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Categoría: Maduras

Mi maestra (1ª parte)

Hace poco la volví a ver. Habían pasado más de dos años, pero aún conseguía alterar mis instintos como ninguna. Allí estaba, la que durante un curso entero fue protagonista de mis más ardientes fantasías, mi profesora de literatura castellana. Una mujer con mayúsculas, toda pasión y carácter, una fiera indomable. Esa había sido la causa de su reciente divorcio, según ella misma comentaba a sus compañeros. No soportaba más el hastío, la insoportable monotonía disfrazada de seguridad, de paz. A sus 44 años se encontraba en la cumbre de su sensualidad-y sexualidad, me gustaba imaginar. Así pasaba la mayor parte de sus clases, recreando en mi imaginación las escenas más tórridas, aquellos encuentros prohibidos e imposibles en los que mi cuerpo quedaba a su disposición, en los que sus manos, con la experiencia y habilidad que sólo da la edad, conseguían llevarme a la locura; visualizando su bronceado cuerpo desnudo: su espléndido culo, que hacía gala de una firmeza impropia de su edad, pero sobre todo recreándome en esas imponentes tetas, sobre las que la gravedad parecía no hacer mella, con aquellos pezones que a menudo se hacían notar de manera clara a través de la opresora tela. Y así, entre miradas furtivas-más de una vez advertidas- y rezos por no tener que salir a la pizarra, acabó el año escolar, y con él mi ocasión de fantasear con mi profesora. Hasta hace unos días, como dije al principio, cuando me encontre con ella en la piscina...



 



Fue un martes por la noche, aproximadamente a las diez y media, poco antes de la hora de cierre del gimnasio. La zona de las piscinas estaba desierta, lo que me sorprendió, ya que a media tarde, que es cuando yo solía ir, allí no cabía un alfiler. Estaba pensando sobre esto cuando desde la lejanía la observé salir del sauna, darse una breve ducha y dirigirse al vestuario. No podía creer mi suerte, tenía que aprovechar aquella oportunidad, por lo que decidí empezar a ir a la piscina siempre a aquella hora. Dicho y hecho, día siguiente, misma hora, y allí estaba yo, contemplando su cuerpo, cubierto únicamente por un bikini negro. Esa imagen animó dos interminables noches, y el tercer día ya no pude resistir la tentación. Llegué a la piscina media hora antes, y allí la ví, esta vez dentro del jacuzzi. Esperé a que dos anónimas señoras salieran y me dirigí hacia el jacuzzi. Pude ver su mirada, indiferente en el primer instante, y sorprendida-y con una chispa de lujuria, o al menos eso me pareció a mí-cuando me reconoció. Estaba preciosa, mejor que nunca, y la tela mojada de su bikini luchaba para contener sus tetas. Me aproximé con la mejor de mis sonrisas adonde ella se encontraba y comenzamos a hablar sobre el instituto, los estudios, de cómo prácticamente todo seguía igual, cuando para mi sorpresa mi ex-profesora me preguntó si tenía novía.



-No-respondí-a lo que ella se limitó a sonreír. Algo más de charla trivial, que ignoré notablemente (bastante tenía con intentar controlarme para no acabar fóllandomela allí mismo), y nos despedimos, con la promesa de seguir hablando próximamente. Y al día siguiente volví, a la misma hora, pero la piscina estaba vacía. No me dio tiempo a lamentarme cuando, a través del cristal del sauna, pude distinguir una familiar silueta que me llamaba...



Entré al sauna, la miré, y ella me observó fijamente, pero esta vez no me dirigió la palabra, actuaba como si no me conociera; se notaba que tenía ganas de jugar. Llevaba puesto el bikini negro de siempre y estaba empapada de sudor, las gotas recorrían su cuerpo, perdiéndose por tentadores rincones. Siguió con su mirada todos mis movimientos,examinándome de arriba a abajo. Su rostro tenía una expresión juguetona, me estaba provocando de manera descarada, y yo encantado. Intercambiamos largas miradas, nos mirábamos a los ojos, y también nos desnudábamos sin disimulo. Impúdica, respiraba pesadamente, quién sabe si por efecto del sauna o a causa de su excitación. La temperatura subía peligrosamente, había fuego en el ambiente. Y ella no tenía ninguna intención de frenar, como dejaba claro en cada gesto, en cada movimiento. Comenzó a acariciar sutilmente sus pechos por encima del bikini,haciendo movimientos circulares alrededor de sus pezones, totalmente erectos. Su expresión era ya obscena, y su mano se situó sobre la parte inferior del bikini.



Y allí siguió su particular juego, acariciando sus húmedos labios, dándose placer. Y dándomelo a mí también, que no podía contener mi erección, en un primer momento camuflada, ahora evidente, ostentosa, mientras deslizaba mi mano por dentro del bañador y estimulaba mi polla con precisos movimientos. Ella acentúo sus movimientos y entre jadeos frotaba su clítoris, a través del chorreante bikini. Comenzaba a estremecerse, cuando se detuvo, mirándome fijamente, y se acercó a mi. Apartó mis manos, que pretendían posarse en su extraordinario culo, me dedicó una pícara sonrisa y me besó apasionadamente, en un morreo corto pero ardiente, casi violento. Inmediatamente me susurró al oído que mañana me daría una sorpresa, y así, sin darme tiempo a reaccionar, se marchó...



Al siguiente día volvía a estar allí, y esta vez yo llegué antes. Decidí esperarla en el jacuzzi, algo me decía que era el lugar indicado. Después de unos cinco minutos, la vi salir del vestuario envuelta en un albornoz, dirigiéndose a la ducha. Desde la distancia pude ver cómo se despojaba de su albornoz, y cómo, para mi sorpresa, llevaba un espectacular bikini blanco. Este detalle hizo que se acelerara mi pulso, y cuando se acercó, totalmente mojada, mis instintos comenzaron a agitarse. La imagen que tenía frente a mí era magnífica. Su bikini blanco, ahora prácticamente transparente, mostraba sus desafiantes tetas, con aquella forma perfecta y esos pezones oscuros y, como siempre, tremendamente erectos. Bajé la vista, y creí que me daba algo cuando vi como se marcaban sus labios, presididos por una cuidada línea de vello negro. Por si esto fuera poco, se inclinó totalmente para dejar el albornoz en un banco, dejándome ver que el de hoy no era un bikini como los de días anteriores, sino que era un tanga. Darme cuenta de esto y ver ese monumental culo ofreciéndoseme dn aquella sugerente postura fue demasiado para mi, por lo que empecé a tocarme. Ella se dio cuenta de este detalle, y se metió en el jacuzzi conmigo. Estaba claro que tenía ganas de dar guerra, y su táctica hoy era completamente diferente. Se situó frente a mí, que estaba apoyado sobre los bordes del jacuzzi, y me besó de manera apasionada, pero mucho más delicada que el día anterior. Me susurró al oído que estaba muy cachonda, me contó las ganas que tenía de follarme, de mostrarme lo que sabía. Me estaba poniendo muy malo, y estaba claro que lo disfrutaba. Palpó mi paquete, que estaba a punto de reventar, y con una sonrisa me pidió que cerrara los ojos, que iba a enseñarme su 'sorpresa' ...


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