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Hacía ya más de cinco años que mis padres se habían separado. Yo vivía entonces con mi madre solo, ya que mi padre se había largado y no quería saber nada de custodias ni de nada de eso. A mí me había herido un poco al principio, pero al poco tiempo todas las heridas se curan, y ésta no fue una excepción.
La vida no era nada mala de todas formas con mi madre. Ella tenía por entonces 42 años y tan sólo se dedicaba a ir a trabajar a la oficina por la mañana y a ocuparse de la casa por las tardes. No había querido rehacer su vida con ningún hombre, ya que decía que bastante había tenido ya con mi padre, así que vivía sólo para su ocio y para mi comodidad.
Los dos nos llevábamos muy bien, tal vez porque nos parecíamos mucho en carácter y nos entreteníamos y divertíamos juntos no pocas veces. Solíamos ir al cine una vez por semana y a veces pedíamos unas pizzas a casa y nos la comíamos viendo una peli alquilada, generalmente elegida por mí. Otras veces, nos íbamos a un local de fuera y nos la tomábamos por ahí.
Mi madre era realmente buena y comprensiva conmigo y yo la quería mucho. Los dos nos comprendíamos mutuamente y sabíamos lo que nos gustaba. Estábamos realmente muy unidos y lo pasábamos bien juntos, mejor de lo que lo pasaba con mis, mucho mejor. Teníamos plena confianza el uno en el otro y pasábamos gran parte del día juntos.
Estábamos tan unidos que la mayoría de las noches dormíamos juntos. Ella me decía que le daba miedo dormir sola, y que desde que era una niña le había pasado, de modo que la gran mayoría de las noches los dos compartíamos cama. A mí desde luego no me importaba, ya que no era tampoco un ejemplo vivo de valentía en la oscuridad.
Pero todavía no os he descrito a mi madre. Como he dicho era entonces una mujer de 42 años, de pelo oscuro, ojos marrones y piel bastante blanca. Medía 1’64 y estaba bastante rellenita, pero sin llegar a ser gorda. Sus pechos necesitaban la talla 100 de sujetador y sus caderas eran anchas, pero no en demasía, dando forma a un culo ancho, pero muy bien hecho y bastante firme. Sus piernas estaban muy bien hechas y sus muslos eran gordos y bien proporcionados. En cuanto a sus pies, estaban muy bien hechos y eran bastante pequeños, de la talla 35. Solía llevar las uñas pintadas de rojo o morado, ya que le gustaba lucir sus pies y, a veces, que se los acariciara yo cuando estábamos en el sofá viendo la tele.
En cuanto a mí, yo era entonces un adolescente normal. Medía 1’59, tenía el pelo negro y era algo flaco, todavía sin desarrollar. No había tenido novias ni nada de eso, pero cada vez me interesaban más y tenía más necesidad de algo que no sabía cómo definir.
Una noche, después de cenar, mi madre y yo veíamos un programa en la tele como de costumbre. Ella estaba tumbada en el sofá y yo estaba en el otro extremo con sus pies sobre mí, acariciándoselos. Ella llevaba puesto un camisón blanco que se transparentaba bastante y no le llegaba ni a la rodilla, cubriendo sólo tres cuartas partes de sus muslos. Como he dicho, yo tenía las hormonas por aquella época algo alteradas y al más mínimo estímulo me ponía erecto. Yo no sabía qué era aquello (sí, ya sé, era un poco retrasadillo en eso ) y algunas veces me llegaba a asustar.
Aquella noche, como iba diciendo, mi madre tenía sus pies sobre mi regazo y yo se los acariciaba, ya que esa era una de sus mayores debilidades. Tenía las uñas pintadas en negro aquel día y sin darse cuenta de vez en cuando rozaba con sus pies mi entrepierna. Yo llevaba puestos sólo unos calzoncillos pequeños y ajustados, ya que era verano y mi madre había puesto sus pies varias veces sobre mi bulto. Alguna vez incluso lo apretó y lo acarició intencionadamente con sus cinco dedos, tal vez sin ser muy consciente de ello, ya que estaba ensimismada viendo la tele.
Yo me puse totalmente erecto y mi bulto se hizo obscenamente grande bajo la tela de mis calzoncillos. Afortunadamente a mi madre no le dio por tocarme en ese momento. Yo aproveché, algo preocupado, para ir al baño a ver qué me pasaba. Cuando volví, me dirigí muy tenso por los nervios de no saber qué tenía hacia mi madre. Antes de llegar al sofá (que me daba la espalda al estar la puerta del pasillo justo opuesta a él ) paré un momento para reunir el valor suficiente. Respiré hondo y me dirigí hacia el sofá. Me quedé justo detrás de éste y le dije en un tono nervioso:
-Mamá…me pasa algo en mi…en mi colita…No sé qué tengo…
-¿Qué…? ¿Qué te pasa, cariño…? -me preguntó mi madre muy alarmada sentándose sobre el sofá de un respingo.
-No lo sé…Es algo raro que me viene pasando mucho últimamente…No sé qué es… -le respondí aún más nervioso y tenso.
-Tranquilo, cariño…Ven, acércate y déjame ver…
Yo le di la vuelta al sofá y me dirigí con sólo los calzoncillos puestos hacia mi madre. Ésta estaba mirándome todo el rato algo asustada y yo me coloqué a unos treinta centímetros de ella.
-Bájate los calzoncillos para que te pueda ver la colita, cariño… -me dijo dulcemente.
Yo deslicé despacio la exigua prenda hacia abajo, primero por detrás y luego poco a poco por delante. Al principio se me quedaron los calzoncillos “enganchados” en mi erecto pene, pero finalmente salieron y mi pene surgió violentamente de detrás de la prenda. Era un pene enorme. Yo no lo sabía, pero 20 cm era mucho. Además, me medía 5 cm de diámetro y tenía el glande completamente fuera, de color violáceo y húmedo.
La cara de mi madre expresó claramente la sorpresa que se había llevado al ver lo bien dotado que estaba. Al principio no dijo nada, completamente alucinada, pero luego reaccionó y me preguntó:
-Bu… ¿Qué es lo que te pasa en la colita…?
-Que… que se me ha puesto dura y grande… y no sé por qué… cr…creo que fue cuando pusiste tus pies sobre mí… -dije todavía tenso-. ¿Qué será lo que me pasa…?
Mi madre se quedó de piedra, tal vez porque había supuesto que yo me enteraría de las cosas referentes al sexo por medio de los o en el colegio. Luego dijo:
-No pasa nada por eso, cariño… Es normal que te pase eso algunas veces… Les pasa a todos los chicos y hombres…
-Pero… ¿por qué…? ¿Por qué se pone tan dura y larga? -pregunté inocentemente.
-Pero, ¿es que no te han enseñado eso en el cole…? -me preguntó mi madre extrañada.
-No… Por lo menos yo no me he enterado…
-Ah… Bueno, pues verás…. Se… se pone así cuando ves a una mujer o a una chica que te gusta o que te toca o algo así… ¿Tú sabes ya bien cómo se hacen los niños? – me preguntó.
-No… Creo que es cuando un hombre y una mujer se dan besos o algo así…
-Bueno, no exactamente… Verás… La colita se les pone así a los chicos para poder meterla dentro de una mujer y dejarla embarazada… ¿entiendes? -me dijo mi madre-. Y no se puede meter si no está larga y dura.
-Y… ¿por dónde se les mete…? -pregunté yo inocentemente, aunque ya tenía cierta idea sobre esto.
-Pues… por… el chocho…
-¿Por la raja que tienen las chicas ahí…?
-Sí… Hay un agujerito y por ahí se mete… -me explicó mi madre.
-Ah… Ya… Bueno, ¿y qué pasa cuando se mete…?
-Pues… hay que… hay que…. meterla y sacarla rápidamente hasta que sale un chorro de líquido blanco de la colita que se llama semen…Todo el proceso de meterla y sacarla y de echar semen da mucho gustirrinín a los dos y por eso es por lo que se hace…
-Ah…Ya lo entiendo…
-Me alegro…Tú no te asustes porque se te ponga dura, es normal y no pasa nada… -me tranquilizó.
Yo me senté todavía desnudo en el sofá al lado de mi madre y ella me dio un cariñoso y tranquilizador abrazo para luego separarse y echarse hacia atrás en el sofá. Yo me quedé sentado donde estaba y también me eché hacia atrás.
-Mamá… -dije
-¿Qué, cariño…?
-¿Me puedo quedar sin calzoncillos…?
-Claro que sí, cariño… -me respondió dulcemente mi madre.
-Gracias…
Los dos nos quedamos allí viendo la tele otro rato. Mi madre me miraba de vez en cuando a mi pene, que ahora estaba semi erecto haciendo una especie de arco en el aire. Más o menos tenía el mismo diámetro, pero estaba más flácido. Entonces se me ocurrió otra cosa. Estaba claro que mi mente preadolescente no pensaba parar.
-Mamá… -dije
-¿Sí, cariño. . ?
-¿Me enseñas tu… tu… chocho… para que pueda ver por dónde se mete la colita…?
-Pero Luis… es que… es que eso no está bien… -dijo mi madre tensa.
-Es que quiero vértelo y verte también las tetas para saber cómo es una mujer…
Un largo silencio se apoderó de la situación hasta que mi madre dijo:
-Bueno, vale… Pero no se lo puedes decir a nadie… ¿vale?
-No, claro que no… ¡Gracias, mamá…!
Mi madre se puso de pie descalza sobre la alfombra y llevó sus manos a la parte inferior de su camisón. Lo fue levantando hacia arriba y se lo sacó por la cabeza. Entonces quedó allí delante de mí en sólo ropa interior. Llevaba puestas unas pequeñas bragas blancas y un exiguo sujetador que apenas podía contener sus enormes tetas.
Entonces, mi madre se acercó a mí y se dio la vuelta delante mía.
-Desabróchame el sujetador, cariño… -me dijo dulcemente.
-Vale, mamá…
Yo me puse de pie y empecé a tocar la prenda por detrás. Mi pene estaba de nuevo completamente erecto y mi glande relucía a causa de los fluidos pre eyaculatorios. Me costó un poco desabrochar el sostén, pero por fin pude y mi madre lo sostuvo un momento por delante. Luego lo dejó caer y sus tetas quedaron libres, balanceándose un poco. Seguidamente, mi madre llevó sus manos a sus braguitas pequeñas y se las fue bajando poco a poco hasta que, al pasar por sus rodillas, cayeron al suelo súbitamente.
-Ahora me voy a dar la vuelta, Luis… ¿Estás preparado para ver a mamá…? -me preguntó.
-¡Sí! -dije entusiasmado.
En ese momento se fue dando la vuelta. Al principio vi solo el perfil de sus tetas, con sus gordos y rojizos pezones coronándolas y luego fui viendo las dos. Finalmente mi madre me enseñó todo su cuerpo desnudo y mi vista bajó rápidamente hacia su entrepierna. La tenía completamente cubierta por su espeso vello púbico, pero no de forma desordenada, sino bien cuidado y con los pelos bien ordenados.
-¿Qué te perece…? -me preguntó mi madre sonriendo pícaramente.
-Eh… yo… Me… me encanta… -le dije sintiéndome extraño.
-Ven, cariño… Siéntate aquí en el sofá con mamá…
Los dos nos sentamos el uno junto al otro en el cómodo sofá de tres plazas. Mi enorme pene erecto apuntaba hacia arriba con mucha fuerza y realmente quedaba un tanto extraño en un cuerpo aún sin desarrollar como el mío. Mi madre me lo miraba visiblemente sorprendida y yo la miraba a ella. Sus enormes tetas se balanceaban y movían con cada movimiento, pero aun así daban la sensación de ser bastante firmes.
-Bueno, ahora te voy a explicar un poco cómo funciona lo de hacer los niños -empezó a decirme mi madre-. Mira… ponte de rodillas delante de mí para ver mejor.
Yo me levanté y me puse enfrente de ella. Mi madre separó sus piernas y las levantó con las rodillas flexionadas. Yo alucinaba al ver su oscuro sexo tan cerca y con su raja semiabierta debido a una excitación que yo no sabía que existía en ella. Me encantaba su forma y el suave aroma que emanaba de él. Su piel rosa interna también me llamó la atención.
Debido a esta vista que estaba teniendo mi pene se puso aún más erecto si cabe y mi glande más morado y húmedo. Mi madre empezó a explicarme un poco lo que estaba viendo.
-Bueno, cariño, mira… -dijo llevando una de sus manos a su vulva-. Esta es la raja por donde el chico debe meter su colita. Exactamente es por aquí… -dijo llevando dos dedos a la entrada de su vagina-. Ahí hay un agujerito por donde se mete y donde se deja el semen para hacer un niño. Y aquí, entre los labios por aquí por la parte de arriba hay una especie de órgano que se llama clítoris. Ese órgano pequeño es el que hace que a las chicas les dé gustito cuando lo hacen con los chicos.
-Ah… -fue lo único que pude decir.
-Entonces, ¿lo has entendido mejor ahora? -me preguntó mi madre.
-Sí, pero… Si ese órgano, el clítoris, es el que da gusto, ¿por qué no se lo tocan las chicas solas…? -pregunté.
-Ah… Pero es que lo hacen en realidad…
-¿De verdad…? -dije yo mientras me volvía a sentar al lado de mi madre y ésta volvía a poner sus piernas juntas abajo.
-Claro… Casi todas o prácticamente todas lo hacen, sobre todo cuando no tienen a un hombre cerca… -me explicó.
-Qué suerte tenéis las chicas… Los chicos nos tenemos que aguantar… -dice decepcionado.
-Oh, no… cariño… Los chicos también podéis hacerlo solos…
-¿De verdad…? -dice entusiasmado
-Claro… Mira, pon tu mano alrededor de tu colita.
Y así lo hice.
-¿Y ahora…? -pregunté.
-Pues ahora mueve la mano de arriba abajo y verás cómo te gusta… -me dijo.
Yo lo hice así y empecé a sentir algo que jamás había sentido antes. La sensación de frustración que tenía al tener el pene erecto y no poder hacer nada desapareció, siendo sustituida por una sensación de placer que iba en aumento. Yo seguí masturbándome por primera vez mientras mi madre me miraba y eso me daba más morbo casi si lo hubiera hecho solo. Entonces, le dije:
-Mamá… ¿Puedes hacérmelo tú…?
Mi madre se quedó un poco sorprendida al principio, pero luego dijo:
-¿Quieres que mamá te dé gustito en la colita…?
-Sí…
Entonces mi madre llevó su mano derecha a mi enorme pene y empezó a masturbarme. Ella lo hacía de otra forma, de una forma mucho mejor. Lo hacía suavemente y de vez en cuando paraba para acariciar mis testículos o para hacer círculos con un dedo sobre mi glande.
-Ahhh… Qué gusto da, mamá… -dije yo.
Ella entonces empezó a deslizar su mano con más rapidez por mi pene, hasta que yo empecé a sentir el clímax acercarse. Entonces, sin que mi madre retirara su mano, un enorme chorro de semen salió disparado de mi pene, llegó a más de medio metro de altura (sin exagerar ) y cayó en su mayoría sobre la barriga de mi madre. Al estar mi miembro orientado hacia mi madre, la segunda descarga de semen cayó sobre una de sus tetas y la siguiente ya cayó sobre mi cuerpo. El resto se lo llevó la mano de mi madre, que se puso toda llena del líquido blanco transparente.
-¿Ves, cariño…? Este es el líquido blanco que te dije… -me dijo mi madre con una voz algo ronca que me extraño un poco.
-Sí, ya veo…Pero te he manchado…Perdona, mamá… -me disculpé.
-Oh, no importa, cariño…Ahora me limpio…
Mi madre se acercó y me dio un suave beso en la mejilla y me dijo:
-¿Te ha gustado…?
-¡Sí!, mucho, muchísimo… -le respondí sin ocultar mis sentimientos.
-Me alegro…¿Sabes…? A mí también me ha gustado…
-¿De verdad…?
-Sí… -respondió mi madre.
-¿Y qué les pasa a las mujeres cuando les gusta un chico o quieren que les metan una colita…? -pregunté
-Bueno…pues…Los pezones se ponen empinados y duros y el chocho húmedo…
-¿Y te ha pasado…?
-Sí…
-¿Quieres que yo te toque el…clítoris para que te dé gusto a ti también…? -le sugerí.
-Me encantaría, sí…Pero no le puedes decir a nadie que nos hemos tocado, eh…
-No, no…
Inmediatamente, puse mi mano sobre el sexo de mi madre y lo empecé a tocar por todas partes. Primero simplemente acaricié el vello, pero luego toqué la raja con un dedo y fui recorriéndola en toda su longitud con él. Mi madre empezaba a suspirar. Echó la cabeza hacia atrás y empezó a tocarse los pezones y a estrujarse las tetas. Entonces yo llegué a donde me había dicho que estaba su clítoris. Empecé a describir círculos alrededor de él y mi madre empezó a gemir.
-Ahhhh…. ahhhhh…. así, cariño…. así…. -decía gimiendo.
Yo seguí haciéndolo, suavemente todo el tiempo. Ella se retorcía de placer en el sofá, y yo no la dejaba ni un solo instante. Dejé su clítoris y recorrí su raja de nuevo, esta vez con dos dedos. Estaba mucho más húmeda que antes, y mis dedos se deslizaban con suma facilidad por entre sus labios. Paré un poco y acaricié sus pelos pasando la palma de mi mano con ellos. Era como un sueño estar haciendo aquello, pero yo no perdí los nervios demasiado, simplemente seguí curioseando su vulva, algo que yo jamás había visto antes.
De nuevo toqué su clítoris y describí círculos alrededor de él. Mi madre seguía gimiendo y soltando gritos ahogados mientras se estrujaba las tetas y los pezones, aún húmedos por mi semen. Unos minutos después de empezar mis caricias, mi madre se retorció violentamente y gimió atropelladamente. Había llegado al orgasmo. Llevó una de sus manos a donde estaba la mía y la puso encima acariciándomela.
-Gracias, cariño…le has dado mucho gusto a mamá… -me dijo dándome otro beso en la mejilla.
-¿Te ha gustado de verdad…? -le pregunté algo incrédulo.
-Sí, mi amor…lo has hecho muy bien…
Los dos nos quedamos el uno junto al otro un rato. Era ya casi medianoche, así que nos estaba entrando sueño.
-Bueno, nene…Vámonos a la cama… -dijo mi madre levantándose.
-¿Puedo dormir contigo esta noche, mamá…? -le pregunté
-Claro que sí…Además, sabes que me gusta dormir contigo…
-No, pero yo me refiero a si podemos…si podemos dormir sin ropa… -le dije habiendo reunido todo el valor necesario.
-¿Por qué…?
-Pues…porque quiero…quiero poder acurrucarme a ti sin ropa y darte besos y eso como hacen los mayores en la cama…
-Pero, Luis… -dijo mi madre con mirada pícara
-Bueno, si no quieres, no… -le dije
-Que sí, nene…Que lo podemos hacer…Podemos jugar un rato en la cama si quieres…
-¡Gracias, mamá…! -grité lleno de júbilo
Los dos nos fuimos a su habitación. Ella se detuvo un rato en el cuarto de baño para lavarse los dientes y todo eso, cosa que yo ya había hecho antes. Luego, vino sin ropa y con el pelo (que normalmente le llegaba a la base del cuello) en una coleta detrás. Yo estaba sentado en la cama de matrimonio con la espalda sobre el cabecero y el pene semi flácido haciendo el arco que antes he descrito.
-Bueno, ¿ya estás preparado para jugar con mami, cariño…? -me preguntó amorosamente mi madre.
-Sí, mamá…
Me madre se sentó a mi lado en la cama y se acercó a mi cara. Con sus labios me dio un beso breve en los míos. Luego llevó su mano a mi pene y comenzó a acariciármelo y sobármelo hasta que de nuevo lo puso erecto. Entonces paró y me dijo:
-¿Qué te parece si los dos nos acariciamos ahí…? Yo juego con tu colita y tú con mi chocho, ¿vale?
-Vale, mamá… -le dije.
Los dos empezamos a tocarnos nuestros genitales. Yo deslizaba mis dedos por entre su raja, la cual estaba de nuevo húmeda y ella me masturbaba lentamente. Mis dedos se centraron de nuevo en su clítoris y ella empezó a gemir más fuerte ahora. Con la otra mano yo empecé a acariciar sus tetas y a pellizcar sus duros pezones, jugueteando con ellos. Ella seguía mientras tanto tocando cada rincón de mi sexo, acariciando mis testículos o simplemente deslizando su mano de arriba abajo. Estuvimos así un rato, hasta que mi madre llegó a un segundo orgasmo, retorciéndose y casi chillando de placer. Yo aún no había eyaculado, y ella me soltó. Pensé que todo había acabado ahí y que iba a pasar de mí, pero me equivocaba.
Mi madre se levantó un momento y fue al cuarto de baño. Yo miré hacia donde había estado sentada y descubrí una mancha amarillenta, provocada por sus fluidos vaginales. Al poco, mi madre volvía del baño con un bote de algo en la mano. La sustancia que había dentro parecía ser amarillenta, pero no lo vi bien. Lo dejó encima de la mesilla de noche y me dijo que volvería enseguida. Yo miré el bote y vi que era vaselina. Mi madre volvió después de cinco minutos y se sentó donde había estado antes. Me empezó a acariciar el pene de nuevo, el cual pasó otra vez de un estado de semi erección a erección completa.
-Luis… -me dijo
-¿Qué mamá…? -le pregunté yo
-¿Quieres que mamá te chupe la colita en vez de tocártela…?
Yo me quedé pasmado. Jamás había oído que eso se hiciera, pero respondí:
-Sí, mamá… Pero, ¿no estará sucia o algo…?
-No, cariño…
-Es que como antes eché semen y después hice pis también, pues… -expliqué
-No importa, cariño…A mamá le gustará el sabor de la colita de su nene…
-Vale…
Mi madre se puso de rodillas a mis pies y separó mis piernas metiéndose entre ellas. Poco a poco se fue agachando hasta que su cara quedó a unos diez centímetros de mi glande. Mi madre pasó su nariz olfateándolo y luego también todo el pene.
-Mmm, me encanta cómo te huele, nene… -dijo-. Ahora te la voy a chupar un ratito y verás cómo te gusta.
Entonces empezó a lamer con la punta de su lengua mi glande y luego recorrió el pene en toda su extensión, lamiendo aquí y allá…Luego metió todo el glande en su boca y finalmente la mitad de mi pene. Entonces empezó a subir y a bajar con sus labios apretados contra mi miembro, prestando especial atención a la base de mi glande.
Mi madre gemía y decía muchos “mmm” mientras me chupaba, y yo sentía cómo la punta de su lengua rodeaba mi glande por todo su contorno. Daba un placer indescriptible y yo me sentía al borde del clímax ya. Mi madre no paraba y yo temía que fuera malo lanzar el semen en su boca así que le dije:
-Mam…mamá…. creo que voy a…que voy a…
En ese mismo momento exploté. No había podido remediarlo y me había corrido en su boca. Lo que me extrañó fue que mi madre no se detuvo, es más, gimió con más fuerza y yo la sentí lamer mi glande y tragar mi semen. Cayeron dos chorros de mi esperma por los lados de mi pene, pero mi madre los lamió y se los tragó saboreándolos un rato en su boca.
Había sido algo increíble y los dos nos quedamos el uno junto al otro en la cama tocándonos y acariciándonos. Ella me tocaba el pecho y yo a ella las tetas y los pezones. Los dos nos fuimos quedando más y más quietos hasta que el sueño nos venció y los dos nos quedamos dormidos. Había sido un día que no olvidaría fácilmente, en el que había aprendido cosas que casi no sabía que existían.
A la mañana siguiente, los dos nos despertamos a la misma hora. Estábamos aún medio dormidos, pero mi madre me acariciaba un brazo dulcemente con su mano. Yo a ella le hice lo mismo lentamente y me sonrió cariñosamente con sus rojos labios. Luego me acarició el pecho con su mano vuelta del revés pasando sus uñas por mi piel. Eso me hacía un poco de cosquillas, pero aguanté y le sonreí cariñosamente también. Mi madre se acercó a mí con su cara y me dio un pequeño beso en los labios.
-Te quiero, cariño… -me dijo con la voz más dulce que jamás he oído.
-Yo también a ti, mamá… -le dije yo.
Entonces los dos nos levantamos, desayunamos y nos fuimos de compras a un hipermercado cercano. Mi madre me llevó gran parte del tiempo cogido de la mano, apretándomela fuerte y acariciándomela con el dedo gordo. Todo el tiempo me estuvo llamando “cariño mío” y cosas por el estilo de una forma muy llena de amor. Me dijo que me llevara todo lo que quisiera, que comprara chucherías, galletas, refrescos, y todo lo que se me antojase. Me dijo que es que no quería salir mucho en los próximos días, ya que el calor empezaba a ser insoportable y que por eso quería llevarse de todo. Yo no era muy caprichoso, pero me llevé algunas cosas que vi.
Cuando pagamos la cuenta, mi madre dijo que se lo enviaran todo a casa, así que los dos nos fuimos al coche de nuevo y nos dirigimos a casa. Por el camino, mi madre paró un momento en la farmacia. Me dijo que me quedara en el coche, así que allí me quedé esperando. Cuando volvió traía una bolsita con algo dentro. Me la dio y vi que eran unas pastillas extrañas y aspirinas. Visto esto, los dos seguimos nuestro camino hasta llegar a casa.
Entramos en casa y nos relajamos un poco con el aire acondicionado puesto al máximo. Mi madre fue a su habitación a cambiarse y yo me fui a la mía. Me puse sólo un bañador y me fui a ver la tele al salón. Una vez allí, me senté en uno de los sillones individuales y lo recliné un poco para estar más cómodo. Pensaba mucho en lo que había pasado la noche anterior. Había aprendido en una hora lo que no había aprendido en años y sentía unas ganas terribles de volver a hacer esas cosas con mi madre.
Ésta apareció pronto con una bata de estar por casa puesta. Estaba descalza como de costumbre y caminaba sobre la moqueta hacia mí. Pero en el último momento se desvió y se sentó en el sofá. No estaban poniendo nada interesante en la tele, así que pronto estábamos los dos s. Mi madre me miró sonriendo y me dijo:
-¿Por qué no te vienes aquí con mamá, cariño…?
-Voy, mamá -le respondí.
Me senté a su lado y ella me rodeó los hombros y empezó a acariciarme el pecho de nuevo con sus uñas y el brazo con su mano. Yo me sentía en el paraíso sintiendo la suavidad y el amor de mi madre en mi cuerpo y no quería que acabara ese momento. Ella siguió acariciándome mientras veíamos la tele y yo le respondí cogiéndole su mano libre y acariciándosela.
-Mamá…te quiero…Te quiero mucho… -le dije
Ella me sonrió cariñosamente y me dijo que también me quería. Luego siguió tocándome, esta vez pasando la palma de su mano por mis brazos, por mi pecho y por mi barriga plana y algo musculosa.
-Nene… -me dijo mi madre
-¿Qué, mamá…?
-¿Te gustó de verdad lo que hicimos ayer…? -me preguntó algo seria.
-Pues claro que sí, mamá…Me encantó…Nunca me había sentido tan bien… -le aseguré yo.
-¿No lo hiciste obligado…?
-Claro que no, mamá… Tú me dijiste lo que le pasaba a mi colita y por qué y me ayudaste a quitarme la sensación tan rara que tenía…Lo que pasa es que ahora siento algo distinto…algo un poco extraño… -le expliqué.
-¿Qué, amor mío…? -me preguntó
-Pues…es como si te quisiera mucho más de lo que te quería antes…o de una forma diferente, no sé…Quiero estar contigo todo el tiempo y acariciarte y darte besos…
-Oh, cariño…a mí también me pasa eso…Necesito tenerte a mi lado todo el tiempo y tenerte cogido de la mano y acariciarte…
-¿Y por qué nos pasa…?
-Pues…verás…Es porque hemos empezado a querernos como hombre y mujer, y no como madre e hijo…Son dos formas de amor distintas… -me explicó mi madre.
-¿Y cómo puede aliviarse esa sensación…? -le pregunté
-Sólo como lo estamos haciendo…Tocándonos y besándonos…
-Pero eso no llega a ser suficiente me parece…
-No lo es…es verdad…Hay que llegar hasta el final… -me dijo.
-¿Haciendo el amor…?
-Sí…Sólo así se cura…pero en realidad sólo se alivia…La verdad es que el amor no tiene cura…es como una necesidad continua de la persona a quien amas y de la que no puedes escapar…
-¿Y vamos a hacerlo nosotros, mamá…? -le pregunté preocupado por su respuesta.
-Sólo si tú quieres cariño…Yo no te puedo forzar a hacerlo…
-¿Tú quieres hacerlo conmigo…?
-Cariño…Yo te amo…te amo y te necesito como nunca he necesitado a nadie y quiero hacer el amor contigo…No hay otra cosa en el mundo que yo quiera más que sentir tu piel y tu cuerpo junto al mío y que nos demos gusto los dos… Pero lo que no sé es si tú me querrás tanto como para llegar a eso…-me dijo con tono triste.
-Mamá…yo te quiero más que a nada en el mundo… -dije, y de pronto rompí a llorar no sé por qué y dije lo siguiente entre sollozos-. Quiero que estés conmigo todo el tiempo y quiero tocarte y amarte todo el tiempo…No quiero que te vayas nunca…
-Ven aquí, amor mío… -me dijo cariñosa y maternalmente
Mi madre apoyó mi cabeza sobre su pecho y acarició mi nuca mientras yo lloraba sobre ella. Me acarició el pelo delicadamente y yo me fui calmando poco a poco hasta dejar de llorar. Entonces levanté la mirada y vi que mi madre tenía también dos lágrimas cayendo por sus mejillas.
-No llores, mamá…por favor…No quiero verte triste… -le dije.
-Cariño, es sólo que soy feliz porque me quieres tanto…Yo no te voy a dejar nunca, porque quiero estar contigo todo el tiempo, para siempre…
Creo que fue en este momento cuando más me di cuenta de lo guapa que era mi madre. Su rostro me miraba con una expresión enamorada que lo realzaba. Su flequillo castaño oscuro, sus brillantes ojos marrones, sus mejillas sonrojadas sobre un cutis muy blanco, sus rellenos y rojos labios, la curva que hacían éstos…Todo daba como resultado un rostro de una belleza como jamás he visto y creo que fue por el amor tan increíblemente profundo que sentía por ella, que me hacía verla como la persona más atractiva del mundo.
Yo acerqué mis labios a los suyos y la besé suave y lentamente en ellos. Mi madre suspiró y empezó a mordisquear mis labios con los suyos. Después, metió la lengua en mi boca y yo me sentí extraño ante la nueva sensación. Mi madre movió su lengua dentro de mí y lamió la mía. Entonces yo empecé a mover la mía también y las dos se entrelazaron y se lamieron mutuamente. Yo experimenté una sensación de auténtica satisfacción al poder dar salida a mi amor de esta forma y, poco a poco, la delicadeza y lentitud iniciales dieron paso a un beso más rápido y apasionado durante el cual los dos estuvimos abrazados y tocándonos nuestros cuerpos.
Estuvimos dándonos el beso más de diez minutos. Sí, parecerá un poco increíble, pero así fue, y habríamos seguido de no ser por el timbre, que sonó en ese momento. Era el repartidor que traía la compra. La pusimos en la cocina y mi madre y yo nos besamos otro poco. Me dijo que comiéramos en ese momento y que así disfrutaríamos más al tener que esperar, de modo que nos sentamos en la mesa de la cocina uno enfrente del otro. Mientras comíamos estuvimos acariciándonos los pies y rozando nuestras piernas. Hablamos de lo mucho que nos queríamos y los dos nos mirábamos como dos adolescentes que han descubierto el amor, admirándonos mutuamente.
Cuando acabamos, mi madre se levantó y me cogió de la mano y me dijo:
-Vámonos al sofá a hacer la digestión un poco, ¿vale?
-Sí, mamá -le dije yo.
Los dos nos fuimos al sofá y nos sentamos muy juntos, con nuestros cuerpos pegados el uno al otro bajo el frío del aire acondicionado. Mi madre me abrazó por encima del hombro como antes y me acercó más a ella. Hizo que apoyara mi cabeza sobre su hombro y me acarició el pelo durante un largo rato. También mi brazo derecho y mi pecho como lo había hecho antes.
Vimos una película durante más de una hora y, cuando empezamos a cansarnos de ésta, las caricias de mi madre empezaron a llegar cada vez más abajo hasta que llegaron al bulto de mi bañador. Era uno de esos bañadores largos tipo bermuda, es decir, los más normales. Mi madre abarcó todo mi bulto con su mano y me lo estrujó un poco. Inmediatamente, mi pene comenzó a crecer. Había estado en semi erección casi todo el día cuando nos besábamos y tocábamos, pero ahora la estimulación era directamente sobre él y reaccionó. Mi madre se dio cuenta de ello e introdujo su mano por debajo del bañador para agarrarlo mejor. Cuando lo tuvo en su mano lo apretó y luego acarició mis testículos.
-¿Por qué no te bajas el bañador y me dejas ver tu colita otra vez, cariño…? -me pidió mi madre.
Yo agarré ambos lados del bañador con mis manos y me resarcí de él haciendo un poco de contorsionismo sobre el sofá. Mi pene enorme quedó libre y mi madre se volvió a asombrar de su tamaño.
-La tienes muy grande, nene… -me dijo mirándomela fijamente.
-Gracias, mamá…
-¿Quieres que nos vayamos a la cama…? -me preguntó mi madre
-Sí…¿Vamos a jugar un rato…?
-Sí, cariño…
Mi madre me cogió la mano y me la acarició un poco. Luego se lavantó y se puso frente a mí. Muy despacio fue abriendo su bata de estar por casa hasta dejarla con una raja en medio. Entonces, muy despacio fue abriéndola hasta que la dejó caer al suelo. Sus enormes y balanceantes tetas quedaron libres. Llevaba puestas unas braguitas muy pequeñas que no se transparentaban. Eran blancas y llevaban un lazo rosa pequeño cosido en la parte de arriba. Entonces, mi madre llevó sus manos a ambos lados de éstas y las fue deslizando hacia abajo dejándome ver su poblado y negro sexo. Sus braguitas cayeron sobre sus pies y ella hizo un sexy movimiento de tobillos para sacárselas.
Mi madre me miraba sonriendo y me tendió un brazo diciendo:
-Vamos, cariño…
Yo me levanté del sofá con mi pene a punto de explotar y ella me cogió de la mano. Nos encaminamos lentamente hacia su dormitorio, ella con sus tetas balanceándose al aire y yo con mi pene moviéndose de aquí para allá completamente erecto y con todo el glande fuera. Mi madre me detuvo en el pasillo y me echó contra una de sus paredes. Yo me extrañé de su forma de actuar, pero ella se acercó inmediatamente a mí y empezó a acariciarme el pecho con sus dos manos. Luego acercó sus labios a los míos y los besó suave y lentamente mordisqueándolos de vez en cuando con los suyos. Pegó su cuerpo contra el mío y sus tetas rozaron y se apoyaron contra mi pecho. Mi pene hizo de pronto contacto con su vello púbico y un escalofrío recorrió mi cuerpo debido al cosquilleó que me produjo. Luego el roce se repitió y finalmente mi miembro quedó entre sus pelos.
Mi madre introdujo su lengua dentro de mi boca y nuestras lenguas se encontraron y empezaron a entrelazarse y lamerse. Los dos nos exploramos las bocas muy despacio. Mi madre puso sus manos alrededor de mi cuello y yo alrededor de su espalda, acariciándola cariñosamente. Luego, mi madre y yo paramos de besarnos y ella me dio un beso en la mejilla y dio unos pasos ligeramente invitándome a seguirla hacia su dormitorio. Era preciosa hasta vista desde atrás. Su firme culo tenía una forma perfecta, aunque ella creía que era demasiado ancho y sus blancas y esbeltas piernas eran preciosas.
Yo la seguí de inmediato hacia su habitación y ella se dirigió hacia su lado habitual de la cama. Miré a mi alrededor mientras ella se sentaba sobre el filo de la cama y vi que había varias cajas de colores distintos cada una. Mi madre cogió una y la abrió. Luego sacó una tira de plástico blanca dividida en tres y arrancó una.
-¿Qué son esas cosas, mamá…? -le pregunté mientras me acercaba a ella de rodillas por encima de la cama desde el otro lado de ésta.
-Son preservativos, cariño… -me respondió dulcemente.
-¿Preservativos…?
-Sí, también se les llama condones…
-¿Para qué son…? -pregunté
-Pues verás, son unos trozos de un material que se parece al plástico que se llama látex. Son como globos desinflados y se mete la colita dentro de ellos antes de meterla en el chocho de una chica…Así, el semen se queda en ellos y la chica no se queda embarazada… -me explicó
-Ah…Y… ¿me vas a dejar que meta mi colita en tu chocho…?
-Sí, nene…quiero que me la metas en mi agujerito -me dijo mi madre cogiéndome de la mano de nuevo y acariciándomela nuevamente.
Mi madre dejó el preservativo y la caja sobre la mesilla de noche junto a las otras cajas sin estrenar y me empujó sobre la cama. Yo caí de espaldas sobre ésta con mi pene aún erecto y con el glande violáceo y húmedo. Mi madre rio como una niña y se sentó a horcajadas sobre mis muslos. Entonces recorrió mi abdomen y mi pecho con sus manos para luego echarse hacia delante y besarme de nuevo en la boca. Sus tetas se echaron hacia delante también y presionaron contra mi pecho. Mi pene quedó bajo su barriga, horizontalmente sobre mi abdomen.
Nos estuvimos besando durante unos cinco minutos. Mi madre se puso de rodillas y me dijo que colocara la cabeza sobre la almohada. Yo lo hice así y ella se acercó a mi desde un lado y me empezó a masturbar lentamente. Luego bajó su cabeza y lamió muy despacio u minuciosamente mi glande. Luego recorrió todo mi pene hasta abajo y finalmente se retiró y se tumbó a mi lado. Entonces los dos comenzamos a magrearnos. Yo estrujaba sus tetas y ella mi pene y mis bolas, pero sin masturbarme. Luego yo bajé mi mano hasta su vulva y descubrí lo húmeda que estaba. Ella gimió ahogadamente cuando recorrí su raja con uno de mis dedos y luego toqué ligeramente su clítoris. Entonces se me ocurrió la idea de probar a qué sabía mi dedo y me lo llevé a la boca, descubriendo un sabor nuevo y estimulante que me hizo perder todo control de mí mismo.
-Mamá… -dije
-¿Qué, cariño…?
-¿Puedo chuparte el chocho como tú me has chupado la colita…?
-S…sí, cariño…Si tú quieres…
Yo no lo dudé ni un segundo y fui de rodillas entre sus piernas. Ella separó sus piernas todo lo que pudo y yo me fui acercando a su raja. Su aroma de mujer me llegó inmediatamente y me impulso a dar el siguiente paso. Saqué la lengua de mi boca y la pasé por el interior de sus muslos. Poco a poco fui llegando a su zona más femenina. Mi lengua pasaba por los alrededores de su vulva, por el exterior de sus labios. Luego la fui acercando cada vez más a su raja y finalmente la coloqué en la entrada de su vagina, en la parte más baja de su raja. Estaba segregando sus fluidos vaginales y yo los lamí y los saboreé en mi boca antes de tragarlos. Luego recorrí despacio su raja hacia arriba, apretando fuerte entre sus labios.
Mi madre gemía cada vez más mientras yo deslizaba mi boca por su vulva. Por fin, llegué a su clítoris y empecé a mover la lengua en forma circular alrededor de él. Mi madre jadeaba y gemía cada vez más fuerte y puso sus piernas sobre mi espalda, apretándome más contra ella. Yo lamía su clítoris más y más fuerte y ella jadeaba casi chillando. De pronto, se retorció agarrando las sábanas con sus manos fuertemente y gritando “ahhhhhhhhhhhhhhh”. Había llegado al orgasmo, pero yo no me detuve, me encantaba el sabor de su sexo y no iba a parar. Bajé mi lengua por su raja de nuevo y descubrí lo mojada que estaba de nuevo. Sus jugos vaginales no paraban de rezumar y yo los tragué sin más dilación. Describí círculos alrededor de la entrada a su agujero del amor y chupé la parte interior con golpes de lengua, sacándola de mi boca como si tratara de beber en un sitio al que no se alcanzase con los labios.
-Sigue, cariño…sigue así…Por favor… no pares… -me suplicaba mi madre jadeando enloquecida.
Yo continué golpeteando esa zona un rato y luego lamí rápido y de una vez toda la longitud de su raja, degustando su maravilloso sabor a mujer. Después continué describiendo círculos alrededor de su clítoris, jugueteando con él de todas las formas posibles, incluyendo los golpes de lengua. Las piernas de mi madre me apretaron más fuerte contra ella mientras alcanzaba un segundo clímax. Volvió a gritar jadeando y a retorcerse como loca sobre la cama, agarrando la parte posterior de mi cuello con sus manos y levantando sus piernas en el aire. Entonces yo paré y me tumbé de nuevo junto a ella.
Mi madre aún trataba de recuperar el aliento, pero volvió a besarme suavemente en los labios y acarició mi cuerpo una vez más. Acarició mi pelo y mis mejillas y rozó mis piernas y pies con los suyos. Era tan suave y dulce…Luego se subió encima de mí a horcajadas sobre mis muslos con mi pene haciendo contacto con la parte inferior de su barriga. Estaba de nuevo erecto y a mi madre parecía entusiasmarle. Me sonreía mientras pasaba sus manos por mi pecho y abdomen apretando un poco. Se movía de detrás hacia delante y sus tetas se balanceaban de la misma forma enfrente mía.
-¿Quieres que lo hagamos ya, cariño…? -me preguntó.
-Sí, mamá…
Mi madre alcanzó con su brazo el condón que había dejado sobre la mesilla de noche y se lo llevó a la boca para sacarlo del plástico. Cuando hizo un pequeño corte en éste, desgarró totalmente el plástico con sus manos y sacó un trozo de goma o algo así amarillo. Yo nunca había visto uno, pero confiaba en mi madre y sabía que no me haría daño con aquello. Muy despacio lo colocó sobre mi glande y fue deslizándolo hacia abajo por mi pene. Cuando llegó casi abajo, mi madre me dijo que ya estaba y yo vi una especie de apéndice que sobresalía del preservativo por la parte de arriba. Mi madre me dijo que era el depósito y yo no pregunté más, simplemente me dejé llevar por ella.
Mi madre se puso de rodillas con sus piernas a los lados de mis muslos por fuera. Se acercó más a mí hasta que su vello púbico estaba justo encima de mi glande cubierto de látex. Poco a poco se fue bajando hasta que mi pene tocó la entrada a su vagina. Entonces se dejó caer poco a poco y mi pene comenzó a entrar dentro de mi madre. Era una sensación nueva y extraña, sentirse dentro de otra persona. Su agujero daba la impresión de estar húmedo y muy resbaladizo, ya que mi pene entró con suma facilidad hasta que llegó al fondo. Había tocado su cérvix y eso me dijo que dolía un poco. En ese momento comenzó a subir y a bajar sobre mi miembro despacio.
Yo no podía aguantar durante mucho tiempo aquel placer intenso y mi madre se veía completamente satisfecha al tener su agujero tan lleno como lo tenía. Le costaba cierto trabajo poder “saltar” encima de mí, porque la longitud de mi pene era tal que al menos seis o siete centímetros debían permanecer fuera. Yo veía la base del condón desde donde estaba, y veía mi pene hundirse y volver a surgir de su vulva. Mi madre gemía y jadeaba cada vez más fuerte, llena de placer al tener un pene que tocaba cada una de sus terminaciones nerviosas.
Cada vez saltaba con más fuerza y sus tetas subían y bajaban botando sobre su pecho delante de mí. Ella se inclinó hacia mí y apoyó sus manos sobre mi pecho mientras sus caderas subían y bajaban introduciéndose mi enorme falo. Yo agarré sus tetas, que se balanceaban delante de mí muy cerca. Las estrujé y pellizqué sus pezones erectos. Ella casi chilló ante mi estimulación y llevó una de sus manos a su clítoris, empezando a acariciárselo. Luego se irguió de nuevo y yo solté sus tetas. Ella siguió acariciándose la vulva mientras su vagina era penetrada cada vez más rápido.
La escena tenía que haber parecido rocambolesca. Yo, un chico con cuerpo flaco, con una mujer madura y rellenita saltando sobre mi pene con sus grandes tetas balanceándose de aquí para allá y su cabeza hacia atrás mientras gemía de placer. Habría sido verdaderamente excitante poder vernos desde todos los ángulos mientras lo hacíamos, pero por desgracia no contábamos con tantos adelantos y tuvimos bastante con nuestras propias sensaciones.
Mi madre llegó al orgasmo y echó la cabeza aún más hacia atrás mientras gemía enloquecida y se estrujaba las tetas aun saltando sobre mí. Entonces, yo reaccioné y empecé a mover mi pelvis hacia arriba hundiéndome más deprisa en ella mientras le duraba el clímax. Mi orgasmo no tardó en aparecer y sin más contemplaciones se apoderó de todo mi cuerpo llenando de esperma el preservativo. Mi madre seguía saltando, incluso con más fuerza y empezó a hacerme daño cuando yo acabé de correrme. Estaba más flácido, pero ella seguía botando sobre mí. Entonces ella se dio cuenta y se levantó rápidamente.
Mi pene había llenado el condón de arriba abajo de esperma y éste llegaba casi hasta abajo. Entonces mi madre me lo quitó cuidadosamente y lo echó al suelo. Luego se acercó a mí y se tumbó a mi lado. Me cogió por detrás del cuello y me acercó a sus labios. Los dos nos besamos apasionadamente durante un largo rato. Ella me acarició el pelo y la cara y me dijo que había sido maravilloso y que me quería. Le pregunte si lo repetiríamos otra vez y me respondió que sí pero ahora sin condón porque quería embarazarse.
Continuará...
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