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la segunda parte de la historia de mi hermana mayor y yo
gracias por leer y opinar...
ojala conocieran a mi hermana es una mujer deliciosa.
Mi hermana Carmen cada día adquiría un cuerpo mas y mas deseable, a sus 17 era ya toda una delicia de hembra acosada por muchos pretendientes a los cuales yo envidiaba y me frustraba tener tan cerca a esa mujer y no poder hacer nada con ella, toda mi frustración la canalizaba masturbándome mas y mas pensando en ella. Pero cada día podía contener un poco menos las ganas de tocarla, de acariciar, palpar, sentir la temperatura, consistencia, forma y textura de ese manjar de mi hermana.
Lo que sentía era la mas destilada esencia de la lujuria, no puedo decir que estaba enamorado de ella, si la quería, claro, pero como hermana, mas bien junto a ese amor filial, estaba un monstruoso deseo sexual de penetrar su vagina con mi pene, de hacerla mía, de darle por atrás como perrita y hacer que me mamara la verga...así paso tiempo de extremo deseo en el que lo mejor en mi vida era una pequeña rendija en el baño por la que siempre que se daba la ocasión podía ver a esa delicia monumento a la femineidad completamente desnuda.
La vista no era la mejor y tenía que esperar angustioso momento agachado junto a la puerta del baño a que mi hermana pasara en el punto exacto de mi mirada, pero siempre valía la pena. La primera vez que vi ese culo redondito al final de esas piernas largas, sentí que me desmayaba al tiempo que mi corazón explotaba de lo rápido de sus latidos, y mi pene se salía de mi ropa interior impulsada por una intensa y enorme erección. Mi hermana Carmen era hermosa estando desnuda, veía también sus vellos púbicos en triangulito invertido, y lo mas delicioso, en varias ocasiones se le ocurrió a mi hermana secar sus labios vaginales justo frente a mí, a escasos 50cm de la cara de su hermanito, ella abría sus carnosa vulva como una flor cuyos pétalos eran unos delicados y amplios labios mayores, a los que yo soñaba acariciar, morder, abrir, penetrar y eyacular en su interior.
Así pasaron unos años en los que espiar a mi hermana se convirtió en la mejor parte de mi vida, también cuando no podía espiarla me masturbaba olfateando los jugos vaginales que quedaban impregnados en su ropa sucia, ese olor me perseguirá toda la vida, recuerdo el olor exacto de la vagina de mi hermana como si en este momento la estuviera olfateando de nuevo. Ya no podía más, todos los días fantaseaba con ella, todos los días hacia un nuevo plan de como cogerme a mi hermana Carmen, algunos los intenté llevar a cabo pero nunca me atreví. Lo mas que me atrevía era a verla fijamente recorriendo su cuerpo lentamente sin decirle nada, dejando que ella se diera cuenta que la miraba, como intentando que descubriera la intención de mis lujuriosas miradas, y rozándola las mas veces que podía, aprovechando cualquier ocasión para tocarla, rozarla, olerla, lo que sea. Mi hermana como si nada pasara solo me veía y cambiaba de posición, salía del cuarto o no hacia absolutamente nada, parecía no sospechar nada y se mantenía en su mundo impasible al sufrimiento que le provocaba a su hermanito que moría de deseo por ella.
Mi hermana se comportaba conmigo como si nada, de hecho al ser la mayor era un tanto autoritaria, yo en plena adolescencia y loco de ganas de coger con ella y ella en sus veintes jugando a ser la mujer independiente, esa situación muchas veces acababa en conflictos entre nosotros. Aunque yo intentaba alejar el deseo sexual por mi hermana con las compañeritas de secundaria, que mencionare que escogía lo mas parecidas a como mi hermana lucia en esa época, ni siquiera ellas lograban excitarme con los besitos y caricias adolescentes ni un poquito como mi hermana podía hacerlo con su sola presencia, además de que yo ya había experimentado esa desnudez hermosa de mi hermana y cuando comenzaba a tocar mas abajo por decirlo así se asustaban y no podía continuar lo cual me frustraba aún mas, pues yo quería coitar, desnudar, lamer, morder, etc. y ellas aún no estaban preparadas para eso. Muy distinto a mi hermanita que desde unos años ya había tenido varios novios, todos mayores que ella y estaba seguro que ya se la habían cogido así que mi hermana era la mas indicada para enseñarle a su hermanito el arte del sexo, nadie mejor que ella para mi.
El día que por fin me tiré a mi hermana(o ella me tiró) fue de lo mas inesperado, aunque yo me moría de ganas de coitar con Carmen ella se comportaba tan lejana e indiferente a mis miradas y sutiles caricias que yo estaba seguro que nunca conseguiría nada de ella, pero afortunadamente estaba equivocado.
Nuestra pequeña familia estaba de vacaciones, las vacaciones familiares en la adolescencia como siempre eran un poco molestas. Mi hermana a sus 23 años estaba en el último año de la universidad apunto de ser independiente, pues se iría a estudiar una maestría a otra ciudad y yo a mis 16 muerto de ganas de cogérmela pero aún virgen y sin experiencia como para proponérselo, en fin, lo único que me entusiasmaba era que podía estar cerca de mi hermana que se vestía de manera provocadoramente deliciosa pues estábamos es una región tropical y la ropa ligera era lo que se necesitaba usar.
Todo transcurría de manera aburridamente cotidiana hasta que en nuestro recorrido de varias provincias pintorescas fuimos interceptados por el novio en turno de la zorrita de mi hermana, el cual seguramente acudió con las mismas intenciones de coger con ella que yo tenía. Ellos después de pedir permiso a mis padres salieron solos a no se donde con lo cual yo me quede aburrido, celoso, y sin mi el placer que era estar junto a ella, pero excitado con la idea de que seguramente ese rico cuerpo de ella sería disfrutado por alguien.
Pero al parecer las cosas tampoco salieron muy bien para mi hermana pues en un par de horas estaba de regreso con nosotros, al parecer tuvieron una pelea por alguna razón, lo cual tanto mi padre como yo vimos con alegría, ambos por celos aunque un poco distintos, creo.
Así continuamos la marcha a otra ciudad, con mi hermana mas seria y cortante que de costumbre y yo mas caliente que nunca y fue en la siguiente ciudad donde el destino jugo a mi favor, pues al llegar todos los hoteles estaban al tope, y mis padres no previeron hacer alguna reservación, por lo que quedamos unas horas a la deriva sin saber donde dormiríamos esa noche, en un principio la situación era incomoda, el calor, la incomodidad de estar todos juntos todo el tiempo en el coche recorriendo hoteles cada vez de aspecto menos acogedor.
Finalmente llegamos a un hotelucho que era mas bien un motel de paso para cogelones y putas, en el que mis padres intentaron tomar un cuarto para todos, cosa muy incomoda a mi parecer, pero finalmente el milagro sucedió. Solo había dos habitaciones separadas y cada una con solo una cama. Después de un rato de pensarlo y yo alegando que mi padre roncaba, llegamos a la feliz y excitante decisión de que mi hermana y yo nos quedaríamos en un cuarto y mis padres en otro. (También mi padre querría tener un poco de sexo con mi madre supongo).
Las habitaciones estaban separadas por un piso, mis padres segundos, mi hermana y yo tercero, el hotel era casi una pocilga, sin aire acondicionado, los cuartos eran pequeños e incómodos, pero con todo y eso yo sentía que estaba entrando al mismísimo paraíso terrenal mientras mi hermana y yo nos dirigíamos a nuestro cuarto. Mientras caminábamos luego de despedirnos de nuestros padres, por un pasillo solitario y mal iluminado se acuchaban intermitentes gemidos de placer de parejas teniendo sexo, las cuales seguramente usaban el motel solo para eso.
Yo imaginaba que mi hermana Carmen con sus shorsitos cortos amarillos, sus sandalias de tacón y su blusa blanca ligera y semi escotada caminando en silencio junto a mí rumbo nuestra habitación era una prostituta que acababa de contratar con mis ahorros, casi no contenía la erección, que cada vez se notaba mas, mientras pensaba en mi hermana como una rica puta de 23 años que me cogería a mis 15 años para desvirgarme. (Y no estaba tan equivocado).
Ella se mantenía callada aunque si la note un poco sonrojada con los gemidos de camino al cuarto, finalmente entramos al cuarto que era pequeñito de unos 4 x 4 metros, pintado de amarillo pálido, con un espejo viejo y amplio frente a la cama, con una camita individual medio destartalada con sabanas relativamente limpias, una pequeña ventanita que daba a una calle obscura de las afueras de la ciudad, un ventilador destartalado y una tele antigua empotrada en la pared.
Un cuarto deprimente si no fuera porque en el estábamos solos, a un piso de distancia de nuestros padres, amontonados, acalorados y calientes mi hermana mayor Carmen y yo, mi hermana y todo su delicioso cuerpo, su riquísima vulva, sus nalgas, su labios, sus miradas, su indiferencia, su sudor y su néctar vaginal dormirían junto a mi, así que ese cuartito era el paraíso en la tierra.
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