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"Siempre tuve una fantasía."
He llevado a rajatabla toda la vida la máxima de ser una Señora, o, al menos, intentarlo. Pero, por supuesto, una Señora en la calle, y nadie, nunca, ha podido sospechar lo que hago o dejo de hacer en la cama.
No tengo ningún prejuicio; límites sí, pero todos los tenemos. Dentro de esos límites, todo vale. Y los límites son puramente higiénicos y de salubridad. Me explico: nada de zoofilia, y en lo escatológico descarto la defecación. Por lo demás, me gusta todo: desde el más tierno de los besos hasta la lluvia dorada, pasando por todo tipo de penetración, vaginal, anal, doble, triple,... propia y ajena.
Sentadas estas bases, hay una fantasía que hacía que me empapase sólo de pensarlo, y que nunca me atrevía a proponer.
Reconozco que soy una mujer muy morbosa en el sexo, abierta a casi todo.
Hace un tiempo, decidí hablar con mi marido respecto de mi fantasía, al principio sólo tanteándole. Él también es morboso, pero yo no sabía si accedería a darme "el gusto".
Una noche, estando los dos solos, le dije: "¿qué te parecería si volviésemos a hacer un trío?", a lo que él accedió encantado, como yo esperaba.
Sólo de plantearlo nos pusimos los dos muy calientes, y poco a poco fui contándole qué cosas me apetecía hacer con él y con otro hombre. Me sorprendió accediendo a todo. E inmediatamente decidimos buscar un hombre que estuviese dispuesto a participar de nuestro juego. Nos metimos en una página de contactos, y a los dos o tres días ya teníamos candidato, un hombre más joven que nosotros, con un cuerpo atlético y una polla más que apetecible. Estuvimos chateando con él unos días; yo me dediqué a calentarle todo lo que podía, incitándole a masturbarse, al principio sólo por escrito, luego poniendo sólo él la cam, y finalmente poniéndola yo también y masturbándonos a la vez. Fueron unas pajas descomunales, por su parte y por la mía, con mi cam enfocando mi coño palpitante y empapado, y la suya mostrando su polla dura y caliente, corrida tras corrida.
Le conté a nuestro amigo lo que queríamos hacer, y se corrió mientras se lo contaba, por lo que decidimos que era el momento de quedar con él y ponernos a ello.
Quedamos en un hotel de las afueras, tomamos una copa en el bar y subimos a la habitación los tres juntos, mi marido a un lado y nuestro amigo al otro. Ya en el ascensor empezaron a tocarme los dos al unísono: las manos de mi marido apretaban fuerte mi culo, y las de mi amigo entraron dentro de mi camisa y me cogieron las tetas, sopesándolas, manoseándolas. Mis manos estaban cada una en una bragueta, fuera de los pantalones, pero adivinando y sobando dos pollas que empezaban a crecer.
Como era un hotel apartado, con poca gente y un día entre semana, nos atrevimos a para el ascensor unos minutos para disfrutar de la situación. Cuando se paró, mi amigo me sacó las tetas y empezó a chuparlas con fruición, poniendo mis pezones duros y haciendo que yo se los metiera en la boca con fuerza.
Mi marido subió mi falda y encontró la primera sorpresa: él pensaba que yo llevaba tanga, pero descubrió que no llevaba nada, sólo el coño completamente depilado y al aire. Me miró a la cara y su sonrisa lo dijo todo al tiempo que acariciaba mis labios vaginales sin siquiera rozar mi clítoris.
Quité la mano de la bragueta de mi marido, y puse ambas manos en la de nuestro amigo, desabrochando el pantalón, bajando la cremallera y metiéndolas después bajo su bóxer, tocando fin piel con piel esa polla que tan bien conocía. Ya estaba durísima, caliente... Se la masajeé un poco mientras el mordía mis pezones y mi marido me tocaba el coño y me dejaba hacer.
Tras unos minutos, no recompusimos como pudimos, dimos la marcha del ascensor, y por fin llegamos a la habitación.
Nada más entrar, pedí a los chicos que me dejaran desnudarles, primero a uno y luego al otro. Primero desnudé a mi marido, para que él se calentase desnudo viendo cómo desnudaba al otro. Cuando empecé a desnudar a nuestro amigo, miré a mi marido y me hizo un leve gesto con los ojos, por tanto, al otro sí le permití tocarme. Le quité la camisa y dediqué unos instantes a lamerle y morderle los pezones, mientras con las manos le quité el pantalón y el bóxer, hasta dejarle también desnudo. Poco a poco me puse de rodillas delante de él y me metí de golpe su polla en la boca, iniciando una mamada profunda.
En ese momento, ya tenía los dos como yo quería: desnudos, empalmado y decididos.
Me quité la falta y desabroché mi camisa, pero sin quitármela. Sólo llevaba puesta la preciosa camisa de seda y unas sandalias negras con un tacón de vértigo.
Pedí a los chicos que empezasen a tocarse entre sí; mientras, yo me senté en una butaca baja, con las piernas abiertas para que ellos tuviera una buena visión de mi coño, y las tetas a la vista por lo mismo.
Les puse un preservativo a cada uno y les pedí que me ofreciesen lo que quería ver, penetrarse el uno al otro. Primero nuestro amigo masajeó el ano de mi marido con sus manos, abriéndolo poco a poco y lubricándolo con saliva. Cuando lo tuvo bien abierto, y los dos con sus caras vueltas hacia mí, empezó a meterle la polla poco a poco, h asta que los huevos de los dos se tocaron. Eso me puso cachondísima, y mi coño se empapó aún más, pero resistí la tentación de tocarme. Empezó a bombear con fuerza, y la cara de mi marido era espectacular, entre el dolor y el placer. Me hubiera corrido en ese mismo momento...
Cuando estaban los dos a punto del orgasmo, cambiaron de posición, y entonces fue mi marido quien se folló a nuestro amigo, hasta casi correrse ambos.
Ése era el momento de que yo entrase en el juego. Me levanté, me quité la camisa y me acerqué insinuante hacia ellos, con el coño chorreando y bamboleando mis grandes tetas.
Les quité los condones y acerqué sus pollas a mi cara, restregando una en cada mejilla, mientras ellos empezaron de nuevo una sesión de sobos en mis tetas y en mi culo. Saqué la lengua, acerqué las puntas de sus pollas a mi boca y, haciendo que las dos puntas se rozasen entre sí, comencé a chupar y mamar las dos, primero una, luego otra, y finalmente metiendo ambas puntas a la vez en mi boca. Ufffff. Qué calientes estábamos los tres!!! Mi marido me metía dos o tres dedos en el coño, y nuestro amigo hacía lo propio con mi culo.
Fue entonces cuando les pedí lo que realmente yo quería. Mi marido se puso frente a mí y nuestro amigo detrás mío. Poquito a poco fueron acercando sus pollas a mi coño, que ya no podía más de deseo, y me las metieron las dos juntas, a la vez, en mi vagina, provocándome al principio un dolor extraño por tanta dilatación, pero al momento sentía un placer mucho más intenso que el dolor, y le pedí a mi amigo que me penetrase el culo con sus dedos. Quería dos pollas en mi coño y varios dedos en mi culo. Hizo como le pedía, mientras mi marido empezó a morder y succionar mis pezones con una fuerza enorme. Mis manos tocaban los culos de los dos, mis dedos entraban en sus anos dilatados y jugaban con sus huevos. Fueron unos minutos de enorme excitación, hasta que no pude aguantar más y el orgasmo llegó entre gritos de placer. Esos gritos les hicieron a ellos estar dispuestos a correrse, y sacando ambas pollas, se corrieron los dos a la vez en mi boca.
Cuando terminaron sus espasmos, les limpié las pollas y los huevos con mi lengua, saboreando su semen, y ellos me limpiaron el coño y el culo con sus bocas.
Fue un polvazo de escándalo.
Descansamos los tres desnudos un rato en la cama, sobándonos todos a todos, y como teníamos varias horas por delante, comenzamos de nuevo a jugar.
Pero eso, os lo contaré otro día.
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