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Tengo 30 años y hasta solo hace unos meses me consideraba una persona normal, con una vida normal y unas relaciones sociales y sexuales normales. Me considero una persona generosa y respetuosa y en todas mis anteriores relaciones siempre he dado yo bastante más de lo que he recibido, aunque eso nunca me importó en demasía porque lo verdaderamente importante era la persona con la que en ese momento compartía mi vida. Soy heterosexual y siempre me ha gustado disfrutar del sexo todo lo que he podido, sin forzar a nadie a hacer lo que no quisiera como principal premisa, pero entregándome sin cortapisas entendiendo que esa era la mejor manera de mostrar mi total disposición, esperando que esa actitud un día revirtiera a mi favor. Pero eso nunca me sucedió… hasta solo hace unos meses.
Soy fotógrafo, aunque no vivo de ello. Lo mío es solo afición, una afición que se lleva gran parte de mi tiempo y de mis ingresos, pero que es lo que me gusta hacer y con lo que disfruto. He realizado varias exposiciones, incluso enviando obra al extranjero como parte integrante de una muestra artística de mi ciudad. Fue en una de esas exposiciones cuando la conocí por primera vez.
- Hola, ¿eres el autor de la exposición?- me preguntó una preciosa chica rubia-
- Hola, si, claro, las fotografías son todas mías
- Pues te felicito, me gustan mucho, en especial las que tienes de desnudo. Me gusta el enfoque que le das a la figura del cuerpo, sensual a la vez que artístico
- Te lo agradezco, es una especialidad muy complicada en la que hay que tratar con mucha sensibilidad la imagen para no caer en la vulgaridad.
- ¿Y no te has planteado una exposición solo con desnudos?
- Por gustarme ya me gustaría, pero no puedo gastar tanto dinero como haría falta para contratar a las modelos, las agencias cobran una pasta…
- Si es por eso yo puedo posar para ti, no te cobraría nada.
Me dejó completamente atónito. Apenas habíamos cruzado unas palabras y ya se estaba ofreciendo para que la fotografiase desnuda. Ciertamente no sabía que responderle.
- Bueno, no sé, no es tan fácil, se requiere cierta práctica ante la cámara… ¿has posado alguna vez como modelo de desnudos?
- No, quiero decir… nunca en algo profesional, solo con mis novios en plan casero.
- Ya, pero eso no es lo mismo, se requieren ciertas aptitudes además de un cuerpo fotogénico
- ¿Y el mío crees que no lo es?
- No he dicho eso, además tendría que verlo para poder emitir esa opinión y…
- ¡Vale! –me interrumpió bruscamente- ¿cuándo me haces una prueba?
Aquella joven parecía muy impetuosa y decidida a salirse con la suya. Además una ocasión como esa no se te presenta todos los días. Era atractiva y aparentemente no tenía mala figura, así que pensé que podíamos probar.
- ¿Quieres una prueba?
- Si, la idea de ser modelo me atrae mucho.
- ¿Y como crees que te sentirás con todo el público viéndote desnuda en una foto?
- Eso no me importa, siempre y cuando la foto sea bella y artística.
Pensé que siempre había tiempo para decirle que no, así que le di una tarjeta de mi estudio y la emplacé para el sábado por la tarde.
- Es un piso que tenemos alquilado entre varios amigos fotógrafos. Tenemos un estudio bastante completo y un pequeño laboratorio para poder revelar en blanco y negro, a la antigua usanza. Somos unos románticos de la fotografía.
- Vale, allí estaré. ¿A que hora?
- Cuando mejor te venga. Yo estaré allí después de comer y me quedaré hasta tarde. Tengo cosas que hacer.
- Perfecto, entonces nos vemos el sábado. Por cierto, me llamo Helen.
---
Había ido pronto al estudio y no podía quitarme de la cabeza a esa chica. La iba atener desnuda frente a mí y esa situación me excitaba sobremanera. No importaba que valiese o no, tenerla desnuda compensaba con creces la posible pérdida de tiempo. La inquietud me impedía concentrarme en lo que tenía que hacer, así que opté por dejarlo y me dediqué a tener listo el estudio para cuando ella llegase. Probé la iluminación de todas las formas posibles, la impaciencia me corroía. ¿Y si después de todo no venía?
Finalmente, más o menos a las seis, Helen llamó al timbre.
- Hola
- Hola
Y nos dimos dos besos
- Pasa, pasa, que te enseño el estudio.
Trataba de disimular mi nerviosismo y de quitarle importancia a su presencia. Me parecía importante mantener la imagen seria y profesional del día de la exposición, pero en el fondo la chica me ponía. Le había dado tantas vueltas a la cabeza pensando en este momento que había llegado a idealizarla como a una auténtica top model. Ahora me fijaba mucho más en ella, en su rostro, en sus pechos, en su culo… aunque los bombachos que llevaba me impedían hacerme una idea con más detalle. Tampoco importaba demasiado, en unos minutos la tendría completamente desnuda. ¡Joder!, me estaba poniendo como una moto.
- Y este es el estudio, ¿qué te parece?
- Me gusta, nunca había estado en un estudio fotográfico. Tienes muchos aparatos. ¿Aquí me vas a hacer las fotos?
- Si, aquí.
- Vale, entonces….¿tengo que desnudarme ya?
- Bueno, si ya quieres que empecemos…
- No sé, tú eres el fotógrafo, cuando tú digas.
- Me parece bien. Detrás de la puerta tienes una percha para que cuelgues la ropa.
Mientras ella se desvestía, yo trataba de disimular limpiando los objetivos de mi cámara. Primero se quitó la camiseta e instantes seguidos el sujetador. ¡Diós!, tenía unas tetas perfectas, no muy grandes pero si redonditas y firmes y con el pezón justo en el medio. Pero si sus pechos me deslumbraron, cuando se quitó los bombachos y dejó a la vista aquel culo, la imagen me pareció insuperable. De espaldas a mí, se agacho para sacarse el pequeño tanga y me mostró en todo su esplendor su maravilloso trasero. Casi se me cae la cámara de las manos. Era un auténtico bellezón. En una agencia no hubiera tenido dinero para pagar a una modelo como ella.
- ¿Empezamos? –dijo la chica mientras se daba la vuelta.
Por un instante me quedé sin habla. Nunca me hubiese imaginado que bajo esos ropajes medio hippies pudiera haber un cuerpo tan perfecto. Aquella escena me había producido una erección difícil de disimular.
- Si… voy… un momento… he olvidado algo. – dije mientras salía de estudio intentando tapar con la cámara mi ostensible erección.
Tenía que tratar de sobreponerme. Esto no era nada profesional. Siempre que había fotografiado a una chica desnuda mi estado de excitación había sido importante, pero siempre lo había controlado, es más, me ayudaba a la hora de encontrar la creatividad. Pero esta chica… joder, esta chica me despertaba impulsos que superaban mi racionalidad.
Como mejor pude, traté de rehacerme y volví al estudio. Allí estaba ella, jugueteando con unas gasas blancas como si de una diosa griega se tratase. Perfecta.
- No te muevas – y empecé a disparar mi cámara.
Verdaderamente la ansiedad se había apoderado de mí. Necesitaba captar todas y cada una de las formas de su cuerpo en aquella sesión irrepetible. Atendiendo a mis indicaciones, Helen cambiaba la pose o se colocaba algún accesorio de los muchos que teníamos en el estudio. No quería dejar de fotografiar ni un centímetro cuadrado de su piel, en especial de su culo. Tan ensimismado estaba tirando de gatillo que no me había percatado de lo bien que, además, daba ante la cámara. Su mirada insinuante, provocadora diría yo, llenaba el objetivo. Su soltura y su falta de pudor hacían que la composición resultase inmejorablemente equilibrada. Era la modelo ideal. Afortunadamente para mí, el interés artístico que acababa de descubrir provocó que mi erección disminuyese y me pudiese centrar cada vez más en obtener las mejores imágenes que me brindaba esta oportunidad única.
No sé cuanto tiempo llevaba sin parar de disparar, cuando ella tímidamente me pidió un descanso.
- Si, por supuesto, perdona. No creas que exploto así a mis modelos, es que tú me estás apasionando y no puedo dejar de hacerte fotos.
- ¿En serio?, ¿te gusto?, entonces… ¿tengo aptitudes para modelo?, ¿podré ser tu modelo?
- ¡Claro que si!, por supuesto, siempre que tu quieras.
Y pasó un ángel. Traté de romper ese tenso silencio.
- ¿Quieres ver las fotos? –le pregunté-
- ¡Ahora mismo! –contestó-
- Mientras te vistes las paso al ordenador.
La dejé vistiéndose mientras salía del estudio. Mi estado era de felicidad plena, nunca podría encontrar a una modelo mejor sin pagar un solo euro, y además la chica me gustaba y me excitaba como ninguna otra.
Mientras visionaba las fotografías, Helen se acercó por detrás y colocó ambas manos sobre mi hombro y sobre ellas su barbilla, inclinando levemente su cara hasta llegar a rozarnos levemente las mejillas. Un excitante escalofrío sacudió mi cuerpo.
- A ver como han quedado –exclamo inquieta-
Y empecé a pasarle una a una todas las fotos que había realizado. Había un poco de todo, también algún que otro primer plano que dejaban al descubierto mis intenciones menos artísticas. Traté de justificarme disimuladamente.
- Le gustas a la cámara y eso se nota en cada una de las fotografías. Tienes esa naturalidad y esa frescura que tanto buscamos los fotógrafos, además de un despreocupado descaro, pero tienes que cuidar algunos aspectos.
- ¿Algo está mal?
- Bueno, son pequeños detalles –y así pude justificar aquellos primeros planos tan explícitos-. Cuando acudas a una sesión no debes llevar ninguna prenda ajustada que te deje alguna marca en el cuerpo, pues la cámara lo capta todo. ¿Ves las marcas que te han dejado el sujetador y la goma del tanga?. Y también, aunque eso ya es más gusto personal del fotógrafo, el vello púbico conviene llevarlo más arreglado. Es una cuestión puramente estética.
- Tienes razón, no había pensado en ello, pero es cierto lo que dices. Es una lástima que por eso hayan quedado mal algunas fotos.
- No pasa nada, en realidad están muy bien, lo importante es que tienes muchas posibilidades ante la cámara. Me gustaría que quedásemos otro día para hacerte más fotos y esta vez como a mi me gusta, con negativo de blanco y negro para revelarlas yo mismo y hacer las ampliaciones.
- Cuando tu quieras –respondió- y no te preocupes que tendré en cuenta tus consejos.
Cuando Helen se fue, me quedé viendo una y otra vez sus imágenes, disfrutando de su desnudez y excitándome hasta tal punto que necesariamente tuve que masturbarme pensando en ella.
---
Por alguna razón que ni yo mismo comprendía, mantuve en secreto la sesión con Helen y no hable nada de ella a mis compañeros. Quizá temía que tuviese que compartirla con ellos y perdiera su exclusividad, o quizá era porque me gustaba tanto que la quería para mi solo más allá de la fotografía. El caso es que me resultó complicado buscar una ocasión para que pudiese venir por segunda vez sin que ninguno de ellos se enterase.
Cuando por fin llegó, la vi radiante. Se había maquillado sutilmente y sus ojos resaltaban de forma espectacular. Cada vez que la volvía a ver me parecía más guapa. El corazón me empezó a latir descontroladamente.
- ¡Pero que guapas estas hoy! –le dije sin reprimir mis emociones-
- Gracias. Quiero que las fotografías que hoy me hagas sean las mejores de tu vida.
- Desde luego, si no lo son, no será por tu culpa.
Entre risas pasamos al estudio. Se notaba en ambos cierta impaciencia por empezar la sesión.
- Hoy te voy a hacer las fotos con negativo, así que no voy a disparar indiscriminadamente como con la digital. Iremos más despacio y las tomas estarán mucho más cuidadas. Nos llevará tiempo.
- No te preocupes por mi, haz lo que tengas que hacer.
Dios mío, lo que tenga que hacer, pensé, si ella supiera lo que me pide el cuerpo…
No tuve que decirle nada. Ya sabía donde colgar su ropa por lo que se desvistió sin más dilación. Esta vez había venido sin sujetador y sus pezones lucían tiesos, supongo que por el roce directo con la camiseta. Tampoco llevaba debajo ropa interior alguna. Se deshizo de sus bombachos y cuando se dio la vuelta, ¡madre mía, había venido con el pubis absolutamente depilado! Supongo que se dio cuenta de mi sorpresa.
- ¿Así está bien arreglado?
- Así está perfecto –le contesté sin disimular mi agrado-
Me sentía feliz y excitado. Sentir el contacto con su cálida piel cada vez que la colocaba en posición para fotografiarla me ponía a mil. Trataba de no transmitirle mi excitación pero tanta cercanía era demasiado para mi pobre carne. Ella además me miraba a los ojos cada vez que me acercaba, y me sonreía, lo que todavía incrementaba mi deseo. No me atrevía a mirarla directamente, por lo que perdía mucho rato contemplándola a través del visor de la cámara, escudriñando detenidamente cada poro de su piel.
A pesar de mi estado no quería equivocarme lo más mínimo y trataba de controlar con la máxima profesionalidad sus poses, los encuadres, las luces, etc. La modelo merecía el mejor de los trabajos posibles.
Dentro de mi cabeza se dirimía una difícil batalla entre la racionalidad y el deseo, entre lo artístico y lo sexual, entre la discreción o el descaro. Y aunque trataba de sobreponerme a la excitación manteniendo las formas, el abultado paquete que se apreciaba en mis pantalones evidenciaba una erección que delataba inequívocamente mi estado. Helen se dio cuenta.
- ¿Tu te excitas fotografiando a las modelos? –me preguntó sin ningún rodeo mirándome fijamente al paquete-
- Bueno, trato de separar el aspecto sexual del aspecto artístico.
- Pero aun así, te excitas
Y dicho esto abrió ostensiblemente sus piernas para dejarme ver su sexo de forma totalmente explícita. Tardé unos segundos en reaccionar, pero en seguida le contesté,
- Contigo sí
- Ya me había dado cuenta –contestó- pero tu no te has dado cuenta que yo también estoy excitada.
Si hubiera tenido un aparato midiéndome los latidos, lo hubiese reventado. Y a mi pantalón también estaba a punto de ocurrirle lo mismo. O soy tonto de encerrar o eso es una clara solicitud de sexo. ¡Y yo que pensaba que sus pezones erectos se debían al roce con la camiseta!
Como no reaccionaba, Helen volvió a insistir
- ¿Vas a seguir reprimiéndote o prefieres que las cosas sucedan como deberían suceder?
En ese momento me solté la cámara del cuello y la dejé en la mesa auxiliar, sin retirar por un instante la mirada de su sexo. Ella abrió todavía más las piernas. Lentamente recorrí los tres pasos que nos separaban. Tenía aquel esplendoroso sexo a escasos centímetros de mi cara y no podía resistirme a catarlo. Ella deslizó su culo sobre el taburete acercándomelo más todavía. Semejante invitación no merecía un desprecio. Mi boca se aferro con ansia a su sexo y mi inquieta lengua no paró de lamer su excitadísimo clítoris ni un segundo. Aquello me pareció el néctar de los dioses. Suave, tierno y húmedo, parecía un manjar al alcance de unos pocos privilegiados, y yo era uno de los afortunados.
Helen me susurró al oído
- ¿No quieres liberar a tu fiera de su cautiverio?, tengo un rinconcito en el que se encontraría muy a gustito…
Tiró de mi cabeza y me incorporó. Su boca hizo presa en la mía, perfumada con sus aromas vaginales, mientras hábilmente se deshacía de mis pantalones. Por fin mi pene se liberó de su yugo y blandió erecto como fiera Tizona en la batalla. Ella lo asió con ambas manos.
- ¿Tienes preservativo? –me preguntó-
- No, aquí no, no tengo por costumbre traer a nadie para follar
Pensé que allí se iba a acabar la fiesta.
- No importa, yo estoy limpia y seguro que tú también lo estás
Y seguidamente se agachó hasta alcanzar mi pene con su boca.
¡Buff!, era espectacular, sabía chuparla como una auténtica experta, las caricias de su lengua, la presión de sus labios, todos sus movimientos en conjunto me hacían sentir un placer que nublaba mi mente. Con lo que me gustaba a mi que me la chupasen, esta diosa me estaba haciendo una de las mamadas mas portentosas, imposible de mejorar. ¿Imposible?, para ella nada parecía imposible. Sin previo aviso y con la mayor naturalidad, deslizó su boca por mi polla hasta hacerme sentir sus labios en la misma ingle. Noté la presión de su garganta cuando mi glande la penetró. ¡Un sueño hecho realidad!. Nunca antes me la habían comido entera y mira que lo habían intentado. Aquello no era chupar, aquello era tragar, y no parecía costarle esfuerzo alguno. Era lo más, poder sentir como le entraba suavemente desde la punta hasta los mismos testículos y seguidamente, con la misma suavidad, recorría el sentido inverso. Hubiera deseado correrme en el fondo de su garganta, pero mi sentido de la entrega me impedía acabar sin dedicarme antes a ella.
- Para, para, o me voy a correr irremediablemente –le dije-
- No importa –me contestó- hazlo si eso es lo que te apetece
- Me apetece mucho, pero también me apetece metértela, que me sientas dentro y disfrutes tanto como estoy disfrutando yo, aunque no tenemos protección.
- Por eso no te preocupes, no tengo nada contagioso y no me vas a dejar embarazada. Córrete donde más te apetezca.
Aquella invitación y esa actitud sumisa me provocaron todavía más. Yo también estaba sano y ella parecía tan confiada que no lo dudé un instante. La coloqué sobre el taburete, le alcé las piernas y se la metí sin más contemplaciones. Le entró con suma facilidad. Su sexo parecía abrazarse a mi pene, húmedo, cálido y esponjoso, que lo recibía con la mejor disposición posible, ofreciéndole el cobijo que necesitaba. Esa mujer me volvía loco, dulce y entregada, consentía y disfrutaba de mis más bajas pasiones. Entraba y salía de ella mientras nuestras bocas se anudaban en un interminable beso rebosante de pasión. Sus entrecortados gemidos me ponían todavía más y aunque su orgasmo no llegaba, mi capacidad de resistencia estaba llegando a su límite.
- No puedo aguantar más –le dije- me voy a correr
- ¡Córrete, córrete dentro de mi! –respondió-
No necesitaba de mucho más convencimiento, estaba a tope y necesitaba un orgasmo cálido, sin sacarla, por lo que abandoné mi control y me dejé llevar por el deseo.
Mi orgasmo fue brutal, casi doloroso, y aunque no podía verlo, sentía que me estaba derramando en grandes cantidades. Mientras me corría, Helen me abrazó con brazos y piernas, como si tratara de impedir mi retirada, aferrándose fuertemente y gimiendo conmigo, al unísono, haciendo suyo mi propio orgasmo.
Había sido un polvo extraordinario, pero para mi había sido algo mas que eso. Esa chica había nublado mis sentidos y atrapado mi corazón y se había apoderado de mi voluntad. La había tenido y ya no podía dejarla escapar. Deseé con todas mis fuerzas que ella hubiese sentido algo similar.
- Me gusta que te corras dentro, así te siento y siento tu orgasmo.
- Eres una mujer única –le susurré medio jadeante- Nunca antes me habían dado tanto como tu me has dado hoy, normalmente soy yo quien tiene que poner más en la cama. Pero no solo ha sido sexo lo que me has dado. Me has dado vida, ilusión y felicidad. No sabría explicártelo mejor.
- Eres un cielo, hacía tiempo que no me decían cosas tan bonitas.
- Soy un romántico, si, y un tonto, tan tonto como para todas las mujeres con las que he estado hayan terminando dejándome.
- Y yo una mujer con suerte, así ahora tengo el camino libre para acercarme a ti sin impedimentos.
¿Era eso una declaración?. ¿Desearía estar conmigo igual que yo deseaba estar con ella?. No quise hacerme ilusiones. Prefería andar el camino despacio para evitar tropezarme. Si eso significaba algo, no tardaría mucho en saberlo.
---
Me faltó tiempo para meterme en el laboratorio y revelar los negativos. ¡Estaba esplendida!, y aquel bellezón había sucumbido a mis encantos. Quizá era el momento de contárselo a mis amigos. Pero no, yo no podía hacer eso, sería como si la traicionase y esa chica era para mi mucho más que sexo. En cuanto tuve los primeros positivos la llamé para que se pasase a verlos.
- ¿Qué te parecen?
- Son preciosas, de verdad, tienes algo especial cuando fotografías desnudos, ya te lo dije en la exposición. Estas fotografías serán un éxito clamoroso cuando las expongas.
- No corras tanto, aquí no hay suficiente material como para preparar una exposición, además no puedo presentar todo el trabajo con una sola modelo, necesitaría más chicas y como ya te dije no tengo tanto dinero para gastar en modelos.
- Eso déjalo de mi cuenta. Tendrás todas las modelos que te hagan falta y sin gastar un solo céntimo.
- ¿Qué te vas a ocupar tu de conseguir modelos?, ¿y gratis?, ¿y se puede saber de donde las piensas sacar?
- No te preocupes por eso, tú déjame a mí que soy una mujer con recursos.
- ¡Joder, y tanto que tienes recursos!, querías ser modelo y ya eres la protagonista de mi próxima exposición.
- Y la que te hace las mejores mamadas del mundo
- ¡Eres un diablo!
Mi relación con Helen estaba pareciéndose cada vez más a algo similar a una relación de pareja. Nos veíamos todos los días, ella venía al estudio y me ayudaba en el laboratorio. Luego hacíamos el amor. Tanta presencia me obligó necesariamente a presentarla a mis compañeros de estudio. La presenté como amiga y modelo y no me quedó otra que enseñarles las fotografías, solo las más destacadas. Todos coincidieron en que era un trabajo sublime y que la modelo era de una belleza espectacular, consiguiendo incluso que se ruborizase. Al menos supieron guardar las composturas mientras ella estuvo presente, porque en cuanto se fue, los tres preguntaron al unísono. “pero te la follas o no te la follas”.
Una mañana sonó mi móvil mientras trabajaba. Era Helen.
- Hola cariño, ¿qué ocurre?, ya sabes que si no es importante no debes llamarme al trabajo.
- ¿Tienes libre el estudio para esta tarde noche?
- Si, creo que sí, al menos anoche nadie lo había reservado.
- Pues resérvalo tú, que te traigo una modelo para que la fotografíes. Te gustará.
- ¿Cuándo?, ¿esta misma tarde?, no tengo nada preparado…
- Pues prepáralo antes de que vayamos. Tienes de tiempo hasta las siete. Ciaoo…
Y colgó sin darme más explicaciones.
Dos semanas después de mi primera sesión ya tenia nueva modelo para ir completando la exposición. Desde luego esta chica podía con todo lo que se pusiese por delante. Cada día me gustaba más.
A las seis y media ya tenía todo preparado y revisado, así como una buena cantidad de negativo para no hacer corto. Estuve mirando algunos libros que trataban sobre el desnudo intentando encontrar inspiración en alguna pose original o llamativa. Nunca solía hacerlo, siempre me he dejado llevar por mis propias sensaciones, pero esta vez creía importante que la modelo viera cierto saber hacer en mi trabajo y que percibiese que tenía las cosas claras. No quería bajo ningún concepto que Helen pudiese recibir reproche alguno por mi culpa, ya que ella lo estaba haciendo por mí.
Cuando por fin llegaron y le abrí la puerta me quedé sorprendido al ver a la chica que acompañaba a Helen. Es evidente que no podía ser otra mas que la modelo, pero aquella fémina era imposible que hubiese salido del anonimato. Era alta, guapísima, con una figura escultural y unas piernas de escándalo que no parecían acabar nunca. Vestía un vestido muy corto tipo retro, como en los años setenta. Y además ¡era mulata!. ¿De donde narices la había sacado?. No podía ser que un cuerpo así no se dedicase a la moda.
- Hola, te presento a Estefanía.
Tras los saludos de rigor, Helen hizo de anfitriona y le enseño el estudio y el laboratorio que teníamos en el piso, aunque su principal intención era enseñarle las fotos que yo le había sacado. Y parecieron gustarle mucho.
- Estefanía es modelo y amiga. Le he prometido que sus fotos van a formar parte de una exposición que estás preparando y que vas a llevar por toda España.
¿Toda España?. ¿Cuándo le había dicho yo que la iba a llevar por toda España?. Es más, ¿cuándo le he prometido yo que la exposición ya estaba decidida?
- Le parece una idea muy buena para promocionarse y está de acuerdo en posar para ti sin cobrar nada.
Flipando. Estaba flipando.
- Además le he hablado de tus excelencias y está deseosa de comenzar la sesión.
¿De que excelencias hablaba?. Yo no entendía nada, de hecho nunca he entendido a las mujeres, así que no quise darle más vueltas al asunto y me centré en el trabajo que tenía que realizar. Al fin y al cabo tenía a una modelo profesional, con un cuerpo escultural y encima gratis.
Mientras Estefanía se desvestía, Helen se acercó y me musitó al oído “verás como te gusta”.
Aquella mulata llamaba la atención, y desnuda todavía más, pero no me producía la excitación que Helen me transmitía. Mejor, así podría centrarme más en mi trabajo.
Helen permanecía a mi lado, en silencio, siguiendo con atención todos los movimientos que la modelo realizaba de acuerdo con mis indicaciones. Se notaba que sabía lo que hacía, tenía soltura y elegancia, pero le faltaba el descaro naif de Helen. Resultaba demasiado profesional. Aunque como buena mulata poseía un culo capaz de inspirar al más patán de los fotógrafos.
La sesión transcurría perfectamente y el trabajo se me antojaba de primer nivel. Sin duda saldrían fotografías dignas de colgar en una exposición. De repente, Helen interrumpió mi concentración.
- Se me ocurre una idea. ¿Qué te parece si Estefanía y yo posamos las dos juntas?
La idea me pareció magnifica. Una mulata y una blanca, perfecto. El contraste entre los tonos de la piel podría ofrecerme nuevas posibilidades de composición. Accedí inmediatamente.
Cuando las vi juntas, a las dos desnudas, una mulata y otra blanca, una alta y otra más bajita, una de pelo rubio y lacio y otra moreno y rizado, una con vello púbico y otra depilada, comprendí que no podía encontrar una pareja mejor complementada. Una borrachera de imágenes empezaron a sacudir mi mente. Las veía de todas las posiciones posibles y cuanto más imaginaba, más ideas me surgían. Si quería dar rienda suelta a tanta creatividad iba a quedarme sin tiempo y sin carretes.
Sin casi darme cuenta las chicas iban adoptando poco a poco una complicidad cada vez más íntima y sensual. No era consciente de tal actitud porque me estaban proporcionando unas imágenes tan impresionantes que me impedían ver la trascendencia de sus caricias. Pero la situación iba “in crescendo” hasta tal punto que la sugerente sensualidad se estaba transformado en una evidente sexualidad. Me costaba entender lo que estaba pasando. Sus bocas se fundían una con la otra y sus manos exploraban al unísono los rincones más íntimos de sus cuerpos, ofreciéndose ambas indisimuladamente para facilitarle una el acceso a la otra.
Ante semejante escena no pude continuar realizando fotografías, no solo por lo sorprendente de sus actos ni por lo extremadamente excitante que resultaba contemplarlas, sino porque estaba descubriendo la bisexualidad de la que yo consideraba mi pareja. Delante de mis propias narices se estaba metiendo mano con otra mujer. Estaba estupefacto.
- ¿Ya no haces fotos? –preguntó Helen abandonando por un instante la boca de Estefanía- Si no vas a hacer más fotos podrías unirte a nosotras
Lo que me faltaba por oír, una invitación para realizar un trío con dos de las mujeres mas hermosas que conocía. Y una era mi chica, ¿o no lo era y yo me había creado unas expectativas equivocadas?. La duda me paralizó durante unos segundos.
- Ven tonto –exclamó Estefanía- te lo está pidiendo tu chica
Aquello era una encerrona en toda regla, estaba claro, y yo ¡tonto de mí! no me había dado ni cuenta. Lo tenían todo perfectamente planeado y ahora no me quedaba otra que unirme a ellas o quedar como un autentico idiota. No es que no me apeteciese, porque lo estaba deseando, pero me molestaba que mi chica se liara con otra delante de mí sin ni siquiera haberlo hablado antes conmigo.
Ambas chicas extendieron sus manos reclamando mi compañía. No tenía sentido negarme, así que me deje llevar. Helen me susurro al oído,
- Ya te dije que te iba a gustar…
- Aunque no se si tanto como a ti –respondí con cierto tono de disconformidad-
- Chisst, calla tonto, ahora no es el momento para reproches, ahora deja que tu chica se ocupe de que pases un rato inolvidable.
Y dicho eso, se deshizo de mis pantalones y se aplicó de forma inmediata a realizarme una de esas mamadas tan profundas que me vuelven loco.
- Tienes suerte de estar con ella – me comentó Estefanía- es una chica maravillosa y un volcán en la cama.
Mientras las manos de la mulata acariciaban mi pecho, su boca buscaba insistentemente la mía, que sin rechazarla evitaba prolongar demasiado sus repetidos besos. Mi mente estaba absolutamente turbada y tan solo atendía a los estímulos de placer que las chicas me proporcionaban, por lo que mis iniciales reticencias se trasformaron en verdaderos deseos de disfrute, sobre todo cuando Estefanía descendió su boca hasta acompañar a Helen para realizarme una felación a dúo.
Mis piernas flojearon cuando ambas bocas se pelearon por atrapar mi pene y rivalizaron por ver quien tenía la garganta más profunda. Los carnosos labios de la mulata hacían presa en mis endurecidos testículos mientras la boca de Helen se tragaba toda mi polla sin esfuerzo alguno, una y otra vez, hasta que intercambian posiciones y pasaba a ser Estefanía la que me la chupaba profundamente, sin que su habilidad desmereciera en absoluto al lado de la perfecta ejecución de mi chica.
Helen se incorporó y me susurro al oído,
- Estefanía te quiere dentro
- Pero ya sabes que aquí no tengo condones –le conteste mientras su amiga continuaba chupándomela-
- Pero yo si –y sacó de su bolso un preservativo-
- Lo tenías todo preparado, ¿verdad?, y no me habías dicho nada
- Era una sorpresa
- Pues te ha salido perfecta
Helen rompió la funda del preservativo con los dientes y se lo entregó a Estefanía para que me lo colocase. Mientras tanto, se tumbó bajo ella y le obsequió con un monumental cumilingus que le hizo arrancar unos profundos gemidos de placer. Yo estaba que ya no podía más, mi polla a punto de reventar esperaba que mi chica le diese paso para introducirse en aquel moreno sexo que ahora estaba devorando. Finalmente me hizo sentar en una silla para que seguidamente Estefanía, de espaldas a mí, se colocase encima mostrándome su inmenso y precioso culo, casi al alcance de mi boca. Suavemente se sentó sobre mí y sentí como mi polla se abría camino en su cálido y lubricado sexo. Primero despacio y después mas deprisa, su culo se meneaba arriba y abajo haciendo desaparecer por completo mi polla como antes hubo hecho con la boca. Asido a sus caderas, trataba de ayudar a incrementar el ritmo de sus movimientos. La chica gemía, mucho y muy intenso, era realmente escandalosa y parecía que de muy fácil orgasmo. No paraba de chillar ni de moverse y por su ansiedad me pareció que necesita algo más de polla que únicamente la mía. Se tiró hacia atrás, sobre mi, atrapando mi cabeza con sus manos y empujando de ella para que le comiese el largo cuello que me ofrecía descaradamente.
Ocupado como estaba, no había prestado atención a Helen que ahora estaba de rodillas entre las piernas de Estefanía, masajeándole intensamente el clítoris mientras mi polla entraba y salía de su sexo, en busca de la consecución de un orgasmo que por sus gritos parecía inminente.
Mientras miraba a mi chica, allí de rodillas, procurándole placer a su amiga, sentía que no podía reprocharle absolutamente nada de su comportamiento. Me pareció limpia, pura y sincera. Simplemente era así y yo todavía tenía que descubrirla
Finalmente el cuerpo de Estefanía rompió en un orgasmo brutal, casi exagerado, y que no parecía terminar nunca, prácticamente al mismo tiempo en que yo, incapaz de poder seguir aguantando tanta excitación, me corría irremediablemente.
Cuando por fin aquella explosión terminó, la chica pareció morir. Totalmente desvencijada y con la cabeza cayendo hacia atrás por mi hombro, permaneció unos segundos inmóvil tratando de recuperar el aliento, todavía con mi pene cada vez más flácido introducido en su sexo, hasta que una leve carcajada afloró de su garganta.
- ja, ja, ja… tenías razón Helen, sabe muy bien como hacer disfrutar a una mujer.
Los tres rompimos a reír.
- Si no te importa –le dije a Estefanía- sería conveniente que te levantases para que la saque o se te puede quedar el condón dentro con todo el regalito.
Y nos reímos nuevamente.
Aunque sudorosos, nos vestimos y recogimos entre los tres el estudio tratando de borrar todas las huellas de aquella inolvidable sesión fotográfica.
- - -
Al la mañana siguiente no podía pensar en otra cosa. Las imágenes de lo sucedido el día anterior se sucedían continuamente en mi cabeza, y cuantas más vueltas le daba menos entendía la actitud de Helen. Tenía ganas de hablar con ella de lo sucedido, con Estefanía presente me resultó imposible hacerlo, y que me explicase su proceder. No es que me sintiese celoso ni que no disfrutase al máximo del maravilloso trío que Helen me ofreció, no era eso, lo que me ocurría era difícil de explicar, es algo que sentía y me descolocaba. Nunca antes había vivido una experiencia así. Si este era el tipo de vida sexual que le gustaba a Helen, ¿acabaría yo sufriendo las consecuencias si permanecía a su lado?. Necesitaba hablar con ella.
- Hola Helen.
- ¡Hola cariño!
- Necesito verte esta misma tarde
- ¿Te has quedado con ganas después de lo de ayer?
- No, no es eso, pero tenemos que hablar de ello.
- ¿Hablar?, ¿por qué cariño, estuvo algo mal?
- No… bueno… es mejor que lo hablemos. Te espero en el estudio.
- ¿Qué pasa?, ¿estás enfadado?
- Lo hablamos luego, ¿vale?. Un beso.
Y colgué el teléfono. No quería hablarlo así.
Estaba nervioso, no sabía como plantearle la situación, tenia la impresión de que para ella había sido algo normal, como ofrecerse sin más a posar desnuda para mí, pero yo no era como ella, a mí esas cosas me resultan difíciles de aceptar en la persona que quiero.
Cuando le abrí la puerta noté enseguida la preocupación en su rostro.
- ¿Qué te ocurre cariño, que es lo que te preocupa? –me dijo de inmediato mientras se aferraba a mi cuello con un abrazo lleno de sentimiento-
- Esta mañana no he podido quitarme de la cabeza lo sucedido ayer y, sinceramente, estoy preocupado
-¿Preocupado, por que?
- Porque somos muy distintos, porque yo nunca había tenido antes una relación como esta, porque no sé si estás conmigo porque me quieres o porque solo soy un capricho pasajero…
Durante unos segundos Helen se mantuvo en silencio. Después contestó.
- Entiendo, se a lo que te refieres, pero eso no debería preocuparte. Estoy contigo porque quiero, no eres nada pasajero, ni seguramente nada definitivo, pero eres la persona con la que ahora quiero estar y no me planteo nada más. Hago lo posible por vivir y disfrutar de tu compañía día a día, sin marcarme metas…
- Si, si –le interrumpí- todo eso me parece muy bien, yo también disfruto del día a día pero no puedo evitar pensar que quizá entendamos la pareja de forma distinta. Ayer no solo me trajiste una modelo para hacerle fotos, me trajiste una amante para que me la follase, y para que me la follase delante de ti, con tu complicidad y con tu participación. Hoy ha sido una mujer, ¿será mañana un hombre con quien tenga que compartirte?
- No, si tu no quieres.
- Esa no es la cuestión, la cuestión es si tú querrás hacerlo.
Nuevamente se hizo el silencio.
- No es la primera vez que tengo una conversación similar –dijo Helen-, esto ya lo he vivido antes y me da mucha pena que por únicamente unos temores se ponga en riesgo una relación con la que estoy tan a gusto. La amistad se basa en el respeto mutuo y el cariño se fundamente en una buena amistad. Yo soy como soy y no tengo que ser necesariamente como tú, ni tú como yo, pero debemos respetarnos para mantener vivos la amistad y el cariño. Ayer follaste con otra mujer y hoy yo sigo contigo. Esto no ha influido para nada porque yo accedí y porque tengo la certeza de que quieres estar conmigo. Si te preocupa que pueda estar con otro hombre, te diré que nunca a tus espaldas y solo con tu consentimiento.
Evidentemente tenía un concepto del sexo mucho más liberal que el mío, y lo peor de todo es que tenía razón.
- ¡Me siento tan estúpido!
- ¿Pero por qué?, son sentimientos muy normales, aunque hay que ser inteligente y saber controlarlos para que no nublen tu mente. El problema es que tú lo entiendes como una infidelidad y no lo es.
- A mi me haría mucho daño saber que estas follando con otro hombre.
- Te repito que mientras esté contigo, nunca sin tu consentimiento.
- ¿Te gusta follar con varios hombres?
- ¿Y a ti follar conmigo y Estefanía a la vez?
- Yo nunca antes había estado con dos mujeres, fue una experiencia muy excitante, aunque si tengo que elegir te prefiero a ti solamente.
- Ja, ja, ja, ayer no pensabas eso.
- Si, lo pensé, aunque ahora da igual. Pero dime, ¿te gusta follar con dos hombres?
- A mi me gusta disfrutar plenamente de mi sexualidad, sin restricciones. Me gusta experimentar y descubrir nuevas sensaciones. Y cuando tengo la oportunidad de estar con dos hombres, entonces… si, me gusta.
- Me lo imaginaba.
- ¿Y eso que tiene de malo?
- Nada si no tienes pareja
- Ya te he dicho que yo no voy engañando a nadie, si no quiero estar contigo te lo diré y si quiero estar con otro también te lo diré antes. De todas formas ayer no te importó que lo hiciese con otra mujer.
- Es distinto, al menos para mí, siempre y cuando no me dejes por ella. ¿Has tenido alguna “novia”?
- Si, una.
-¿Y…?
- Nada, estuvimos un tiempo juntas has que lo dejamos
-¿Y por qué lo dejasteis?
- Por desavenencias
- ¿Qué tipo de desavenencias?
- ¡Oye, que esto no es un interrogatorio!, lo dejamos y ya está.
- Perdona, estoy preguntando demasiado. Veo que eres de espíritu libre y eso es lo que me preocupa. Y también me preocupa que me esté enamorando de ti.
Helen esbozó una sonrisa y me abrazó con fuerza susurrándome al oído.
- Yo también te quiero.
- - -
Aquella conversación me hizo pensar mucho. Era evidente que yo no estaba a la altura de su libertad sexual y que mis conceptos de lo que es una relación de pareja estaban bastante alejados de los suyos. Pero parecía claro que si quería mantener esta relación en el tiempo tendría que acomodarme a ella, ya que de lo contrario tarde o temprano surgirían los problemas. Como decía mi abuela, la cabra siempre tira al monte.
Traté de hablar mucho con Helen, sin interrogarla, dejando que me contase, para conocerla lo máximo posible. De todas esas conversaciones supe que aquella relación lésbica no fructificó porque su compañera era demasiado posesiva y además no consentía que pudiesen atráele los hombres. Que le gustaba ver cine porno, que le excitaba mucho y que trataba de emular en sus relaciones lo que veía en la pantalla. Se imaginaba en la piel de una de esas actrices haciendo de todo y eso le excitaba sobremanera, aunque no se atrevía frente a las cámaras, solo en la intimidad. Y por eso quiso posar como modelo, para saciar de alguna manera sus reprimidas ansias exhibicionistas.
Sin quererlo, cada vez que me contaba algo de sus experiencias sexuales yo me excitaba muchísimo. Trataba de visualizarla con el máximo detalle y eso me impulsaba a preguntarle cada vez cosas más íntimas y precisas. Cuando me hablaba de alguno de los tríos que había realizado, me imaginaba que yo era uno de ellos y que, a pesar de que sabía que verla con otro me dolería mucho, en mi fantasía resultaba de lo más morboso. Lo que resultaba evidente es que le gustaba mucho estar con más de un hombre, eso se notaba por su forma de contarlo, lo narraba como si lo reviviese y creo que se excitaba al relatarlo tanto como yo al escucharlo. Aquella criatura había nacido para el sexo.
En las siguientes semanas Helen trajo a un par más de modelos para que posasen para mí, aunque esta vez sin sexo, solo para fotografiarlas, con lo que ese proyecto de una exposición de desnudos, que para ser honesto nunca confié en que fuese posible, estaba empezando a tomar forma.
Finalmente, una idea un tanto peligrosa empezó a rondar mi mente. Tenía fotos de Helen sola y de Helen con Estefanía, pero me faltaban fotos de Helen con un hombre y esa idea se mezclaba sin quererlo con la fantasía de hacer un trío. Era la oportunidad perfecta para que pareciese algo improvisado. Solo que no estaba seguro de querer hacerlo pues una cosa eran las fantasías y otra muy diferente afrontar la realidad. Debía madurarlo serenamente. Decidí hablar con ella.
- Sabes Helen, estoy pensando que completarían magníficamente la exposición unas fotografías tuyas con un modelo masculino. Uno fuerte y musculado, bien aceitado y de piel oscura. Creo que sería un estupendo colofón al trabajo de todas estas semanas. ¿A ti te importaría?
- A mi no, para nada, si eso es lo que quieres, cuenta conmigo. ¿Ya tienes al modelo?
- Bueno, estoy pensando en alguien aunque no he hablado nada con él. No sé si estaría dispuesto teniendo en cuenta de que no dispongo de mucho dinero para contratarle.
- ¿Quieres que yo hable con él?, seguro que le convenzo…
- No, no, tú ya has hecho bastante. Esto es cosa mía. Solo quería saber si estabas de acuerdo.
Roberto era un atractivo italiano que también era fotógrafo. Nos habíamos conocido hace un par de años en la presentación de una exposición fotografía de un amigo común. Aunque su faceta de autor no era demasiado prolífica, como modelo ya había ganado algunos premios. Y lo mejor, era heterosexual.
No sabía como plantearle la cuestión. Pensé que si le decía que era mi novia quizá se cortase, así que le dije que se trataba de una modelo con la que tenía una relación muy especial, vamos, que me acostaba con ella y que probablemente estaría dispuesta a acostarse con los dos, pues le iba mucho el sexo y en particular los tríos. De inicio se quedó sorprendido ante mi proposición y no supo reaccionar. Se le veía receloso. Entonces le expliqué que estaba preparando una exposición y que le necesitaba para hacerle fotos con ella, pero que no podía pagarle sus servicios de modelo y que por eso le hacía ese ofrecimiento esperando que le pareciese apetecible. Le dije que estaba convencido de que ella no iba a poner objeción alguna pero que siempre tendría la última palabra y si decía que no, debía ser no. Le mostré algunas pruebas de las fotos que le había realizado a Helen para que pudiese verla desnuda y sin pensárselo dos veces aceptó.
- ¿Helen?, hola cariño. Solo una cosa, he hablado con el modelo que te comenté y me ha dicho que de acuerdo, que viene ¡y gratis!, aunque no le he dicho que tu y yo estábamos juntos, para no cortarle a la hora de posar, ¿vale?. Es mejor así, para que haya un poco de tensión.
No sé si Helen sospecho de mi artimaña desde el primer momento o no llegó a darse cuenta de nada, pero el caso es que siguió mis instrucciones completamente sin cuestionar de mi plan.
- - - -
Esa tarde estaba muy nervioso. Cuanto más se acercaba la hora más dudas me entraban sobre la conveniencia de lo planeado. ¿Cómo se lo tomaría Helen?, ella me había traído una chica en su día, así que no creo que se molestase si ahora yo le traía un chico. Probablemente eso era lo que menos me preocupaba. Lo verdaderamente difícil era saber como iba a reaccionar yo cuando Roberto tocase a Helen. Me había estado preparando y creía tener superado ese momento, pero ahora las dudas eran cada vez más grandes. Además, me sentía obligado a devolver a Helen lo que ella hizo por mí con Estefanía. No quería ser egoísta. Se lo debía.
Roberto llegó primero.
- Buenas tardes Roberto
- Ciao Pietro
- Pasa, que aun no ha llegado la chica
- ¿Sabe ella lo que pretendes?, ¿se lo has contado?
- No, no le he dicho nada, es mejor así. Dejaremos que las cosas fluyan y trataré de que la temperatura vaya subiendo sola con cada pose. Luego ya depende de ti que te la lleves al huerto o no.
- ¿Y tu?
- Yo, no sé, ya veré. Cuando la cosa esté suficientemente encendida probablemente me una. Aun no lo he decidido.
Quería dejarme una vía de escape por si no podía soportar la escena, en la confianza de que Helen me entendería y pondría fin a semejante equívoco.
Al poco llegó Helen
- Te presento a Roberto
- Ciao Helen
- Hola Roberto
Y se dieron dos besos
- Bueno, y tras las presentaciones de rigor podemos comenzar cuando vosotros estéis listos.
Y ambos se quitaron la ropa.
A pesar de mi nerviosismo o debido a él, quien sabe, estuve muy atento a las miradas que se cruzaban. Roberto la observaba disimuladamente, Helen lo hacía con total descaro. Él tenía cuerpo de nadador, amplias y musculadas espaldas y un culo redondo y prieto, sin duda un placer para los ojos de Helen.
Roberto sacó de su bolsa un bote de aceite corporal y tras echarse un poco en la mano, se lo ofreció a Helen.
- ¿Me ayudas a extenderme el aceite por todo el cuerpo?
Mientras Roberto se frotaba el pecho con el aceite, Helen hacía lo propio por su espalda, extendiéndolo parsimoniosamente, como si le estuviese realizando un masaje, hasta ir descendiendo lentamente a la altura de su culo, donde todavía se tomó más tiempo en extenderlo.
El comienzo había sido bastante prometedor, Helen parecía sentirse cómoda con Roberto y yo, lejos de molestarme, había sentido un excitante cosquilleo que me dio fuerzas para seguir adelante con la experiencia.
Roberto era muy profesional y durante la sesión siguió al pie de la letra mis indicaciones sin buscar por el momento un mayor contacto carnal. Igual que Helen. Por lo referente a la cuestión artística el resultado estaba siendo muy prometedor, a pesar de mis nervios que no conseguía librarme de ellos.
En un momento dado, situé a Roberto tras ella y le pedí que la abrazase justo por debajo de los pechos, acariciándoselos sutilmente. A partir de ese momento ya me di cuenta de que el juego había comenzado. Helen, al sentir su pene por detrás, hizo un gesto con su culo para buscar un mayor contacto. A través del visor de mi cámara seguía la escena con aparente normalidad. Helen me miraba fijamente. Supongo que si a esas alturas no había descubierto mis planes, estaba tratando de buscar mi complicidad y mi permiso para disfrutar de aquel musculoso cuerpo embadurnado en aceite. Como si no me estuviese dando cuenta de lo que pasaba y sin dejar de mirar por el visor, les dije
- Bien, muy bien, seguid vosotros, con espontaneidad, que se vea ese deseo que os envuelve y os atrapa.
Helen inclinó su cuello hacia un lado y la boca de Roberto lo atrapó vampíricamente mientras con una mano se aferraba con fuerza uno de sus pechos y con la otra descendía por su vientre hasta posarse sutilmente sobre su depilado sexo. Al sentir la mano hurgar entre su entrepierna, instintivamente colocó una de las suyas sobre la de Roberto, sujetándola para evitar que la retirase y presionándola para que continuase explorando más profundamente su vagina.
- Perfecto, perfecto, seguid así, intenso.
Yo mismo me sorprendía de lo que veía y de cómo estaba reaccionando. No me sentía mal, al contrario me estaba excitando sobremanera y deseaba unirme a ellos para tocar y besar ese incitante cuerpo desbordante de sensualidad atrapado en los brazos de Roberto. Se me había puesto dura de verdad.
Ambos modelos estaban inmersos en un juego de besos y caricias extremadamente sensual. Sus bocas parecían devorarse en un profundo e interminable beso y sus inquietas manos se afanaban en acariciar el sexo contrario. Helen le tenía sujeto por la polla buscando el contacto con su culo mientras trataba torpemente de masturbarle. Dejé de fotografiar y retiré la vista del visor para contemplar la escena en toda su amplitud. En ese momento Helen reaccionó con cierta inquietud. Dejo de masturbar al italiano y se quedó inmóvil, mirándome, esperando quizá algún reproche por mi parte, pensando probablemente que había ido más allá de los límites y que posiblemente había malinterpretado la situación. Roberto se percató de que algo no iba bien y también se detuvo, retirando sus manos del cuerpo de mi chica.
Quizá fueran solo unas décimas de segundo pero a mi se me hicieron eternas. La brusca interrupción de Helen me había dejado dubitativo, no sabía si estaba haciendo lo correcto o por el contrario había ido demasiado lejos entregándola a aquel musculoso joven. El tenso silencio envolvía el estudio a la espera de que algo sucediese. Pero aquello había llegado a un punto tal que resultaba muy difícil dar marcha atrás. Roberto, absolutamente desconocedor de la situación, volvió a colocar sus manos sobre la cintura de Helen y posó sus labios en su hombro obsequiándola con un tierno beso. Una de sus manos se deslizó suavemente hasta su vientre y emprendió una lenta ascensión hasta posarse sutilmente sobre su pecho. Un leve pellizco en el pezón le arrancó un suspiro y provocó que sus ojos se cerrasen durante un instante en un ostensible gesto de placer. Era evidente que ella deseaba que sucediese y para mostrármelo extendió su mano en un claro signo de invitación. Sus ojos plenos de deseo no dejaban de mirarme, suplicándome que no detuviese aquel momento.
Yo no me sentía celoso, muy al contrario, deseaba tocarla, besarla y abrazarla, ser partícipe de aquel momento que tanto la hacía gozar. Tampoco percibía a Roberto como a un problema, tan solo era un accesorio más en el juego que Helen y yo manteníamos. Me sentí fuerte, capaz de integrarme como parte activa del trío. Y eso fue lo que hice.
Me acerque a ella y nos fundimos en un apasionado beso mientras por detrás, Roberto besaba su cuello y le aprisionaba fuertemente los pechos. Helen me desbrocho el pantalón y se agachó para introducirse en la boca mi excitado miembro. Roberto aprovechó la postura para metérsela de un certero golpe por detrás. Un ahogado gemido fue su respuesta a la sorpresiva penetración.
El italiano la tenía asida por las caderas mientras una y otra vez su polla se introducía rítmicamente en su sexo. Yo permanecía inmóvil, dejándome hacer por la insaciable boca de Helen, con esa maestría que demostraba a la hora de mamarla. Ninguna lo hacía como ella.
Casi sin darme cuenta crucé una mirada con el italiano, quien me hizo un obsceno gesto demostrativo de las habilidades de Helen. Hubiera preferido que le mostrase un poco más de respeto, pero él no sabía que era mi chica y creía que tan solo era una golfilla que me había agenciado para hacerle fotos y echarle unos polvos. Casi al mismo instante caí en la cuenta de que Roberto no estaba usando preservativo. Interrumpí a Helen en su mamada y tiré de ella hasta que logré separarla de Roberto.
- Un momento –le interpelé a Roberto- te la estás follando sin condón.
Me miró con cara de extrañeza. No entendía que me preocupase tanto por esa circunstancia. Insistí.
- Sin condón aquí no se folla –y le ofrecí uno de los que llevaba preparados-
Rápidamente se lo puso y sin perder un solo segundo dejo caer saliva sobe su mano y la pasó por el sexo de Helen, penetrándola inmediatamente. Durante unos instantes me quedé mirándolos, más bien mirándola, viendo como disfrutaba de la polla del italiano, absorto en aquella escena hasta que Helen alzó la cabeza y mirándome a los ojos, dijo
- Dadme vuestras pollas al mismo tiempo, necesito sentiros a la vez dentro de mí.
¿Había oído bien?, ¿quería que la follásemos ambos a la vez?, ¿se refería a que se la metiéramos por el culo?. En todo el tiempo que había estado con ella nunca la follé por el culo, nunca se lo pedí ni nunca me lo pidió. No sabía que eso le gustase, no me había hablado de ello en ninguno de sus tríos, pero ahora parecía que deseaba hacerlo. A pesar de la claridad de sus palabras, yo le pregunte
- ¿Quieres por el culo?, ¿no te dolerá?
- Me gusta sentiros a los dos –respondió- estoy muy excitada y preparada para hacerlo, no me dolerá.
A Roberto le pareció una gran idea. Sin parar de follarla me preguntó
- ¿Quieres el culo tú o me lo quedo yo?
Tendría que haberle dicho a ese pedazo de músculo que era mi novia. No me gustaba el tono tan vulgar que usaba cuando se refería a ella. Pensé que sería mejor que yo ocupase ese lugar pues no me fiaba de que Roberto fuese demasiado brusco y le hiciese daño.
- Prefiero hacerlo yo… si no te importa
- No, para nada, toda tuya, tu pagas.
¿Yo pago?, ¿a santo de qué venía eso eso?, además de mi novia era una modelo, como él, y no una puta. Decidí no hacer caso de las palabras de Roberto y centrarme en satisfacer lo mejor posible a Helen.
Roberto se sentó en un viejo sillón orejero que había de atrezzo en el estudio mientras Helen cogía de su bolso un tubito de gel lubricante. Me lo dio e inmediatamente se colocó sobre Roberto y se introdujo la polla lentamente hasta hacerla desaparecer por completo dentro de su sexo. Sus gemidos denotaban la excitación que abrumaba su cuerpo. Recostada hacia delante, su culo aparecía totalmente expuesto y dispuesto para que ser penetrado. Era bello y absolutamente deseable, y además, ahora, accesible.
Extendí sobre mi polla una buena cantidad del gel y también sobre el orificio anal, introduciéndole dos dedos para dilatar su esfínter y lubricarlo adecuadamente. Pensé en ponerme yo también condón, más que nada para que no se molestase Roberto, pero nunca antes lo había usado con ella, así que me pareció tontería. Me coloqué tras ella y ayudándome de la mano traté de encontrar el estrecho camino de su ano. Cuando sintió la presión de mi pene abriéndose camino y venciendo la resistencia de su culo, Helen emitió un sonido a medio camino entre gozoso y lastimero que me hizo parar de inmediato. Helen reaccionó
- Sigue, sigue, no pares ahora.
- ¿No te duele? –le dije-
- No tonto, no me duele. Me gusta.
Sin demasiadas prisas, continué metiéndosela poco a poco, despacito, sintiendo como milímetro a milímetro iba profundizando en su recto. Una vez superada la dificultad inicial, la abundante lubricación facilitó una suave penetración.
Era mi primer trío junto a otro hombre y no tenía ni idea del ritmo que debía llevar, así que traté de seguir la intensidad de sus gemidos e ir incrementando según estos se hacían más intensos. De forma casi automática, Roberto y yo acabamos acompasando nuestros movimientos penetrándola alternativamente. Sentía la polla del italiano moverse dentro de Helen y por momentos pugnar con la mía para ocupar el estrecho espacio que nos brindaba su vientre. Conforme crecía nuestra excitación, el ritmo se incrementaba hasta el punto de llegar a metérsela completa en un solo golpe, sin que ello le incomodase lo más mínimo, muy al contrario movía su culo acercándolo hacia mi para colaborar en una mejor y más profunda penetración.
Yo ya no podía más, la intensidad del roce y el calor de su estrecho culo me estaban llevando al límite de mi resistencia, y aunque por sus gemidos ella estaba a punto de correrse, no iba a poder aguantar lo suficiente para fundir simultáneamente nuestros orgasmos. Era inútil tratar de resistirse, así que dejé que sucediera lo inevitable. Me corrí con una intensidad fuera de lo normal, aunque el preservativo contuvo toda aquella descarga sexual, que de otra forma hubiese inundado su recto. Mientras me corría seguía metiéndosela continuamente confiando en que ella llegase antes de que mi pene perdiera su fuerza. Y finalmente se corrió, todavía con las dos pollas entrando y saliendo alternativamente. Si mi orgasmo fue total, el suyo lo calificaría de brutal. Pude sentir a través de mi polla sus espasmos y sus contracciones al tiempo que sus gritos evidenciaban la intensidad del clímax alcanzado. Roberto se corrió a la par que ella y los tres quedamos exhaustos e inmóviles, todavía unidos a ella, disfrutando de las últimas sensaciones de placer que habían generado nuestros orgasmos.
Aquella fue la primera vez que compartía a mi chica con otro hombre, la primera vez que la follé por el culo y la primera ocasión en la que comprendí que si amas a una persona con espíritu libre, debes permitir que vuele a su antojo para que te permita volar a su lado.
Aquella fue la primera vez para muchas cosas, pero no la última. Pero eso es ya tema para otro relato.
Tengo 30 años y hasta solo hace unos meses me consideraba una persona normal, con una vida normal y unas relaciones sociales y sexuales normales. Me considero una persona generosa y respetuosa y en todas mis anteriores relaciones siempre he dado yo bastante más de lo que he recibido, aunque eso nunca me importó en demasía porque lo verdaderamente importante era la persona con la que en ese momento compartía mi vida. Soy heterosexual y siempre me ha gustado disfrutar del sexo todo lo que he podido, sin forzar a nadie a hacer lo que no quisiera como principal premisa, pero entregándome sin cortapisas entendiendo que esa era la mejor manera de mostrar mi total disposición, esperando que esa actitud un día revirtiera a mi favor. Pero eso nunca me sucedió… hasta solo hace unos meses.
Soy fotógrafo, aunque no vivo de ello. Lo mío es solo afición, una afición que se lleva gran parte de mi tiempo y de mis ingresos, pero que es lo que me gusta hacer y con lo que disfruto. He realizado varias exposiciones, incluso enviando obra al extranjero como parte integrante de una muestra artística de mi ciudad. Fue en una de esas exposiciones cuando la conocí por primera vez.
- Hola, ¿eres el autor de la exposición?- me preguntó una preciosa chica rubia-
- Hola, si, claro, las fotografías son todas mías
- Pues te felicito, me gustan mucho, en especial las que tienes de desnudo. Me gusta el enfoque que le das a la figura del cuerpo, sensual a la vez que artístico
- Te lo agradezco, es una especialidad muy complicada en la que hay que tratar con mucha sensibilidad la imagen para no caer en la vulgaridad.
- ¿Y no te has planteado una exposición solo con desnudos?
- Por gustarme ya me gustaría, pero no puedo gastar tanto dinero como haría falta para contratar a las modelos, las agencias cobran una pasta…
- Si es por eso yo puedo posar para ti, no te cobraría nada.
Me dejó completamente atónito. Apenas habíamos cruzado unas palabras y ya se estaba ofreciendo para que la fotografiase desnuda. Ciertamente no sabía que responderle.
- Bueno, no sé, no es tan fácil, se requiere cierta práctica ante la cámara… ¿has posado alguna vez como modelo de desnudos?
- No, quiero decir… nunca en algo profesional, solo con mis novios en plan casero.
- Ya, pero eso no es lo mismo, se requieren ciertas aptitudes además de un cuerpo fotogénico
- ¿Y el mío crees que no lo es?
- No he dicho eso, además tendría que verlo para poder emitir esa opinión y…
- ¡Vale! –me interrumpió bruscamente- ¿cuándo me haces una prueba?
Aquella joven parecía muy impetuosa y decidida a salirse con la suya. Además una ocasión como esa no se te presenta todos los días. Era atractiva y aparentemente no tenía mala figura, así que pensé que podíamos probar.
- ¿Quieres una prueba?
- Si, la idea de ser modelo me atrae mucho.
- ¿Y como crees que te sentirás con todo el público viéndote desnuda en una foto?
- Eso no me importa, siempre y cuando la foto sea bella y artística.
Pensé que siempre había tiempo para decirle que no, así que le di una tarjeta de mi estudio y la emplacé para el sábado por la tarde.
- Es un piso que tenemos alquilado entre varios amigos fotógrafos. Tenemos un estudio bastante completo y un pequeño laboratorio para poder revelar en blanco y negro, a la antigua usanza. Somos unos románticos de la fotografía.
- Vale, allí estaré. ¿A que hora?
- Cuando mejor te venga. Yo estaré allí después de comer y me quedaré hasta tarde. Tengo cosas que hacer.
- Perfecto, entonces nos vemos el sábado. Por cierto, me llamo Helen.
---
Había ido pronto al estudio y no podía quitarme de la cabeza a esa chica. La iba atener desnuda frente a mí y esa situación me excitaba sobremanera. No importaba que valiese o no, tenerla desnuda compensaba con creces la posible pérdida de tiempo. La inquietud me impedía concentrarme en lo que tenía que hacer, así que opté por dejarlo y me dediqué a tener listo el estudio para cuando ella llegase. Probé la iluminación de todas las formas posibles, la impaciencia me corroía. ¿Y si después de todo no venía?
Finalmente, más o menos a las seis, Helen llamó al timbre.
- Hola
- Hola
Y nos dimos dos besos
- Pasa, pasa, que te enseño el estudio.
Trataba de disimular mi nerviosismo y de quitarle importancia a su presencia. Me parecía importante mantener la imagen seria y profesional del día de la exposición, pero en el fondo la chica me ponía. Le había dado tantas vueltas a la cabeza pensando en este momento que había llegado a idealizarla como a una auténtica top model. Ahora me fijaba mucho más en ella, en su rostro, en sus pechos, en su culo… aunque los bombachos que llevaba me impedían hacerme una idea con más detalle. Tampoco importaba demasiado, en unos minutos la tendría completamente desnuda. ¡Joder!, me estaba poniendo como una moto.
- Y este es el estudio, ¿qué te parece?
- Me gusta, nunca había estado en un estudio fotográfico. Tienes muchos aparatos. ¿Aquí me vas a hacer las fotos?
- Si, aquí.
- Vale, entonces….¿tengo que desnudarme ya?
- Bueno, si ya quieres que empecemos…
- No sé, tú eres el fotógrafo, cuando tú digas.
- Me parece bien. Detrás de la puerta tienes una percha para que cuelgues la ropa.
Mientras ella se desvestía, yo trataba de disimular limpiando los objetivos de mi cámara. Primero se quitó la camiseta e instantes seguidos el sujetador. ¡Diós!, tenía unas tetas perfectas, no muy grandes pero si redonditas y firmes y con el pezón justo en el medio. Pero si sus pechos me deslumbraron, cuando se quitó los bombachos y dejó a la vista aquel culo, la imagen me pareció insuperable. De espaldas a mí, se agacho para sacarse el pequeño tanga y me mostró en todo su esplendor su maravilloso trasero. Casi se me cae la cámara de las manos. Era un auténtico bellezón. En una agencia no hubiera tenido dinero para pagar a una modelo como ella.
- ¿Empezamos? –dijo la chica mientras se daba la vuelta.
Por un instante me quedé sin habla. Nunca me hubiese imaginado que bajo esos ropajes medio hippies pudiera haber un cuerpo tan perfecto. Aquella escena me había producido una erección difícil de disimular.
- Si… voy… un momento… he olvidado algo. – dije mientras salía de estudio intentando tapar con la cámara mi ostensible erección.
Tenía que tratar de sobreponerme. Esto no era nada p
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