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Mi Primer Experiencia Parte 5

Mi primer experiencia total – Parte 5
Continúo con mi relato que por cierto se está haciendo extenso pero no quiero dejar de lado detalles de mis vivencias sin contarselos.
Luego de estar con el moreno y el Vikingo decidí salir al jardín en busca de aire más puro.
Al trasponer la puerta me encontré con un maravilloso lugar totalmente cerrado por vidrios superiores con cálidas luces pequeñas muy tenues de colores que simulaban estrellas y diversas plantas selváticas naturales y flores increíblemente hermosas y fantásticamente iluminadas, un par de cascadas dejaban caer importantes chorros de agua que impregnaban de frescura esa noche caliente.
Al recorrer los distintos rincones en busca de uno desocupado para quedarme un rato a solas, veía las más variadas escenas de sexo.
Parejas, tríos, cuartetos, grupos de todo tipo y con las poses más sofisticadas se deleitaban con total libertad en sus prácticas sexuales.
De pronto, Oh sorpresa. En uno de los espacios alcancé a ver a mi amiga Mabel. En verdad la reconocí en la oscuridad porque aún tenía como únicas prendas el pequeño delantal con puntillas y la cofia de Mucama y sus negro antifaz brillante, inconfundible. Ella estaba flexionada chupándole el pene a su marido que estaba sentado en un suntuoso sillón de jardín ubicado unos ligustros.
Pero de nuevo me volví a quedar estupefacta cuando alcancé a distinguir una silueta con negro atuendo que la tomaba desde atrás.
Me acerqué ocultándome tras un gran gomero y descubrí de quién se trataba. Era nada menos que el Zorro de mi marido.
La verdad es que siempre había observado que mi amiga mostraba cierta simpatía hacia mi esposo y él le correspondía, cuando nos reuníamos los cuatro, pero jamás me hubiera imaginado que la muy atorranta aprovecharía ese momento para sacarse las ganas y nada menos que en doblete con su propio marido. Mi curiosidad hizo que me acercara bastante y entonces alcancé a escuchar a mi buena amiga que gritaba con desesperación en su cumbre orgásmica: "Dame más cariño, rompeme el culo que estoy acabando, ahhh, ahhh, auchhh". Yo decidí hacerme la estúpida. Pensé en poner a prueba a Mabel cuando estuviéramos a solas dejando que ella me confesara en algún momento lo sucedido y de ese modo sabría si realmente era digna de ser consideraba mi amiga.
Me alejé de allí y continué caminando hasta encontrar un sector desierto y en penumbras. Allí en un cómodo sillón me recosté para reposar apaciblemente y comencé a recorrer con la mirada cada sector de ese paraíso florido . No voy a negar que a esa altura de la noche yo ya quería encontrar alguna compañía con quién pasarla bien como lo estaba pasando mi esposo. Mi mano se deslizaba sobre la seda, incitando cada zona sensible de mi cuerpo. Me preguntaba cómo pueden haber tantas parejas o matrimonios que vivan de este modo. La verdad es que estas mujeres la pasaban muy bien y por lo que se veía no había límites de edad, ya que se veían muchas personas de más de sesenta, tanto hombres como mujeres, que disfrutaban el sexo intercambiándose con otras más jóvenes.
Casualmente apareció nada menos que la intrigante mujer del Domador. Con su sobria madurez venía tomada del brazo de Drácula y ambos se sentaron en un largo sillón, justo frente a mi. Yo me quedé inmóvil evitando ser vista por ellos. Al acercarse un joven mozo con una bandeja de champagne, la veterana India lo detuvo para sacarle una copa y haciéndole dejar la bandeja comenzó a acariciarlo provocativamente.
En sensuales movimientos comenzó a mecerse ardientemente con sus dos acompañantes haciendo que el mozo, cubierto tan solo con su calzón, se recostara sobre el sofá.
La diva se colocó a caballo sobre el mozo que sostenía con una mano su miembro ya en erección y con la otra a la India que le daba la espalda. La bella mujer se apoyó con un brazo en el respaldo mientras que con la otra mano se separó los cachetes en evidente actitud de buscar una penetración anal.
Al descender lentamente su cuerpo en el mástil endurecido del joven mozo, la golosa veterana delató en el resplandeciente brillo de sus ojos azules el profundo placer de sentirse penetrada en lo profundo de su recto.
En mi ardiente calma pude escuchar los latidos de mi corazón que me hicieron revivir el deseo en mi cuerpo, que volvía a renacer.
La increíble escena de esta excitante mujer cabalgando sensualmente sobre el mozo mientras le chupaba el pene a Drácula me despertaba la pasión y el deseo. Con una de mis manos continué acariciando mis pezones endurecidos y con la otra recorría bajo mi vestido la suave vellosidad de mi pelvis.
De pronto la diva se recostó hacia atrás sobre el pecho del mozo, mostrando su floreciente vagina expectante, mientras gozaba con ese miembro que tenía clavado en el ano.
Ella continuaba meciéndose con furor y tomándolo a Drácula lo hizo montar sobre su cuerpo.
Yo agitaba mi pubis haciendo florecer de mi vulva mi endurecido clítoris que brillaba bañado en
flujo y semen.
La verdad es que tengo gran facilidad para alcanzar el clímax y cuando estoy en trance no puedo contener mis múltiples orgasmos que se desencadenan repetidamente sin que pueda frenarlos. En ese momento estaba a punto de venirme.
Drácula se montó sobre la veterana que se acomodó para ser penetrada por adelante sin desprenderse del pene del mozo que guardaba en su ano. Al producirse la segunda introducción alcancé a escuchar por sobre el sonido de la música, un ahogado grito de placer de la India que con sus piernas cruzadas sobre la espalda del vampiro, comenzó a agitar sus caderas frenéticamente, gozando la increíble penetración doble. Mi agitación desencadenó en una calentura incontenible viendo el fantástico coito de esa exquisita ramera. Con los puños cerrados apretando los almohadones del sofá la india se retorcía en su delirante goce mientras mi silueta también se agitaba dibujando en el mullido sillón fabulosas contorsiones.
En mi desenfrenado orgasmo alcanzaba a escuchar los gritos desesperados de la India que también estaba acabando junto con sus dos hombres.
Viendo como los tres cuerpos frente a mi se desplomaron aferrados, yo continuaba agitando mi vulva para liberar más energía orgásmica. En eso al abrir mis ojos me encontré con la figura del Domador frente a mí, deleitándose con mi masturbación y la doble penetración de su esposa.
Ante su penetrante mirada me detuve y me puse de pie. Me sentía como una potra acosada y mi piel se estremecía al percibir su intención de domarme. Sentí mis pezones erizados bajo la seda. Su esbelta figura de hombre sesentón pero con los años bien llevados, me provocaba una irresistible atracción. Pero esforzándome para evitarlo, decidí marcharme en busca de mi esposo. Sin embargo, él con dos pasos se interpuso en mi camino y tomándome de un brazo me dijo con voz grave que quería poseerme. Yo continué caminando hacia el interior del salón con el tipo tomándome del brazo. En el salón me detuvo y me hizo girar para quedar enfrentada a él. Mi rostro apenas alcanzaba la altura de su tórax a pesar de los tacos de mis botas. Buscando hacia arriba su rostro me encontré con su mirada profunda reflejada por sus ojos pardos. Fue como si ambos estuviéramos recordando el ardiente momento que habíamos vivido bailando apretados.
Al voltear mi mirada vi entrar desde el jardín a mi esposo algo desgreñado. Sentí como un alivio al saber que podía zafar de la situación con el Domador. Cuando me separé del veterano para ir donde mi esposo que se había detenido a esperarme, éste fue tomado por una hermosa mujer muy suelta de ropas que lo invitó hacia otro sector del salón, más alejado. Él se dejó llevar y se volteó un par de veces como para justificar su involuntario abandono.
Me volví a sentir defraudada por su debilidad al ver que sin tenerme en cuenta, se perdió con esa mujer en las penumbras donde otro grupo de parejas seguramente practicaban sus actividades eróticas.
De nuevo mi bronca reanimó mis sentimientos de venganza. Pensé que no tenía sentido contener toda la calentura que me causaba el Domador. La verdad es que no podía evitar el calor que me producía la mirada de este apuesto veterano y me paré resuelta a enfrentarlo provocativamente.
Sin disimular mis deseos comencé a bajar lentamente la mirada ansiosa recorriendo el pecho y luego el abdomen de este caballero, hasta llegar a su pelvis. No podía creer que ese majestuoso bulto, que se descolgaba casi hasta la mitad de una de sus piernas bajo su ajustado pantalón streech, fuera su miembro viril. Deseaba averiguar si ese protuberante envoltorio contenía un pene real o si era un bulto artificial que el cirujano había colocado bajo su pantalón. La tentación me conmovía cuando el veterano tomó una de mis manos y la introdujo por la cintura de su pantalón invitándome a recorrer hacia abajo su pelvis con mis dedos. Lentamente continué hacia abajo palpando con ciega ansiedad todo el desarrollo de ese maravilloso órgano semidormido hasta alcanzar la punta bastante más abajo, descubriendo que era tan real como el flujo que inundaba mi vagina. Al sacarlo fuera del pantalón, descubrí que una sola de mis manos no alcanzaba para acunarlo porque era mucho más largo que lo normal.
La fresca caricia de la seda de mi vestido hacía erizar mi piel, me sentía arder en llamas. La agitación de mi pecho aumentó cuando el Domador me tomó de los cabellos haciéndome inclinar el cuerpo y llevó mi cabeza hacia su pelvis, presionando con su mano en mis mejillas me hizo abrir la boca para meter en ella el extremo del flácido músculo. Entonces empecé a chupar ese largo miembro que a pesar de estar muerto solo me cabía un cuarto en la boca.
La monumental verga se descolgaba en suaves balanceos mientras la saboreaba con profundo placer.
Luego de unos minutos de masajes linguales, noté como el maravilloso órgano empezó a respirar. Esto activó mi entusiasmo, entonces comencé a masturbar con mis dos manos la hermosa pija observando como iba adquiriendo rigidez. Al correrle la piel hacia atrás en cada masaje, la veía crecer de a centímetros y por momentos me atemorizaba ver como se estiraba más y más.
Jamás hubiera imaginado tener a mi disposición un bocado tan espectacular mientras lo movía de un lado a otro. Había alcanzado su máxima rigidez y se extendía hacia arriba como una lanza amenazante de
unos 24 o 26 cms. Pensaba en lo feliz que debía ser la India con semejante aparato, disfrutándolo todos los días.
El veterano se puso de pié, me tomó por la cintura y me levantó como una muñeca, montándome sobre su espectacular pija endurecida que me servía de montura. Con mi cola apoyada sobre ese garrote, mis piernas rodeando su cintura y mis pies entrelazados en su espalda me quedé cómodamente colgada cruzando mis brazos por su cuello. Llevando una de mis manos hacia atrás, alcancé a palpar el extremo de ese exquisito instrumento que sobresalía varios centímetros tras de mi cola, pasando por el surco de mi sexo. El Domador, tomándome con sus dos manos por los cachetes, me levantó hasta enfrentar el exquisito botón a mi vulva ahogada en flujo. Me levantó para hacerme descender en dos intentos fallidos, pero en el tercero con mi ayuda logró ensartar mi jugosa almeja. El inmenso goce que me produjo la penetración de ese rico botón hizo que brotara de lo profundo de mi ser, un quejoso suspiro de placer que quebró el sonido de la música.
Con gran destreza el apuesto galán me fue dando de a poco la dulce golosina. Yo mantenía la cabeza inclinada totalmente hacia atrás y los ojos cerrados como si de ese modo lograra sentir mejor como se deslizaba en mi interior esa magna pija. Apretaba los muslos para mantener cierta separación entre mi cuerpo y el suyo. Quería frenar la precipitación de mis impulsos que desenfrenados me llevaban sin pausa al borde del abismo enloquecedor de un nuevo orgasmo. El Domador lo percibía pues ya había descubierto mi temperamento cuando me sintió acabar en sus brazos durante el baile.
Lentamente comenzó a caminar hacia el sofá en busca de una posición más cómoda para él. Sin embargo mi calentura era despiadada y no me permitía aguantar un segundo más. La pasión desenfrenada hizo que el bendito cosquilleo inundara rápidamente todo mi cuerpo en un orgasmo feroz que estremeció mis entrañas.
Por más que me moviera alocadamente descargando mi energía, la maravillosa penetración era total y la increíble pija se mantenía como una estaca enterrada en mi vagina sin que yo pudiera zafarme. El veterano me sentó cómodamente sobre el voluminoso apoyabrazos de un sofá, con las piernas separadas. Yo recogí mi ya malversado vestido de seda hasta la altura de mi ombligo, observando como se movían los tejidos de mi abdomen con las últimas contracciones de otro maravilloso clímax. Con tan solo la mitad de esa magnífica poronga había gozado como nunca lo había hecho en mi vida.
Pensé que el maduro cirujano caería en la zozobra y su enorme verga moriría tiernamente luego del combate que había librado. Sin embargo sus testículos permanecían hinchados como si el semen que aún guardan en su interior estuviera en ebullición esperando ser expulsado en el momento que el veterano lo decidiera.
Sentía deseos de intentar hacer acabar al Domador para sacarle ese preciado jugo. Mi vulva continuaba latiendo de deseo reclamando por ese fabuloso músculo eréctil. Entonces se lo tomé con las dos manos apoyando su extremo entre los jugosos pliegues de los labios, rebozando su cabeza con el tibio flujo que despedía mi vagina. Sujetando la fantástica poronga la desplazaba en el surco empapado de mi sexo de arriba a abajo haciendo que poco a poco el robusto botón se fuera abriendo camino hacia mi interior. El goce que me brindaba ese botón era desesperante y no demoré en hacerlo traspasar el umbral de mis labios sintiendo que volvía a florecer en una explosión carnal hacia el vacío del interior de mi garganta vaginal. La hermosa sensación me embriagaba de placer. El Domador acompañaba el vaivén de mi pelvis con delicada armonía. Mis manos aferradas al grandioso garrote impedían la penetración de la mitad posterior que no tenía cabida. En los destellos fugaces de alguna luz centellante, extraía esa inmaculada poronga para admirarla en toda su longitud.
La pasión de nuevo me traicionaba y despertaba otra vez ese cosquilleo incontenible que anticipaba el rápido final. Quería evitarlo pero era más fuerte que yo.
Al cerrar los ojos para no verme tan bien culiada sentí un intenso golpe orgásmico. Retiré bruscamente el miembro de mi interior y junté las piernas apretando mis rodillas contra mis ardientes pezones haciendo un último intento por contenerlo pero fue en vano. Allí me quedé inmóvil viendo como el Domador se relajaba y yo daba libertad a mis ahogados impulsos.
Mientras observaba mi desenfrenado climax, él acomodó otro almohadón en el apoyabrazos del sofá levantándome la cola, dejando mis piernas apoyadas sobre sus hombros.
En el sillón de tres cuerpos, también estaban la Pantera y la Amazona cogiendo con un tipo que no era de nuestro grupo
El Domador tomó de un brazo a la mujer de su hijo y la acercó hacia él haciendo que abandonara el servicio que le estaba brindando a ese hombre. El otro tipo continuó con la Amazona totalmente entretenido.
La Pantera de inmediato se arrodilló frente a su suegro y comenzó a chuparle la pija con devoción. También lamía con su delicada lengua mi vulva y ano, impregnándolos en saliva. Con gran delicadeza acariciaba mi esfínter introduciendo hábilmente sus dedos de a uno por vez, jugueteando con maravillosos
masajes mientras hundía su lengua en mi vagina. El placer que esto me causaba jamás lo había experimentado y deseaba que no se detuviera. Sentía que mi ano se dilataba y me encantaba que la joven continuara haciéndome masajes con sus dedos introduciéndomelos tan suavemente muy adentro.
De pronto la chica me separó los cachetes para que su suegro apoyara su grueso botón en mi orificio anal. La presión era casi brutal y a la vez embriagadora hasta que de pronto sentí traspasar el enardecido círculo de mi inmaculada sortija anal con gran estupor. Traté de relajarme aflojando mis rigidizados cachetes. Sin embargo la estrechez de mi esfínter aprisionaba con ardor el cuello del endurecido botón como si fuera a estrangularlo.
Debo confesar que mi esposo no frecuenta mi cola porque él dice que no le llama mucho la atención, cosa que a mí eso me irrita porque desearía que me la haga siempre. Sin embargo las pocas veces que lo hemos hecho he gozado y alcanzado mis clímax igual que haciéndolo por delante. Digamos que hasta esa noche mi marroncito estaba bastante estrecho hasta que el Vikingo me lo agrandó con su hermosa poronga dejándome el orto ardiendo.
Ahora con el veterano, sentía enormes deseos de moverme suavemente para sentir esa rica cabeza que se abotonaba en mi ardiente culo. Me inquietaba volver a sentir otra bella poronga metida en mi ojete aunque me doliera, necesitaba acostumbrarme porque deseaba gozar penetrada en mi ano. Con aplomo comencé a mover muy levemente mis caderas hacia adelante y atrás y el Domador me respondió acompañando el ritmo con suaves impulsos. Toda la extensión de su grandiosa pija separaba sus testículos de mi cola a distancia y solo su rico botón se movía en mi interior. Ay que maravillosamente cruel y a la vez excitante era sentirlo apretado en mi culo. En cada movimiento palpaba como de a milímetros esa magistral pija, se iba metiendo. Yo agitaba mi clítoris con devoción. Al cabo de unos minutos de arduos esfuerzos, el pedazo de quizá unos 10 cm que tenía adentro latía totalmente hinchado, como queriendo continuar avanzando. Yo intentaba mantenerme relajada con mis piernas abiertas tomadas por el Domador sobre su cintura y con mi cabeza descolgada hacia atrás, mirando al cielorraso oscuro para disfrutar al máximo ese momento. Era deliciosa la sensación que me daba ese pene como la que me había dado el Vikingo cuando también me la enterró en el culo hasta el tope. Pero al volcar mi cabeza hacia adelante para observar la penetración pude ver con asombro que aún quedaban afuera como 15 cm.
Tomé la verga con mis manos para sacarla de mi ano e introducirla en mi vagina.
Que agradable fue volver a sentir en mi concha el maravilloso deslizamiento del tenso órgano entrando y saliendo al ritmo de la música.
Qué placer sentir como el Domador me introducía en breves bombeos la punta de su rica pija en la vagina y luego en el ano alternando ambos agujeros con suaves enviones.
En ese preciso momento, vi que se había detenido junto a nosotros, mi adorable esclavo, el mulato. Con su clara expresión me transmitió el deseoso mensaje de ser él quien debería estar en el lugar del Domador. Su mirada hacía encrispar mis ya endurecidos pezones bajo la suave seda. Sin embargo ya era tarde, yo estaba entregada al cirujano que me tenía maravillosamente ensartada de nuevo por el culo.
Entonces el moreno centró su mirada en la escultural modelo que continuaba flexionada chupando el tronco de la verga de su suegro y la tomó desde atrás por la cintura. La hermosa modelo estaba agazapada bajo mi pelvis manteniendo muy levantado su espectacular trasero sin la menor sospecha de quien se encontraba detrás suyo. En ese instante, en mi mente surgió la idea de colaborar con el Esclavo ya que no podía brindarle mi servicio en directo. Entonces me volteé levemente sin liberarme de mi anclaje anal y le tomé al morocho el hermoso garrote para chupárselo con devoción.
La excitación que me impregnaba el cuerpo en ese momento era tan grande que mi fantasía se agigantaba con la idea de verlo al negro en acción allí a mi lado.
Con una mano le sostuve la grandiosa pija que totalmente erecta, era tan larga como la del Domador aunque bastante más gruesa. Con la otra mano desplacé un cachete de la Pantera que continuaba absorta en su ferviente chupeteo del sexo de su suegro. Al ver la magnitud del enorme botón, del tamaño de una bola de billar, cerca del diminuto agujero de la joven, pensé que sería un crimen. Pero eso me provocaba un enorme morbo y mi calentura aumentaba con la sola idea de presenciar semejante crueldad. El esclavo no se detuvo y separando bien el otro cachete con su mano izquierda presionó con la voluminosa cabeza en el surco de la meridional de tan exquisita cola, los glúteos de la joven se deformaron hundiéndose hacia centro, perdiendo su maravillosa redondez. El primer intento falló zafándose hacia arriba. Pero de nuevo, en coincidencia con un destello de luz blanca que iluminaba el sacrificio, ví que el enorme botón atravesó el umbral con un ruidoso chasquido. La Pantera emitió un grito sordo que ahogó en el respaldar del sofá mordiendo el suave terciopelo y allí se quedó expectante sin mover una pestaña.
Ante mi mirada atenta, sin querer perder detalle, la cabeza desaparecía al traspasar el anillo anal de la joven que totalmente dilatado circunda el cuello de la magna poronga. El inmenso y ennegrecido tronco respiraba afuera rebosado en brillosa saliva, como una berenjena revestida con piel humana.
Era como si se hinchara más al estar estrangulado por su cuello. El negro sostenía con una mano a la joven de sus cabellos y con la otra se tomó el grueso tronco apretándolo para reducir su grosor y lo empujó suavemente ante mi impresionada mirada. Aparentemente la modelo tenía una buena experiencia en penetraciones anales, pero esta vez con semejante pedazo y sin la preparación previa que ella hizo conmigo, las lágrimas bañaban sus bellos ojos.
Con su cabeza levantada mirando al cielo, manteniendo su cuerpo horizontal, su hermosa cola erguida y sus piernas bien abiertas, descargaba chillidos de dolor y placer sufriendo y a la vez gozando el descomunal coito anal que estaba recibiendo. Ella misma se tomaba los dos cachetes para abrirlos al máximo tratando de facilitar la impresionante penetración. El moreno no se detenía y con abnegado sacrificio la continuaba penetrando. En ese momento vino a mi mente el recuerdo del castigo que los negros de ciertas tribus aplicaban a sus enemigos estaqueándolos por el ano. En el último envión los motosos vellos de la pelvis del negro quedaron a escasos 5 cm de los blancos glúteos totalmente separados de la modelo. Ella continuaba suplicando piedad y a la vez pidiendo más, con verdadero sentimiento masoquista, pero los renuentes empujes del negro no conseguían hacérsela tragar totalmente. Las caderas de la muchacha estaban ensanchadas como si estuviera pariendo.
Este espectáculo me había excitado al máximo y en este momento de placer orgásmico, sin darme cuenta me encontraba aferrada a los brazos del Domador empujando con mi cola en una franca competencia con la Pantera. Con la respiración contenida sentía en mi esfínter el deslizamiento de esa pija interminable que me punzaba el hígado. Qué increíble que esa yegua gozara de la manera que lo estaba haciendo si yo apenas podía soportar la penetración de la pija del Domador, que aunque casi de igual largo, era más delgada que la del moreno. La hermosa modelo gritaba su dolor y entre sollozos, la perra masoquista pedía más a gritos. Con suaves movimientos de ida y vuelta podía sentir entrar cada centímetro de esa verga interminable que me asustaba porque me podía lastimar, pero el deseo de tragármela toda era más fuerte. La piel de esa poronga resbalaba en mi ano como si no terminara nunca, hasta casi la sentía en la garganta. Al sentir apoyar la pelvis del veterano en mi mojada concha comprendí que el veterano me la había enterrado toda. El punzamiento en mi interior casi no me dejaba respirar.
Sin detenerme en tan afanoso bombeo, emprendí el fabuloso viaje que me arrastraría al huracán de la pasión carnal.
Que placer introducir un dedo en mi cerrada vagina para aumentar el goce palpando el deslizamiento de la poronga del Domador en mi recto. Me empeñaba por juntar mi pelvis con la del Domador gozando esa increíble penetración anal hasta el tope lo cual jamás hubiera imaginado que sería capaz de hacer. Mis gritos yo no eran de dolor sino de placer y se sumaban a coro con los de la Pantera que recibía en su culo el pistoleo del moreno al mismo ritmo que mi Domador. El frenesí de esa muchacha me perturbaba y su rostro pegado al mío embriaga mis sentidos. Su dulzura salvaje finalmente me atrapó cuando ella comenzó a friccionar sus labios con los míos e introducir su fresca lengua en mi boca. En ese momento solo deseaba colmar todos mis deseos reprimidos y suspirar junto con ella en ese goce apasionado cuando el pistoleo de los dos hombres se volvía más agitado y violento. Ansiaba volver a acabar en un bombeo despiadado, aferrada a la joven modelo que me tomaba con pasión, sintiendo la brutal encarnación de esa maravillosa poronga en mi culo. Justamente en ese momento en que estaba a punto de caer en el abismo del goce total, la joven había comenzado a lanzar un orgasmo impresionante. Moviendo agitadamente su lengua suspiraba y jadeaba con delirio pidiéndole al negro a gritos que le diera más de esa pija hermosa, tomándose sus nalgas con las dos manos abriéndolas como si fuera a partirse en dos.
Este espectáculo realmente me impresionó y mi excitación transpuso el límite del delirio porque yo también estaba acabando. Varios impulsos fueron necesarios para descargar toda mi energía acumulada. Por fin, el deseado esperma del Domador comenzó a brotar en hirvientes chijetazos que calentaron mi interior a medida que el líquido inundaba mi intestino. Al alcanzar mis últimos impulsos orgásmicos, sentí la laguna de semen caliente que el potente veterano había depositado en lo profundo de mi ser. En ese momento escuché que la joven modelo ya en el estado final de su tranquilo retorno, continuaba pidiéndole al moreno casi sollozando que le entregara su leche.
Fui aflojando lentamente mi cuerpo recostada sobre el sillón y una sensación de vacío se apoderó de mi cuando el veterano extrajo su extenso armamento, semiendurecido. Sentía la cola destrozada después de ese sangriento combate. Jamás hubiera imaginado que en ese hermoso santuario del placer me romperían el culo de esa manera. Ví como también la Pantera luego de desabotonarse del moreno, se quedó un instante parada, con sus piernas temblorosas que apenas la sostenían. Luego se retiró caminando con dificultad con las piernas tan rígidas como un espatapájaros.
Continúa en Parte 6

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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