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Categoría: Incestos

Mi hija y el MSN - Parte 6 - ¿Final?

Ver a Cristina caminar por delante de mí, con esa minifalda negra que hacía voltear hasta al más santo que se encontrara en aquel centro comercial, era un verdadero deleite. Con su breve cintura contoneándose en un suave vaivén y su coqueta sonrisa descolgándose de sus calientes labios mientras sostenía el boleto para la última función en el cine de ese espacio, me divertía ver a los caballeros volteando a ver ese torneado trasero y sus esbeltas piernas que dejaban muy poco a la imaginación. “Si supieran, como se yo, que debajo de esa prenda no hay nada más que deseo animal e irracional brotando de esa rica y mojada vagina”. ¿Cómo lo sabía? Hacía apenas diez minutos que mis dedos hurgaban dentro de ella en el taxi que nos llevó de la casa a la Plaza comercial, mientras el taxista nos volteaba a ver de reojo, emocionado y sorprendido a la vez. No había alcanzado a lograr el orgasmo en el taxi pero su temperatura estaba por las nubes, seguramente ansiosa de sentir de nueva cuenta un buen pedazo de verga dentro de ella. Finalmente llegamos a la sala, cada quien por su lado como habíamos acordado durante el trayecto. Las luces tenues que iluminan levemente la sala antes de iniciar la función, nos mostraron que la sala estaba casi vacía, como lo había yo planeado. Eran ya casi las 10 de la noche y era una película que pintaba para estar aburridísima así que la audiencia era muy poca. Al frente, estaba una familia con cuatro o cinco niños, la pareja de padres de mediana edad y un señor de pelo cano, que seguramente era el abuelo por alguna de las dos líneas. Al fondo, casi en la última fila se hallaba un muchacho flacucho con lentes que distraídamente se dedicaba a ver su teléfono celular. En silencio, miré a Cristina y le hice la seña de que él era el indicado. Ella hizo un mohín de disgusto ya que realmente el tipo no era ningún adonis, pero obedientemente, se acercó y se sentó junto a él, preguntándole algo que yo no alcancé a escuchar. Él encogió ligeramente los hombros y se quitó el brazo de la codera para que ella se pudiera sentar más cómodamente.



Una vez que se hubo sentado, pasé de largo y me senté en la última fila unos tres asientos lejos de ellos. La vista no era perfecta pero no quería que el muchacho, tímido por lo que se veía, fuera a mosquearse y el plan se viniera abajo. No teníamos otro candidato así que no podíamos darnos el lujo de ahuyentarlo.



Cuando pasé junto a ellos, pude ver que Cristina se había levantado la falda descaradamente al sentarse. Si el joven se agachara levemente, podría alcanzar a ver el espeso pubis de mi apetitosa hija. La mesa estaba servida y sólo faltaba que el comensal no nos fuera a salir chimuelo.



Finalmente comenzó la película y la sala se puso en semi-penumbras. Era una película de terror y extraterrestres o algo así y las escenas eran mayormente oscuras. A lo lejos se oía el murmullo de los niños que comentaban algo entre sí y, una vez pasados diez minutos, me acerqué un asiento para ver cómo iban los progresos del afortunado chaval. A estas alturas, él se dedicaba a voltear con cautela a ver a Cristina y si la pillaba viendo la pantalla, volteaba con temor a ver sus piernas. Cuando Cristina volteaba a verlo, él simplemente hacía mutis, y volteaba con interés fingido a ver la pantalla como si estuvieran proyectando la más reciente secuela de la Guerra de las Galaxias. Definitivamente aquello no estaba funcionando. Tenía que tomar el mando yo, o no tendríamos mas acción que la de los alienígenas comiendo a unos espantados granjeros corriendo de un lado para otro.



Me levanté en la semioscuridad y camine hacia Cristina del lado opuesto donde se hallaba el chaval. Como si no le conociera, me acerqué a ella y le pregunté que si el asiento de a un lado no estaba ocupado. Con un poco de extrañeza, Cristina me miró y decidió seguirme el juego diciendo que no. Que podía ocuparlo yo.



Ni tardo ni perezoso, me senté junto a ella pasando descaradamente mi mirada por sus piernas. Sus manos estaban cómodamente sobre ambas coderas mientras el joven apretaba sus manos en su regazo como si lo estuvieran regañando. Yo dejé mi brazo pegado al de ella hasta que no tuvo más remedio que quitarlo. Una vez que me apoderé de su codera, dejé que mi mano siguiera vagando libremente hasta que cayó sobre su pierna desnuda. Cuando sentí su carne caliente, sentí una ráfaga de energía recorrer todo mi cuerpo. Aún después de haber cogido como locos toda esa tarde, su simple contacto me hacía sentir cosas que hacía mucho tiempo no sentía.



El joven nos miraba de soslayo con extrañeza, moviendo sus manos nerviosamente. Yo proseguí con los avances en la pierna de Cristina y fui levantando lentamente su minifalda. Cuando la pantalla se iluminó lo suficiente, pude ver su hermoso pubis ensortijado y oscuro asomando entre sus piernas morenas. El joven también lo pudo ver y se quedó extasiado de tener aquella visión ante él. Cristina, obediente, se movió en su silla para permitir que yo subiera un poco más su falda y pudiera alcanzar a acariciar su húmedo chochito. Mmhm, era una delicia sentir aquellos vellitos ensortijados y mojados, aferrándose a mis dedos. Lentamente lo recorrí hasta llegar a sus labios vaginales, los cuales también recorrí con maestría y logré arrancar un suave gemido de aquellos labios prohibidos. El joven ya no disimulaba nada y estaba totalmente atento a aquel festín de caricias.



Cristina abrió completamente sus piernas y tocó las del joven que brincó al sentir el inesperado contacto. Por un momento pensé que se iba a animar a participar también pero de nueva cuenta prefirió seguir con su papel de espectador.



De improviso, y sin darle tiempo a reaccionar, le metí todo el dedo corazón hasta el fondo de su cuevita. El gemido se convirtió en un pequeño grito y por un momento pensé que nos escucharía la familia de enfrente pero por lo que se alcanzaba a ver, ellos seguían disfrutando de su película.



“¿Te gusta que te meta el dedo, putita?” Le susurré lo suficientemente alto para que también el joven escuchara.



“Si… si, me gusta. Házmelo más, por favor”. – Susurró Cristina.



“Lo que guste la putita, ¿verdad, tú?” – Dije volteando a ver al muchacho. Este asintió en silencio. “Agárrame la verga putita y hazme una paja para que vea aquí el joven lo puta que eres…” Cristina en silencio se enderezó en su silla y con hábiles manos, desabrochó mi pantalón, bajó mi calzón y en un santiamén sacó mi verga que empezó a acariciar con suaves movimientos de su mano.



“Así me gusta, putita. ¿Cómo te llamas?”



“Cristina” – Dijo con voz bajita mientras seguía pajeándome.



“Muy bien, Cristina. Creo que aquí a este joven también le gustaría que se la jalaras. ¿No es así?” El joven de nuevo asintió en silencio volteando nervioso a ver a ambos lados de la casi desierta sala. Ni tardo ni perezoso, el joven se puso en posición para que las manos de Cristina se pusieran a darle placer como lo hacía conmigo. En la poca luz que emanaba de la pantalla, pude ver que el joven tenía una verga delgada pero algo grande y por supuesto, ya en posición de ataque. De la mano diestra de Cristina, surgía su glande, enrojecido cada vez que la sacudía. El joven cerró sus ojos disfrutando de aquel inesperado regalo. Cristina volteó a verme y me sonrió mientas con su mano libre volvía a tomar mi miembro y lo jalaba al mismo ritmo que el del joven. Finalmente, Verga larga tomó la iniciativa y colocó una de sus manos sobre el pecho de Cristina. Ella le sonrió invitándole a que siguiera con sus avances. El acre olor de sexo se esparcía por aquella sala ya y supe que era justo el momento para elevar un poco más la temperatura del cuarto. Incorporándome, me bajé los pantalones hasta el suelo y con la mirada le pedí que se sentara encima de mí. Mi intención original era la de ser solo espectador pero estaba ya tan caliente que necesitaba sentir esas ardientes carnes de Cristina de nueva cuenta siendo penetradas por mí. Ella finalmente se levantó un poco de su asiento, y levantando su minifalda, dejó expuesto su lindo trasera frente a mí y se sentó sobre mi regazo. Mi verga buscó ansiosa, casi por voluntad propia, su entrepierna y sentí de nueva cuenta aquella mágica sensación de gozo al entrar lentamente en la intimidad de mi hija. El joven apenas podía dar crédito a lo que ahí sucedía y, a falta de la mano de Cristina, se cascaba furiosamente una paja a un par de metros de nosotros. Cristina, al sentir la excitación del momento y ante los embates implacables de mi verga dentro de ella, pasó de los gemidos a los quejidos, murmurando quedamente que le encantaba sentir esa verga gorda dentro de ella. “Cógeme más” decía y se movía con desesperación encima de mí. Mi verga hinchada sentía la inminente llegada de un orgasmo y mis huevos preparaban todo el arsenal de que disponían para llenarla de leche en ese asiento de sala de cine. Haciendo acopio de todas mis fuerzas, me detuve y la sujeté para que ella también lo hiciera y le señalé en silencio al joven que se seguía haciendo justicia por mano propia. Ella entendió el mensaje, y a regañadientes, se levantó y con paciencia, se arrodilló batallando con el pequeño espacio en las butacas. Volteó a verme con una sonrisa pícara y se metió aquella verga larga y flaca como su dueño dentro de su boca. En el suave vaivén de la mamada que le hacía al joven, voltee a ver hacia la familia de enfrente y, a pesar de la oscuridad, no parecía que hubiera habido movimiento alguno con ellos.



Mientras Cristina devoraba a Verga larga con sus jugosos labios, yo le empecé a acariciar su trasero que se movía voluptuoso frente a mí cada vez que daba una nueva acometida sobre el pubis del chaval. Moviendo diestramente mi mano, fui buscando en la semipenumbra hasta que mi dedo corazón encontró su cuevita húmeda y de nueva cuenta lo deslicé dentro de ella fácilmente. Finalmente se incorporó de nueva cuenta bajando los pantalones de Verga larga y dejando su largo tronco expuesto y listo para lo que siguiera. Cristina se sentó lentamente encima de él y con un rictus de gozo en su rostro, fue dejando que el pene del joven entrara finalmente en ella. El, tímidamente, quiso cogerle los senos por detrás y acariciárselos mientras ella continuaba con su sube y baja. Me senté a un lado de ellos y le sugerí quedamente



"Dile que es una puta, seguramente eso le va a gustar" - El me miró sorprendido, y yo, volteando a verla a ella, le dije "verdad que te gusta que te hagan sentir como una putita?" Ella sólo gimió envuelta en su placer al recibir esa verga joven dentro de ella pero ambos lo tomamos como un sí. El joven finalmente habló a su oído



"Te gusta mi verga, zorrita. La sientes muy dentro y eso te calienta."



"Dilo con más convicción, Como si lo sintieras" Le arengué. Cristina seguía con los ojos cerrados disfrutando de la cogida que le estaban dando.



"Contéstame, pinche pendeja, o te la saco y te quedas sin verga... quieres eso?"



"No", contestó Cristina dócilmente.



"Entonces, te gusta mi verga?"



"Si, me encanta, me gusta que me cojas..."



"Agárrale la verga al señor también" Le ordenó súbitamente envalentonado. Yo, por alguna extraña razón, morbo quizá, me sentía sumamente excitado por la situación. Me dolían los huevos y di un respingo cuando sentí la mano menuda de mi hija acariciando mi instrumento.



De pronto sentí un movimiento a mis espaldas y sentí un escalofrío recorrer toda mi espalda. Cuando voltee, vi al viejito que se hallaba con la familia cuando entramos. Estaba asomado mirando toda la acción mientras con la otra mano se masturbaba para unirse al festejo.



Ante la posibilidad inminente de venirme, detuve la mano de Cristina y me levanté del asiento haciendo señas al anciano para que se acercara a nosotros. Al principio temeroso, finalmente se acercó y le dejé mi lugar, todo en completo silencio. Cristina, volteando a verme, me sonrió y con renovada energía tomó la verga del anciano en su mano, continuando con su vaivén y con la paja.



Yo me moví a la posición donde se hallaba el anciano, no sin antes comprobar que el resto de la familia seguía haciendo caso omiso de nosotros y me empecé a pajear al mirar aquella escena desde esta nueva óptica. El joven seguía con los ojos cerrados, totalmente encerrado en su propio placer y el viejito, que se miraba de unos 65 años cuando menos, se dejaba hacer por mi hija. El joven seguía diciéndole frases subidas de tono y ella sólo seguía con su movimiento asintiendo en silencio.



De pronto Cristina se arqueó en donde estaba dando un gritito que nos sobresaltó a los tres. El muchacho al sentir el orgasmo de Cristina, no pudo más y, sin previo aviso se vino dentro de ella, profiriendo gruñidos como de un animal salvaje. Se quedaron en silencio, disfrutando de los últimos momentos del orgasmo compartido y, una vez pasado el momento, Cristina se arrodilló frente al anciano y le empezó a dar una mamada de campeonato. Apenas habían pasado un par de minutos en aquella posición cuando el viejo caliente gimió con un "ay, me vengo". Fue tan fuerte la expresión del anciano que, ahora sí, toda la familia volteó al unísono para ver qué estaba sucediendo y extrañados ante la ausencia del abuelo. El joven, salió despavorido del lugar y Cristina hizo lo propio pasando por un lado del anciano que había quedado rendido ante tanto ejercicio. Yo por mi parte, no tuve más remedio que dejar de pajearme y salí apresuradamente detrás de mi hija.



Saliendo apresuradamente, vi a Cristina que trataba de entrar al baño y tomándola de la mano, la guie a la salida.



"Espera, voy a asearme" me dijo.



"En la casa lo haces. No quiero que aparezcamos mañana en las planas del periódico"



"Está bien" Dijo y al tomar su mano sentí el contacto de un líquido viscoso entre sus dedos. "Por eso me quería asear" Dijo como explicación.



"Vámonos, no te preocupes. Le dije mientras la contemplaba.



Su blusa se hallaba arrugada por los manoseos del muchacho, de sus labios escurría aún un poco de semen del anciano y caminaba con dificultad, tratando de mantener sus piernas abiertas.



"Estas rozada?" Le pregunté mientras salíamos del lugar y caminábamos hacia la calle.



"No." dijo "Es por otra cosa"



"¿Que tienes? " insistí



"En la casa te digo" me contestó evasiva



Llegamos a la calle y afortunadamente estaba un taxi justo a la salida, como si nos esperara solo a nosotros. Una vez adentro, insistí una vez más



"El muchacho se vino dentro de mí y estoy chorreando leche. No sé de donde le pudo haber salido tanta" Dijo acomodándose en el asiento.



Como por un impulso, la empujé hacia el asiento detrás del conductor, y yo me coloqué en el de en medio. El tipo venía hablando por radio así que no nos estaba prestando mucha atención. Me acerqué a ella y metí mi mano entre sus piernas. Efectivamente, había un charco en su entrepierna por tanto semen metí mi mano en ella y sentí su viscosidad pero esta vez no me dio asco. Ella reaccionó al contacto de mi mano y, dejándose llevar me dio un beso en los labios. Su boca aún tenía los restos de la venida del anciano y me quedé besándola largamente mientras seguía recogiendo la leche de su entrepierna con mis manos. Cuando dejamos de besarnos, puse mi mano pringosa en sus labios de nueva cuenta y la retiré para seguirnos besando. No soy bisexual ni me gusta el semen pero esa era la culminación de la fantasía que había tenido en mente esa noche y que Cristina obedientemente me había ayudado a concretar.



Cuando las calles conocidas de nuestra zona de la ciudad se fueron apareciendo ante nosotros le pedí al taxista que parara en un callejón solitario a un par de calles de nuestro domicilio en un área donde nadie nos conoce. No había ni un alma en esas horas de la noche pero quise pecar de precavido para que no nos fueran a reconocer con el aspecto de puta que traía mi cachonda hija.



Cuando el taxi se detuvo finalmente bajo un farol que nos iluminaba tenuemente, Cristina se bajó del taxi mientras yo sacaba la billetera para pagar el viaje. El taxista, volteando de reojo a verla parada a un lado de la calle me dijo



"Que linda puta te has conseguido, ¿eh? ¿Dónde es que la has conseguido?"



"¿Te gusta?" le dije poniendo cara de comerciante astuto.



"Mucho" Me dijo. "Es un bombón y se nota que tuvieron acción esta noche"



"¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por ella?"



"Tú dime. No tengo mucho dinero porque acabo de empezar turno, pero seguramente nos podemos arreglar"



Después de un par de intentos finalmente acordamos un precio. Cristina se iba a estrenar esa noche como puta profesional y no iba a ser yo quien se lo fuera a impedir. Abriendo la ventana le llamé



"¡Gatita! Ven. Tenemos algo que decirte."



Cristina, obedientemente se acercó hasta nosotros con cara de extrañeza.



"El caballero aquí dice que le gustas mucho y que quisiera que le prestaras tus servicios como putita. ¿Qué dices?"



Cristina me miró sorprendida y volteó a ambos lados de la desierta calle. Luego, bajando la mirada musitó



"Pues como tú quieras..."



"Ven, métete al coche" Abrí la puerta trasera y ella obedeció en silencio.



El taxista, al ver que aquello iba muy en serio, volteó a ver a Cristina y luego se volvió hacia mí



"¿Sabes? El pequeño problema es que no traigo condones para la ocasión. Déjame que vayamos a la farmacia más cercana..."



"Todo está cerrado por aquí a esta hora" Le dije. "Si quieres y no te espanta la chica, lo pueden hacer al natural. Me quedé pensando que de cualquier forma tendríamos que comprar la píldora del día después al día siguiente ya que Verga larga había depositado una cantidad masiva de soldaditos en la vagina de mi cachonda hija. El taxista se veía limpio así que callé mi conciencia y le deje la opción abierta.



"Pues vale. Todo sea por esta gatita" Dijo sacando un fajo de billetes y poniéndolos en mi mano. Acto seguido, salió del coche para entrar a la parte posterior donde le esperaba Cristina con aire un poco cansado pero sabedora de que estaba en su rol de sumisa todavía.



El tipo se acomodó en el asiento trasero y yo me quedé viendo todo desde el asiento del copiloto. La luz del farol de la calle se colaba por las ventanas del coche así que tenía una visión más o menos clara de lo que pasaba ahí.



"Bueno, entonces empieza a chupármela, lindura." Dijo el taxista. Al decir esto, se bajó el cierre del pantalón y sacó una verga descomunal. Era larga como la del joven del cine pero además gruesa y erguida como un soldado a punto de entrar a la batalla. De reojo, pude ver que a Cristina le brillaron sus bonitos ojos y como por arte de magia, desapareció cualquier rastro de cansancio que pudiera haber tenido. Sin decir palabra, se acercó a la pelvis del taxista y engulló como pudo la punta de aquel descomunal pedazo de verga.



Con dificultades, siguió mamándosela al taxista mientras éste le decía lindezas subidas de tono. A un lado de su boca escurrían rastros de saliva cada vez que la verga iba entrando más en su boca. En algún punto, Cristina comenzó a toser al sentir su garganta invadida por aquel glande monstruoso y paró. El taxista La recostó en el asiento y le levantó su falda para descubrir que no traía ropa interior.



"Guau, putita. Venías de entrega inmediata, cabroncita. Espera a que sientas mi pistolita de placer... ". Cristina sonrió coquetamente y se preparó para recibir aquella "pistolita de placer" dentro de ella. El taxista, debo reconocerlo, la fue penetrando lentamente, ante el regocijo de mi puta hija. Cuando la incomodidad de las dimensiones reducidas del asiento trasero ya no le permitieron seguir entrando más, empezó el metesaca despacio mientras Cristina profería grititos guturales de placer.



"¿Te gusta, putita? ¿Te gusta cómo te meto la verga?"



"Sii, me encanta..." susurró Cristina. Veía en su rostro que estaba disfrutando al máximo con aquel enorme nabo entrando y saliendo de ella. En algún punto de aquel metesaca, Cristina empezó a gemir con más fuerza mientras los resoplidos del taxista se hacían más intensos. Con sus rústicas manos estrujaba los duros melones en que se habían convertido sus tetas, por encima de su blusa. Cambiando de posición en el asiento, se acostó encima de ella y entró más profundamente ante el alarido de placer de ella. Voltee a ver si no había nadie en los alrededores o que tal vez se hubiera prendido alguna luz en el vecindario pero todo seguía en calma. El taxista se acercó al rostro de Cristina y le dio un beso apasionado al cual ella correspondió con la misma pasión.



"Cógeme rico, así, dame massss" le dijo al oído para volver a besarlo de nueva cuenta. El taxista, que había apresurado su ritmo mientras le penetraba, mordió levemente su labio inferior y luego deslizó su boca por su cuello arrancando un nuevo gemido de sus labios. Yo estaba casi sin darme cuenta, acariciando mi verga endurecida por encima del pantalón. Me dolían los huevos de tanto semen acumulado y la sensación de peligro exacerbaba las emociones.



"Me voy a venir, putita. ¿Quieres que me salga" Le dijo el taxista. Antes de que ella pudiera contestar, me hallé a mí mismo diciendo



"No, vente adentro. No hay problema. Dale a la puta."



Sin decir nada más, el hombre bajó el ritmo de su mete saca pero aumentó la potencia de sus embistes. Mi hija se empezó a arquear debajo de él y dando un nuevo y prolongado alarido se vino una vez más en aquella noche sin fin. Casi al mismo tiempo, el taxista dando un resoplido de la misma magnitud de los gritos de Cristina, se vino finalmente derrumbándose encima de ella. Duraron un par de minutos jadeando como perros sedientos y cuando consideré que ya habían tenido suficiente tiempo, apremié a Cristina para que saliera del auto y nos fuéramos a casa. El taxista, dándonos las gracias por semejante sesión de sexo, se ofreció a acercarnos un poco más a nuestra casa, a lo cual decliné amablemente. No era conveniente que supiera más de nosotros que lo que había descubierto aquella noche.



Cristina se abrazó de mí caminando con dificultad mientras deambulábamos por aquellas calles oscuras y tranquilas. En algún punto le alisé el cabello con ternura y le di un rápido beso en sus labios. Casi al llegar a casa se separó de mí y finalmente entramos a nuestra casa vacía.



"Uff, qué noche" Me dijo cuando ya estábamos adentro. "Creo que me voy a dar un largo baño.



En ese momento recordé que mis huevos seguían doliéndome y me di cuenta que no había tenido oportunidad de satisfacerme dentro de toda aquella aventura. La vi junto a mi con su diminuta falda, y su cara de cansancio y le abracé. Nuestros labios se encontraron y mi lengua buscó la suya a través de sus dientes.



"No, papi. Estoy cansada. "Me dijo. Cuando dijo esto, se quitó diestramente su blusa y su sostén y dejó que la falda le resbalara lentamente por sus caderas. Su pubis se veía brillante de tanto semen acumulado. Entre la carga del joven verga larga y el taxista con su aparato descomunal. Sus pezones seguían erguidos en pie de guerra y mi boca empezó a salivar como perrito de Pavlov.



"Sólo ayúdame a desahogarme y te vas a bañar" Le dije sin mucha convicción de que me fuera a hacer caso. Lo más seguro es que terminara pajeandome mientras recordaba las escenas del cine y del taxi que aún seguían frescas en mi mente.



"Está bien. Te ayudo y me meto a bañar" Me dijo.



"Gracias por todo mi pequeña" Dije mientras tomaba uno de sus senos y lo metía sabiamente en mi boca. Deslicé mi lengua por ese monte suave y duro y acaricié el pezón mordiéndolo ligeramente con mis dientes. Sentí un ramalazo de deseo al escucharla gemir de nuevo.



Acto seguido tomé el otro seno e hice la misma faena deteniéndome mas en cada parte del proceso Sus manos empezaron a acariciar mi cabello y a empujar mi cabeza hacia ella para sentir mas el contacto de mi boca. De nuevo empezó a gemir quedamente. Una vez que hube saciado mi apetito de sus tetas, bajé mi boca por su vientre dejando un rastro de saliva caliente detrás de mí en su piel suave. Delicadamente la recosté sobre la alfombra y seguí mi camino deteniéndome un breve tiempo en el contorno de sus caderas antes de sentir el contacto de sus vellitos mojados de su pubis. Era un concierto de olores entre sus propios jugos, el semen fresco del taxista y mi saliva mezclándose con todos ellos. Levantó su cadera para sentir mi boca mas intensamente y de su cuevita salió un nuevo hilo blanco de semen que resbaló por mi barbilla. Con pericia, busqué su clítoris y lo empecé a acariciar con la punta de mi lengua. A estas alturas sus gemidos se habían hecho mas intensos y frecuentes. Estuve saciando mi sed en su vagina por un par de minutos hasta que el dolor conocido de mis huevos hinchados me avisó que era tiempo de buscar mi placer también.



Acostándome sobre ella, quedé con su rostro frente al mío, admirando su belleza salvaje y sensual, deposité un nuevo beso tierno en sus labios mientras colocaba mi verga ansiosa a la entrada de su cuevita húmeda y lista para el amor.



“Ahora sí, ya te puedes ir a bañar si quieres” le dije guiñando un ojo. Ella contestó



“Anda, no seas cabrón y cógeme que estoy ardiendo…” con voz ronca apretándose a mi cuerpo lo más que podía.



“Ey señorita, esas no son maneras de hablarle a su padre…” le dije sonriendo mientras le besaba el cuello y mi verga ardiente entraba en aquel paraíso prometido. Sentir las paredes húmedas de su vagina apresando mi miembro con gula, me hizo ver estrellitas mientras la penetraba.



“Ah, así, así cógeme rico, que soy tu puta. Te gusta cogerme, ¿verdad?”



“Me encanta. Estas deliciosa. Ahhh, que rico” Dije envuelto en el mar de emociones que sentía cada vez que mi verga entraba y salía de aquella preciosa cuevita. “Tengo los huevos hinchados de tanta calentura…”



“Te gustó que me cogiera el muchacho del cine, verdad papá perverso? Te gusta que tu hija le chupe la verga al viejito y que me llene de mecos la cara….”



“Si, me encantó…” dije conteniendo un gemido. “Y a ti te gustó que te cogiera el taxista…“



“Ahh que verga tan rica, gorda y grande, sentía que me iba a partir pero me vine unas tres veces mientras me cogía. Por el me volvería adicta al sexo… “



“Ya eres adicta al sexo, putita…”



“Cógeme más fuerte, papito, hazme venir por favor…”



Ni tardo ni perezoso, empecé a penetrarla más fuerte mientras la abrazaba por la cintura y deslizaba mis manos por su vientre para terminar estrujando sus senos. Ella sólo gemía con los ojos cerrados aguantando al máximo la inminente llegada de un nuevo orgasmo. Seguí con mi rutina de estrujar sus senos mientras le decía guarradas al oído pasando de vez en cuando la punta de mi lengua en su oreja. Cada que hacía esto, la sentía estremecer en mis brazos. Mi cuerpo empezó a temblar antes de darme cuenta que se venía una eyaculación monstruosa de mi parte, producto de tanto tiempo conteniendo mi calentura. Paré saliendo abruptamente de ella y me bajé para tomar uno de sus senos con mis manos y morderlo con desesperación tal vez un poco más de lo necesario para no provocarle dolor pero a ella no pareció importarle. Mientras seguía comiendo aquel delicioso seno escuche de sus labios un prolongado gemido de nueva cuenta y sentí su cuerpo estremecerse de nueva cuenta conmigo. Sin pensarlo dos veces, Me hinqué frente a ella y tomando su rostro con mis dos manos, la puse frente a mi verga, que empezó a lanzarle chorros calientes de semen que cayeron por sus mejillas, su cabello y una buena parte fue a parar a su boca, cubriéndole como si fuera un bigote blanco.



“Bésame… “Me pidió con ronca voz y yo devoré sus labios con los restos de mi propio semen aún en ellos. Nuestras lenguas se dedicaron a juguetear con el viscoso líquido como si fuera un torcido duelo de espadas hasta que sentí mi lengua entumida.



“Ahora si te puedes bañar” Le dije. Ella obediente se levantó, mientras yo me quedaba disfrutando del desfile de imágenes que cruzaban por mi mente acerca de lo que acababa de pasar entre nosotros. Un poco tiempo después me uní al rápido baño que se dio y estando ahí me pidió que si podíamos dormir juntos de nuevo a lo cual accedí.



Una vez acostados en mi cama, desnudos por supuesto y abrazados mirándonos de frente, me dijo ya adormilada



“Gracias por todo, amo. Ha sido todo maravilloso”



“¿Amo?” Dije sorprendido.



“Jejeje. ¿Creíste que no me iba a dar cuenta de que eras tú el que me enviaba mensajes por el Messenger?” Dijo quedamente y sin abrir los ojos.



“¿Cuándo te diste cuenta?“ Pregunté aún perplejo.



“Más bien la pregunta es por qué no te diste cuenta antes?” Dijo ella sonriendo aún con sus ojos cerrados.



“Qué quieres decir” Dije sin comprender del todo.



“Que no era la primera vez que dejaba mi Messenger prendido, papito. Sólo era cuestión de tiempo para que lo vieras. Buenas noches papi. Te amo.”



Y abriendo los ojos sólo para hacer un guiño, me dio un tierno beso en los labios y se volteó para dormir.



Fin



Dark Knight


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 1
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