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Soy Margarita, mis amigos me dicen Magui, soy de piel blanca, cabello castaño y ondulado, senos grandes redondos, copa “B”, tengo nalgas y piernas buenas, lucen bastante y me gusta lucirlas, tengo un hermano dos años mayor que yo, desde pequeños mi hermano y yo hemos sido muy unidos, nos platicamos todo, casi no había secretos y sabía que yo no era virgen y desde cuando no lo era, lo único que no sabía era con quien me acostaba. Él es muy cariñoso conmigo, principalmente desde que mi cuerpo comenzó a desarrollarse, yo soy muy melosa, siempre consigo que haga mis labores pesadas de la casa con cariños, besos y mimos, me le restriego por todo su cuerpo, sé que le gusta. Él también me toca mis nalgas y mis senos como distraído.
Un día me estaba arreglando para salir con mamá y me puse un vestido strapless, me estaba peinando frente al espejo cuando él llegó, se puso atrás de mí, me dio un beso en el hombro.
—¡Que bonita te ves Magui, eres ya una mujercita! —y de un tirón me bajó el vestido quedando me senos al aire.
—¡PEPE!, ¡Que grosero eres! —Yo me cubrí mis senos enojada por la broma tan pesada, pero a la vez me gustó que empezara a gustarle a los chicos, él solo rio y se fue.
Otro día entró al baño a orinar mientras me bañaba.
—¿Que haces aquí? —Dije sorprendida por su abrupta entrada al baño.
—Ya no aguantaba más, tú te demoras mucho —Me dijo sin quitarme la vista de encima y masajeaba su pene como masturbándose.
—¡Ya vete!, ¡Déjame que me bañe sola!
—Me voy cuando dejes de verme la verga —Fue cuando me di cuenta que no le quitaba la vista de su pene semiflácido, me di la vuelta y el salió del baño.
Un día estábamos viendo la televisión y me recosté en sus piernas boca abajo, él empezó a acariciar mi espalda cosa que me agrado, pues así me dormía, pero luego bajó su mano y comenzó a acariciar mis nalgas, suave y tiernamente, también lo hacía con mis piernas hasta donde daba su brazo, yo separé un poco mis piernas, me agradó lo que hacía, me excitaba, sentí en mi cara que su pene tomaba fuerzas debajo de su short, entonces me pare y me fui a mi recamara estaba muy caliente y agarre mi consolador de plástico para bajarme esa calentura.
Un viernes, la noche que empezó todo, mi mamá se había ido con su pareja y no regresaba hasta el domingo por la noche, yo me fui a mi recamara a dormir a eso de las diez, me puse una tanga y una blusa de algodón de tirantes que había recortado justo al ras de mis senos. Por eso de la una de la mañana comenzó una tremenda tormenta, rayos y truenos que a mí me aterran y por si fuera poco se fue la luz, salí corriendo a la recamara de mi hermano y me avente a su cama, él se rio y me abrazó, me acomode de lado dándole la espalda y me tape la cara con una almohada cubriéndome de los relámpagos, él se pegó a mí, sentí como me arrimo su pene a mis nalgas, pero yo me fijaba más en los truenos y relámpagos, poco después, su mano comenzó a acariciar mis senos por encima de mi blusita, yo le retire su mano, pero el insistió, volví a quitarle su mano pero el volvió y esta vez por debajo de mi blusita, la tormenta no paraba, y comprendí que era el precio de su protección y decidí pagarlo.
Su mano apretaba y acariciaba mi seno que casi no cabía en su mano, jalaba y retorcía mi pezón y comenzó a besarme en la espalda, me subió mi blusita al cuello dejando mis senos descubiertos y mi espalda libre para seguirla besando, ya estaba excitada, me gustaba lo que hacía, su mano me jaló para que me diera vuelta y quede boca arriba, termino de quitarme mi blusita y masajeaba mis senos que se iluminaban con cada relámpago, sus labios posaron en mi pezón y mi cuerpo se estremeció al momento que mi boca soltaba un leve “¡Ah!” y los dedos de mis manos se entrelazaban en su cabello apretando su cabeza contra mi seno su lengua jugueteaba con mi pezón y su mano acariciaba mi otro seno, mi respiración era agitada, su mano comenzó a deslizarse por mi abdomen rozándolo con las yemas de los dedos en pequeños círculos que me estremecía, intenté detener su mano, pero en ese momento llegó a mi vagina encontrando mi clítoris sobre mi tanga y lo oprimió, mis sentidos se nublaron, mi cuerpo vibraba con cada caricia, mi respiración era por la boca, estaba jadeando, sentí que mis rodillas estaban sujetas por algo, era mi tanga, pero en ese momento llego hasta mis tobillos y solo moví mis pies para deshacerme de ella y separe mis piernas ahora libres, sus besos y su lengua comenzaron a recorrer mi cuerpo en dirección a mi cintura, deteniéndose en mi ombligo, jugueteo con su lengua, la metía y recorría sus paredes, sus manos acariciaban mis caderas y mis piernas, alzó su cara para ver mi vagina con una delgada y corta línea de vellos arriba del clítoris, pero todo lo demás estaba completamente depilado, comenzó a morderme suavemente esa pequeña área de vellos, los lamía, los besaba tiernamente, se colocó en medio de mis piernas y continuó con sus besos y lamidas alrededor de mi vagina, sus manos levantaron mis piernas y sus besos se extendieron por ellas, su lengua las recorría a todo lo largo por atrás de mis pantorrillas y en las corvas de mis rodillas, mi cuerpo se convulsionaba de placer, sentía continuas oleadas de placer, mi vagina estaba muy húmeda, mis dedos la acariciaban y sentía lo mojada que estaba, sus besos continuaban por mis muslos y la parte interna de mis piernas, su lengua recorría todo sin separarse de ellas, siguiendo su recorrido hasta llegar a lamer alrededor de mi vagina sin tocar mis labios, levantó más mis piernas y llegó a mis nalgas dándome una suave pero deliciosa mordida, yo no podía articular palabra por el placer y a la vez la tortura que esas caricias me producían, volvió su lengua a lamer alrededor de mi vagina, con desesperación deseaba que su boca se hiciera de mi clítoris, gritaba y gemía de placer, hasta que por fin una suave mordida con sus labios poseyeron mi clítoris, un estremecimiento de mi cuerpo y un grito que no pude contener acompañaron a otro de mis orgasmos y él se apuró a comerse todos mis jugos, su lengua continuó dándome placer, sus dedos separaban mis labios para que su lengua probara hasta el último rincón de mi intimidad, buscando también en lo profundo de mi cavidad, yo estaba loca de placer, sentía un incendio en mi cabeza y gritaba y gemía sin parar, él se enderezó y se bajó su bóxer y su pene saltó duro y brilloso, se movió para zafar su bóxer de sus rodillas y se inclinó sobre mí, con una mano se recargó en la cama y con la otra enfiló su pene hacia la entrada de mi vagina y empezó a empujarla despacio, otra vez mi cuerpo su convulsionó y gemí de placer con otro gran orgasmo, mis piernas abiertas y flexionadas a los lados de su cuerpo y el con sus brazos estirados se sostenía de la cama con su cuerpo inclinado sobre mí, comenzó con un suave y cadencioso vaivén con gran ternura y amor, mis manos acariciaban sus brazos, después de un rato acercó su cara a la mía para besar y lamer mi cuello hasta la oreja, eso me excita muchísimo, no dejó de hacerlo hasta que se volvió a convulsionar mi cuerpo y gemí de placer, se enderezó y se puso mis piernas en sus hombros continuando con un rítmico vaivén que fue aumentando su velocidad a la vez que besaba mis pantorrillas hasta que ya no pudo más y sacó su pene de mi vagina y un chorro de leche caliente mojó mi vagina y abdomen llegando hasta mis senos, se desplomo sobre sus tobillos y yo esparcí con mis manos toda su leche sobre mi pecho, después de dio frio y jale la sabana y me cubrí, se acostó a mi lado y me jaló sobre él para besarme en la boca por primera vez, nuestras lenguas juguetearon entre ellas en un rico y apasionado beso, nos separamos, acostados boca arriba uno al lado del otro, le dije.
—Pepe es el mejor sexo que he tenido. Nadie me había hecho gozar tanto como hoy.
—Para mí también ha sido lo mejor, eres mi rica, tienes un hermoso cuerpo.
Poco después me pare a bañarme, fue ahí cuando me di cuenta que la tormenta había acabado y que la luz había regresado; volví a la cama con él y me abrazó metiendo su cara en medio de mis senos, su mano me agarro mis nalgas, nuestras piernas se entrelazaron y así nos quedamos dormidos hasta que amaneció.
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