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Mi ex compañera del colegio

de ella puedo decir que es tan tímida como yo, aunque no responde al típico estereotipo de una nerd (y yo tampoco). Durante los años que estudiamos juntos, nunca nos hablamos. A pesar de los que yo sentía por ella, nunca me atreví a acercarme, y eso me hacía sentir muy mal incluso mucho después de salir del colegio pues nunca quise que ella pensara que era discriminada por mí. Y el hecho de que no me hubiese animado a declararme me tenía tan mal, que cuando mi mamá me pidío que tenía que ir al colegio a ayudar en la preparación de una actividad extraprogramática, no me gustó mucho la idea, pero sabía que no tenía alternativa.

Lo que no sabía era que ella también iba a estar allí. Pero muy tonto yo, en vez de salir corriendo a decirle hola, me quedé otra vez petrificado y sólo atinaba a mirarla desde la distancia. Ella tambien me miraba tiernamente, como siempre, lo que me hacía estar completamente seguro de que ella también sentía cosas por mí, pero aun así, yo no tomaba la iniciativa.

Cuando estaba disfrutando de una canción del salsero Mark Anthony, me mandaron a buscar algunas cajas al sótano del colegio. Cuando llegué al subsuelo, ella estaba allí y ya iba a ser imposible no entablar una comunicación con ella. La saludé y nos pusimos a conversar no muy fluidamente, pero igual fue bastante agradable. La caja que necesitaba llevar la divisé en lo alto de una de las repisas que se guardaban en el sótano. Con una escalera, subí hasta allá, dejando a mi ex compañera al nivel del piso. Cuando volví abajo con la caja, ella ya no estaba. Había desaparecido y comencé a llamarla, primero por su nombre y después utilizando adjetivos como hermosa, preciosa y princesa. Sorpresivamente, apareció por detrás y me dio un susto tremendo. Fui víctima de una broma que mi tierna compañera de estudio me había preparado. Sólo una pregunta me hizo volver a la realidad, aunque mi corazón continuó latiendo a gran velocidad por la incomodidad. Ella quería saber si en verdad me parecía hermosa y preciosa. Yo, algo cortado, le confesé lo que sentía y ella, también avergonzada, dijo que me correspondía. Sabiendo que ya no tenía nada que perder, la besé apasionadamente. Ella me respondió el ósculo y nuestras lenguas jugaron juntas por largo rato. Mientras tanto, yo la fui haciendo retroceder hasta que llegamos a un montón de muebles viejos, sillas y mesas, que estaban en un extremo del sótano. A la altura del trasero de ella, quedaba una mesa complatemente desarmada, en donde hice que se apoyara al empujar mi miembro contra su vagina. Como mi pene comenzó a crecer y sabía que no podíamos perder tiempo porque si nos demorabamos nos irían a buscar, me animé y metí una de mis manos por debajo de su minifalda. Ella no opuso resistencia y continuamos besándonos. Mi mano siguió hasta su bombacha, la que comencé a bajar. Fue necesario que dejara de besarla para poder terminar el trabajo con su calzón, pero rapidamente ella quiso continuar con el juego de lenguas. Mientras, procedí a desabrocharme el pantalón y a sacar mi pene. Luego, la levanté e intenté que quedara sentada en la mencionada mesa destartalada, pero su tablero plano estaba inclinado en unos cuarenta y cinco grados, por lo que ella debió rodear mi cadera con sus piernas para quedar competamente sostenida. Después, con mi mano llevé mi miembro a la entrada de su vagina, la que no estaba dilatada porque no había tiempo para ese tipo de juegos. De todas formas, la primera embestida me llevó bastante profundo debido a lo mojada que estaba. Ella gimió, y debido a la excitación me mordía los labios. Yo saqué un poco mi pene de su vagina, sin retirarlo totalmente, y empujéndolo por segunda vez hacia adentro, en ese momento sí llegó hasta el fondo. Ella ahí sí que sintió lo que yo tenía para darle y, no queriendo ser menos, me despojó de la remera y besó todo lo que pudo de mi cuerpo. Después, cuando el ritmo se empezó a acelerar, llevó sus manos hacia arriba y se agarró de una reja que estaba atrás de ella. En cada una de mis embestidas, ella trataba de irse hacia atrás con lo que podía llegar más profundo aún. En ese momento, ella gimió y se fue, y yo sentí sus jugos vaginales cayendo. Se soltó de las rejas y regresó con su cuerpo hacia mí. Mientras volvíamos a besarnos, mi pene explotó. Nos quedamos allí unos momentos, pero teníamos que regresar rápidamente para no despertar sospechas.

Esa es la historia de la primera vez que hice el amor con ella, el amor de mi vida. Hoy ya tenemos una relación estable, y cada vez que podemos tenemos apasionados encuentros en su cama o en la mía.
Datos del Relato
  • Categoría: De Fiesta
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