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Mi Primer Experiencia Parte 4

Mi primer experiencia total – Parte 4
Luego de la contienda que había tenido con el Vikingo, mi mente se hacía mil preguntas sin respuestas. Estaba allí inmóvil, confundida junto a esos dos extraños sin siquiera escuchar la música que estremecía todos los rincones haciendo con sus graves vibrar mi cuerpo que estaba como desenganchado de mi mente. En mis pensamientos confusos flotaba por momentos la idea del arrepentimiento por lo que acababa de vivir. Cerré los ojos para ordenar mis ideas. Todo me parecía un sueño, quería despertar, despabilarme, quería estar bailando con mi esposo, sabiendo que todo había sido una pesadilla. Pero al abrir de nuevo los ojos volví a encontrarme con la realidad. Me toqué las piernas cerca de mi sexo y palpé el aún tibio y espeso líquido que llenaba mi vagina, que aún latía.
Traté de comprender lo incomprensible, traté de saber que fue lo que me había empujado a hacer semejante locura. La realidad era esa y no podía evadirla, no podía negar que me había sentido demasiado bien y que tanto yo como mi marido habíamos disfrutado profundamente esta maravillosa experiencia. Quizás lo más difícil iba a ser encontrarnos frente a frente y aceptarnos lo vivido.
Volví a mirar al moreno en sus ojos claros sin ocultar la atracción que me producía mientras sentí que dos gotas de lágrimas recorrían mis mejillas a la vez que dos gruesos hilos de semen se descolgaban tibios por mis piernas. A pesar de todos los pensamientos que velozmente se sucedían en mi mente turbada, en mi cuerpo resplandecía el cálido hechizo que producen las cosas prohibidas. La presencia de ese atractivo negro tan cerca de mí realmente me despertaba cierta lujuria. La verdad es que siempre he sentido una cierta atracción por los negros en películas yankies, ya que me transmiten una imagen de potencia sexual. Y realmente este moreno con el armamento que calzaba le hacía honor a su raza.
Mi esposo no daba muestras de querer abandonar la compañía de esas dos atorrantas que lo mantenían totalmente controlado. Esto activó en mi una especie de sentimiento de venganza más que el deseo de recuperarlo. Entonces me dejé llevar por la lujuria que dominaba mis impulsos sensoriales y me paré frente al moreno, sin disimular la tentación que me producía. Así enfrentados, dejé caer lentamente mi mirada con ansiedad fijándola en su abultado sexo cubierto por el faldón, imaginando ese fantástico miembro erecto. Comencé casi inconcientemente a acariciarme los pechos, las caderas y el pubis ante su mirada, sintiendo arder mi piel bajo la suavidad de la seda transparente de mi vestido. Estaba tan caliente que en mi rostro se reflejaba el deseo incontenible de volver a admirar esa impresionante pija parada. Lo miré nuevamente en sus ojos y el moreno bajó su mirada hacia su propio sexo, como ofreciéndome ese abundante fruto carnal. Girando la cabeza busqué nuevamente a mi esposo y lo vi gozando tendido en el sillón con sus dos chicas.
El Vikingo se había quedado allí cerca mío, con una copa de champagne, observando también como su esposa se revolcaba con mi marido.
Increíblemente me resultaba casi agradable ver el servicio que le brindaban a mi marido las dos mujeres. Esto revivió en mí el deseo de continuar en el juego sin perder el tiempo, viendo a mi esposo que evidentemente tampoco quería abandonar porque la estaba pasando demasiado bien.
Entonces me acerqué al esclavo y me arrodillé en la alfombra, entre sus musculosas piernas morenas.
Decidida a liberar mis deseos con el superdotado africano, comencé a acariciar y frotar sus firmes muslos y mis dedos se fueron deslizando hacia la zona genital atraídos como por un imán. Al introducir una de mis manos bajo el calzón blanco del moreno, no tardé en encontrar el preciado tesoro. Entonces con la otra mano abrí la prenda, para permitir el despliegue del grandioso órgano hacia afuera. Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras admiraba y acariciaba suavemente con mis dos manos ese maravilloso pene. Con gran curiosidad observaba asombrada como florecía el enorme botón al recoger la piel hacia el tronco, viendo que se hinchaba brillante como un delicioso durazno pelón a punto de estallar. El hermoso garrote nacía con un grueso tronco donde colgaban las dos majestuosas bolsas de sus genitales seguramente cargados de semen. Podía percibir en el tacto, los gruesos cordones venosos que latían hinchados para irrigar semejante músculo y en la parte inferior el protuberante conducto que al expulsar el líquido blanco seguramente se hincharía más aún. Todo hacía armonía en el cuerpo del moreno, su vientre marcado con prominentes abdominales y sus muslos voluptuosos conjugan un gran físico de atleta que la naturaleza había completado con tan grandioso órgano sexual. Maravillada ante este increíble ejemplar, me quedé por un momento con el cuerpo inmóvil apreciando su dote.
Por un instante volvió a mi mente la idea de abandonar el juego, pensando que ya había vivido una hermosa experiencia. Pero mi excitación era muy fuerte y dominaba mi cuerpo y mi mente. En este momento era el instinto sexual el que maneja mis sentidos que no respondían a mi voluntad.
Volteando la mirada hacia donde estaba mi esposo fornicando ardientemente con sus dos chicas, le hice ver la grandiosa verga que tenía en mis manos como haciéndole saber que también yo estaba dispuesta a disfrutar el momento.
Ante su mirada de asombro, acerqué lentamente el majestuoso aparato a mis labios, que dibujaron una sonrisa de placer.
Mi marido continuaba expectante observando hasta y quizá pensaba que no era capaz de hacerlo.
Cerré los ojos, respiré profundo y abriendo la boca lo más que pude me tragué la enorme cabeza, llenando mi garganta hasta tocar mis cuerdas vocales con su extremo. Jamás hubiera imaginado disfrutar el maravilloso placer de tragarme esa impresionante verga ante los ojos desorbitados de mi marido. Con mis dos manos aferradas al grueso tronco lo masturbaba con fervor devorando casi un cuarto del enorme pene, lo que me causaba algo de dolor en la articulación de mi maxilar por el esfuerzo de tener la boca tan abierta. El moreno me tomaba del cabello y se masturbaba con mi garganta agitando mi cabeza en armónicos movimientos lo cual no solo avivaba su deseo, también conmovió al Vikingo que me observaba caliente. En eso sentí que dos manos me toman por la cintura levantándome las caderas. Creí adivinar de quien se trataba y efectivamente, al mirar en el enorme espejo que estaba frente a mi descubrí que era nuevamente el hermoso hombre de los cuernos de vaca que tanto me había hecho gozar en mi primera experiencia de intercambio.
Como me agradaba sentir esas dos manos firmes y cálidas del hombre barbado tomándome nuevamente la cintura, levantándome bien la cola y abriéndome los cachetes. Sin duda que buscaba esta vez en mi ano, el apretado albergue donde guardaría su miembro ya que introdujo primero un dedo y luego dos para masajearme y dilatar mi esfínter.
Con la otra mano tomó su pija, haciéndome sentir el duro y caliente botón en la puerta del ano, lo que hacía que mi cuerpo se estremeciera en un hermoso deseo. Por un segundo dejé el grandioso chupete del moreno y miré de costado hacia atrás para apreciar la hermosa verga que yo también acaricié notando su rigidez y su hermoso tamaño. Todo esto me excitaba de sobremanera. Sin poderme contener, volví a tragarme con apetito voraz el delicioso botón del esclavo. Luego, abriendo más aún las piernas, me tomé las nalgas con las dos manos para separarlas al máximo y aflojando el esfínter me preparé para recibir en mi cola el deseado trofeo del Vikingo.
Con su duro botón, presionaba en mi orificio anal, intentando abrirse paso hacia el profundo interior. Traté de relajarme al máximo sin soltar mis cachetes que mantenía separados con mis dos manos. De pronto, como liberando de mi pecho el dolor hiriente de la forzada penetración, solté un ahogado quejido al entrar de un golpe la dura cabeza. Tras pasar el ajustado anillo de mi ano, la sentí reflorecer hinchada como un pimpollo caliente, estrangulándola en su cuello y dejando afuera el resto del aparato. Allí me quedé rígida e inmovilizada tomando ese pene con mi mano tratando de impedir que avanzara lastimándome. Sin embargo, las caricias que el Vikingo me hacía en el cuello y en los pechos aumentaba mi excitación al límite de la locura alejándome de mis temores. Entonces volví a tomar el negro aparato del Esclavo con las dos manos y me tragué su frondosa cabeza con el ansia loca de sentir ambas vergas de mi propiedad. Con pequeños y suaves movimientos adelante y atrás que el Vikingo realizaba con gran experiencia, sentía que su pene iba entrando en mi conducto que ardía en fuego. Me hacía palpar la maravillosa penetración ya casi sin dolor. Traté de relajarme para gozar con las nalgas bien abiertas esa rica verga que se estaba perdiendo centímetro a centímetro en el trasero. Finalmente solté la respiración contenida al sentir la presión en los labios de mi vagina de los duros testículos, lo que me produjo un placer inmenso de saciedad al saber que la tenía enterrada hasta el tope.
En esa calentura incontenible que me iba arrastrando lentamente pero sin pausa a un nuevo clímax, el dibujo de mi figura en la penumbra de los espejos era digno de mi propia admiración. Con mis manos aferradas al garrote del esclavo y la cola muy erguida resistía la carga del Vikingo que me introducía con maravillosos enviones, toda su verga en el culo.
El Domador de potros, estaba cerca y disfrutaba observando el espectacular movimiento de mi cuerpo ardiente que vibraba y se retorcía con brincos salvajes. Me agradaba saberme deseada por este atrevido veterano y me deleitaba mostrarle mi profesional estilo de coger con movimientos magestuosos disfrutando el placer de buscar el nuevo cosquilleo que comenzaba ya a invadir mi ser.
Me placía estar siendo observada por mi esposo quien miraba como me estaba cogiendo el Vikingo, haciéndome el orto fogosamente, mientras le chupaba la enorme pija al moreno.
Con mi bonito vestido de cebra rozando mi piel y esa dura pija bombeando en mi culo enterrada hasta los testículos, chupaba y agitaba con desesperación el enorme pene del esclavo que se había hinchado al máximo. La hermosa cosquilla que me provocaba el roce de la verga del Vikingo se fue apoderando rápidamente de mi cuerpo. En mi calentura total y empeñada en satisfacer al moreno que estaba al borde del clímax al igual que yo, me acomodé de costado en el sillón, sin dejar que se desprendiera mi preciado tesoro anal comencé a sacudir con más fuerza su gran poronga con las dos manos. Al levantar la mirada ví la expresión de su rostro que se iluminaba con una sonrisa de goce anunciando el inicio de su eyaculación lo que arrancó de mi garganta, gritos ahogados de placer.
En ese instante percibí en mis manos el pulso del primer golpe de semen pasando por el conducto de su pene, saliendo fuertemente despedido por el orificio e impactando en mi frente.
Rápidamente bajé la cabeza para evitar que el delicioso y deseado almíbar se perdiera y abriendo la boca al máximo volví a tragar el enorme botón. La dulce leche caliente brotaba como de un termo acumulándose en mi garganta tragándola en abundantes sorbos que entibiaban mi vientre colmándome de placer. Allí a mi lado el Domador, observaba de pie la increíble escena del acto sublime que yo estaba viviendo. Mi excitación era total y desenfrenada. Sentía como mi ano dilatado al máximo se devoraba el duro y respetable pene del Vikingo que lo tenía hinchado a punto de estallar y en su rítmico bombeo me lo enterraba hasta el tope. Finalmente el arma del Vikingo descargó su poderío. En ese momento sentí el calor del semen del hombre rubio que comenzó a brotar en chorros abundantes y me inundó el recto en lo más profundo. Esto me produjo otra vez un vibrante cosquilleo que facilité con la fricción de mis dedos en el clítoris para venirme nuevamente con todas mis ganas.
Qué maravilloso orgasmo, mientras mi cuerpo se movía con desesperación y mi garganta se ahogaba en gritos de placer, sintiendo la dulce sensación de estar acabando intensamente acosada por estos dos sementales.
Cuando pasó el temporal, los cuerpos se adormecieron. Luego de un par de minutos sentí deslizar la pija del Vikingo que al salir suavizada en semen me produjo una hermosa sensación de vacío. Abrí los ojos y vi el rostro relajado del moreno que con sus ojos claros me miraba con inmensa satisfacción agradecido de la extraordinaria succión que le había prodigado a su miembro, extrayendo su cuantioso líquido.
Al mirar en el espejo pude ver como caía sobre mi nalga las últimas gotas de semen del Vikingo que se descolgaban como miel desde su maravilloso órgano.
Relajada me dejé caer sobre el mullido sofá , junto al Esclavo, sintiendo en mi recto una hermosa sensación de ardor y el tibio esperma que comenzaba a secretar mi orificio. El moreno me dio un apretón en la pierna y tomando su bandeja se despidió con una amplia sonrisa de satisfacción, para continuar su servicio. Al observarlo partir vi desaparecer su atlética figura en la penumbra mientras bebía un sorbo de champagne para disolver la melosa jalea que aún empalagaba mi boca. Jamás hubiera imaginado que un hombre pudiera portar semejante aparato y descargar tanta cantidad de esperma. Pude sentir la tibieza de la abundante leche que recibí por la vagina, por la cola y también en la garganta, lo que me producía como una especie de fuego o de fiebre interior.
Me parecía increíble haber vivido esa fantástica experiencia. Aún sentía los pezones endurecidos que eran rozados por la suave seda de mi vestido transparente.
En mi mente volvió a flotar esa horrible sensación de culpa por lo que había hecho, aunque la fantástica experiencia que había vivido esa noche me había hecho protagonista de un sueño maravilloso.
Pensaba que ya debía abandonar esta inquietante y peligrosa vivencia. Nunca hubiera imaginado vivir todo lo que había gozado en esa sola noche y pensaba que Mabel ni siquiera se imaginaba por lo que yo había pasado. Tampoco estaba segura de contárselo.
Busqué a mi esposo en el sofá de enfrente pero ya no estaba. Pensé que probablemente se había ido al jardín o al baño y yo en ese momento no sentí deseos de hacerlo. Solo atiné a quitar con mi mano los hilos de semen que seguía escurriendo de mi cola.
Continúa en Parte 5

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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