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MI MUJER Y SU AMANTE

"Hola de nuevo, aquí tienen la segunda parte de la historia. "

 

Silvia se quedó parada unos instantes antes de subir sobre las escaleras mecánicas para pensarlo. Estaba un poco avergonzada por lo que había hecho, pero a la vez excitada. Su cabeza le decía que lo dejara, pero su sexo le decía de tirar adelante. De repente, se dio cuenta que tenía las braguitas húmedas, y eso hizo que se decidiese.

Cogió las escaleras mecánicas y bajo hasta la planta baja donde estaba el café.

Allí estaba él, sentado, con una taza de café delante.

Cuando la vio, le sonrió y le hizo una señal con la mano. Ella se acercó y tomó asiento en frente de él.

Se los veía nerviosos, estaban sentados sobre la extremidad de la silla, como dispuestos a salir corriendo, sus manos se movían sin parar y las sonrisas que tenían eran esas inmensas sonrisas que no te puedes quitar de la cara y que acaban doliendo.

- Qué tal estas, Silvia, dijo él.

- No ha cambiado mucho dese hace 5 minutos, contestó ella.

- Sí, claro, es verdad…

Una vez más, fue la dependienta (la del café) que salvó la situación rompiendo este silencio tan pesado

- ¿Qué tomará?

- Un café con leche, dijo ella.

- Muy bien.

La chica se fue a preparar el café.

Silvia empezó:

- Bueno, Pepe, lo que pasó arriba… es… solo un… juego y quería… bueno, que… no es nada…

Pepe, viendo que ella también estaba nerviosa, la cortó:

- Por supuesto, Silvia, no hay nada más que decir, fue… un juego, eso, un juego y ya está.

Volvió la camarera con el café, permitiéndoles respirar hondo.

- Perfecto, siguió Silvia, estamos de acuerdo. Fue un juego y como tal, ya no se habla más de ello.

- Entendido, dijo él, dándole la mano a Silvia como para cerrar el pacto.

Se estrecharon la mano para cerrar el pacto, pero no contaron con el contacto físico que esto generó. La corriente de excitación sexual que circuló por sus cuerpos hacía tan solo 10 minutos, cuando se tocaron por primera vez, volvió a circular, con el mismo efecto para los dos.

Se quedaron sin voz durante unos minutos y después, volvieron ha empezar con unas discusiones mucho más ligeras.

Cuando se despidieron media hora después, la incomodidad volvió un momento porque no sabían como despedirse. Al final, Pepe se acercó de Silvia y depositó un beso sobre su mejilla. La corriente volvió…

Unas semanitas pasaron y Silvia pensaba de vez en cuando a lo que pasó en aquella tienda… Hasta que una mañana recibió una llamada de Pepe. El le explicó que su hermana había roto con su novio la semana anterior y que estaba deprimida. Habían quedado, esta tarde, para ir al cine, pero ella acababa de llamar porque había conocido otro chico e iba a comer con él, y como ya tenía las entradas compradas, sería una lastima perderlas y por esto la llamaba.

Silvia se lo pensó un momento y aceptó la invitación.

Se encontraron un poco antes de las 4 de la tarde delante del cine. Se saludaron sin tocarse. Entraron, compraron palomitas y se fueron a la sala.

Por supuesto, estaba desierta. Se sentaron en la parte de atrás, en el centro.

Empezaron a hablar de todo un poco. Cuando empezó la película, no tardaron mucho en darse cuenta de que era un pelmazo. Siguieron hablando, comiendo palomitas.

Todo iba bastante bien hasta que sus manos se tocaron al coger palomitas los dos al mismo tiempo. El efecto fue inmediato, se quedaron un rato sin hablar y de repente, Silvia soltó:

- Esto me recuerda algo: llevo puesto el conjunto que compramos juntos.

- ¿Hoy también lo podré ver? Preguntó él con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Como eres!, le contestó ella.

- Es que cuando una cosa es bonita, uno quiere disfrutar de ella…

- Sí, claro, ¿Seguro que solo quieres ver el conjunto o quieres ver más?

- Bueno, si no quieres que vea nada más, te lo puedes quitar para enseñármelo, será perfecto para mí, y sino te lo quitas, también será perfecto…

- Claro, en ambos casos, te sales con la tuya, no?

Se rieron bajito para no molestar lo 3 o 4 que había en la sala.

- ¿Bueno, dijo, cuando me lo enseñas?

- Peor que un niño, se mofó ella.

- Vale, pero quiero verlo…

- Bueno, vale, contestó Silvia, como una madre le contestaría a su hijo para que dejase de hacer un capricho, pero solo un poco...

Muy lentamente, se desabrocho le primer botón de su vestido; era un vestido con botones por delante. Después, pasó igual de lentamente al segundo.

Pepe tenía la boca seca, no le quitaba ojo a las manos de Silvia.

Ella disfrutaba del momento, se tomaba su tiempo. Le encantaba hacerle sufrir de esta manera. Cuando se quitó el tercer botón, abrió un poco el vestido, solo un poco. A Pepe, casi se le salían los ojos de las orbitas para poder ver lo escondido debajo del vestido, pero no había forma.

- Un poco más, dijo él con voz ronca, por favor…

- Bueno…

Y abrió un poco más. Pepe pudo empezar a ver el sujetador. Era como lo recordaba. No tenía los pechos muy grandes, pero verlos así, descansando en este sujetador, le ponía a 100.

- Y ahora el tanguita, le dijo él…

- ¡Bueno, que caprichoso!

- Es que el conjunto es de 2 cosas…

Ella, hecho mano al borde de su vestidito y, aún más lentamente que antes, empezó a levantarlo.

Aunque fuera muy lento, el vestido le llegaba ya, de por si, a medio muslo, con lo cual muy rápidamente, llegó al tanga.

Solo se veía parte del triangulito de tela que tapaba Silvia.

Pepe carraspeo, estaba emocionado.

Silvia le dijo entonces:

- Yo también quiero ver tu ropa interior…

- Bueno… no se, contestó él

Silvia se cubrió de repente diciendo:

- Si no vemos los dos, no ve nadie.

El empezó desabrocharse la camisa, poco a poco, tal como Silvia lo había hecho segundos antes. Cuando ya tenía toda la camisa desabrochada, se paró. Silvia le echó una mirada negra a Pepe que entendió que sería mejor seguir adelante. Siguió con el cinturón, se desabrochó el pantalón y empezó a bajarse la bragueta. Lo quería hacer lentamente también, pero los nervios que tenía no lo dejaron ir tan lentamente y en menos de cinco segundos, tenía el pantalón abierto, dejando a descubierto unos calzoncillos negros hinchados.

Silvia abrió los ojos en grande:

- Sácate la botella que llevas ahí dentro, dijo ella.

- Lo siento, es todo natural se enorgulleció él.

- Quiero verlo, dijo ella.

- Bueno, todo tiene un precio… yo también quiero algo…

- Ya he hecho mucho, ahora te toca.

- No que va, como ya has hecho mucho, un poco más no será un problema, le sonrió él.

- No, te toca otra vez.

Pepe se bajo un poco el pantalón para dejar bien visible el bulto que tenía.

- Estos calzoncillos son como una prisión insoportable para mí, pero no lo liberaré de momento.

Silvia no le quitaba ojos. Inconscientemente, se relamía los labios. Parecía enorme.

- De acuerdo, ¿Qué quieres? Balbuceó ella.

- Desabróchate todo el vestidito y déjame mirarte, para empezar.

Ella siguió desabrochándose el vestido y pronto, se quedó sin un solo botón puesto. Entreabrió poco a poco su vestido, muy lentamente, con movimientos lentos y sensuales. Se acariciaba lentamente y a cada caricia, el vestido se abría un poco más. Acabó con el vestido totalmente abierto.

Pepe la miraba detenidamente, cada centímetro de su cuerpo recibía su mirada detenida: sus hombros, su sujetador, su vientre, el triangulito del tanga, sus muslos. Todo lo visible era estudiado atentamente por Pepe.

- ¿Y que más? Preguntó Silvia.

- Quiero que te quites tu conjunto…

- ¡Ni en sueños! Contestó ella.

- Bueno, dijo Pepe moviendo la cadera para hacer resaltar el tamaño de su miembro.

Silvia suspiro y empezó a quitarse el sujetador. Intentando no moverse demasiado, pasó las manos en su espalda, desató el sujetador y se lo sacó con bastante facilidad. Se lo dio a Pepe que se relamió al ver sus pechos así expuestos.

Ella lo vio y se los cubrió con las manos. Se quedó quieta un momento y las manos bajaron hacía el tanga. Cogió las gomitas del tanga por los lados y, arqueando las caderas, empezó a quitárselo. En esta posición estaba totalmente expuesta a la mirada de Pepe y eso le gustaba mucho.

- Voy a manchar mi vestido si me quito el tanga…

Pepe no pudo contestar. Ella lo aprovechó y siguió con el movimiento de las manos, acariciándose un poco al bajarlo. Cuando el tanga se fue, Pepe pudo ver que Silvia llevaba solo una manchita de pelo púbico por encima de su rajita. Se podía adivinar que tenía los labios totalmente depilados, o al menos es lo que le pareció a Pepe.

Este se relamió otra vez cuando Silvia le dio el tanga.

- Ahora quiero ver, le susurró ella.

Pepe se arqueo también y empezó a bajarse los calzoncillos. Su sexo saltó de su escondite y se quedó apuntando al aire.

- Whauuuuu, dijo Silvia, que pedazo de polla…

- Gracias, dijo él.

Silvia no podía quitarle ojo. Se quedó boquiabierta. Era enorme. Nunca había visto nada igual.

Cuando se dio cuenta, ya tenia los dedos rozando el miembro de Pepe. Solo lo rozaba, como si no se atreviese a tocarlo de miedo a que desapareciera o se deshinchara.

Poco a poco, la caricia se hizo más fuerte, hasta que intentó rodearlo con los dedos.

- ¡Impresionante! No puedo rodearlo con la mano. ¡Que fuerte!

- Uffff, contestó Pepe.

Ella seguía acariciando olvidándose de lo demás.

- Quiero ver lo que se esconde debajo, prosiguió ella.

Le cogió el miembro más fuerte y empezó a bajar lentamente, dejando su glande muy poco a poco al aire.

Era grande, rozado, bien formado, con un cuello que se ensanchaba. Cuando lo vio, se le abrieron aún más los ojos, y la boca. Nunca había visto algo semejante antes.

- ¿Y esto puede entrar en un…? Preguntó ella más para ella misma que para Pepe.

- Tiene que dar un placer tremendo, prosiguió.

Pepe suspiró.

Seguía agarrada a este miembro monstruoso, subiendo y bajando, mirando como se tapaba el glande de Pepe y como se destapaba. No podía dejar de mirarlo y de moverlo. Lo tenía agarrado bien fuerte para que no escapara.

Ya llevaba un buen rato así cuando pensó en voz alta:

- ¿Cómo sabe?

Acercó sus labios del monstruo, sacó la lengua y lo tocó brevemente, como si tuviese miedo de ir más lejos.

Volvió a tocarlo, pero un poco más que la primera vez. El movimiento de vaivén de la mano de Silvia se aceleró. La lengua de Silvia se posó sobre ese miembro, seguido por los labios. Silvia no podía coger tal bestia en su boca, pero lo besó, chupó lo que podía de el, saboreando este sabor desconocido. Ella ya gemía de placer.

De repente, Pepe suspiro más fuerte y Silvia se dio cuenta de lo que iba a pasar. Apartó la boca pero siguió moviendo la mano. Unos segundos más tarde, Pepe explotó, y tres grandes chorros de leche calentita cayeron sobre su pecho desnudo.

Silvia no paró sus movimientos, El cuerpo de Pepe entró en una serie de convulsiones que lo agitaron de arriba abajo, como si se tratara de una electrocución. Cuando lo hubo dado todo, hasta la última gotita, y que Silvia vio como la bestia se replegaba cada vez más, lo dejó.

Silvia sacó unos pañuelos para ella y para él.

Se quedaron un rato sin moverse, recuperando fuerzas.

- ¿Me puedes devolver mi conjunto? Preguntó ella.

- No, suspiro él, me lo quedo.

- No puedes, no me voy a pasear sin nada.

- Seguro que ya lo has hecho.

- Pero para volver a casa…

- ¡Se siente!

- Bueno, pero la próxima vez que nos veamos, lo quiero recuperar.

- Perfecto, será una excusa para volver a verte.

Silvia cerró su vestido y Pepe se vistió.

Salieron del cine antes del final de la película. Se despidieron y quedaron que se tendrían que ver muy pronto en un sitio más tranquilo: Silvia sabía que quería disfrutar de este increíble miembro, sentirlo en ella, gozarlo y sentir, cuando el se corriera, estas contracciones que la harían estallar de placer.

Pepe depositó un beso sobre la mejilla de Silvia para despedirse, pero esta vez, fue a medias sobre los labios de Silvia.

Se fueron cada uno por su lado.

A la media hora, Silvia recibía una llamada.

- ¿Dígame?,

- Hola Silvia, soy Pepe.

- ¡Cuanto tiempo!!!!

- Mira, acabo de pasar delante la tienda donde nos vimos la primera vez y he aprovechado para comprar el aceite de masaje que probamos…

- ¿Sí?

- Bueno, es que he pensado que mañana por la tarde, podríamos vernos para un pequeño masaje, entre amigos… solo para relajarse… ¿Qué te parece?

- ¿A las 2, te va bien? Preguntó Silvia.

- Perfecto. Quedamos delante del Novotel.

- Muy bien, nos vemos allí. Un beso… en la punta.

Silvia colgó sonriendo.

Datos del Relato
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