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Mi historia con el joven Javier 1ª parte

Mi historia con el joven Javier  - 1ª parte (Continuación de Hace tiempo me puso los cuernos)



 



Voy a comenzar a contaros mi aventura con Javier, el jovencito con el que estuve e inicie en la casa de Marisa , como recordaran por mi relato “Hace tiempo me puso los cuernos”. Recuerden que él me llamó proponiéndome que quería que nos viéramos y que quería que tuviéramos una relación, que quería estar conmigo y yo le dije que se lo pensara, que aunque me gustaba que pensara que yo era una mujer mayor, casada y que él era un chico joven y que dada su edad podría tener chicas y mujeres más joven que yo y tener y formalizar una relación con alguna chica de su edad con la que con el tiempo se pudiera incluso hasta casar. Dado su insistencia le dije que se lo pensara y cuando tomara la decisión me llamara.



Bueno tras esta breve introducción para situarnos pasemos a la historia en sí.



Tras mi hospitalización por mi aborto, al salí del hospital miré en mi móvil las llamadas perdidas que tenía y pude ver a parte de llamadas de Carlos y Juan, 5 ó 6 llamadas del número de Javier. A Marisa ya la había yo comunicado desde el hospital lo que me había pasado para que no pensara que había abandonado mi trabajo en su casa. Como no quería hacer daño al joven Javier, aunque había visto sus llamadas no le llame, ya que pensé si no le hago caso se le olvidará y podrá pensar en chicas de su edad, no obstante me dije a mi misma si acaso me vuelve a llamar lo cogeré y hablaré con él, pues será una señal que el destino quiera que esto pase y que estemos juntos el tiempo que Dios quiera o considere oportuno.



Llevaba una semana en casa cuando una mañana sonó mi teléfono móvil, miré en la pantalla quién era y vi el número de Javier. Descolgué y dije:



“Si quien es”



Y contestó:



“Esperanza, soy Javier, te he llamado varias veces y nunca me lo has cogido, pensé que ya no querías cuenta conmigo”



Le conteste y le dije lo que me había pasado y que por eso no había podido hablar con él, que ya había visto sus llamadas perdidas y que pensaba llamarle cuando estuviera un poco mejor (mentí).



Entonces él me contesto:



“Lo siento muchísimo lo que te ha pasado, pero tú estás bien, como te encuentras”



Contesto:



“Si Javier, yo ya estoy bien un poco baja de moral por lo que me ha pasado y aún necesito un poco de reposo y recuperación, pero si estoy bien, gracias”



Me dice:



“Mira, Esperanza, he tenido tiempo de pensar lo que me dijiste y sigo pensando lo mismo. No me importa tu edad, que estés casada ni nada solamente quiero estar contigo. Sé que tendré que estar solamente las veces que tú puedas, pues entiendo que al estar casada solamente será de vez en cuando y cuando puedas. Y me gustaría ser el padre de un hijo contigo, pero eso ya sé que ahora no es el momento. Por favor dime que si quieres que estemos juntos, estoy deseando volver a estar contigo. Dime cuando podemos vernos, cuanto antes mejor, si tienes que recuperarte puedo esperar un poco, pero caso contrario busca un momento cuanto antes, te quiero”.



Su respuesta me lleno de alegría, pero también de preocupación. No quería hacerle daño, se le veía (iba a decir enamorado, pero me parece mucho) encoñado hasta la medula por mí y lo de querer tener un hijo conmigo eso ya me quedo……, bueno calle un ratito y al ver que no contestaba me dijo:



“Esperanza, estas ahí, dime algo, me oyes”



Le conteste:



“Si Javier, estoy aquí, lo que pasa es que tu confesión me ha sorprendido y cogido algo de sorpresa. Mira yo si quiero verte y estar contigo de vez en cuando e ir enseñándote todo lo que pueda para ser un experto con las mujeres, pero es que me parece que tú quieres más y yo de verdad no quiero hacerte daño. Pero te vuelvo a decir que si quiero volver a estar contigo. Vamos hacer una cosa, dentro de dos semanas que yo ya estaré mejor y recuperada del todo y mi marido estará de viaje quedamos y nos vemos (le dije dentro de dos semanas, porque la semana siguiente estaría por lo menos dos ó tres días ocupada trabajando en casa de Marisa y no quería que el supiera que seguía haciendo de puta, pero bueno las historias que viví en casa de Marisa esas forman parte de otra saga que con el tiempo si les siguen interesando mis relatos les contaré). Llámame el lunes de esa semana y quedamos. Un beso Javier, hasta pronto, piensa en mí, adiós”



Y colgué el teléfono. Cuando colgué se me iluminó la cara, me volvió la alegría a ella perdida por la desgracia de perder el hijo que llevaba en mis entrañas.



Pasó el tiempo que le había dicho y el lunes a las 10,00 de la mañana me  sonó el teléfono, era Javier, descolgué y le dije:



“Si, ¿quién es?”



Me contestó:



“Hola, soy yo Javier, quedamos en llamarnos hoy, es buena ocasión”



Le digo



“Si, Javier, ya creía que se te había olvidado. Mira mi marido estará fuera desde el miércoles al viernes a mediodía, podemos vernos en ese tiempo cuando quieras. No sé si podré quedar por la noche contigo pues ya sabes que tengo a mi hijo y si no se va a dormir a la casa de algún amigo tengo que estar aquí por lo menos a la hora de cenar. Vamos hacer una cosa el miércoles quedamos si puedes a las 6 de la tarde en algún lado que te venga bien a ti y a mí y nos vemos y hablamos y ya planeamos que podemos hacer el jueves .Yo voy a buscar a ver si convenzo a mi hijo para que se acueste en casa de algún amigo, le diré que he quedado con unas amigas para cenar y que después nos iremos a tomar algo y que igual vengo tarde o me quedo por Madrid en casa de alguna de ellas a dormir, te parece bien”.



Dice:



“Muy bien, me parece fantástico, podemos quedar aquí en Alcobendas, en el centro comercial La Gran Manzana, te parece”



Le contesto:



“De acuerdo, entonces el miércoles a las 6 de la tarde en La Gran Manzana, vale, un beso”.



Y colgué. Entonces me puse a pensar que me ponía, era ya finales de Mayo, no quería ir enseñando ni provocando, pero a la vez quería encenderle y gustarle, en este primer encuentro no quería que pasara nada, solamente hablar y calentarle un poco para que tuviera más ganas al día siguiente, por eso no me preocupe de la ropa interior para esa primera cita, sin embargo para la del Jueves ya tenía pensado cual.



El miércoles comiendo le dije a mi hijo que esa tarde saldría de compras y que volvería sobre las 9,30 ó 10 de la noche, que si venía y no estaba que no se preocupara que fuera cenando (que le dejaba la cena en la cocina) que yo lo haría cuando volviera.



Después a las 4,30, me comencé a vestir, decidí que Javier me viera insinuante, elegante, pero no provocadora. Tomé del armario un vestido de verano blanco, ajustado que me marcara mis curvas y resaltara mis pechos, tenía un escote interpretable. Es decir, que insinuaba, pero no dejaba ver. Que permitía fantasear, pero no ir más allá. Mi talla 100 de pecho, (antes del embarazo) ahora se había convertido en 110, y a veces, da ese juego. Debajo, opté por un braguita fina más pequeña que mi talla habitual, también blanco y transparente, que se introducía por mi trasero. La redondez de mis formas hacía que, al estar tan ajustado, también me separara los labios de mi vagina. Maquillada y perfumada, calcé unos zapatos blancos de tacón, a juego con el bolso y el me puse un color suave al pintarme  mis labios, y salí de casa.



Cuando llegue a la Gran Manzana, busque aparcamiento y tras dejar el coche subí al vestíbulo donde había quedado con Javier, al entrar le vi sentado esperando. Me acerqué por detrás y con mis dos manos le tapé suavemente los ojos. Rápidamente, subió la cabeza, sonrió y llevó sus palmas hacia mis manos. El roce de su piel contra la mía me hizo sentir una sensación nueva entre  emocional, sexual y física, no sabría definirla.



El entonces me dice:



“Creía que ya no venías”



Dijo, a modo de saludo, mezclándolo con una sonrisa.



Y yo le pregunte:



-¿Quién soy?



Contestando él:



“Mi queridísima Esperanza. No te conozco y ya eres inconfundible”



Yo continúe diciéndole:



“”Eres muy impaciente, pues faltan aún 5 minutos para la hora que habíamos quedado y ya dudabas si vendría”



Me dijo:



“No, no, no era eso, es que como llevo tanto tiempo deseando este encuentro, pues se me ha hecho muy larga la espera y porque no te diré la verdad he llegado a pensar que te echaras para atrás”



Decía esto a la vez que me miraba en mi posición inclinada hacía él, le note como si tuviera un poco de  vergüenza desde el primer momento, pues se le notaba incómodo desde que me vio aparecer. En un principio, bajó la cabeza, pero luego volvió a mirarme y en la posición que estábamos (antes descrita) me veía descaradamente mis tetas. Era absolutamente descarado y se embobaba observando, desnudando mis pechos, que estaban aprisionados en un sujetador blanco transparente y que dejaba a entrever un canalillo que hubiera servido de evasión solitaria y copiosa durante semanas a cualquier hombre. Al darme cuenta de su incomodidad y pensando que podía ser porque nos viera algún conocido suyo, le dije:



“Si quieres podemos ir algún sitio fuera de aquí que estemos más tranquilo y que no nos conozca nadie, si así te encuentras más cómodo”



Me contesto:



“Si, pero no hace falta que nos vayamos fuera de Alcobendas, podemos ir a mi estudio, que no hay nadie pues vivo solo”



Entonces le pregunte:



“Javier , ¿pero tú no eres de aquí?, ¿no vives con tus padres?”



Me dijo:



“No, yo no soy de aquí, soy de un pueblo de Ciudad Real, lo que pasa que estoy estudiando en la Autónoma y mis padres (que son gente de dinero), me han alquilado un apartamento aquí en Alcobendas, pues  yo les dije que no quería compartir piso con nadie. Mis padres vienen algún fin de semana que otro a verme pero viven en el pueblo. Por eso te digo que mi apartamento es el mejor sitio para estar, si a ti te parece”



Le conteste:



“De acuerdo, vamos al coche, tú me guías”



Esta revelación, cambiaban las cosas para mejor, pues de esa forma si teníamos que ir algún sitio siempre tendríamos su apartamento donde estaríamos solo y sin que nadie nos molestara. Cogimos el coche y tras callejea unos minutos llegamos a su apartamento. Era un apartamento pequeño, con dos habitaciones, cocina, salón y servicio y una terraza, estaba muy bien amueblado y completo, se le veía limpio y aseado.



Nada más entrar, me puso contra la puerta y me dio un beso en toda la boca, haciéndome sentir unas cosquillas en mi estomago y en mi coño. Le separé (pues no quería que hoy pasáramos de un simple calentón el plato fuerte quería tenerlo al día siguiente que contaríamos con más tiempo), haciéndome un poco la enfadada y le dije:



“Mira Javier, antes de empezar nuestra relación o nuestros encuentros, quiero que quede muy claro unas cosas:



Yo nunca voy a dejar a mi marido, le quiero y estoy enamorado de él.



Tú estás seguro de querer llevar a cabo esta relación, date cuenta que soy una mujer veintitantos años mayor que tú y te puedes aburrir. Y si se enteran tus padres podemos tener problemas.



Yo, respecto a lo que me decías de tener un hijo tuyo, ahora no estoy para pensar en eso después de lo que me ha pasado y aparte creo que sería una locura, pues tú nunca podrías decir que eras el padre, pues yo lo negaría y siempre diría que era de mi marido. Quiero que si esto ocurriera alguna vez así lo asumas.



Yo estoy dispuesta a estar contigo todas las veces que pueda yo ( ya sabes por mis cosas u caso personal) y a ti te apetezca, pero nunca me recrimines sino puedo estar o lo que yo haga con mi vida. Te enseñaré todo lo que pueda enseñarte de cómo estar, tratar y hacer disfrutar a una mujer incluso podría convertirme en tu puta si llegara el caso en que tú me comieras mi cerebro y solo me hicieras pensar en ti.



Esta relación será un secreto entre tú y yo y aquellas personas que de mutuo acuerdo queramos que se enteren o participen de su conocimiento.



No quiero ningún reproche, y esto lo dejaremos de buenas formas y maneras cuando alguno de los dos lo decida o caso contrario seguiremos para siempre.



Dime ahora si estás de acuerdo o no, antes de comenzar. Pero si estás de acuerdo es para cumplir con esta serie de condiciones, caso contrario lo dejamos ahora mismo cogemos cada uno nos vamos por nuestro lado, seguimos tan amigos y aquí no ha pasado nada”



No tardo nada en contestar, rápidamente dijo:



“Si, de acuerdo en todo Esperanza”



Yo le contesté:



“Javier, no seas tan impulsivo, piénsalo, luego no quiero lamentaciones, de acuerdo”



Me dijo:



“Joder Esperanza, que sí, que si quiero, llevo madurándolo y pensándolo desde que estuve contigo la primera vez en la casa de putas y quiero estar siempre contigo y no perderte y deseo tener un hijo contigo aunque no lo pueda reconocer, vale, te quiero, y si insistes tanto por la diferencia de edad, quiero decirte y que sepas que a mí siempre me han atraído las mujeres mayores como tú”



Mi cuerpo subió varios grados más ante aquel reconocimiento de un chico que era ya un hombre. Me acerque a él y dándole un beso con lengua y acariciándole la espalda le dije:



“Que te gusto,  me deseas,  en una palabra que te pongo vaya”



Dije riendo, intentando ocultar el comienzo de las ganas de comérmele que me estaban entrando, la atracción tan extraña que sentía entonces.



El me dijo:



“No solo eso, te quiero y es que… es que estás muy buena Esperanza”



Y diciendo eso, de pronto y sin saber cómo, me encontré apretado a él, besándole en la boca, sintiendo el contacto de su cuerpo contra el mío. Él  al notar mis pechos contra el suyo se puso al rojo vivo, empezando en el acto a trepar su polla. Yo al  notarlo me apareció en mi cara una sonrisa pícara que creo que él nunca olvidará.



Yo mire hacía su entrepierna y noté que debajo había un buen trozo de carne, quizás no de las dimensiones del de Carlos, entonces debido a la calentura que me estaba subiendo le pregunte:



-¿Quiéres vérmelas?



Indicandole mis tetas..



Javier me preguntaba con su rostro…



“Las tetas”



Le pregunto:



“Mis tetas. Te gustan, ¿no? ¿Quieres vérmelas?



Le pregunté ansiosa, de que me dijera que si.



“Joder, claro. Sería… Sería la …hostía…., Esperanza… “



Noté perfectamente que su polla aumentaba de grado, aún más.



Sonreí, satisfecha porque accediera, aunque algo dentro de mí me decía no, no, no… Tomé, con mi mano izquierda, la tiranta derecha del vestido y viceversa. Puse auténtica cara de puta. Me mordí el labio inferior. Me sacudí el pelo. Me di la vuelta. Las tirantas bajaron, quedando a la altura del antebrazo. Javier resoplaba mientras me daba la vuelta. Mis brazos tapaban la parte importante de mi sujetador mientras me contorneaba como una  bailarina de. Hacía todo tipo de gestos, como cualquier actriz erótica. Repetí la acción de las tirantas del vestido con el sujetador, esta vez sin darme la vuelta. Resoplé, sacudiéndome el calor. Sonreía de nuevo, ante la tremenda excitación de Javier y la mía propia. Notaba mis aureolas contraídas y mis bragas ya con líquido de mi interior. Con cuidado, fui sacando mis tetas del sujetador, aunque las tapaba con las manos. Cuando ya estaban fuera, me volví de nuevo. Javier, tras mirar mi espalda, vio perfectamente como mis brazos soltaban mis pechos. Sólo tenía que volverme para disfrutar de su mayor deseo. Lentamente, llevándolo hasta la impaciencia absoluta, me giré, bailando y me volví a tapar los pechos con las manos. Sólo cuando estuve de frente, pregunté, con la voz más sugerente y caliente que pude.



-¿Preparado?



Contesto:



“Si, si…”



 Javier estaba al límite y su entrepierna  apuntaba al techo de forma violenta, totalmente empalmado.



En ese momento bajé mis manos y mis tetas cayeron por su propio peso hasta su lugar natural, no sin un considerable balanceo por el movimiento y su volumen. Javier hizo un gesto de admiración.



Yo le pregunte:



-¿Te gustan?



Dije, dando un paso hacia él.



El con los ojos muy abiertos decía:



“Joder, joder. Claro. Son preciosas. Es lo mejor que he visto en mi vida. Qué melones… joderrrrrrrrr



Sonreí, satisfecha. Mi felicidad sólo se truncó cuando ví a Javier acercarse a mí, entonces le dije:



“Eh, eh, eh… Sin tocar. Todavía no es el momento.”



Entonces él contrariado me dijo:



“Joder, Esperanza, déjame tocarlas, estoy muy caliente y …”



Yo le dije:



“No, Javier, aun no”



Miré su paquete de nuevo y aquello estaba desmesurado. Deseaba aquel chico, deseaba perderme en mi placer, deseaba evadirme, lo necesitaba. Mi coño ya estaba echando humo y estaba absolutamente cachonda por una situación que yo misma había provocado. Me decidí. Di un paso más al frente y mi rostro quedó a escasos centímetros del de Javier. Acerqué mi boca a la suya. Abrí los labios y le mordí el suyo inferior. Ahora o nunca. Estaba tan caliente como nunca. Quería. Deseaba. Ansiaba. Morbo. Humedad. Me iba. Y se me fue la cabeza…



Mientras Javier comenzaba a comerme la boca y a tocarme las tetas, demostrando su poca destreza, yo introduje la mano por su pantalón hasta llegar a su calzoncillo. Noté el tremendo cambio de temperatura y sólo con el tacto de su pubis me puse cardiaca. Iba buscando sus huevos y, en ello, rocé la piel de su polla. Aquello me dio otra descarga. Javier  masajeaba mis tetas como un poseso y yo alcancé su escroto. Aquello no tenía freno. En aquella habitación  cada vez hacía más calor, pero nada comparado con el fuego que había entre mis piernas y que me invadía hasta el cuello. Manoseé sus huevos, notando que se contraían, pero que tenían bastante cuerpo. Javier  puso las manos en mi culo y yo alcancé su polla. El tacto caliente, hirviendo y pringoso de su miembro me izó subir varios escalones más en mi ya excesiva calentura o deseo. Recorrí con mi mano su pene, desde el tronco hasta el final, sorprendiéndome al tacto de la envergadura de su instrumento.



Le bajé el pantalón y calzoncillo hasta por debajo de su culo y ante mí saltó un pollón de grueso, venoso, descapullado, capaz de saciar a 5, 6, 7, 8 mujeres una misma tarde. Su capullo, ya húmedo, era grueso, amenazador, imponente. Mientras me deleitaba con aquella visión, Javier fue hacia mi pubis. Me bajó las bragas. Y yo no pude hacer otra cosa que facilitarle la labor y arquearme un poco de piernas. Noté que tres de sus dedos desaparecían en mi interior del tirón, sin resistencia. Y advertí que el chico sabía lo que hacía, pues con su dedo gordo buscaba intensamente mi clítoris.



Yo, por mi parte, tomé aquel pedazo de polla que me provocó mas derrame de humedad, no sin antes escupir en su capullo, y comencé a pajearlo. Me daba igual su edad. Era su polla y sus dedos. No había más.



Mi cuerpo no pudo más. Comencé a sudar y, en menos de dos minutos, noté que la espalda notaba una tremenda sensación y que, la acción de Javier, me acercaba a un orgasmo que me impedía  dejar de gritar entregada, ida, durante casi un minuto. Aquel chico, me llevó hasta el último escalón y la doble masturbación, la penetración en la vagina y la estimulación del clítoris me llevó a otro de los mayores orgasmos de mi vida. Percibía la cara de esfuerzo y de satisfacción también, de Javier, sorprendido, seguramente, por haber llevado a una señora casada al éxtasis, al cielo, a flotar, tan pronto, y también por ver cómo de mi coño salían hilos de líquido transparente que llegaban a mis muslos junto con otro, en menor cantidad, mucho más denso, blanco, como un semen con más cuerpo. Las uñas de mi mano izquierda se clavaron en el cuello de Javier y comencé a comerle la boca mientras mi respiración me lo permitió.



Cuando recuperé el sentido, seguramente dos minutos después, y de ver en el suelo restos de mis flujos  internos, recuperé el ritmo en el nabo de Javier y mi mano izquierda bajó hasta sus huevos y abrí mi dedo corazón, para estimular la entrada de su ano. Aquello Javier tampoco pudo resistirlo. Disfrutaba de su cara, del momento, de toda aquella locura cuando de pronto noté un calor intensísimo en el dedo gordo de mi pie izquierdo, en mi mano izquierda, la que estimulaba sus huevos, en la derecha y en mi pierna. Bajé la cabeza y de la polla de Javier salían intensos, poderosos, tremendos, copiosos, latigazos de semen que inundaban el suelo y que, por el descuido y la entrega, no había podido evitar que llegaran hasta mis extremidades. Era imposible que aquel chico, que a saber cuántas pajas llevaba en aquel tiempo de mi enfermedad y silencio pensando en mí, fuera capaz de producir tanto semen. El charco del suelo era considerable, y los restos en mis manos goteaban también de forma densa y blanquecina. Poco a poco fui terminando, aminorando el ritmo. Noté mi boca totalmente inundada de saliva y un principio de lágrimas saltadas. Mientras iba parando, como cuando un tren llega a su estación de destino, comencé a saborear de nuevo la lengua de Javier., y le dije como si estuviera enfadada:



“¡Joder! ¡Me has llenado el vestido!



Efectivamente, un buen churretón de aquel semen fue a parar a mi prenda y ya formaba una mancha de más de dos centímetros de diámetro.



El compujido me dijo:



“Lo siento, no he podido evitarlo ni avisarte…”



Yo le tranquilice:



-Bueno, tranquilo, no pasa nada…- Tomé mis bragas como elemento de limpieza y comencé a quitarme los restos de coño y después los restos de Javier de mis manos, mis piernas, mi tobillo, frotando después compulsivamente el vestido, sin ningún resultado.



Entonces el me dijo:



“¿Me las dejas?”



Yo pregunté con la mirada, extrañada.



“¿Las bragas?”



Y él me contestó:



“ ¿Me las dejas? Para limpiarme el capullo…”



Yo le dije:



“Joder Javier. Podías limpiarte con tu camiseta. Toma…”



Esperé a que se limpiara para devolver la prenda a mi pubis, mientras cubría mis pechos. Sudando, y con la mirada fija en el charco de semen del suelo, cuando Javier volvió a sorprenderme, diciéndome:



“Regálamelas…”



Yo le conteste:



“Javier, no puedo regalarte mis bragas cada vez que estemos juntos, esta vez no, quizás mañana, te regale las que traiga que serán especiales, contento.”



Yo recogí mis bragas una vez que él también se había limpiado y me las puse de nuevo notando en mi pubis la humedad de su corrida y mis flujos.



Estuvimos hablando un rato, donde nos contamos cosas de nuestras vidas y nos fuimos conociendo mejor..



Entre comentario y comentarios nos metíamos manos unas veces uno y otra veces el otro, llevándonos a tener varios orgasmos, sin necesidad de llegar al coito en esa tarde y si ponernos a cien y despertar en nosotros un deseo del uno por el otro muy grande. Eso era  lo que me había propuesto que pasara esa tarde y lo conseguí, quería tenerle caliente a tope para nuestro encuentro del día siguiente y que se sintiera impaciente por que llegara.



A las 9,00 de la noche nos despedimos con un último beso con lengua recorriendo cada uno la geografía interior de la boca del otro y sobando nuestras manos las partes del cuerpo más intimas del otro.



Al llegar a mi casa, mi hijo aún no había llegado, le esperé para cenar y en la cena le dije que había quedado con mis amigas para salir al día siguiente a  cenar y tomar algo y que probablemente regresaría muy tarde o me quedaría a dormir en la casa de alguna de ellas en Madrid. Que porque él en vez de quedarse solo en casa no llamaba algún amigo y se quedaba a dormir mañana en su casa, que así yo me iría más tranquila. Llamo a Alberto y este le dijo que no había problemas que se quedara en su casa.



Continuará.


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