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¨¨Mi mujercita bella¨¨

No he pensado nunca en cómo sería la vida sin tí... estar colado por una mujer es algo que no entraba en mis cálculos, ya sé que no soy perfecto, ni siquiera era perfecto cuando te decía que te quiero con esa cara que parecía un perturbado mental, un idiota enamorado al que no le importaba demostrártelo, en cualquier parte... ¿recuerdas??
Hoy me he dado cuenta de que no hay vida cuando tú no estás para despertarme con tus labios cada mañana y prepararme ese café que tanto me gusta; cuando tú no me pones las medias de calcetín derechas para que no me hagan daño en los dedos del pie y me desanudas la corbata para dejarla perfecta...
Qué cariñosa mi niña...! Cada mañana me humedecía la cabeza con esa esponja vegetal que compró y me distribuía la gomina de tal manera que parecía yo un señor acaudalado en los negocios, un chulo con clase cuando salía por la noche con esa mujer mía que mientras por la mañana era una perfecta ama de casa se me transformaba cada finde en una mujercita de élite...
Tú no has visto a mi mujecita bella... su cabello rubio a media espalda, rizado, enredado en mis dedos; sus ojos negros intensos, cuya pupila nunca he logrado distinguir del resto; sus labios que desordenan la mente del más correcto; son sus gestos los que incitan al sufrimiento, a los malos pensamientos unmmm perfilados, suaves y carnosos de sabor acaramelado... sus pechos ni grandes ni pequeños, endurecidos pezones al tacto de mis dedos, enrojecidos cuando los muerdo ahhahahh no puedo más con el recuerdo.
Estoy loco si pienso que viene hacia mí y me mira, poniéndome nervioso con sus labios entreabiertos sin decir una palabra... sí, con ese último vestido que compramos juntos en la boutique L'france, de color rojo cereza, ceñido hasta tal punto de no hacer ni la más leve arruguita, con esa barriguita que tiene un poco rellenita, como a mí me gusta, un tanto prominente pero dura y suave, como el resto de su piel... estoy exhausto de pensar...
Que viene hacia mí, que estoy sentado en mi sillón de amplias orejas, el más cómodo de mi casa, se inclina sobre mí a dos palmos de mi boca, y con su dedo magistral me roza en vertical desde el centro de mi frente, por mi nariz, por el centro de mis labios, que sabe que me pone, por mi barbilla hasta mi cuello y entonces se sienta sobre mis rodillas y yo con mi mano derecha no sé lo que hacer... la coloco en su cuello y la voy bajando hacia abajo lentamente hasta llegar a su trasero y me doy cuenta de que ella ha descansado su cabeza sobre mi hombro y comienza a besarme el cuello, con un simple roce de su lengua húmeda. Echo mi cabeza hacia atrás mientras ella muerde mi barbilla, y yo acaricio sus muslos desnudos, sus rodillas y con mi mano abierta pero segura voy subiendo por la entrepierna y ella las separa para que yo prosiga con mi mano traviesa. Y yo voy tanteando y noto que ella no tiene braguitas entonces rozo con su vello púbico de rizos traviesos, humedecidos...
Pero no puedo más así que la pongo de pie y le cojo sus manos para que me desabroche la camisa corbata que yo solo tuve que anudarme por la mañana, la camisa que me asfixia y ella me la quita besando mi piel, mordiendo mis pezones. Ella estaba más exitada que yo así que cuando me pidió, ya sabes qué, decidí hacerla sufrir por todo el tiempo que yo había sufrido por su ausencia; así que le dí la vuelta y comencé a bajar la cremayera de su vestido lentamente mientras ella con sus manos en mi trasero me acercaba a ella. Despacio besé su espalda, y ese inconfundible y añorado aroma me envolvió hasta el último rincón de mis sentidos, ya iba dejando sus hombros desnudos y ella se lo sacó de los brazos muy deprisa y lo dejó caer al suelo, quedando casi desnuda ante mí, su trasero tan respingón que me hizo enloquecer la primera vez que lo mordí, entonces la escuché gritar pidiéndome más de nuevo cuando yo con los dientes tiré de su sujetador y se lo dejé caer de golpe sobre su espalda, que era un poco más morena de lo que yo recordaba...
Intentando controlarme la empujaba hacia el sillón, y ella se sentó con las piernas muy separadas, una en cada brazo del sillón... me dispuse a descalzar cada uno de sus bellos pies, un 38, y ella suspiraba como si le doliera que sus zapatitos fueran retirados de sus lindos pies, me ponía aquella forma de mirarme. Ambas manos subían por cada una de sus piernas hasta llegar a la cintura, me rogaba y yo pobre de mí que ese sujetador deportivo me estaba matando y me decidí a meter mis manos dentro de él, sus pezones ya endurecidos, se extremecía cuando yo los rozaba haciendo círculos sobre ellos con la llema de mi dedo del medio, que era mágico... cuando yo noté que ella iba con sus manos a tocar su clítoris la detuve, quería hacerlo yo, así que se las coloqué sobre mi cabeza para que acariciara mi cabello, y ella lo hizo pero con tanta fuerza que me ví obligado a tirarle bocaditos en sus pezones y ella a pellizcarme los míos. Bajé por su barriga hacia su pubis, su vello, y me encontré con la ansiada fruta, rebosando de jugo, a mí tampoco me hacía falta mucho ya porque estaba que se me iba a salir del pantalón. Así que retiré sus labios y pude ver todo aquel río de fluídos de deseo, pasé de nuevo mi dedo del medio, desde su vagina hasta su cítoris, donde hice un recorrido rotatorio y volví a bajarla hasta su donde la columna vertebral pierde su casto nombre, y le acaricié aquel agujerito bello... cómo se extremecía cuando le metía y le sacaba mi dedito, y luego dos, hasta tres, yo me quedaba extasiado y ansioso viendo cómo su parte prohibida segregaba más líquido ácido... con mi otra mano me desabroché el pantalón y eso fue lo que tardó en salir mi soldado de su escondite, estaba gigante, enrojecido ya a punto de estallar; me lo acaricié como hacemos los hombres ahaaahhh y me dispuse a pasearlo por su rajita... Entonces fue ella la que me empujó, se puso en pie y en un movimiento rápido me empujó a mí al sillón y de rodillas con las piernas todo lo separadas que podía se sentó sobre mí y comenzó a moverse como una endemoniada impúdica, matándome de placer cada vez que se encogía su vagina al roce de mi dedo en su clítoris, le mordí los labios como no lo habíamos hecho en demasiado tiempo. Cuando menos me lo esperaba se vino encima de mí y se levantó dándome las gracias dispuesta a irse. Me levanté, mi soldado valiente aún pidiendo batalla, me fuí hacia ella y allí la obligué sobre la mesa del comedor a separar las rodillas diciéndole:"pórtate bien nena, sé buena con papá". Me entendió perfectamente y allí la penetré por detrás, allí la mataba de impotencia aunque disfrutaba más de lo que intentaba demostrar ante mí, repetidas veces hasta que por fin me vine en ella que dió un grito desesperado con el calor de mi semen sobre su ano resbalándose hacia su parte; entonces yo, como postre, me dispuse a limpiarle mi semen con la lengua, como si aquello fuera un manjar delicioso, mordiendo sus labios y su clítoris...
Debías de haberla visto cómo me pedía que la dejara, que ya no más... Eso y mucho más es lo que pienso cada vez que me siento en mi sillón, que lo sueño cada vez que me quedo dormido... Mi mujercita ya no está conmigo, se fue, decía que no soportaba mis celos ni mi control sobre ella cada vez que la llamaba desde la oficina para decirle que la echaba de menos, que pensaba que estaba ella en mi sobre mi mesa de despacho en vez de todos aquellos de papeles... ella nunca soportó que la quisiera sólo para mí...
A veces me dá por pensar que no quería ser mía y si no ¿por qué se fue con aquel fulano que vive tres manzanas más abajo de nuestra preciosa casa? Yo no lo sé. Él es un cornudo consentido de mierda que me ha quitado a mi nena, que me la ha pervertido; ella no sabe que aún salgo algunas noches para verla pasear con el primero que viene a ofrecerle compañía, que la persigo en la oscuridad hasta el momento en que ella sube en su coche y se marcha mientras aquel estirado elegantón de trajes de marca y coche estrafalario y caro se queda en su casa esperando a que ella vuelva.
Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
  • Media: 5.04
  • Votos: 28
  • Envios: 3
  • Lecturas: 4645
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