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Hoy quiero confesar algo que aunque no debe ser, fue... Y creo que no me arrepiento.
En un golpe de suerte y luego de muchas decepciones conocí a un hombre maravilloso, cariñoso, atento, dulce, fiel y sincero. Poco me costó ilusionarme y entrar en una muy buena relación, donde habían salidas, momentos divertidos y apoyo monetario; la perfección hecha hombre. Pero había un detalle que empañaba esta perfección; en la cama aunque podía cumplir algunas de mis exigencias, no me hacia sentir completamente plena y eso para mi era realmente importante, aunque teniendo en cuenta el resto de sus virtudes, pensé que podía conformarme en ese aspecto con lo que medianamente recibía. Podía vivir con eso, tenía a mi lado a un hombre de mediana estatura, de piel blanca y ojos pardos y un cuerpo bastante bien formado gracias a los entrenamientos como policía, a demás estaba bien dotado en su entrepierna; tenia esperanzas en que podía mejorarlo con el tiempo.
Poco a poco fueron pasando las semanas en las que conocimos nuestras familias y compartíamos con ellas. Una noche Gerardo, mi pareja, me invitó a su casa con motivo del cumpleaños de su hermano a quien no conocía aún y yo acepté gustosa. Me enfundé en un vestido negro corto ceñido al cuerpo que hacía resaltar muy bien mis curvas, con un delicado escote y zapatos de tacón rojos que disimulaban mi baja estatura. A eso de las 8:00 pm. Gerardo llegó a buscarme.
Al llegar saludé a casi toda su familia, me presentaron a la esposa del cumpleañero y no pude evitar pensar que si ese era el aspecto de ella, él debía ser un hombre viejo, barrigón y aburrido...
- ¡Gustavo! ven por favor, quiero presentarte a Daniela - dijo Gerardo de forma alegre a su hermano mientras yo hablaba de espaldas a ellos con Vanessa, la esposa de Gustavo.
- Hasta que por fin podré conocer a la tan famosa Daniela. Mucho gusto cuñada, es un placer conocerte - dijo Gustavo extendiendo su mano hacia mí. En ese momento volteé hacia él y no pude disimular mi cara de asombro.
- Mucho gusto, el placer es mío - dije con una encantadora sonrisa en el rostro mientras estrechaba su mano. Delante de mi estaba un hombre joven de unos 27 años, alto, rubio, de ojos color verde y su cuerpo era un deleite... Hombros anchos y brazos fuertes. Podía imaginar perfectamente todo eso que no se podía ver.
La noche transcurría de manera divertida, comimos algunas botanas, bailabamos de vez en cuando y tomábamos vodka y cervezas, Gerardo se portaba muy atento y aunque para el baile tenía dos pies izquierdos se esforzaba en seguir mi ritmo.
- hermano, ¿me permites bailar con ella? - se acercó Gustavo a nosotros.
- claro, ¿como no? Mientras prepararé otro trago - dijo Gerardo alejándose.
- oye cuñada bailas muy bien - decía Gustavo mientras comenzaba una nueva canción
- Gracias - Sonreí - dicen que lo que bien se aprende no se olvida.
- Gerardo habla mucho de ti, de verdad que tenía curiosidad por conocer a la mujer que trae loco a mi hermano, pero no se me había dado la oportunidad - me decía Gustavo mientras bailabamos salsa.
- si, de ti también habla mucho pero te imaginaba diferente, a demás es muy extraño que no nos hubiésemos conocido antes, ya tengo algún tiempo saliendo con tu hermano - comenté.
- por mi trabajo no puedo visitar mucho a la familia. Y puedo saber ¿que edad tienes? - curioseaba mi cuñado.
- tengo 20 años, y yo puedo saber ¿cual es ese trabajo que te mantiene alejado? - lo miré de manera interrogante.
- Soy soldado cuñada, y en tiempos de guerra no puedo estar aquí, debo estar con mi tropa. Por cierto, eres muy madura para tu edad.
- Si, por eso me gusta estar entre adultos. Bueno, fue un placer bailar contigo pero ya el alcohol se me esta subiendo a la cabeza y estoy un tanto mareada - le dije
Desde ese día no volvimos a hablar hasta muchos meses después, cuando nos encontramos en otra reunión familiar y entre risas, bebidas y bailes intercambiamos números de teléfono. Fue hasta tiempo después que me di cuenta que eso que sentía cada vez que recibía un mensaje de Gustavo era una fuerte atracción, pero me sentía mal, bloqueaba mis pensamientos para seguirle siendo fiel a Gerardo; Llegué a enamorarme, él con el tiempo supo acoplarse al ritmo de mi cuerpo y sus movimientos en la cama iban mejorando, pocas eran las veces que compartíamos con la familia entera y mi comunicación con Gustavo era solo telefónica. Me casé con Gerardo luego de 3 años de noviazgo y todo marchaba maravillosamente bien.
Una mañana llamaron a la puerta de mi nuevo apartamento.
- ¡Voy! - grité mientras salía del baño donde acababa de darme una ducha - pero ¿quien podrá ser a esta hora? - me pregunté y me coloqué la bata de baño para abrir la puerta.
- Hola cuñada ¿como estas? Tiempo sin verte... Oye, ¿puedes decirle a Gerardo que estoy aquí? necesito hablar con él - me dijo Gustavo entrando en la sala y mirándome de arriba a abajo.
- si, no nos vemos desde la boda y lo siento Gustavo, pero tu hermano está cumpliendo guardia en el trabajo y no vuelve hasta el lunes - le señalé el sofá para que se sentara.
- ¿que? No me digas eso... No creo que en 5 días pueda venir, debo volver a mi trabajo también - me dijo mientras tomaba asiento - de todas formas tenía planeado pasar el día aquí con el, ¿estarás ocupada? Nuestra madre está de viaje y no tengo otro sitio a donde ir.
- pensaba visitar a mi madre pero eso puedo hacerlo otro día ¿desayunaste? - le pregunté y al recibir una seña negativa le dije - bueno, dejame ponerme algo de ropa y hago desayuno para los dos, yo tampoco he comido.
Me dirigí a mi habitación con el pulso un poco acelerado, eso me pasaba siempre que Gustavo estaba cerca de mí, intenté ignorarlo y saqué rápidamente algo de ropa para vestirme y no hacerlo esperar mucho tiempo. Me coloqué una tanga mínima de esas que tanto me gusta usar de color blanco, un short del mismo color y una blusa azul sin sujetador debajo; podía hacer eso ya que aunque mis senos eran naturales, eran de mediano tamaño y estaban firmes. Me hice una cola alta en mi largo cabello negro y salí nuevamente.
- ¡Daniela! Ahora entiendo por qué mi hermano se casó contigo - Gustavo decía mientras me miraba de arriba a abajo nuevamente
- si, soy un encanto - le guiñe el ojo y sonreí al mismo tiempo que me dirigía a la cocina y le hacia señas para que me acompañara.
Preparé unos sándwich de atún acompañados con jugo de naranja que aún quedaba en el refrigerador, nos sentamos frente al mesón de la cocina y mientras desayunabamos hablábamos de todo un poco, de su trabajo, del mío, de los problemas en su casa, de mi reciente matrimonio, de sus hijos y de los que yo aún no tenía, de lugares a los que habíamos viajado y de sexo.
Al entrar en ese tema de conversación me puse un poco nerviosa, tomé los platos vacíos del mesón y comencé a lavarlos, necesitaba darle la espalda, yo no quería entrar en ese tema con el. A estas alturas ya tenía suficientemente claro que lo que sentía por Gustavo no era una simple atracción, yo deseaba sexualmente al hermano de mi esposo y eso no estaba bien. De repente sentí sus manos puestas en mi cadera y una erección bastante motivadora en mi trasero, su cálido aliento corrió desde mi oído hasta mi espina dorsal cuando me susurró...
- ¿por qué tan nerviosa cuñada? - me preguntó dándome un beso en el cuello que se sintió más en mi zona sur que donde fue depositado.
- porque no es un tema del que debamos hablar y no deberías estar haciendo eso Gustavo, está mal - argumente con un hilo de voz
- yo lo se - me respondió mientras introducía sus manos por mi camisa y acariciaba mis senos descubiertos.
- entonces ¿por qué lo haces? - un ligero gemido salió de mis labios al sentir sus fuertes y cálidas manos en mi pecho. Cerré el grifo del lavaplatos, me seque las manos y volteé para encararlo.
- porque me excitas desde el primer momento que te vi, porque te quiero hacer mía en todas las posiciones existentes, simplemente porque si - y me besó como nadie lo había hecho antes.
Luchó con mis labios hasta que di paso a su lengua que recorrió mi boca, siguió besándome por todo el cuello, erizaba con su cálido aliento todos mis poros; mordió mi hombro derecho haciendo escapar un gemido de mis labios y comenzó a levantar mi camisa dejando mis senos libres. Se puso de cuclillas ante mí y comenzó a lamer y succionar mis pezones, mientras mi vagina cada vez estaba mas húmeda.
Mis pensamientos decían que parara de una vez lo que estaba pasando, pero mi cuerpo me pedía a gritos continuar... Gustavo desde su posición en cuclillas me tomó de las nalgas y me subió en la encimera de la cocina y al mismo tiempo que me besaba me despojaba de el resto de la ropa. A estas alturas mi moral estaba de paseo con mi cordura y cuando sentí uno de sus dedos penetrar mi vagina, le rogué entre gemidos que introdujera otro y me diera más placer.
- metelo hasta el fondo de tu boca reina - me dijo Gustavo, bajándome de la encimera completamente desnuda.
- te haré lo que me pidas - lo desnude y me agaché, tomé su miembro en mis manos introduciendolo hasta el fondo de mi boca y acariciando sus testículos; me movía de manera rítmica y penetraba la punta de su delicioso pene en mi garganta.
- ¡si nena! Así me gusta, sigue - gemía Gustavo y me agarraba del cabello obligándome a ir más rápido y más al fondo. - me voy a correr, deja la boca abierta reina - me ordenó. Yo obedecí y se dejó llevar en mi boca.
- ¡tragatelo todo! - volvió a ordenarme y yo obedientemente lo hice.
Luego de unos minutos en los que ninguno de los dos habló, él me tomó de las nalgas y esta vez me colocó sobre el mesón de la cocina, abrió mis piernas y su lengua se hundió en mi vagina mojadita; hacia círculos en mi clitoris, mordía mis labios vaginales y metía la lengua todo lo que mi húmedo orificio le permitía, mientras que con uno de sus dedos penetraba mi ano. Yo solo podía gritar de gozo. Cuando sentí que el orgasmo estaba por llegar, Gustavo me bajó del mesón, me colocó de espaldas a el y agarrándome del cabello me penetró de forma violenta, entraba y salía con fuerza de mi interior arrancándome fuertes gemidos de placer; con una mano siguió tomando mi cabello y con la otra penetró mi ano con dos dedos llevándome al orgasmo inmediatamente. A pesar de mis fuertes gemidos Gustavo era insaciable y al sentir la humedad entre nuestras piernas, sacó los dedos de mi trasero y aun con su erección dentro de mi me hizo moverme del mesón, obligándome en medio de la cocina a inclinar el torso hacia el piso, apoyándome con las manos en el suelo, me abrió mas las piernas y sosteniendo mis caderas me penetró una y otra vez hasta que volvió a descargar su pasión, esta vez dentro de mi.
No podré arrepentirme jamás de cumplir mi fantasía de ser dominada por un hombre como el que tuve entre mis piernas esa y todas las veces que su trabajo y el de mi esposo nos permitieron. Era una locura, lo sé. Pero por otra cogida como las que Gustavo me daba, me arriesgaría una y otra vez.
invitado-Armando 01-05-2020 04:24:21
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K rico relato yo también kiero cojerte soy de México tengo 26