Mi primer experiencia total – Parte 2
Resuelta a disfrutar a pleno con mi esposo la buena música en ese mágico lugar, decidí continuar junto a esas parejas que bailaban con atrevidos movimientos sin ocultar sus pasiones. Verme en esos espejos, en penumbras, dejando translucir mi desnudez, me incitaba a mover sensualmente mi cuerpo, manteniendo encendido el fuego en mi piel.
Mi amiga no perdía el tiempo y retorciéndose colgada del cuello de su esposo el Pirata que casi de su misma altura la tomaba por sus nalgas con la minifalda recogida hasta la mitad de la cola, dejándole al aire sus hermosos glúteos blancos.
Otras parejas intercambiadas se balanceaban con eróticos movimientos y otros practicaban audaces poses en los espumosos sillones.
Sentía urgencia de hablar con Mabel acerca de lo que me había pasado con el Domador y que a mi marido no podía confiarle. La invité al baño donde nos pusimos a cuchichear sobre las cosas que estábamos viviendo en ese lugar tan especial. Al escuchar las voces de dos mujeres entrando, nos metimos en el compartimiento de un retrete. Desde allí escuchamos que una de ellas dijo que esa noche pensaba reventar a Eduardo, el marido de Estela. La otra le respondió diciendo que en la fiesta anterior se lo había cogido a Eduardo y le resultó encantador. Además agregó, es casi seguro que mi marido se la va a querer "fifar" a Estela así que tenés que aprovechar apenas Eduardo se quede libre, antes que se lo trance otra.
Con mi amiga nos miramos petrificadas de asombro al escuchar este diálogo y cuando las chicas salieron del baño le dije a Mabel que no podía creer lo que acabábamos de escuchar. Entonces ella me dijo que las amigas que la habían invitado a esa fiesta eran bastante liberales y algo le habían dado a entender sobre lo que pasaba en ese lugar aunque no se imaginaba que fuera de tal manera, así tan abiertamente. Mabel continuó diciéndome que en realidad, su matrimonio estaba algo distanciado y últimamente con su marido tenían muy poco sexo. A veces habían hablado de buscar cosas nuevas y hemos leído en internet de matrimonios que hacen intercambio de parejas. Mabel, que es muy temperamental me contó que a veces se imaginaba que estaba en una habitación con otros hombres y con su esposo. Esta noche, le dije, tenemos la oportunidad de saber como actúan estas parejas y quizá esto podrá servirnos para decidirnos a hacer algo de lo que sentimos cada una de nosotras, con los límites y prejuicios que seguramente nos invaden de manera distinta. Mabel me aseguró que en este lugar tan especial con el champagne que había tomado y viendo los hermosos ejemplares que había, no sabía si podría aguantarse las ganas de intimar con otro tipo, si su marido se hacía el loco con alguna.
Yo me quedé callada mirando a Mabel mientras me decía eso y en mi mente quedó dando vueltas su frase rotunda sin dejarme posibilidad de respuesta. No me atreví a contarle lo que había pasado con el Domador aunque le dije que a mí, el lugar me resultaba bastante placentero y perdería la cabeza en cualquier momento para hacer el amor allí con mi esposo, si él me lo proponía y viera que los demás también lo hacían. También le confesé que había un mozo de piel morena y cuerpo de atleta, muy rico, que me seguía permanentemente con su mirada.
Al volver al salón, mi esposo me dijo que la cosa se estaba poniendo al rojo y que ahí solo, ya no sabía qué hacer.
Viendo las escenas sentí deseos de continuar bailando y lo tomé a mi esposo, colgándome de su cuello para comenzar a moverme envuelta en una subyugante mezcla de música y luces tenues que hizo volver rápidamente el calor a mi piel. Con la música más lenta y el alcohol adormeciendo mi mente, me balanceaba apretada a mi esposo, rozando excitada su miembro, recordando la calentura increíble que me había hecho levantar el veterano cirujano. La fantasía de mi amiga de tener relaciones sexuales con su esposo y otras parejas también no pocas veces había pasado por mi mente. Pensé que sería incapaz de intentarlo, aunque no terminaba de comprender como había podido dejarme caer en la tentación de apretarme con el cirujano hasta acabar, allí prácticamente a pasos de mi esposo.
Mirando a mi alrededor detecté la figura del temperamental Domador, que se balanceaba tomando por detrás a su esposa. Se alcanzaba a percibir desde donde nos encontrábamos bailando no muy lejos de ellos, que la elegante veterana se mecía suavemente con gestos evidentes de estar gozando. A su frente estaban sentados en un gran sofá, el hijo del Domador con su bella y exquisita Pantera, besándose ardientemente. Junto a la joven, Gatúbela se acariciaba cálidamente con su esposo, el hombre disfrazado de Drácula.
Cerrando los ojos me entregué al éxtasis del placer apoyando mi sexo contra el de mi marido y nos balanceábamos muy excitados. Siempre nos ha gustado practicar este juego disimuladamente en algún boliche, pero ahora ni yo ni él teníamos las más mínima intención de ocultar lo que estábamos sintiendo. De pronto veo que Tarzán, el marido de la hija de la India, se separó de ésta y se puso de pie enfrente de su suegra tomándola de las manos y comenzando a bailar suavemente haciendo un apretado sándwich con su
padre y la mujer al medio de los dos. Yo seguía el extraño juego de esas sombras con gran curiosidad y sin perder detalles aunque el modo en que se movían no era la de simples cariños entre suegra y yerno.
De pronto la India introdujo un brazo entre su vientre y el de su yerno deslizándolo hacia abajo.
Mi esposo que también seguía atento la escena, me dijo que aparentemente eran dos matrimonios muy especiales y que seguramente la mayoría de las parejas que estaban allí eran iguales. Por lo que habíamos escuchado en el baño con Mabel, no tenía dudas que de eso se trataba. Al mirar hacia el sofá comprendí lo que me había dicho mi esposo cuando vi a la joven hija de la India sentada junto a Drácula con las piernas separadas y el cierre inferior de su enterito de pantera totalmente abierto dejando al aire su sexo. Sin inhibiciones la Pantera recibía las caricias que el vampiro le hacía con los dedos de una mano mientras con la otra masajeaba los pechos descubiertos de su esposa Gatúbela que estaba a su otro lado. Las dos hermosas mujeres se regocijaban besando al hombre Vampiro y se acariciaban ardientemente entre ellas.
Todo esto me parecía sencillamente increíble y a la vez intrigante y la verdad es que me excitada mucho estar mirando.
Al observar hacia un sillón del costado distinguí las figuras de mi amiga Mabel con su esposo que evidentemente se habían liberado de sus prejuicios. Ella con su minifalta por la cintura y sus pechos al aire se mecía recostada sobre su esposo prodigándole un apasionado pete.
En este momento, me decidí a deslizar el cierre del pantalón de mi esposo tomando su duro pene y continué balanceándome muy excitada al ritmo suave de la música. Bailando agitada apretando el pene de mi esposo entre mis piernas, observaba con curiosidad que los mozos llevaban en sus bandejas, potes y envases que luego me enteraría que eran pomadas, cremas íntimas y viagras para quienes las pidieran.
Al mirar nuevamente hacia el rincón donde estaba la hermosa mujer India en la penumbra descubrí un verdadero show erótico. Ahora ella tenía su cuerpo flexionado con sus cabellos desplegados sobre el vientre de su yerno, que estaba sentado en el apoyabrazos del sofá y el esposo desde atrás la tomaba por la cintura. Me resultaba excitante alcanzar a percibir en un destello de luz que rompió la oscuridad, como la India le chupaba el pene al joven, mientras el veterano Domador la sostenía por la cintura penetrándola desde atrás. Miré asombrada a mi alrededor pensando que alguien podía estar sorprendido como yo, pero todos estaban inmersos en sus placeres.
El moreno esclavo que servía tragos a nuestro grupo, se detuvo con su bandeja en mano a observarme sin que yo me percatara de su presencia.
Yo continué moviéndome muy caliente gozando con el miembro de mi esposo apoyado en los labios empapados de mi vagina.
Junto al trío de la India, en el sofá su hija y Gatúbela se deleitaban con Drácula. La escultural Pantera, sentada en el otro apoyabrazos del sofá con su pierna algo levantada se balanceaba disfrutando el miembro del esposo de Gatúbela y ésta miraba complaciente viendo como su marido se cogía a la joven modelo. El marido de la Pantera estaba junto a ellos con su suegra chupándole el miembro.
Todo esto me desconcertaba, aunque me producía una profunda excitación como si el intercambio sexual de estas parejas me transportara al límite de lo permitido, abriendo las puertas de lo prohibido.
De pronto, invadida por un cosquilleo estremecedor, comencé a moverme con más fuerza ya sin poder contenerme. En el giro del baile me encuentro con la figura del atractivo esclavo detrás de mi esposo, observándome. Su figura oscura confundida en la penumbra y su protuberante sexo que resplandecía abultado bajo su prenda blanca realzada con tono lila bajo el efecto de la luz negra. Sin poder dejar de mirar excitada al esclavo clavando mi mirada en sus ojos claros, continué con mis frenéticos movimientos para acabar en un intenso clímax. Ahora podía soltar con todas mis ganas esos impulsos que había intentado ocultar con el Domador. Mientras acababa, con mis ojos entreabiertos podía ver al Esclavo que seguía con atención el acto sin perderse detalle de mi fogoso momento. Me sentí desinhibida, liberada en mis impulsos y como queriendo demostrarle a ese moreno lo que era capaz de hacer.
En ese instante la hermosa Gatúbela se puso de pie y le susurró algo al oído a la joven Pantera, invitándola. Entonces ambas se alejaron del hombre vampiro y vinieron en busca del esclavo moreno. Al llegar junto a él, lo tomaron por su cintura y quitándole su bandeja lo hicieron sentar entre ellas en un sillón muy cerca de donde estábamos bailando con mi esposo. En realidad Gatúbela mientras charlaba amigablemente conmigo en la mesa ya se había dado cuenta como yo miraba al moreno con insistencia.
Ví que Mabel se había arreglado un poco su ropa y se acercó a mi para decirme que se iban con su esposo al jardín. Me invitó a que la siguiera pero le dije que prefería quedarme allí. Al verlos trasponer la puerta pensé que seguramente ella quería vivir otras aventuras a las que yo quizá no me animaría.
El Vikingo con su hermosa mujer Amazona se acariciaban ardientemente muy cerca nuestro, observándonos a mi esposo y a mí, lo mucho que disfrutábamos del lugar. Pude notar que su bellísima esposa lo observaba a mi esposo con cierta insistencia.
Nuevamente volvían a mí, recuerdos de los momentos en que la joven Pantera bailaba tan apretada
con mi marido y pensé que a él no le faltarían candidatas si decidiéramos hacer alguna locura. Busqué con la mirada al interesante esclavo y vi que seguía sentado en el sofá entretenido en un extraño juego con sus dos compañeras, casi al lado nuestro. Ellas le tomaban su oscuro brazo y le besaban el puño cerrado de la mano, con sus cabezas recostadas sobre el vientre del moreno.
Deseaba continuar en este juego sabiendo el riesgo que significaba caer en la tentación de lo prohibido. Solté mi imaginación pensando en la posibilidad de ser acosada quizás por algún otro hombre junto a mi esposo, pero solo era una fantasía.
Me seguía llamando la atención que la India pudiera estar gozando con el esposo de su hija y con el suyo, los que le hacían el amor casi brutalmente. Pero la verdad es que el aspecto refinado de esta madura mujer ocultaba una sedienta e insaciable diva que en brincos desesperados de placer estaba descargando su furia en un fantástico orgasmo, sin el menor pudor.
En este escenario relajada con el alcohol, me sentí animada y decidida a tener sexo abiertamente en ese lugar con mi esposo sabiendo que seguramente sería observada por otros.
Entonces me voltee en el oscuro rincón donde nos encontramos, dándole la espalda a mi esposo, con mi cola atracada a su pene junto al mullido sillón donde estaban las dos chicas con el esclavo. Ahora solo deseaba sumergirme en ese mundo de libertad, donde todos desatan sus deseos con total naturalidad. Mi esposo de inmediato siguió mi iniciativa con el deseo de descargar dentro de mí toda esa energía que aún no había podido liberar. Yo ya había terminado rozándome con él y antes con el Domador pero las ganas de tenerlo dentro mío ahora mismo, me hacían derretir. El roce de su pene en el surco de mi cola y sus besos ardientes en mi cuello se sumaban al profundo placer de ver al hermoso esclavo acosado por sus dos mujeres. Podía ver allí, muy de cerca, a la joven Pantera y la bella Gatúbela que jadeaban y suspiraban moviendo sus cabezas muy juntas. En ese momento un destello de luz iluminó el rincón. La claridad invadió los rostros de las dos chicas y descubrí con gran sorpresa, que lo que acariciaban con sus cuatro manos no era el brazo del esclavo. No, no lo podía creer. Con gran asombro alcancé a distinguir con otro destello de luz, un increíble miembro viril como de unos 25 cm de largo y unos 7 cm de grosor, recubierto por una gamuzada piel obscura. Tampoco era el puño de la mano que las chicas lamían desesperadamente sino un voluminoso botón rosado-grisáceo del tamaño de un durazno pelón.
La impresión me dejó perpleja y paralizada de asombro. Tan grandioso aparato bien podría portarlo un caballo. Lentamente levanté la mirada y con las relampagueantes luces de color alcancé a distinguir en la penumbra que el moreno me estaba mirando con sus cautivantes ojos claros denotando el goce que estaba viviendo. Su mirada penetrante me hacía vibrar y encendía aún más mis deseos. Todo transcurrió en segundos. Flexioné el cuerpo hacia adelante apoyando mis manos en el sofá junto a Gatúbela y abriendo mis piernas levanté bien las nalgas, para ser penetrada desde atrás por mi marido.
Continúa en Parte 3