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Mi padre pervertido. Capítulo 1: Entre Dos Mundos

Mi padre pervertido. Capítulo 1: Entre Dos Mundos

El aire estaba cargado de emoción y un aroma a tela nueva mientras caminaba las tiendas de lencería nuevas del centro comercial, Lucía siempre había sentido una atracción inexplicable hacia estos lugares, como si cada objeto guardara secretos de sexualidad únicos, historias que solo estaban esperando ser descubiertas.

El murmullo constante de los visitantes, mezclado con el sonido ocasional de música callejera, creaba una sinfonía única que resonaba en el aire, haciéndola sentir como si estuviera en un mundo aparte. En ese ambiente mágico, Lucía se detuvo frente a un pequeño aparador adornado con baúles antiguos y lámparas de aceite. Sus ojos se posaron en una tanga de color negro que tenía finos diamantes incrustados en las tiras que daban a la cadera.  Sin pensarlo, entro a la tienda a comprarla. La suavidad de las fibras entre sus dedos le produjo un escalofrío de emoción, una conexión instantánea que no podía explicar. Sentía que sostenía un trozo de naturaleza, una joya de la creación que la invitaba a soñar y explorar mundos lejanos.

De regreso a casa, con la tanga cuidadosamente guardada en su bolso, Lucía sintió que algo dentro de ella había cambiado. Este nuevo interés se convirtió en una pasión que crecía cada día, y la idea de coleccionar tangas diferentes la llenó de una alegría inesperada.

Al volver a casa, Lucía sintió la transición entre los dos mundos que componían su vida. La casa de su madre era un lugar de orden y tranquilidad, con cada objeto cuidadosamente seleccionado y colocado. Las paredes estaban adornadas con cuadros abstractos y las estanterías rebosaban de libros de arte y diseño. El aroma a lavanda y limón flotaba en el aire, gracias a las velas perfumadas que su madre, Marta, encendía religiosamente.

Andrés, la pareja de su madre, era un hombre de hábitos meticulosos y tranquilidad contagiosa. Su risa profunda resonaba ocasionalmente desde el estudio, donde trabajaba en sus proyectos arquitectónicos. Apreciaba a Lucía y respetaba su espacio, pero era evidente que no compartían la misma chispa de aventura que ella sentía con su padre.

A su llegada su madre se encontraba cocinando, mientras su pareja se encontraba en el estudio, posteriormente subió a su habitación, cerro con seguro, se desnudó por completo y se puso la tanga para admirarse en el espejo, Lucia no era precisamente la chica con las mayores curvas del mundo, pero si tenía un enorme trasero que hacía que los finos hilos de la tanga no dejaran casi nada a la imaginación. Sus pechos eran de tamaño mediano, y era un poco delgada. 

Las semanas con su madre transcurrían bajo un ritmo predecible, lleno de estudios y actividades programadas, cada una de ellas cuidadosamente planificada para garantizar el éxito académico y personal de Lucía. Aunque agradecía la estabilidad y el cariño, sentía a menudo una necesidad de romper con la rutina, de buscar algo más allá de las paredes de aquella casa perfectamente ordenada.

Luego estaban los fines de semana con su padre, Javier. En cuanto se subía a su viejo Jeep, sentía que el mundo se abría ante ella, lleno de promesas y misterios por descubrir. Javier vivía en un pequeño apartamento lleno de plantas tropicales, discos de vinilo apilados sin orden alguno, y una cocina que olía constantemente a café recién hecho.

Con él, cada escapada era una aventura, desde explorar mercados ocultos en la ciudad hasta perderse en senderos forestales en busca de fotografías para su colección. Había una ligereza en el aire cuando estaba con él, una sensación de que el tiempo se estiraba y el mundo estaba lleno de posibilidades infinitas. Javier comprendía el amor que Lucia tenía por la fotografía, y a menudo la ayudaba a buscar piezas únicas, cada hallazgo una pequeña celebración compartida entre los dos.

En esos momentos, Lucía sentía que no había lugar más perfecto que el mundo que compartía con su padre. Sin embargo, la dicotomía entre su vida estructurada con su madre y las escapadas llenas de aventuras con Javier la dejaba a menudo con un anhelo indefinible, una búsqueda de equilibrio entre ambos mundos.

Ese verano prometía ser diferente. La casa estaba llena de flores blancas y el aire vibraba con la emoción de la boda de su madre y Andrés. Lucía se esforzaba por compartir la alegría de su madre, aunque sentía un ligero nudo de incertidumbre en el estómago. Con la boda concluida y sus padres rumbo a una exótica luna de miel en las islas griegas, Lucía se encontró con la emocionante perspectiva de pasar el mes entero con su padre.

Javier había organizado unas vacaciones llenas de aventura. Desde el primer momento, había sentido el entusiasmo en su voz mientras le contaba los planes: explorar nuevos senderos, acampar bajo las estrellas, e ir a tomar fotos para su creciente colección.

El viaje hacia la casa de Javier fue una mezcla de expectativa y nostalgia. En cuanto llegaron, Lucía sintió el familiar olor a café y tierra mojada que siempre acompañaba a su padre. El apartamento era pequeño, pero acogedor, con plantas trepadoras que colgaban de las estanterías y fotografías enmarcadas de sus aventuras pasadas adornando las paredes.

Los primeros días transcurrieron como un sueño. Las mañanas comenzaban con paseos por la playa o caminatas por el bosque, siempre en busca de nuevos tesoros para fotografiar que añadir a su colección. Javier parecía disfrutar tanto como ella, y juntos compartían risas y anécdotas que fortalecían aún más su vínculo.

Lucia tenía su propia habitación en la casa de su padre, la cual se encontraba en el piso superior, lo que permitía casi gritar sin que nadie en casa se enterara. La puerta de su cuarto cerró con un clic suave al finalizar la larga jornada del día. Lucia entró sintiendo una mezcla de cansancio y erotismo en su interior, aquellos sentimientos que se despertaban en ella cada vez que llevaba la tanga que tanto le encantaba.

La luz cálida del cuarto iluminó su rostro pálido mientras sus ojos comenzaban a buscar los lugares donde dejar sus pertenencias. Su padre Javier había salido de casa para ir por alimento, por lo que sabía que tenía todo el tiempo del mundo para ella misma.

 

Toco suavemente cada centímetro de sus caderas, sintiendo cómo la lencería suave rozaba la humedad en su interior. Se detuvo frente a su mesita de noche y extrajo su celular para buscar en la aplicación de videos porno que había descargado hacía unos días.

El título "Sexo con una morena" llamó su atención, por lo que decidió abrirlo. El sonido de los gemidos y el ruido de los movimientos sacudieron a la habitación al instante, sumiendo a Lucia en un torbellino de sensaciones visuales.

Se dejó caer sobre la cama con un suspiro profundo mientras comenzaba a masturbarse. Ella decidió no mover la tanga, le gustaba sentir la sensación de la tela sobre su clítoris, la humedad en su interior era evidente, pero ella no podía evitar sentir ese placer al mismo tiempo que veía las imágenes en el celular.

Sus dedos se movían con lentitud al principio, pero pronto comenzaron a acelerarse. Cada toque de su mano sobre sus labios internos la sacudía del todo y los gemidos escapaban de su garganta sin que pudiera evitarlo.

El video mostraba una escena en un hotel, una mujer morena se frotaba el clítoris con su dedo mientras un hombre la penetraba por detrás. Lucia podía sentir su propio clítoris creciendo y empezando a darle muchísimo placer con cada movimiento de sus dedos.

Era como si las imágenes en el celular estuvieran tocándola a ella misma, como si pudiera sentir los movimientos del hombre más allá de la pantalla. Los gemidos se hacían más fuertes y su respiración comenzó a acelerarse.

Sabía que estaba cerca, podía sentirlo. Los sonidos de los gemidos de las personas en la pantalla se mezclaban con sus propios ruidos y el clímax estaba cerca. En ese momento, una escena en particular llamó su atención: una mujer sola, sentada en un sofá y masturbándose mientras veía una película porno. Era como si estuviera viendo a sí misma. Los movimientos de sus dedos eran los mismos que los suyos en ese preciso momento.

El orgasmo llegó con una intensidad inesperada, sacudiéndola del todo y dejándola sin aliento. La tanga se había deslizado hasta su tobillo, pero no importaba porque estaba allí, sintiendo el calor de su cuerpo después de la explosión de sensaciones.

Se quedó en la cama unos minutos más, tratando de recuperar el aliento y calmarse. El video seguía corriendo en silencio mientras ella se dejaba llevar por los últimos ruidos que aún sacudían su interior.

Antes de que llegara su padre se colocó su pijama, tomo la ropa de ese día y la coloco en el cesto de la ropa sucia que se encontraba en el piso de abajo, justo en el pasillo que daba al baño, el pantalón de mezclilla y su playera quedaron en la parte superior del cesto, ya que le daba pena que su padre se diera cuenta del tipo de ropa que utilizaba. 

La noche fue alegre y despreocupada, llena de risas y confidencias bajo el cielo estrellado. A la mañana  siguiente, al despertar y caminar directo al baño, Lucía sintió un extraño escalofrío, justo al pasar por el cesto de la ropa sucia  notó que su tanga negra se encontraba en la parte superior del cesto,  ella recordaba haber dejado cuidadosamente en el fondo del cesto de ropa sucia, ahora estaba encima de la pila de ropa, perfectamente visible y fuera de lugar.

Se detuvo, mirando fijamente la tanga, el corazón le latía con fuerza en el pecho, y una duda inesperada comenzó a instalarse en su mente. ¿Había olvidado dónde la había dejado, o alguien había estado revisando sus cosas? Javier siempre había sido ejemplar, nunca había tenido razones para desconfiar de él. Sin embargo, la sensación de inquietud no desapareció.

Continuará… 

Los siguientes capítulos de esta serie ya está disponible en Patreon. Aquí lo subiré quincenalmente. Pueden encontrar el link de mi Patreon en mi perfil.
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