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Hola. Mi nombre es....bueno, digamos que para guardar el anonimato, me llamaré Antonio. Un nombre como otro cualquiera y para quien lea este relato, tal vez le recuerde a su vecino.
Mi historia es bastante normalita. Nací y me crié en una gran ciudad de Castilla. Mi educación sexual fue "austera", por no decir triste y escasa. Todo lo que sabía del sexo lo fui aprendiendo poco a poco, de revistas, de hablar con los amigos y en una etapa educativa un poco más avanzada, de los libros.
Bueno, la verdad es que físicamente no soy un Adonis ni nada parecido y mi relación con el sexo opuesto es bastante "distante", no porque no me gusten las mujeres, sino simplemente porque soy bastante tímido y me cuesta mucho entrarlas. Soy más o menos alto y tengo algunos kilitos de más, no porque sea gordo ni nada parecido, sino que soy bastante corpulento. Pero vamos a lo que vamos y dejémonos de divagaciones.
Siempre me han gustado las mujeres, sobre todo las bonitas, pero para mí resultaban demasiado inaccesible, por eso más que entrar a la acción me limitaba a mirarlas y fantasear con ellas. Sin embargo, como mi apetito sexual ha sido siempre considerable, de alguna forma tenía que aliviarme, y para eso recurría a la tradicional paja, puñeta o como quieran llamarla. Lo cierto es que desde que tenía 10 años, tenía que hacerlo 2 ó 3 veces casi a diario y cuando pasé de los 15, incluso lo tenía que hacer hasta 7 u 8 veces. Sin embargo ya antes, con apenas unos pocos años, tenía que estar tocándome durante bastante tiempo, hasta sentir que mi necesidad había desaparecido.
Bueno, sigo que si no no acabo. Llegó un momento en que el masturbarme, ya no me hacía sentir bien y veía que necesitaba más, por eso poco a poco me fui haciendo más atrevido. Cuando iba al baño abría un poquito la ventana, para, mientras me apañaba yo solito, ver a algunas de las vecinas que a esa hora estaban haciendo las labores propias de una buena ama de casa.
Un buen día mientras me encontraba aliviándome de mi calentura, la vecina de un edificio cercano empezó a realizar sus labores. Yo viendo a aquella mujer, que realmente era atractiva (unos 40 años, de pelo rizado, con unas curvas que ya las quisiera más de una jovencita y con unas tetas que te hacían suspirar sólo por verlas), en un momento en el que noté que no me podía ver, abrí un poco la ventana, pero con tan mala suerte que se me pasó y dejé una apertura mayor de la que hubiese querido. El caso es que lo dejé tal como estaba y me dispuse a seguir disfrutando de mi paja contemplando a aquella bella señora. En un momento en que se volvió la señora para sacudir unos trapos, me debió ver o por lo menos vió algo. Apartir de ese momento me dí cuenta que cada vez que se acercaba a la ventana, intentaba distinguir (si no lo había hecho ya), quien era el que realmente estaba allí y que estaba haciendo. Esta situación me puso más cachondo todavía y empecé a acelerar mis movimientos, hasta que descargué todo mi semen. Cuando terminé esperaba que no fuera la última vez que disfrutaba tanto como aquella mañana. Y así fue. En los días sucesivos, e intentando que coincidiera la hora en que normalmente aquella vecina hacía las labores, cada vez que iba a pajearme, dejaba la ventana abierta. Cada día la dejaba un poquito más abierta y la señora cada día me veía un poquito más y no la debía disgustar el que me la estuviera meneando a su salud, porque cada día pasaba más tiempo limpiando y sacudiendo los trapos en aquella ventana,(J ), hasta que llegó el día en que la ventana estuvo totalmente abierta. Ese día cuando la vecina se asomó y vio la ventana totalmente abierta, se colocó mirando a la calle y comenzó a fumarse un cigarrillo. Yo, viendo aquella situación, aproveché y me mostré tal y como vine al mundo y lentamente comencé a acariciarme, poco a poco. La señora viéndome así dejó de mirar a la calle y posó su mirada directamente en mí. En ese momento, supe que ella quería un buen espectáculo, así que intenté satisfacerla. Estuve durante más de 20 minutos, acariando mi polla e intentando dar placer, un placer que aunque en la lejanía sabía que podía dar.
Desde aquel día estuve masturbándome delante de aquella vecina e intentando que disfrutara de la visión.
Hoy día, incluso, dejo que me vea, pero ahora lo hago cuando mi mujer me está masturbando o me la está chupando y ambos nos excitamos mucho más, viendo que esa vecina nos está mirando.
Me gustaría que me escribieran, aquellas personas que han pasado por lo mismo, pero sobre todo, las chicas a quien este relato les haya gustado....y quieran decirme algo.
(Continuará....)
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