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Haroldo, mi marido era una persona muy trabajadora, muy amigo y buen esposo. Yo en cambio era toda una puta en la cama, pero un buen día deje de serle fiel.
Todo pasó hace algunos días, yo me encontraba esperando a Haroldo de que viniera de trabajar y como hacíamos a menudo, él me llamaba para avisarme que estaba por llegar o que iba a quedarse horas extras.
Una noche yo estaba sentada mirando la novela y me acordé que tenía que ir a comprar algunas cosas al mercado. Me cambié la ropa interior y me puse una tanguita perfumada, una mini ajustada y una remera corta. Sabía que me iba un poco provocativa, que me dirían cosas en la calle. Eso me daba bronca pero también me calentaba. Más sabiendo que me decían cochinadas sobre mi cola y mi cuerpo y ni hablar si el tipo que me lo decía era lindo. Me hacia los ratones.
Cuando salgo paso por un bar y estaba sentado allí un tipo muy lindo que me miró de arriba a abajo. Yo también me lo quedé mirando mientras pasaba. Los dos nos... no sé me parece que nos gustamos. Debo decir que pase por una obra y los negros me decían muchas cochinadas. Uno dijo mientras yo me acomodaba el pelo: "te chupo toda rubia". Yo caminé como si nada.
Debo decir que llamo mucho la atención: soy flaquita, con una colita parada que trabajé mucho en el gimnasio, también tengo el pelo lacio y rubio con ondulaciones en el extremo. También me visto muy sensual.
Cuando volví de comprar, el que estaba sentado en el bar me clavó la mirada otra vez y yo no escondí mi interés por él y lo miré fijamente hasta que se me escapó una sonrisa. Caminé unos pasos más y se me cayó una bolsa de compras. Rápidamente vino él y me ayudó muy amablemente. Yo le agradecí mucho y seguí caminando hasta que llegué a casa y entré.
Me quedé pensativa aquella tarde y luego de que volvió mi esposo, comimos y nos acostamos. Haroldo quería hacer el amor así que le día lo que quería y me abrí de piernas. La verdad es que ya no me sentía atraída por él, aunque lo seguía queriendo. Mientras me penetraba yo pensaba en ese extraño sentado y que me miraba fijamente. Me excitaba mucho su mirada a tal punto que quería verlo otra vez.
Haroldo era un tipo muy responsable así que se fue a trabajar como todos los días a pesar de que no se sentía muy bien. Al rato de que se fue me dio ganas de ir a caminar un rato y mirar vidrieras. Tenía muchas ganas de verlo.
Ni bien pasé por el bar, él estaba allí. Parecía que esperaba a alguien. Yo camine despacio y él me volvió a clavar la mirada, entonces yo me detuve en un quiosco de la cuadra. Me miraba y yo lo miraba y así nos conocimos. Cuando me decido a volver para ver si me decía algo (ya había decido no ir a ver vidrieras), un hombre sucio y desagradable se me paró para decirme algunas cosas. Fue ahí que el extraño se levantó y me preguntó si estaba bien. Yo le contesté que si pero que nada me estaba pasando pero en realidad este tipo me estaba diciendo cosas feas. De inmediato él le dijo que se fuera y ambos nos sonreímos con más confianza.
Me invitó a tomar algo y yo le dije que no podía, pero enseguida reaccioné y le dije que sí. ¡Era mi oportunidad! Lo sentía mucho por Haroldo. Tomamos un porroncito de cerveza cada uno. Reímos mucho (él era muy chistoso y así me terminó conquistando); me contó de su vida, de que estaba separado y todo eso. Sabía que faltaba mucho para que volviera mi esposo así que le dije que me tenía que ir a hacer algunas cosas.
Fue cuando levanté mi culo de esa silla, él lo miró deseándolo. Sentí que quería hacerme suya esa misma tarde, entonces agarró mi brazo y dijo: "podríamos vernos otro día".
Yo le contesté: -"que tal si seguimos esta conversación en mi casa".
Caminamos tres cuadras para otro lado y tomamos un taxi para irnos a un telo (al hotel "paradaise") y debo confesarles que era la primera vez que le metía los cuernos a mi marido. Llegamos y Maxi le pagó al taxista. Entramos, pedimos habitación y ni bien cerramos la puerta me miró de arriba a abajo. Me puse muy nerviosa, pues no sabía si estaba con algún loco degenerado. Maxi me seguía mirando en silencio y yo me ponía cada vez más nerviosa hasta que me sonreí y le pregunté: "¿te pasa algo?"
"Nada, solo contemplaba lo hermosa que sos"
Fue allí que lo besé apasionadamente y él también a mí. Ambos saboreamos nuestras bocas en un frenesí de locura y placer. Quise esa misma tarde ser la puta de mi amante y así lo hice.
Ni bien nos chuponeábamos nuestros cuellos y cuerpos le saqué los pantalones a él y le empecé a chupar su pija. Se la mamé como una zorra traicionera que necesitaba ser complacida y no lo era (hasta este momento) Él me agarraba mi cabeza y me empujaba hacia su pito. Yo tragaba toda esa pija, la ensalivaba toda hasta tal punto que me ahogaba. Miraba su cara de pajero y placer y me reía de a ratos. Veía como Haroldo trabaja como asno mientras yo judía con otro en un telo de Buenos Aires.
Luego de chuparle el falo, él comenzó a lamer mi cálida vagina. Me gustaba mucho como me la chupaba porque me metía la lengua por mi conchita y también por mi ano. Me volvía loca.
Cuando me la dejó bien húmeda y caliente me preparó para penetrarme. Mi mini negra elastisada estaba tirada en el suelo mientras Maxi me manoseaba el culo y me penetrada conmigo arriba. Le cabalgue su pija y salté una y otra vez en ella. Sentía como su carne entraba y salía por mi cuevita. Yo me movía para sentir más placer. Así estuvimos un buen rato, hasta que mi buen amigo me hizo acabar primero y luego prosiguió a cogerme con más fuerza. Cuando estábamos los dos exhaustos él me dijo: "¡"te acabo nenaa!"
"Mmmm... si acabame adentro!", le contesté.
Terminamos y cada uno se fue a su casa. Volvió Haroldo del trabajo y me saludo con un beso. Yo seguía sintiendo el olor a semen que me había dejado Maxi en mi entrepierna y me hacía pensar en la próxima vez que nos veríamos. Haroldo quiso hacerlo esa misma noche. Quería lamer mi vagina y yo como buena zorra se la di. Probó la leche de mi amante y no se quejó.
FIN
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