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Categoría: Incestos

MI HERMANA CARMEN -final-

En ese momento estábamos inmersos en un espiral de sensaciones y placer, Carmen cada vez me gustaba más, me fascinaba sentirla entre mis brazos, besarla y hacerle el amor.
¡Y yo cada vez la exigía más! Ella se había convertido en la mejor amante que había tenido y me estaba dejando en claro que en la familia había alguien que sabía disfrutar y hacer disfrutar el sexo.
¡Y esa era ella!
Esa noche inolvidable seguíamos disfrutándonos.
Desde sus labios y su boca, baje besando y lamiendo cada centímetro de su piel hasta llegar a sus pechos, ¡Le encantaba! Poco a poco fui besándolos por ambos lados, mordiendo suavemente la punta de sus pezones erectos ¡qué sensación!
Entonces… repentinamente me detuvo firmemente y dijo: ¡Marcos! Quiero que hablemos.
¿Qué quieres decirme? ¡Habla!
La verdadera razón por la cual quiero que mis hijas estén en la ciudad independientemente de la necesidad que estudien o trabajen es para evitarles a mi juicio un futuro desgraciado.
Desde tiempos inmemoriales, como dicen los cuentos, el hombre ha gozado de poderes y privilegios por sobre las mujeres. En ese sentido, el derecho de pernada, rito tradicional dotaba al patrón del privilegio de abusar sexualmente el cuerpo de la chiquilla a la que desposaría su esclavo, ha actuado como recuerdo encubridor de un hecho tan primitivo que al no estar dotado de legalidad, aunque si de un cierto consenso patriarcal, suele transcurrir en silencio pero no necesariamente en secreto.
En el pueblo donde tenemos la granja la vida es muy dura, sobre todo para la mujer que desde los 14 años – a veces menos- es entregada por esas costumbres milenarias a hombres que las doblan en edad. Allá la mujer es un estorbo y lleva una vida de esclava, es solamente útil para saciar la ferocidad animal de sexo de sus hombres, para tener hijos –muchas veces cuando tienen una beba son castigadas- cocinar, lavar, sembrar, cosechar, limpiar el granero, atender los animales, hacer las compras en el pueblo y muchas actividades mas que te horrorizarías saberlas.
Te preguntaras que tienes que ver en esto, es sencillo; te conozco como nadie y se de tus aventuras amorosas pasadas y de las actuales, estas ultimas me las contó tu mujer cuando la ultima vez nos visitaron.
No tengo que ser muy inteligente al ver el cuerpo de mis hijas que te gustarían, máxime al ver que desde pequeñas –sobre todo Clarita- ejercías sobre ellas una atracción especial. Y eso es muy bueno porque le enseñaras todo lo que hay que saber sobre el sexo, el amor y la amistad verdadera, que en el futuro le dejaras una experiencia maravillosa. Marita me contó su primera vez y Clarita hasta los detalles, cosa
Que lo se por experiencia y te agradezco. La diferencia esta en que hiciste que te amara y que a ellas con el tiempo les quedaran como un hermoso recuerdo secreto.
-¡Mi querida y adorable Carmen! Desde pequeño siempre me gustaste y recordé por muchos años pequeñas anécdotas morbosas que habíamos pasado juntos y que estallaron en deseos cuando entre al baño para enseñarte el uso de la ducha.
Esa noche me enamore de ti.
Mirándome fijamente con esos ojos color de mar donde jugaban en remolinos los destellos de las olas se acerco, me beso suavemente y acercándose al oído murmuro. ¡Por eso mismo tengo que irme, volver a casa!
Puso sus manos en mi pecho acercó su boca a la mía, y nos empezamos a besar suave pero profundamente, cada vez el beso iba más agresivo, mis manos no se separaban de su cuerpo querían sentirla toda, mientras ella acariciaba mi verga y lo movía de arriba hacia abajo aumentando la presión de su mano, mirándome a los ojos y mordiéndose el labio inferior por un instante. Los pechos erguidos y deliciosamente duros, sus nalgas moviéndose al compás de mis manos, su increíble culo y sus preciosas tetas erizadas, obligaban una exploración para seguir bajando, acariciar temblando su abdomen, pasaba lentamente sobre el Monte de Venus mis dedos se internaban en ellos hasta llegar a su vulva, roce sus labios mojados y subí hasta el clítoris que había salido del prepucio y se erguía duro fuera de el, un gemido de placer se le escapó cuando lo acaricie. Le abrí las piernas muy lentamente y empecé a masturbarla. Su desorbitada temperatura unida a la pericia de mis dedos para introducirme en su vagina hizo que su primer orgasmo llegara pronto, moviendo las caderas como si mi pene estuviera dentro de ella soltaba gemidos ahogados, como de alguna forma llorando. No tardó en empezar a chupar mi miembro y lo fue lamiendo y masturbándome muy lentamente. El placer que sentía era inexplicable. Definitivamente esa mujer era un ángel. No podía contener los súbitos movimientos de sus caderas. Gemía cada vez más fuerte, pensé que nos podían oír. Pero me daba igual. Mi pene entraba y salía completo y a fondo en su boca, además de lamerlo desde la base hasta la punta "chupaba" y movía su lengua como poseída cuando lo tenía todo dentro de su boca. Luego de un largo rato durante el cual solo me dedique a gozar y gozar, me acerco mas al borde de la cama y volteo mis piernas hacia arriba, con lo cual, y por primera vez en mi vida, con toda dedicación, comenzó a lamer mi ano, lo cual me enloqueció de placer, nunca me lo habían hecho y me encantó. Luego de un rato volvió a meterse mi pene en su boca y siguió mamando con pasión, abrió más su boca y permitió deslizar más profundamente mi palpitante pene en su garganta. Solo fueron segundos, pero me parecieron eternos, imaginaba la sensación que esas palpitaciones le provocarían pues agarrándola de sus negros cabellos con mi mano derecha tiraba de ella hacia abajo arqueando mi cintura para entrarle mas en su garganta mientras apretaba su mano con la mía.
Mi boca babeaba y tanto fue el placer, que hasta mis manos se aquietaron. Eche mi cabeza hacia atrás saboreando el gozo que su boca me estaba proporcionando. Temblaba, sentía su estremecimiento y cómo con sus manos empujaba o retiraba mi cabeza para que el ir y venir adquiriera el ritmo requerido, el que me producía mayor placer. En un momento detuvo esa loca carrera de su boca, se levanto, me beso suavemente excitada y con suavidad acerco su culo a mi pene y esa perspectiva de sus delicias me fascinaron; de una redondez casi perfecta, abrí sus nalgas y descubrí el paraíso, su esfínter era de un rosado muy claro y me parecía pequeñísimo e imagine que la experiencia seria dolorosa para los dos, pero eso no quito mi excitación de besar sus nalgas para luego con mi lengua lubricarlo, intente penetrar la punta pero no lo logre, no imaginaba como iba a lograr introducirlo, pues mi pene es medianamente grueso. Y lo lamí tratando de meter la punta de la lengua en ese agujero aún virgen. Ella comprendió y excitada se aflojo logrando que la lengua entrara un poco mas que la punta mientras apoyada la frente sobre sus brazos cruzados dijo:
¡Querido Marcos! No sabes como gozo desmesuradamente y más recordando mis viejos tiempos de masturbadas incontenibles, con mis dedos que cobraban agilidad a cada momento, lograba más y más orgasmos, verdaderos estallidos de estrellas y universos.
Agarro la verga dura como trozo de metal, la retiro casi con violencia y sentí como lágrimas de placer salían del ojo único. Me sorprendí pero luego me alegré porque la cabeza había entrado. y más porque empujaba decidido a vencer, a perforar el culo virgen. Y lo logre después de varios intentos. Carmen sentía la penetración y lloraba del dolor… lloraba con fuerza y se aferraba a las sabanas temblando violentamente, suspirando me detuvo un instante e inmediatamente presiono hacia atrás logrando penetrarla un poco mas, sentía dolor y calidez, me preocupaba. Le pedí que se relaje y comencé a presionar más fuerte; ella entonces puso su cara contra la almohada y aferrando con sus manos las sabanas se la metió en su totalidad. La sorpresa y el dolor le provocaron un grito ahogado por la almohada, su cuerpo se puso tenso, y aumento la presión, sus manos temblaban, pero comenzó hacer movimientos ascendentes y descendentes de cadera sin sacar ni un centímetro de aquella hermosa cueva.
Me embargaban demasiadas emociones, el calor de su ano, la fuerte presión con la que abrazaba mi miembro, sus movimientos de cadera, mas los gemidos ahogados. Creía que el dolor seria insoportable para ella, pero no me importaba, nunca antes había estado tan excitado, me sentía como un toro, cada ves ejercía mas fuerza en mis movimientos mas fuertes eran sus gemidos, el ritmo empezó a ser mayor y me excitación crecía, los movimientos se tornaron en embestidas. Giro su cabeza descubriéndome su perfil derecho y advertí en su mueca de dolor unas lagrimas que se derramaba sobre su bello y blanco rostro. La excitación me desbordaba y aumente mi ritmo, las embestidas eran feroces y mi pene se introducía con violencia en su ano.
Mis dedos veloces hacían estremecerse de placer al clítoris siempre sensible y dador de explosiones maravillosas de gozo intenso. El dolor se había transformado en placer, en dicha, en orgasmos. Sentí como la verga se ponía más dura, si esto era posible, y que sus jadeos se hacían más frecuentes, y que su respiración se agitaba haciéndose ruidosa mis manos se crispaban en sus ingles cosa que hacía que mis huevos golpearan sus nalgas sensibles y placenteras, y también que la verga se fuera hasta el fondo, verdaderamente era tragada apretada por su culo alborozado. Y sentí el estremecimiento de su orgasmo en medio de sus gemidos y sus gritos acostumbrados, pero que me dieron la impresión de que eran más fuertes que lo habitual. Sentía seguramente mi leche depositándose en sus entrañas y sus orgasmos me llevaron al cielo, al Nirvana, al paraíso. Cayó mi rostro sobre su espalda traspirada y alcanzaba a divisar como sus flujos vaginales mezclados con mi semen se derramaban por sus piernas para depositarse sobre las sabanas. La verga estaba en una de mis manos, temblaba… después empezó a dar muestras ir hasta el culo aún dilatado, como un enorme boquete en el medio del surco del placer. y allí se metió. Primero la tímida punta y después toda, hasta donde las propias nalgas permitían que ella pudiera avanzar.
¡Fue un inmenso placer!, placer que se manifestó en un orgasmo mutuo que nos transporto al firmamento estrellado más allá del universo.
Me sorprendió la mano derecha de Carmen tomando mi pene y mirándome con sus ojos aun llenos de lágrimas, diciendo:
-Soy tuya, y siempre voy a ser tuya porque te amo.
¡Por eso mismo esta pasión se debe de extinguir ahora!
Mi lugar esta en la granja junto a mi esposo.
¡Jamás volverá a suceder!…
En la mañana al despertar se había ido y al partir se llevo mi amor.
Mateo Colon
Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 4.6
  • Votos: 30
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
demetrio
invitado-demetrio 26-10-2010 00:00:00

como dije, excelente, muy bién narrado, con la cuota de morbo justa, es ese tipo de relato atrapante, que con ansiedad uno va pasando los renglones y siente que está en un rincón de cada habitación, observando, --es lo que a mi pasó--, realmente felicito al autor.

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