, a cada golpe, mi polla entra más y más. Tengo que hacer un esfuerzo enorme para no metérsela de una, quiero ir con cuidado para no hacerle daño, pero entra tan bien…

Ella no para de gemir y ofrecerme su culo, se agarra la nalga con una mano y lo abre. Gira la cabeza hacia mí, mira abajo, se muerde los labios. Ya casi está entera. Tiene el culo bien abierto y mi polla no deja de entrar y salir de él. A pelo. Es estrecho, me aprieta el nabo de una forma deliciosa.

Cuando entra entera me relajo. Me aferro a sus nalgas y empiezo a embestirla duramente.

– Ahh… Aaaaah… Sí, sí… dame, sí… bufffff – Creo que nunca la había visto tan cachonda y entregada. Me mira con ojos suplicantes. – Por favor, córrete dentro… por favor, me gustaría tanto…

Joder. Solo la idea me pone la polla a reventar. Recojo su pelo con una de mis manos, lo sujeto y tiro de su cabeza hacia atrás. La otra está apoyada en su nalga y la separa bien. Observo el espectáculo: mi polla entrando y saliendo de su ano con una facilidad impresionante. Le doy un azote fuerte que la hace gritar de sorpresa y vuelvo a agarrarle culo.

– Joder… Sí, así cariño, así… ¿Te gusta? Eh, ¿te gusta?

Ella gime.

– Sí, sí… por favor, no pares… por favor…

La vuelvo a rodear con los brazos y me aferro a sus tetas, las manoseo mientras la embisto fuerte. Mientras me follo ese culo que en la vida me había planteado que me iba a ofrecer así, de una forma tan fácil. Jadeo en su oído, le muerdo la oreja y le lamo el cuello. Me tiene cerdísimo, a punto de explotar.

– Buff sí, no puedo más… no puedo más…

– Córrete… – me pide ella – Córrete dentro de mí por favor, quiero sentir toda tu corrida en mi culo…

Joder, será zorra. Ni en mis mejores sueños. La embisto un par de veces más, hasta el fondo, y lo suelto: un buen chorro de lefa caliente invadiendo las paredes de su ano. Dios… me ha dejado muerto. La saco y me quedo tendido sobre la cama, boca arriba, exhausto. Veamos cuánto tiempo me deja descansar esta pequeña viciosa antes de ponérmela dura de nuevo.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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