Bueno, esto es la continuación de la historia. Había dado mi primer beso a los 10 años con mi prima Camila, de 13. Por unos días lo seguimos haciendo, pero luego ella, con su papá, mi tía Melissa que hacía orgías en su casa, y su pequeña hermana Fernanda, que tenía 5 años en ese entonces, se fueron con mi abuela.
Había algo más. Vi una masturbación por primera vez esa misma noche del primer beso. Desde ahí pasaron 5 años, yo tenía 15 y ya había tenido algunas novias. Pero nadie como mi prima Camila. A ella no la veía mucho en casa de mi abuela, pero sí a mis otras 3 primas. Fernanda ya tenía 10 años, y era idéntica a su hermana a su edad, pero era diferente en personalidad. Muy molestosa, impulsiva, rebelde, incluso a esa tierna edad. Y principalmente, no tenía el aire angelical de su hermana mayor. Sus ojos eran más oscuros, pero igual de rubia.
Las hijas de mi tía Julia, la melliza de mi papá, eran de padres distintos. Paloma tenía 19. Era muy bella también, pero más exótica. Morena de piel, cabello y ojos oscuros, un cuerpo delgado y sensual. Tenía senos pequeños, pero un trasero enorme para compensar. Su madre era una mujer que cambiaba constantemente de novio, aunque era bastante fiel y amorosa con cada uno. Pero Paloma, si bien al principio era muy “polola”, es decir, que tenía muchos novios, al crecer se enamoró de un rugbista, Eliseo, un chico de contextura extremadamente fuerte, y ya llevaban 3 años de relación, que parecía que iban a durar mucho más. Paloma era muy amorosa, alegre, efusiva, abierta e idealista.
La hija menor, Rocío, tenía hace 5 años, 9, y era una niña preciosísima. Fue la única que tuvo ojos verdes. Era algo tímida en familia, pero en su colegio parecía ser mucho más sociable. Era dulce y gentil, pero cuando estaba con su prima Fernanda, terminaba siendo cómplice de sus acciones destructivas.
Un día fui a casa de mi abuela con mi papá. Yo no tenía novia y tenía ganas de pasar el rato con mis primas. Camila estaba ahí conversando con Paloma. Que quede claro que en esos 5 años nunca hablamos de lo que había pasado después de que se mudó. Fernanda y Rocío no estaban, se habían ido con algunas amigas a comprar ropa, acompañadas de tía Julia, la melliza de mi papá. Por lo tanto, en la mesa de la casa estábamos mi cariñosa abuela, mi papá, mi tío Carlos, Camila y Paloma. Conversábamos sobre cosas típicas, como el colegio, o el futuro de mis primas en la Universidad (Paloma ya estaba en primero de pedagogía) y ese tipos de temas. En cierto momento, la conversación se había ido a temas más de “viejos”, y yo fui al patio a saludar a la perrita “Dulce”. Cuando salí, rápidamente llegó a mis piernas a saludarme, pero al levantar la cabeza también me encontré con otra cosa. Mi tía Melissa, esposa de mi tío, aquella que hace 5 años gritaba a toda a la ciudad que le gustaba tener sexo estaba colgando ropa. Aún estaba casada con mi tío, aunque se decía que tenía amantes. Lo que sí era cierto, es que tenía el cuerpo de una estrella porno: Cabello rubio y enrulado, labios grandes, tetas enormes, una cintura de gimnasio como el de su hija Camila, y un trasero gigante.
Usaba un short muy corto, un top que seguramente no llevaba sostén adentro, ya que sus tetas se movían cada vez que se agachaba como locas. Realmente no pude evitar que se me parara ahí abajo cuando me saludó con un beso en la mejilla y un abrazo, mientras apretaba sus senos contra mí. Olvidaba decirlo, yo era casto, así que estaba en ese momento en que mis hormonas realmente necesitaban el sexo. Me puse un poco colorado, y, al mirar hacia atrás, vi a Paloma mirándome con una sonrisa pícara por la ventana.
-Tanto tiempo Felipe, qué grande estás –me dijo sonriendo.
-Jaja, gracias –dije con timidez –usted se ve bien…
-Qué galán, gracias –respondió con una risita. Aún me trataban como a un niño por lo tímido que yo era.
Camila, para mi lamento interno, salió. Iba al centro con unos amigos. Luego, mi papá y mi tío iban a llevar a mi abuela al doctor para una revisión mensual. Me ofrecieron ir, pero preferí quedarme ahí. La verdad, la presencia de Paloma, Camila y tía Melissa -afortunadamente mi tía Julia no estaba, ya que habría explotado de calor- me tenían algo caliente, y pensé quedarme viendo televisión para olvidarme de eso. Encontraba algo extraño sentir eso por familiares, pero tampoco lo iba a evitar, de todas formas, sin contar lo que había ocurrido hace 5 años, no había hecho nada.
Se fueron. Encendí la tele y puse una película de acción. Pero recordé a mi tía Melissa, miré hacia afuera por la ventana, y aún colgaba ropa. Se veía muy sexy. Tenía 38 años, pero parecía bastante menor por su cuerpo. Comencé a calentarme de nuevo. Como dije, estaba en esa época en que nos calentamos por cualquier cosa con senos y culo. No pude controlarme.
Se suponía que no había nadie en casa más que ella y yo. Bajé el cierre de mi pantalón y alejé la vista del televisor para ponerlo en la tía, que no se había percatado. Tomé mi pene, ya completamente erecto y comencé a masturbarme. Era exquisito. Esa sensación de masturbarse en una casa ajena con algo prohibido como es un familiar, era espectacular. Mi mano subía y bajaba por el falo, yo mirando el cuerpo espectacular de tía Melissa, que se agachaba como si fuera apropósito mostrando su culo apretado en el mini-short. Sin embargo, algo me despertó del trance placentero en el que estaba. Una voz.
-¿Está bueno, Felipe? –dijo alguien. Yo quedé de piedra.
-¡Paloma! –dije mirando hacia atrás. ¿Cómo pude olvidarlo? Tal vez subconscientemente pensé que ella había ido con Camila al centro, pero se había quedado en casa y ahora me miraba con molestia, mientras yo aún tenía mi pene en la mano.
-¡Es tu tía! –reclamó, aunque parecía tratar que mi tía no lo notara –Típico de pendejo de esas edad, ¿Está bueno el pajearte, primo? –me dijo. Su mirada era de rabia, no tenía la alegría de siempre, ni el cariño que constantemente me daba.
-Perdón Paloma, es que… yo… estaba… yo… -me sentía horrible, tal vez iba a llorar, pero miré nuevamente a mi prima y ella sonreía, mirando mi pene aún sujeto en mi mano.
-Felipe, era broma, perdón por retarte –dijo volviendo a sonreír con la alegría y picardía tan típica de ella- no está mal lo que haces. Es normal, todos los adolescentes lo hacen, tranquilo.
-Ah… sí, es que mi tía se veía… todos los hombres lo hacemos, perdón –trataba de explicar, guardando mi pene todavía erecto en mi pantalón, pero Paloma me detuvo.
-Espera, no lo hagas –dijo sonriendo- has crecido primo… Ahora, no solo los hombres, también las mujeres lo hacemos.
Yo me puse más rojo que antes. No había mirado a Paloma bien hasta que dijo eso. Llevaba una faldita blanca de pliegues, unos zapatos de tacón, y una camiseta roja, con una camisa blanca abierta encima. Con su piel y cabellos oscuros, se veía muy sensual.
-¿No recuerdas cuando la Cami lo hizo estando contigo? –me dijo y yo recordé esa primera vez, y mi pene se paró más. Camila debió haberle contado en alguna borrachera –Bueno, ven. Bájate el pantalón y acompáñame a la pieza.
En unos segundos, sin pensar, ya estaba en la pieza de mi prima, sin pantalones ni calzoncillos, mostrando mi pene duro.
-Paloma ¿Qué pasa? Si viniera alguien, como la abuela, papá…
-Sht.. –dijo poniéndose el dedo en los labios y acercándose a mí.
-…O incluso si te pasa a buscar Eliseo…
-No importa. Tenemos una relación abierta. Felipe, cállate, es tu oportunidad. No hay nadie, estás caliente con tu tía, conmigo también, tienes un gran pene, nadie va a llegar todavía, y… -entonces se puso a centímetros de mi, tomando mi pene con la mano –yo estoy muy, muy, muy caliente.
Nos besamos. Ella besaba exquisito, sin esperar un segundo introdujo su lengua en mi boca, y comenzó a juguetear con la mía. Yo no quise discutir más, así que le devolví ese jugoso beso. Con su mano masturbaba mi pene, con una habilidad increíble. Tenía 19 años, supongo que tenía experiencia con el mastodonte que era su novio. Ya me había hecho pajas una novia, aunque nada más, y no se comparaba con lo que Paloma me hacía.
-¿Te gusta Felipe? –me dijo mi prima al oído.
-Sí, lo haces rico –le respondí con la respiración agitada.
-Te voy a enseñar a tener sexo, primito –en ese momento, Paloma se agachó y tomó fuertemente mi pene, volviendo a masturbarme- voy a ser profesora, así que esto será la práctica. Primera lección, una buena paja. Segunda, sexo oral.
Sin esperar más, introdujo mi pene en su boca de una vez, completa. Fue una sensación espectacular, nunca pensé que podía ser tan así. Usó su lengua, su boca. Chupaba todo el largo de mi pene adolescente, y lo sacaba para lamer el glande y el tronco, como si fuera una experta. A la vez, luego de quitarse la camisa, con una mano me masturbaba, con la lengua me lamía los testículos (era exquisito), y la otra mano la había llevado a su propia entrepierna, bajo la faldita.
-¿Te gusta primo? Me encanta chuparlo, es lo mejor.
-¿En serio? –pregunté con los ojos semi-cerrados.
-Sí, amo lamer pene. A tu profesora le gusta mucho lamer penes jóvenes. Ya me imagino, cuando empiece a hacer clases, tener todos esos penes grandes, duros y ricos a mi disposición… ¡Sí, qué bueno! –empezó a masturbarse más rápido y a chupar con mucho más fuerza mi falo.
-Paloma… ¡Ya! –le grité avisando que me iba a correr, pero ella se detuvo.
-¡No! Tu leche la deseo, pero después. Primero, ven. –Se levantó y fue a su cama. Se sacó el calzón dejando la faldita puesta y se sentó. Abrió las piernas. –Mira, esto es la concha- dijo abriéndose los labios, y tocándose el clítoris- tienes que… ¡Ay, primo!
Yo ya sabía eso. Por alguna razón, aunque era la primera vez, parecía que lo hacía bien. Me lancé a comerle el coñito a mi prima, estaba muy rico y desbordaban jugos. Usaba la lengua para lamerle el clítoris, y no tardé en introducir mis dedos por primera vez en una vagina. Paloma gemía bastante, parecía que iba a ponerse a gritar.
-¿Te gusta Paloma, lo hago bien?
-Lo haces delicioso, primo. ¡Qué rico, quién lo habría pensado de ti, tan tierno y dulce, ah! Eso… Dale, come, ¡Cómete la concha de tu prima, Felipe, cómetela toda! ¡Ah, hm…Ah!, ¡Primo, ah! –y tuvo un orgasmo igual que Camila hace 5 años. Con un solo movimiento me lanzó encima de ella, y mi pene quedó muy cerca de su mojado coño.
-¿Quieres que lo meta?
-Lecciones 3 y 4, primo: Chupar tetas, y meter pene. ¡Ahora, ah!
Lo primero ya lo había hecho a una novia. Sus tetas, no tan grandes, pero deliciosas salieron cuando se sacó la camiseta y las lamí y chupé con hambre. Lo segundo, mi primera vez… delicioso, increíble. Meter el pene en la vagina de una chica era espectacular. Lo metí sin dificultad, y como movido por un impulso invisible, comencé a moverme de atrás para adelante encima de Paloma, teniendo sexo por primera vez.
-¡Ay primo, qué delicia! Parece que te voy a aprobar…. Hm, qué rico… Méteme todo –se empezó a mover también, abajo mío, y llevó su dedo a la boca para lamerlo. Se veía sensual -¡Eso primo, a tu profesora le encanta tu pene, eso, eso, dale pene a la profe Paloma que eso le fascina! Hm… Mete primero, y saca después, así… así… oh, ¡Me voy! Ah
Se volvió a correr, y yo no estaba lejos. Mordisqueé sus pezones, la tomé de la cadera con fuerza, y empecé a bombear fuerte. Parece que ella notaba cuando alguien se iba a ir.
-¿Te vas primo? Hm… qué rico, pero no adentro. La profe Paloma quiere correrse a la vez que tú pones tu leche en el cuerpo de la profe! ¡Dale leche a la profe, primo!
-Sí…. Ya me voy a ir –dije saliendo de ella para no embarazarla y le pregunté- ¿Qué hago ahora? –Ella abrió la boca y sacó la lengua, mientras se corría nuevamente dando un grito al tocarse el clítoris.
-¡Ah! Lección 5, primo: Leche en la boca. ¡La profe quiere semen, ah!
Exploté. Lancé mi semen en la lengua y boca de mi prima, que parecía feliz de ello. No todo cayó ahí, algo cayó en la cama y en sus tetas. También en el pelo y las mejillas. Cuando lo lancé todo, caí rendido en la cama.
-Hm… qué rico –decía ella probando el semen que tenía en la lengua, tragándoselo. –No puedo esperar para tener los penes de mis alumnos y su leche en mi boca, ¡Qué rico va a ser! Eres lo mejor primo, nunca lo creí.
Tomó el semen que había caído en sus tetas y mejillas, y sensualmente se lo llevaba a la boca con el dedo para comérselo también. Sonreía como nunca.
-¿Estuve bien? –pregunté… ¿Qué? Era la primera vez…
-¡Muy bien, aprobaste todo! ¡Amo el semen, es una delicia! ¿Cierto, tía? –dijo y yo miré a mi espalda, quedando estupefacto.
-A la profe le gusta semen… ¿Me das un poco? –dijo mi tía Melissa que estaba ahí, mirando todo. Paloma se acercó a ella y para mi sorpresa, la besó. Con lengua. Estaban compartiendo mi semen. Yo iba a preguntar qué pasaba, pero escuché unas llaves y supe que mi abuela había llegado, así que tomamos la ropa, nos vestimos, e hicimos como que nada había pasado.
A la semana siguiente, llamándome por teléfono, Paloma me dijo que a veces ella y la tía Melissa compartían a Eliseo. Era un secreto solo de ellas dos, ya que eran igual de fanáticas del sexo. Eliseo era uno de sus amantes, pero me dijo que no me preocupara, porque no le dirían a nadie. Me invitó para que me enseñara a tener tríos, pero no se daba nunca una oportunidad como la que ese día habíamos tenido.
que excitante relato mmm