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Esperábamos con ansia las vacaciones de verano. Era el momento para movernos con libertad, donde queríamos y pasar más tiempo juntos.
Me presentaré. Mi nombre es Sara, tengo 42 años y llevo casada con mi marido, Alfredo desde hace unos 20 años. Él es algo mayor que yo, acaba de cumplir 48. Soy rubia, pelo largo, en aquel viaje, solía llevarlo recogido con una goma. Mido 1.65, tengo una talla 100 de pecho, y la verdad, creo que me conservo muy bien para mi edad.
Cuando nos planteamos hacer aquel viaje pensamos que era el momento de disponer de unas vacaciones. Nos las merecíamos. Todo estaba más o menos organizado, pero a nosotros nos encantaba movernos libres, alquilar un coche y recorrer los recónditos lugares.
Llegamos al hotel. Teníamos un suite enorme, de casi 70 metros divididos en un salón y el dormitorio. Nos acomodamos y bajamos a la recepción, al casino y posteriormente a cenar.
La primera noche, en el bar, después de cenar, reconocimos a una pareja de jóvenes que habían venido en el avión con nosotros y rápidamente iniciamos una conversación, que se transformó en compañerismo y después en amistad.
Los chicos, Xabi y Rufo, eran jóvenes, 20 años, aunque por su madurez mental parecían mayores. Podrían haber sido hijos nuestros por la edad, pero nosotros jamás los tuvimos, nos gustaba demasiado nuestra libertad para entretenernos en aquello.
Las rutas y visitas que llevábamos eran similares y aunque los muchachos estarían menos días que nosotros en aquel lugar, decidimos compaginar las excursiones y alquilar un coche, un potente 4x4 que nos permitiría movernos con total libertad. Aunque económicamente no marchábamos mal, era interesante ahorrarse un dinero en el alquiler, además de tener compañía durante los largos desplazamientos internos.
Nuestra vida sexual era bastante activa, aunque tal vez monótona. Ya me había comentado alguna vez la posibilidad de dar algún paso más en la relación. Mi educación me impedía pensar en la opción de meter a un tercero o tercera en la relación, aunque fantaseásemos con ellos en nuestros momentos íntimos.
Llevábamos ya unos días disfrutando de las vacaciones. Me sentía muy guapa, sobre todo, porque los chicos no paraban de mirarme de la forma que a una mujer le gusta que le miren los hombres. Les doblaba la edad, por eso me sentía tan bien cuando ellos me lanzaban sus miradas.
- ¿ Cariño, te has dado cuenta como te miran Xabi y Rufo?
- Anda, no digas tonterías – Dije ruborizada pero sabiendo que Alfredo llevaba razón.
- Me gusta que te miren. Por favor, hazlo por mi. Ponte mañana una faldita como las que te pones a veces.
- No voy a hacer nada de eso. Estoy harta de tus tonterías, además, no es práctico para hacer excursiones.
- Está bien. Te diré que estoy muy aburrido de nuestra vida. Te he dicho alguna vez que mi fantasía sería verte con otro hombre, ver como te tocan, como te acarician. Xabi y Rufo estarían encantados de tener un encuentro contigo, y a mi verlo. Podría ser mañana. Si no quieres, no pasará nada, pero en cuanto volvamos del viaje iniciaremos los trámites para nuestra separación. Me aburro contigo y quiero iniciar una nueva vida.
Me dejó helada. Me sentía entre la espada y la pared. Mi educación me impedía hacer algo así, aunque mi deseo y mi mente, habían imaginado mi cuerpo acariciado por aquellos jóvenes, principalmente por Rufo, que tenía un cuerpo espectacular. Si algo tenía mi marido era que nunca lanzaba faroles. Si me había dicho que se separaría, no me cabía duda alguna que cumpliría su amenaza.
Me levante por la mañana y no quise dirigir palabra alguna a Alfredo. Ese día haríamos una excursión pequeña, regresaríamos pronto. Bajamos a desayunar, como de costumbre y yo ya había aceptado la primera parte del plan, que era ponerme esa falda ancha, de vuelo, que no llegaba a tapar mis rodillas, que tanto gustaba a mi marido. A lo largo del día, iría pensando qué respuesta daba a su proposición.
Durante el viaje, propuso a los muchachos que los invitaría a cenar en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Los dos chicos me miraban aún más intensamente, por lo que sabía que ya había hablado con ellos y les había propuesto el encuentro conmigo. Cuando el aire o algún movimiento hacía subir mi falda, sus ojos se salían de las órbitas.
Llegamos pronto de la excursión. Yo apenas hablaba. Aún, en esos momentos dudaba en si aceptar el chantaje de mi marido.
Nos dio tiempo a ducharnos, descansar un poco. Para la cena, me puse un vestido blanco, elegante, de fiesta. Estaba claro que si les acompañaba, aceptaría el trato que me había propuesto Alfredo.
Estaba tensa. El restaurante no estaba muy lejos del hotel, por lo que decidimos ir dando un paseo los cuatro.
Cenamos opíparamente, con varios y exquisitos platos y un espléndido vino español. Después de los postres, Alfredo propuso aque fuésemos a nuestra habitación y que pediríamos que nos subieran una botella de ron, hielo y unos refrescos para amenizar la velada. Sabía que sino daba mi desaprobación en ese momento, tendría que aceptar.
No dije nada, por lo que estaba claro que iba a aceptar lo que me propuso. Llegamos al hotel, Alfredo pidió las bebidas y subimos. Ya en la habitación, mi marido explicó a los chicos lo que quería de ellos.
- Sara no ha estado con otro hombre desde que lleva casada conmigo, al menos que yo sepa. Mi deseo es que vosotros me ayudéis a cumplir mis sueños. Está muy guapa hoy, como habéis visto. Ella se desnudará para nosotros, sobre todo para vosotros.
- Claro que no había estado con nadie. – Pensé sin decirlo en voz alta. Le habría gustado, pero no había estado con nadie.
Fue en ese momento cuando el camarero llamó a la puerta y nos dejó la botella de ron y los refrescos en el salón de la suite.
- Bien, Sara, me gustaría que hicieras un strep tease a los chicos.
Me daba vergüenza, no podía disimularlo, pero por otro lado, me gustaba excitar a aquellos jovencitos. Me había hecho una coleta en el pelo, que con mi vestido, pensaba que me hacía estar muy atractiva ante aquellos chicos.
Mi marido tomó su cámara y comenzó a fotografiarme. Los chicos le miraron sorprendidos, pero los tranquilizó explicándoles que sólo me fotografiaría a mi.
Intenté que pareciera que nadie me forzaba a hacerlo y empecé a moverme de forma erótica. Se sujetaba a través de una cinta atada a mi cuello y otra a mi cintura. Seguí moviéndome hasta que llevé mis manos hacia atrás y solté el vestido, Mi torso quedó al descubierto, quedando sólo tapados mis pechos con el blanco sujetador.
Seguía bailando a pesar de no haber música, lo hacía de forma erótica. Levantaba mi falda para que pudieran ver el tanga, que aunque pequeño, tapaba totalmente mi sexo.
El siguiente paso fue retirar mi sujetador dejando a la vista de los chicos y de mi marido los pechos, que a pesar de mi edad se mantenían firmes. Me acercaba a los chicos, pasando mis tetas cerca de sus caras, moviéndolas de manera morbosa.
Me senté sobre el suelo y abrí las piernas mostrando el tanga por debajo del vestido. Decidí moverlo ligeramente para que tuvieran una visión completa de mi sexo.
Observé la cara de Alfredo. Pensé que estaría agobiado por la situación y que no soportaría que otros hombres me estuvieran viendo desnuda, pero era todo lo contrario. Su excitación era evidente, y procedió a hacerme una nueva fotografía.
Me había depilado justo antes de salir de viaje, por lo que mi sexo mostraba un bonito aspecto, con una fina comisura de pelo de varios centímetros por encima de mi clítolis.
- Sarita, enséñales a los chicos tu culo, seguro que les encanta.
En nuestros momentos de intimidad, siempre me decía que tenía un culo precioso. Le encantaba hacerme sexo anal, y yo, con el tiempo, había aprendido a disfrutarlo.
Me levanté y moviéndome delante de ellos me quité el vestido y el tanga, quedando totalmente desnuda. Me coloqué de rodillas y les enseñé mi culito, tal y como me había dicho Alfredo.
Empecé a moverlo de forma erótica. De nuevo sentí como mi marido volvía a fotografiarme, esta vez mi parte trasera.
Les estuve enseñando todo lo que querían ver, me daba la vuelta, me giraba, todo para su disfrute. Para esos momentos, ya había tomado un par de vasos de ron y me sentía bastante más liberada. Ya no sentía vergüenza por estar delante de aquellos chicos que había conocido unos días atrás.
- ¿Qué os parece mi mujer? ¿A qué tengo una hembra espléndida como esposa?
- Tienes mucha suerte. Es guapísima y tiene un cuerpo espectacular.
- Bien muchachos, por qué no nos vamos a la habitación. Estaremos más cómodos, pero por favor, antes de entrar quitaos la ropa aquí.
Salvo mi marido, todos entramos desnudos. Él ahora ya no pasó con la cámara de fotos para no perturbar la intimidad de los chicos.
Me tumbé en la cama. Los muchachos estaban de pie, uno a cada lado. Alfredo me pidió que me acariciase un poco para ponerlos más a tono.
No hacía falta, puesto que sus miembros apuntaban armas, pero le hice caso. Agarré mis pechos, los atraje hacia mi boca y los mojé. Los masajeé un poco, y luego llevé el dedo a mi sexo. Acaricié mi clítolis y luego lo introduje en mi vagina.
- Chicos, poneos cómodos. Es toda vuestra durante esta noche. Mientras vuestro cuerpo aguante.
Me sentía extraña. Estaba con dos desconocidos, dos muchachos que podrían ser, por edad, mis hijos y me sentía bien. Comenzaba a excitarme.
Los dos muchachos situaron sus labios junto a mi cara y comenzaron a besarme. Yo les correspondí con unos superfluos besos, en sus labios, sin lengua, algo que me parecía más íntimo.
Sus labios bajaron por mi cuello hasta mis hombros. Me limitaba a estar quieta, aunque me mantenía insinuante, procurando que estuviese a su vista mis pechos y mi sexo.
Sin duda, a pesar de su juventud, tenían más experiencia que yo en el terreno sexual. Estaba claro que no era la primera vez que hacía algo así ya que estaban perfectamente sincronizados.
Bajaron por mis hombros, y sus manos alcanzaron mis senos. Me los estrujaban. Ahí gemí por primera vez para sorpresa de mi marido, que no esperaba que lo disfrutase tanto.
Abrí ligeramente mis piernas, deseando que las manos de los jóvenes alcanzaran pronto mi sexo.
- ¿Te gusta, cariño? – Preguntó mi marido de forma expectante.
- Siiiiiiiiiii¡¡¡¡¡¡¡ Claro que me gusta – Dije moviéndome sensualmente mientras contestaba.
Sus bocas tomaron mis pezones, sorbiendo como si fuera un helado, como si fueran bebés que intentan sacar leche de las tetas de su madre. Es cierto que podrían ser mis hijos, pero me estaban haciendo gozar como nunca lo había hecho Alfredo.
Las manos recorrían mi estómago. Noté como llegaban a mis muslos para llegar a mis rodillas. Las separaron un poco a lo que yo ayudé abriéndolas aún más y dejando mi cuerpo a su disposición.
- ¿Hay algo que no debamos hacer? – Preguntó Xabi.
- Es toda vuestra. Sólo hacednos disfrutar. A ella trabajándola y a mi dándome un buen espectáculo.
Ahora sus manos empezaron a recorrer mi sexo. Estaba muy mojada por lo que no les costaba meter los dedos y estos se desplazaban por toda mi vagina, que brillaba por la humedad.
Se entretenían jugando. Llegó un punto en el que ambos al unísono me besaban los pechos y sus dedos se turnaban jugando con mi cuerpo.
- Chicos, está muy bien que la acariciéis pero creo que Sara está esperando algo más.
Ambos se levantaron. Rufo se colocó de rodillas, junto a mi cara y llevó mi cara hacia su miembro. Por su parte, Xabi me volvió a separar las piernas y colocó sus labios entre ellas. Según sentí su lengua noté como me mojaba de nuevo y no por la saliva de su lengua. Por mi parte, me llevaba el miembro de Rufo, que era de dimensiones considerables, superior al de su compañero y al de mi marido, de forma golosa. Procuraba que disfrutase y deseaba que se corriese en mi boca y me llenase de su leche.
A pesar que lo intenté, no conseguí que se vaciara dentro de mi y cambiaron de posición. Lo primero que hizo Xabi fue meterme su lengua en mi boca. Ahora mi excitación era tal que no me importaba que lo hiciera. Sabía a mi. Todos los jugos que mi coño había desprendido estaban ahora en mi boca.
Por su parte, Rufo se colocó entre mis piernas, pero no su boca, sino directamente su miembro erecto. Pensé que por su tamaño le costaría, que me dolería, pero estaba tan excitada que no tuvo ningún problema y me vi penetrada en mi boca y en mi sexo.
Gemía, ahora, el menor tamaño del miembro de Xabi me permitía lanzar pequeños gritos de placer. Ahora Alfredo vi que se acercaba. No me había dado cuenta que se había quitado parte de la ropa, quedando únicamente con su slip. Mi marido comenzó a observar como los miembros de los chicos entraban en mi, y con excitación, empezó a tocarme los pechos, que estaban aún más firmes que al principio.
Lo miré con el rabillo del ojo, dándole mi aprobación a sus tocamientos. Estaba caliente y excitada. Me sentía sexy, fresca, lozana y sólo pensaba en mostrarme a aquellos jóvenes que tanto se estaban excitando al estar conmigo.
Noté que Rufo se movía con más rapidez, con más fuerza. Me tenía agarrada por las piernas, lo que permitía que tanto él como Alfredo pudieran ver mi sexo y la penetración.
Un chorro caliente se mezcló con mis jugos vaginales. Noté como se quedaba clavado en mi, dejando que hasta la última gota de su semen quedara impresa en mi vagina.
Rufo se apartó y fue entonces cuando mi marido, que ya se había desnudado, tomó su lugar. Me pidió que me diera la vuelta, por lo que también resultó más cómoda la felación que estaba realizando a Xabi.
Abrió ligeramente mi ano y me introdujo su pene. Le sentía muy excitado. Tanto que no recordaba haberlo visto así nunca.
- Cariño, no sabes lo que significa para mi que hayas aceptado hacer esto.
Lo escuché, pero mi boca estaba llena y no podía responderle. Sentí como me hacía sexo anal. Me gustaba. Tantos años haciéndolo habían terminado por disfrutarlo casi tanto como por delante.
Me esmeraba en Xabi, tanto que no tardó en llenar mi boca de semen. También me sorprendió, porque era más del doble de lo que mi marido conseguía depositar.
Quedé sola, a cuatro patas con Alfredo. Tan sólo fueron unos instantes más y noté su eyaculación. Todos nos relajamos.
De nuevo, volvimos a llenar nuestros vasos con el ron que teníamos en la habitación y aprovechamos para tomar resuello. A pesar del aire acondicionado, los chicos estaban sudando abundantemente.
Me di cuenta en ese momento, a raíz de los comentarios de los tres hombres que Alfredo los conocía desde hacía bastante tiempo. No eran profesionales, pero Alfredo los había ayudado económicamente a realizar este viaje a cambio de que participaran una noche en una orgía conmigo.
Aunque me sentí mal por engaño, no podía ser tan cínica para decir que no había disfrutado. Miré de manera castigadora a Alfredo, pero terminé sonriendo dándole mi aprobación.
- ¿Qué os gustaría ahora? – Preguntó Rufo
- Yo tengo otra fantasía. – Expresó mi esposo. – Quiero que hagáis una doble penetración con ella. Quiero que sea en el suelo, porque me gustaría que mientras me la chupase.
Estaba perpleja. Lo iba a hacer con tres hombres a la vez. Era algo que jamás se me había pasado por la cabeza. La idea del trío si la había pensado, pero jamás estar con tres hombres.
Pedí que fuera Rufo que me penetrase de nuevo vaginalmente. Temía que si lo hacía por el otro lado me produjera un desgarro. Éste rió y aceptó a colocarse en el suelo, mirando al techo.
Después fui yo quien me coloqué encima de él, ya que había vuelto a empalmarse y me la introduje en mi sexo. Xabi tiró mi cuerpo hacia abajo, buscando mi pompi, y metió su pene en mi ano. Era él quien debía moverse y hacer que todos disfrutásemos
El último fue Alfredo, que de pie, me ofreció su pene y me lo introduje en la boca.
Tenía que hacer florituras para que no se saliese ningún miembro de su sitio. Era una muñeca en manos de tres hombres.
Empecé a gemir, pero ahora también oía los gemidos masculinos. Xabi no pudo aguantar más y de nuevo se corrió dentro de mi.
Al levantarse, permitió mayor libertad a Rufo que comenzó a moverme libremente. Yo intentaba mover mi coleta que se desplazaba a mi cara mientras lamía, me introducía y comía el miembro de Alfredo.
Fueron casi a la vez, los dos. Mi boca y mi sexo volvieron a recibir el semen de los hombres.
Volví a tumbarme a la cama. Apuramos nuestras copas. No quería vestirme. Los chicos seguían mirándome y me gustaba. Me sentía una guarra, pero no me importaba, es más, lo disfrutaba.
Alfredo me explicó que los muchachos volverían a España al día siguiente. No quería que se mezclase el sexo con las vacaciones. Tal vez nos volveríamos a ver más adelante.
Me pareció correcto. Le pedí que les diera las fotos que me había hecho para que tuviesen un recuerdo. No me había sentido tan guapa desde el día que me casé.
Alfredo cumplió mis deseos. Durante el resto de las vacaciones hablamos de lo que había pasado. Hicimos el amor como posesos recordando todo lo que había acontecido aquel día.
Cuando volvimos, le dije a Alfredo que deseaba hacer un relato sobre lo que pasó. Me dio su autorización y el resultado lo tenéis aquí.
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