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Me llamo Fernando, soy un chico de 27 años y les voy a contar como empecé a tener relaciones sexuales con mi madre y mi tía. Aunque he tenido experiencias sexuales con varias chicas de mi edad, la verdad es que ahora lo que más me gusta es gozar con estas dos jamonas maduritas que son mi madre y mi tía Lucía. Me produce un morbo y una excitación especial tener relaciones con estas dos mujeres casadas, amas de casa, de 53 años mi madre y 55 mi tía, muy decentes y recatadas de cara al exterior, pero que, a pesar de su edad, en la intimidad son unas viciosas de campeonato. Primero os diré que antes de que sucediera esta experiencia que voy a relatar a continuación, ya había tenido algún escarce previo con mi tía Lucía, pero aún no sabía que mi madre era también una calentorra y que incluso iba a poder gozar con ella. Cómo empezaron mis relaciones con mi tía Lucía ya os lo contaré otro día, si os parece.
Todo empezó un día en el que yo llegué a casa a media tarde, mucho antes de lo que lo acostumbro a hacer, y me las encontré a ambas en el salón llevando tan sólo puestos unos conjuntos de ropa interior de lo más excitantes y que yo nunca hubiera podido imaginar en ellas porque incluso mi tía Lucía, a la que yo ya había visto antes en ropa interior, suele usar bragas y sujetadores normales y nada excitantes.
Mi madre ese día llevaba unas medias negras con liguero del mismo color y un conjunto prácticamente transparente de braga y sujetador, zapatos de tacón y nada más. La braga además era tipo tanga, de modo que todo su gordo culazo quedaba completamente al aire y yo se lo vi perfectamente ya que al entrar en la sala ella estaba de espaldas hablando con mi tía. A pesar de su edad y de lo gordita que está, su apariencia no podía ser más sugerente. Mi madre es una mujer rellenita, con buenas tetas, muslos rollizos, caderas amplias y un culo gordo y redondo muy atractivo. Al oírme entrar se giró hacia mí y pude ver que su braga y sujetador eran bastante transparentes, de modo que se apreciaba la abundante pelambrera de su chocho y también se veían con bastante claridad sus tetas.
Mi tía Lucía, por su parte, también tiene un buen culazo y unas piernas muy atractivas que yo, algunas veces, ya había catado, pues entre ella y yo siempre ha habido mucha confianza y eso, unido al hecho de que ella es una cachonda, aunque aparente ser una reprimida, me había permitido tomarme algunas libertades con ella. Lucía en aquel momento llevaba puestas unas medias negras, braga de color granate y negro, unos picardías transparentes, bajo el cual se apreciaban sus bonitas tetas y zapatos de tacón.
Al verme los dos mostraron sorpresa y un cierto nerviosismo. Yo entonces las piropeé diciéndoles que estaban muy atractivas y mi madre, para explicar aquella situación, me dijo que se estaban probando la ropa interior que se habían comprado aquella misma mañana. Ver a mi madre y a mi tía medio desnudas y con aquellos conjuntos de zorras me excitó bastante. A pesar de que las dos son de la familia y una de ellas mi madre, la verdad es que estaban cojonudas mostrando sus carnes y con aquellos conjuntos más propios de busconas que de sencillas amas de casa. A pesar de su edad las dos son unas jamonas de lo más apetecibles. Ellas, para quitar hierro a la situación, me explicaron entre bromas que se habían comprado esos modelitos porque a su edad necesitaban llamar la atención de sus maridos de alguna forma. Todos reímos y yo entonces, aprovechando la confianza que tenía con mi tía Lucía para estas cosas y recordando que ella alguna vez me había insinuado que mi madre tampoco era en realidad tan recatada como aparentaba, me atreví a decirles:
—Pues si no os importa a mí me encantaría asistir al pase de modelos, porque la verdad, estáis las dos para comeros.
—Por supuesto, cariño. —Dijo mi madre aceptando mi pícara propuesta y riéndose ella también con picardía— Nos gustará mucho oír tus opiniones. Además, es muy agradable saber que a nuestra edad todavía le podemos gustar a un jovencito.
Entonces las dos mujeres se exhibieron delante de mí e incluso yo me atreví a darles algún que otro cachete en sus gordos culos mientras les decía que estaban muy buenas y que seguro que tendrían todo el éxito que quisieran con los hombres.
Yo, con toda aquella exhibición de carne madura y abundante, me estaba poniendo como un burro y me estaban entrando unas ganas enormes de meterles mano a las dos y especialmente a mi madre porque el culo de Lucía ya lo había tocado alguna vez. Sin embargo, y a pesar del ambiente desenfadado que se había creado, yo notaba a mi madre bastante nerviosa y mi tía miraba el reloj con demasiada frecuencia. Yo tenía ganas de verlas completamente en pelotas y de meterles mano, pero no me atrevía a decirlo claramente, sobre todo porque no sabía cómo reaccionaría mi madre.
Su nerviosismo y preocupación por la hora también me hizo pensar que allí había gato encerrado y que podía haber otra explicación sobre el hecho de que estuvieran casi en pelotas en casa. Entonces se me ocurrió la idea de simular que me iba de casa, pero quedándome dentro para intentar verlas desnudas si se cambiaban y también para ver si ocurría algo extraño. Les dije entonces que ya que tenía la tarde libre me iba a dar una vuelta con los amigos. Les volví a llamar guapetonas y dándoles un beso, me marché diciéndoles que volvería tarde. Luego abrí y cerré la puerta de la calle con un sonoro portazo, pero quedándome adentro y rápidamente me escondí en mi habitación, mientras ellas continuaban en el salón.
Entonces las oí respirar aliviadas mientras mi madre decía.
—Bueno, ha salido bien. Mi hijo pensará que su madre es una calentorra y una indecente, pero peor hubiera sido si nos encuentra en plena faena con los otros dos. —Mis sospechas habían sido fundadas.
Al parecer tenían un lío con dos tíos a los que estaban esperando cuando había aparecido yo tan inoportunamente. Su conversación acabó por aclararme que estaban esperando al marido de una amiga de mi madre, un tal Andrés, y a un amigo de éste para tener una sesión de sexo los cuatro.
Me parecía increíble que mi madre fuera una calentorra despendolada que practicaba el sexo en grupo en compañía de mi tía Lucía y con dos hombres, poniéndoles unos buenos cuernos a sus maridos. Sin embargo, no me sentí ofendido porque mi madre actuara así. Más bien me excitaba la idea de contemplar a las dos jamonas en plena orgía y de saber que eran tan lanzadas en temas de sexo. A los pocos minutos llamaron a la puerta el tal Andrés y su amigo. Fue a recibirlos mi madre y a mí casi me da algo cuando pude ver de nuevo desde mi habitación su generoso culazo contoneándose debido a los tacones y con aquella braguita tanga que se metía por la raja del culo. Estaba buenísima. Y no es que yo me estuviera olvidando de que era mi madre; Es que precisamente el hecho de que mi madre era tan calentorra era lo que me ponía más excitado todavía. Los hombres silbaron al verla y pasaron a la sala magreándole el culo. Allí se encontraron con Lucía. Oí como se besaban y los piropos que ellos les dirigían a las dos. Les llamaban “macizas” y “tías buenas” pero también “cachondas” e incluso “zorras” y “furcias” sin que ellas se ofendieran por ello.
Unos minutos después me atreví a salir de mi habitación para ver si podía contemplar lo que sucedía en la sala. Tuve suerte ya que habían dejado la puerta entornada y yo podía ver desde el pasillo sin ser visto. Lo que vi me puso la polla a cien en un segundo.
Se trataba de mi madre, pero reconozco que me excitó enormemente ver como ella, inclinada ante uno de los hombres y con todo su culazo en pompa, se metía el cipote de éste en la boca haciéndole una espectacular mamada.
—Venga, Nati, cómeme todo el rabo, calentorra. —Le decía él mientras recibía los lengüetazos de mi madre— Lo haces de miedo, mamona. Chupa, chupa… trágate toda mi polla, cerda. Si te viera el cornudo de tu marido, ¿Eh, guarra? A él seguro que no se la chupas con tanto vicio, putona.
—Ni con vicio ni sin vicio —dijo mi madre parando un poco de chupársela al tío aquel— A mi marido no se la he chupado nunca. Pensaría que soy una indecente y no me consentiría ni intentarlo, pero bueno, él se lo pierde.
Mi madre continuó mamándole la verga al tío aquel con una glotonería y un vicio que a mí me estaban poniendo a punto de reventar. Además, Andrés le había quitado el sujetador y mientras ella chupaba él le magreaba sus gordos pechos que le colgaban bailando al ritmo de la mamada que ella le estaba haciendo. Mientras, el otro hombre le había bajado a Lucía las bragas y le estaba chupando el conejo haciendo que ella diera fuertes gemidos de placer. Después los dos tíos se desnudaron por completo y terminaron de dejar a las dos hembras sólo con las medias y los zapatos.
La verdad es que estaban cojonudas con sus gordos culos y peludos coñazos al aire. Las dos tienen el chocho bien frondoso, especialmente mi madre que tiene una auténtica mata de pelo en el coño. Hubiera dado cualquier cosa por poder gozar con ellas yo también, y no me importaba en absoluto que una de ellas fuera mi madre, es más, creo que eso me excitaba especialmente.
Las dos siguieron portándose como auténticas zorras y a mi ver a mi madre y a mi tía en aquel plan me ponía cada vez más cachondo. Lo que hicieron a continuación fue ponerse de cuclillas y chuparles las vergas a los dos machos hasta que se corrieron en sus bocas. Yo podía ver perfectamente como las pollas de los tíos se metían por entero en las bocas de las dos hembras y también veía, por su posición, sus coños perfectamente expuestos.
Cuando ellos se corrieron las dos trataron de tragarse todo el semen que pudieron y no me cupo la menor duda de que ellas disfrutaron recibiendo su leche, parte de la cual terminó manchando sus caras y resbalando hasta sus tetas. Luego Andrés le indicó a mi madre que se pusiera a cuatro patas y en esa postura la penetró por detrás iniciando una salvaje follada mientras ella decía:
—Así, así, jódeme, destrózame el chocho y dame gusto con tu pollón, cabronazo. ¡Qué bueno es esto! Sigue, sigue… Aaah, gozo como una cerda sintiendo todo tu rabo en el coño.
—Toma rabo, zorra, que eres una buena calentorra. Eres una auténtica guarra, Nati. Cómo me gusta joderte, putona maciza.
Por su parte Lucía se había tumbado de espaldas en el sofá y el otro hombre la estaba penetrando a toda velocidad mientras ella gemía sonoramente de placer. Al rato los cuatro llegaban prácticamente a la vez al orgasmo entre gritos de placer. Luego descansaron un poco y al momento ellas volvieron a chuparles los rabos a los tíos para ponerlos otra vez en forma, ahora cambiando de pareja y volviendo a empezar.
Yo alucinaba viendo a mi madre y a mi tía tan desmelenadas. Parecían auténticas furcias, comiendo polla y siendo magreadas y folladas como unas fulanas. Me encantaba ver las abundantes carnes de mi madre, completamente desnuda y gozando del sexo como una cerda con aquellos dos tíos. Estaba tan excitado que tuve que sacarme la polla y casi sin tocármela me corrí abundantemente cayendo todo mi semen contra la puerta de la sala y en el suelo. Después de una hora con aquellos dos machos dieron por terminada la sesión ya que, aunque, según decían, ellas tenían cuerda para más, los pobres hombres ya no aguantaban pues se habían corrido tres veces cada uno.
Al marcharse ellos yo me escondí de nuevo en mi habitación. Cuando ellas regresaban a la sala después de haberles acompañado a la puerta iban comentando que no les hubiera importado tener más ración de polla para quedarse satisfechas. Lucía le comentó entonces a mi madre que para ella lo ideal era un chico joven como yo. Sorprendentemente mi madre dijo entonces:
—Chica, pues yo te pareceré una depravada, pero creo que hoy estoy tan salida precisamente por el incidente de antes con mi hijo. Me ha excitado que me viera medio desnuda y, la verdad, aunque sea mi hijo, no me importaría hacerle una demostración de lo golfa que puede ser su madre. Me pone cachonda pensar que me ha visto prácticamente en pelotas y que nos dijera que estábamos para comernos.
Las dos se rieron y después Lucía se vistió y se fue. Luego mi madre, que seguía desnuda, bueno, sólo con las medias y los zapatos, al entrar en la sala, reparó en el semen que había en el suelo, consecuencia de mi anterior corrida.
—Esto es leche de macho, ¿pero aquí…?? —empezó a decir para sí un tanto sorprendida. Yo desde mi habitación estaba viendo su estupendo culazo ya que estaba inclinada sobre la corrida, así que, animado además por sus comentarios anteriores, ya no pude aguantar más. Hice algo de ruido para no asustarla e inmediatamente salí presentándome ante ella con mi cipote en ristre y completamente empinado.
—Pero hijo, ¿Qué haces tú aquí? —dijo nerviosa y sin saber qué hacer.
Ella al verme se había puesto roja como un tomate e incluso hizo amago de taparse el chocho y las tetas con las manos, pero enseguida comprendió que yo me había quedado en casa y no tuvo dificultad en deducir la procedencia del semen caído en el suelo. Le dije que no se preocupara, que yo sería muy discreto y no tendrían problemas por mi causa. Además, le dije que me parecía estupendo todo lo que había visto y que gozaran de sus cuerpos todo lo que pudieran. Ella entonces, ya más tranquila y relajada, indicó el semen derramado en el suelo y me dijo con picardía:
—Así que te puso cachondo ver a tu madre portándose como una golfa y te cascaste una paja ¿Eh? Pues muy mal hecho, cariño, porque si mamá te la pone dura, debe ser mamá la que te saque la lechecita. Ya que tienes una madre un poco zorrona será mejor que cuentes con ella para que te dé gustito ¿No, cariño? De paso yo disfrutaré de un jovencito y si es con mi propio hijo con más placer aún.
Sus palabras y el hecho de tenerla cerca de mí en pelotas, sin preocuparse ya de tapar su chochazo ni sus gordas tetas, que, aunque un poco caídas por la edad, seguían estando súper apetitosas, había hecho que mi mango estuviera durísimo. Entonces me acerqué a ella, le empecé a acariciar el culo e indicando mi erecto cipote le dije:
—Pues mira cómo la tengo ahora, mamá. Y la verdad, estoy deseando hacer contigo todo lo que te he visto hacer antes con esos dos, macizota.
Pasamos a la sala y seguí sobándole las tetas y el culo. Daba gusto magrear su cuerpo relleno, sobre todo su estupendo culazo. Luego ella me terminó de desnudar, me sentó en el sofá y empezó a hacerme la mamada más excitante de mi vida.
—Fernando, hijo, vaya polla más dura que tienes aquí. Verás como ahora mamá te da mucho gustito en ella.
Yo alucinaba de excitación viendo a mi propia madre chupándomela con aquellas ganas y aquel vicio mientras yo le magreaba las tetas. Pero no duró gran cosa porque enseguida me corrí en su boca, tragándose ella parte de mi leche mientras el resto le resbalaba por la barbilla llegándole hasta las tetas. Yo estaba tan salido que no se me bajaba así que ella me dijo:
—Y ahora, cariño, vas a joderte a la zorrona de tu madre hasta reventarla de gusto, que estoy deseando sentir esa tranca en el coño.
Entonces se tumbó de espaldas en la alfombra y me indicó que la penetrara. Yo así lo hice y al entrar en su chocho sentí como una nueva descarga de placer. Empecé a follarla con fuerza y a los pocos minutos ella alcanzó un tremendo orgasmo al que siguieron otros dos. Ella gritaba de placer mientras se balanceaban sus tetas y yo, llevado de la excitación, la llamaba “golfa”, “cerda”, “zorra” y otras cosas por el estilo.
—Sí cariño, dame polla, dame gusto y disfruta con la zorra de tu madre. —decía ella— ¡Qué puta me siento jodiendo con mi propio hijo! ¡Cuánto vicio! Soy una golfa y una guarra. Esto es lo mejor que hay.
Finalmente me corrí en su coño coincidiendo con un nuevo orgasmo suyo que nos dejó derrengados en el suelo. Luego, mientras descansábamos, mi madre insistió en que teníamos que ser muy discretos y dijo que le parecía estupendo hacerlo conmigo, que por ella lo haríamos siempre que me apeteciera y que si quería podría tirarme también a Lucía. Yo le dije que por supuesto que sí, pero esta es otra historia que ya os contaré para no alargarme más en esta carta porque de hecho yo ya había tenido relaciones con mi tía Lucía antes de tener esta experiencia con mi madre y ahora lo que se habría era la posibilidad de gozar a la vez con las dos.
Lo que sí puedo deciros es que con estas dos calentorras mi vida sexual ha cobrado una dimensión que nunca pude imaginar. Además, gracias a mi madre, también he podido pasarme por la piedra a dos amigas suyas igualmente jamonas y macizas. Así que me he hecho un especialista en mujeres maduras, hasta el punto de que las de mi edad apenas me interesan en cuestiones de sexo. Prefiero a estas casadas maduras que aparentan ser decentes y que en el fondo son más calentorras que nadie, y si en el medio del ajo están mi madre y mi tía todavía mejor pues me resulta súper excitante comprobar lo putonas que pueden llegar a ser incluso conmigo.
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