Mi prima tiene 29 años, es bajita, algo rellenita y morena. Desde hace años venimos siguiendo un juego entre los dos. Cada vez que nos vemos procuramos estar el uno cerca del otro para tocarnos, aunque solo sea las manos por debajo de la mesa. Ese tipo de gestos que se repite con bastante regularidad nos excita bastante a ambos pero hasta hace poco más de un mes, no nos decidimos a dar otro paso. Todo ocurrio un día en su casa. Habiamos quedado para ver una pelicula y comer unas pizzas. Su marido se ofreció voluntario para ir a comprar las pizzas y nos dejó a solas. En los primeros momentos permanecimos inmoviles en nuestros asientos hasta que comenzamos a cruzarnos miradas llenas de deseo y complicidad. De pronto, ella se incorporo y pausadamente se vino a sentar a mi lado. Mi excitación crecia por momentos. La gota que colmo el vaso fué cuando acerco su boca a mi oido y me susurró:
-¿No te apetece follarme ahora?, tenemos por lo menos media hora.
Inmediatamente me avalance sobre ella como un animal en celo, ella me esperaba con su boca abierta en la que sin darme cuenta mi lengua jugaba con frenesí. Sus manos se fuerón hacia mi entrepierna, donde mi pantalón albergaba un pene totalmente en erección esperando alguna caricia que le hiciera explotar. Me desabrocho y cogio mi polla con su mano, empezo a moverla como masturbandome. Mientras yo me las había apañado para dejarle sus pechos al aire y lamía y mordisqueaba sus abultados pezones. Con mi mano busque su humeda vagina y comenze a acariciarla suavemente, lo que provoco un para de gemidos de complacencia por su parte. Seguidamente ella se incorporó y se bajo sus pantalones y se dispuso a sentarse sobre mi polla mientras apartaba con una mano sus bragas para dejar su agujerito al alcance de mi polla. Me agarró el miembro si se lo introdujo en su coño más que humedo. Empezo a botar como una posesa y no tardó en correrse ni tres minutos, mientras se corría gritaba:
- Por fín, cabrón, por fín. Follame toda.
Yo ya no aguantaba más y cuando pensé que me iba a correr dentro de ella se volvio y se metio mi polla entre sus tetas, esto hizo que me fuera sobre su cara y sus pechos. Ella comenzó a lamerme y limpió todo mi miembro.
Tras descansar unos instantes se puso de pie y empezó a vestirse, acordamos entonces vernos regularmente a solas y seguir con esta relación obviamente en secreto. Yo estaba encantado, y ahora nos vemos dos días por semana como mínimo. Cojo la moto y me la llevo lejos de donde vivimos. Allí nos dejamos llevar por la pasión y nos pasamos las tardes follando como conejos.