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Categoría: Incestos

Mi primer trio con mis tias

Era sábado y habíamos quedado a cenar en casa de mis padres. Mi madre había invitado a mis tíos y a sus respectivas esposas a que vinieran a cenar con nosotros. Me llamo Andrés, tengo 18 años y soy algo tímido con las mujeres por lo que aún no me había comido una rosca con mis amigas y compañeras de instituto. 



Soy alto ya que mido 1.83, cabello corto, moreno y liso y delgado, pero como les digo debido a mi timidez todavía no había saboreado las mieles y encantos del sexo femenino.



Mis tíos llegaron a casa sobre las 9 de la noche ya que a mi madre le gusta que los invitados sean puntuales a la hora de cenar. Mis tíos tienen 45 y 42 años y mis tías 41 y 38 años respectivamente. Ambas tienen cuerpos de escándalo al menos para mí que me había masturbado en más de una ocasión pensando en ellas. 



Mi tía Julia tiene 41 años y es morena de cabello largo y liso que le llega hasta la cintura. Siempre me ha encantado esa cabellera tan larga y perfectamente cuidada que posee. Sus ojos son verdosos, los labios finos y deseosos de comer lo que se encontrase delante tal y como veréis



De altura mide 1.50 y en cuanto al pecho este es bastante voluminoso ya que gasta una talla 110. Por otra parte, posee un culo respingón el cual me vuelve loco sólo de verlo e imaginar lo que podría hacer con él si algún día fuese mío. Iba vestida con un traje pantalón blanco, blusa negra y llevaba botines marrones de piel y de tacón alto de aguja.



Por su parte, mi tía Beatriz (Bea para todos) tiene 38 años y está tremendamente potente. Tiene el pelo corto, rizado y rubio. Ojos azules, labios gruesos, un poco más baja que Julia pues mide 1.45 y con pecho más pequeño que rondará sobre la talla 90.



Normalmente sus pechos se le marcan bastante bajo su ropa pues por lo que sé no suele llevar sujetador ya que debido a su dureza se le mantienen perfectamente sin necesidad de sostén, además de haberle oído decir alguna vez a Julia y a mi madre que se sentía más cómoda sin llevar sujetador. A Bea solía gustarle remarcar su cuerpo con trajes ceñidos que la hacían aún más deseable para los hombres. Aquella noche en concreto había elegido para la ocasión un provocativo vestido de tirantes de color azul marino con escote en pico y la espalda desnuda hasta la cintura. ¡Umm, estaba para comérsela! 



Por supuesto iba sin sujetador con lo que se le marcaban un tanto los pezones por debajo de la tela. El conjunto se cerraba con unos zapatos negros de piel y de tacón de aguja no tan alto como el de Julia.



Debo confesarles que siempre he sido algo fetichista en el tema del calzado femenino. Me encanta el calzado de tacón alto ya que estiliza el cuerpo de la mujer y de ese modo me excita más la visión de ellas.



Nos pusimos a cenar tras estar conversando un rato y a mí me tocó en una de las esquinas de la mesa. Por suerte delante de mí se colocó Julia y a mi lado Bea. Pensé que debería estar hablando con alguno de los aburridos de mis tíos, pero la fortuna me favoreció y mis compañeras de cena serían ellas dos.



Tanto mi tía Bea como Julia siempre hacen broma conmigo preguntándome si tengo algún lío en el instituto o en el barrio lo cual siempre me pone nervioso y acabo diciéndoles que sigo igual que siempre, es decir solo.



Mi tía Bea al sentarse a comer siempre tenía la costumbre de colocar la servilleta sobre sus piernas. Ello hacía que se le subiera algo la falda lo cual permitía tener una mejor visión de sus bonitas piernas. Sé que yo no le era indiferente a mi tía Bea pues una vez estando en el lavabo orinando entró ella de repente y me vio con la polla al aire y guiñándome un ojo y sonriendo me dijo que tuviera cuidado porque sería una pena la tenía rebuena.



En cuanto a Julia en una ocasión la pillé haciendo el amor con mi padre. Fue una noche de las vacaciones pasadas cuando me levanté de madrugada y me asomé a la terraza del apartamento de mis tíos donde nos reunimos las tres familias a pasar unos días de descanso. Pues bien, como les digo salí a la terraza a fumar un cigarro cuando oí ruidos y risas en la piscina. Me escondí un poco en la terraza para no ser visto pero poder ver sin problemas. Cuál no sería mi sorpresa cuando vi a mi tía comiéndole la polla a mi padre tumbados ambos en el césped. 



Mi padre gemía como un condenado agarrándole la melena a Julia sin dejarla escapar y pidiéndole más y más. Finalmente, mi padre se corrió de manera brutal en la cara de mi tía enviándole unas buenas sacudidas de esperma que fueron a parar a su cara y al interior de su boca y que Julia lamió con una cara de auténtica lujuria. ¡Joder menuda mamada le había hecho mi tía a mi padre! Yo rápidamente me fui al baño a correrme como un descosido recordando la escena que acababa de observar.



Volviendo a la cena como les comentaba anteriormente mis tías de vez en cuando seguían haciendo broma y trataban de tirarme de la lengua para saber si tenía alguna aventura por ahí. Al decirles que no y que aún seguía virgen mi tía Bea le comentó a Julia que eso había que arreglarlo con urgencia pues no quería que su sobrino continuase de aquella manera teniendo 18 años.



Julia asintió ante el comentario de Bea y de repente noté sobre mi entrepierna el botín de mi tía que se apoyaba apretando mi polla. Yo llevaba unos pantalones chinos con lo cual noté la presión de la suela de su botín sobre mi polla, la cual empezó a despertar. Yo me atraganté ante semejante ataque, pero por suerte nadie se dio cuenta de la situación. Bueno nadie no es cierto, pues mi tía Bea bajó la mirada hacia abajo y vio como Julia apoyaba su pie sobre mí.



Bea y Julia se miraron y sonrieron ambas mientras Bea se pasaba su lengua sobre sus labios viendo como mi pene crecía poco a poco con el roce del pie de Julia. De repente Bea bajó su mano hacia mi entrepierna acariciando mi bulto que cada vez se hinchaba más y más.



Aquello ocurrió cuando ya estábamos acabando de comer con lo cual aproveché para levantarme diciéndole a mi madre que no me apetecía comer postre y que iba al baño y a echarme una siesta a mi cuarto pues estaba cansado de la noche anterior pues había llegado sobre las seis de la mañana.



Mi habitación está en la otra punta de la casa por lo que hay que cruzar el pasillo que es bastante largo lo cual permite tener bastante independencia del resto de la casa. Cuando llevaba unos 20 minutos en mi habitación y me encontraba viendo la televisión oí como alguien tocaba en la puerta con los nudillos. Dije que entrase quien fuese. Creí ver visiones cuando vi entrar a mis tías en la habitación riendo ambas entre sí. 



Me comentaron que sus maridos y mis padres se habían bajado a la calle a dar un paseo y a estirar las piernas para bajar la comida y que ellas, por su parte, habían pensado venir a verme a ver que hacía.



Bea se sentó en la cama a mis pies preguntándome si no me dormía y le contesté que no podía. Entonces Julia soltó una carcajada y me preguntó que si era por lo que me había hecho en el salón mientras comíamos. Se lo juro: no sabía dónde meterme.



Las dos mujeres se miraron entre sí y Bea le dijo a Julia que si deseaba enseñarme todos sus encantos a lo que Julia se abrió la blusa dejando ver el sujetador negro que llevaba.



Yo creía ver visiones. De pronto Bea posó su mano de uñas cuidadas y pintadas de granate sobre mi muslo y empezó a subir hacia arriba. Fue subiendo poco a poco haciéndome sufrir hasta llegar a mi polla acariciándola por encima del pantalón. Al mismo tiempo me dio su lengua y me ofreció un beso de tornillo que nunca olvidaré.



Julia se despojó de su pantalón y se quitó las bragas y el sostén dejando al aire sus maravillosos pechos que pese a su tamaño mostraban una dureza considerable. La verdad es que yo siempre creí que los tendría más caídos, pero, por fortuna, me equivocaba. Mi tía Julia se colocó encima de mi cabeza con su pubis sobre mi cara y me dijo que le comiese el que se había puesto muy cachonda con lo que me había hecho en la mesa.



Por otro lado, Bea se encontraba sobre mi bulto acariciándolo por encima del pantalón con sus labios y dándole lametazos con su lengua. De repente no se lo pensó dos veces y bajó la cremallera del pantalón metiendo su mano hasta alcanzar mi verga que estaba tomando unas dimensiones considerables. Rápidamente se afanó en soltarme el cinturón y de ese modo pudo acceder con mayor facilidad a mi polla la cual agarró con fuerza con su mano derecha.



Se quedó mirando a mi tía Julia y le dijo:



—Mira Julia la maravilla que tiene nuestro sobrino y que nos vamos a comer hasta dejarle seco. Este muchachito hace tiempo que me tiene loca. Llevo cantidad de tiempo deseando comérmelo y follármelo.



—Es verdad Bea, a mí me ocurre lo mismo con él. Es un muchacho muy bien parecido y que creo que necesita de nuestros cuidados para hacer de él un hombre. Me encanta lo que veo que tienes entre tus manos y estoy deseando tenerlo dentro de mí.



¡Joder!, pensé. La que se avecina debo aprovecharla al máximo. El sueño de mi vida cumplido. Siempre había deseado estar con esas dos hembras y ahora me las encontraba ahí junto a mí.



Mi tía Bea empezó a mover su mano a lo largo de mi pene haciéndolo crecer poco a poco hasta que éste tomó un tamaño cada vez mayor. Bea abrió sus ojos desmesuradamente observando mi polla y le dijo a Julia:



—Joder Julia, has visto la maravilla que tiene aquí nuestro sobrinito, debe medirle al menos 25 cm. y además es ¡tan gorda!



—Bea, ponlo a tono que vamos a dejarle para el arrastre. Esa polla deseo tenerla en mi culo. Cada vez me estoy poniendo más caliente imaginando lo que vamos a hacerle a este jovenazo.



Julia me acercó su a mi boca y me dijo que la abriera y empezara a chuparle su clítoris y que la pusiera caliente que luego me lo recompensaría con creces. Así pues, abrí mi boca y empecé a lamer sus labios con mi lengua humedeciéndola poco a poco. Mi tía gemía cada vez más y su respiración se hacía más fuerte. Mientras tanto Bea inició unos lametazos sobre mis testículos haciéndome sentir en la gloria. Fue subiendo con la punta de la lengua a lo largo de mi verga notando todo su esplendor.



Por fin acabó tragándosela en su totalidad lo que me hizo ver el cielo abierto ante mí. Mi tía empezó a masturbarme la polla con su mano y comiéndose mi cabeza cada vez más y más deprisa hasta que me hizo reventar dentro de su boca sacándome toda mi vitalidad. 



Bea se relamió sus labios con su lengua tragándose toda mi leche y limpiándome la verga hasta dejarla limpia de mis restos seminales. Cuando pensé que todo había acabado Julia se acercó a mi polla comenzando una nueva felación hasta conseguir ponerme la polla nuevamente en ristre.



—Mira Bea, Andrés parece que quiere seguir el juego nuevamente. Su cosita ha vuelto a ponerse en forma. Qué ganas tengo de tenerle en mi interior. 



—Tranquila Julia, trátalo con cariño y suavidad que debe satisfacernos a las dos, no cosa acabemos demasiado pronto con todas sus reservas.



Así pues, Julia se colocó tumbada encima de mí dándome a lamer sus espléndidos senos con los cuales perdí la respiración. Mi tía agarró mi falo con su mano y lo dirigió hacia su vagina sentándose de golpe sobre él y lanzando un grito agudo y prolongado. Yo, por mi parte, la agarré de las caderas ayudándola a que se moviera sobre mi aparato sexual y de ese modo inició un galope desenfrenado diciéndome frases entrecortadas pero llenas de contenido erótico que llenaban la habitación. Coloqué las manos sobre sus nalgas para agarrarla mejor y le di algunos azotes en ellas con los que Julia gritaba y me pedía cada vez más.



Los gritos en la habitación eran cada vez mayores, mi tía enloquecía por momentos y nos aproximábamos al clímax a pasos agigantados. De pronto nos quedamos parados y explotamos en un orgasmo conjunto que nos llenó de placer. Le llené toda vagina con mi semen y Julia se tumbó sobre mí besándome y agradeciéndome lo que le había hecho sentir.



Tras descansar unos diez minutos de esta mi segunda corrida, ví como Julia se acercaba a Bea, le ofrecía sus labios y ambas se besaban apasionadamente dándose sus respectivas lenguas. Dicha escena volvió a hacer que mi pene se parara nuevamente lo cual visto por Julia hizo que le dijera a Bea:



—¿Has visto Bea que maravilla nos hemos encontrado? Se ha corrido ya dos veces y vuelve a ponerse en pie de guerra. Esta vez te lo dejo para ti para que acabes con él y le hagas que no se olvide de sus queridas tías.



Bea se levantó de la cama e hizo que me levantase yo también. Me colocó de espaldas a ella mirando a la pared y acercó sus labios a mi oreja y me dijo:



—Sobrino, prepárate que viene el fin de fiesta. No te arrepentirás de haber estado con nosotras en toda tu vida.



Bea se apretó a mí por detrás haciéndome sentir su pubis sobre mis nalgas rozando su vestido contra mi piel. Empezó a besarme el lóbulo de mi oreja con sus labios y con su lengua. Mi tía me estaba poniendo a ¡mil!



De pronto mi tía me hizo girar y se puso apoyada en la pared de espaldas a mí mostrándome sus nalgas totalmente expuestas para mí. Se agachó apoyando sus manos en la pared y con ojos de tigresa me dijo:



—Andrés ahora te toca lo mejor y no quiero que me falles. Vas a follarme el culo hasta hacerme reventar así que Julia quiero que le ayudes a que lo haga bien.



Julia agarró mi verga que estaba totalmente parada y la dirigió hacia el agujero anal de mi tía Bea. 



—Ten cuidado y no tengas prisa que quiero que disfrutes de lo que vas a sentir. Debes penetrarme poquito a poco para no lastimarme, ¿entiendes?



Empecé a apretar suavemente el agujero anal de mi tía y sentí como gemía sintiendo mi masculinidad sobre ella. Mi penetración fue algo más audaz y conseguí meterle mi cabeza lo cual le hizo dar un grito desgarrador. Mi tía lloraba del dolor que sentía, pero no quería que saliera de ella por lo que apreté de nuevo hasta clavarle mi pene en su totalidad. 



Ahora sí que casi pierde el sentido, se quedó sin respiración y le dijo a Julia que se abrazaba por dentro, que era mucho mejor que la de su marido.



La agarré del cabello y se la clavé cada vez con mayor rotundidad sintiendo como me acompañaba con el movimiento rotatorio de sus nalgas. Mientras Julia le daba a Bea su lengua para que se la comiese, era una imagen que me ponía a tope. Nunca imaginé a mis tías dándose sus lenguas. 



El momento culminante se acercaba y mi tía se agachó como pudo entre mis piernas y agarró con fuerza mis testículos haciéndome correr dentro de ella sin poderlo remediar. Nos corrimos los dos juntos a la vez.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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