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Mi nombre es Katherine, soy colombiana, tengo 35 años y comenzaré relatando varias historias de cómo hemos logrado renovar la llama de la pasión con mi esposo.
Habíamos caído en la monotonía, casi no teníamos sexo y cuando lo hacíamos era solo por cumplir, por terminar rápido en la misma posición de él encima de mí y a dormir. Tuvimos momentos difíciles hasta que él llego con la idea de hacer algo diferente en el sexo que despertara esa pasión perdida, compramos juguetes eróticos, dildos, vibradores, pero nunca fue muy excitante.
Comenzamos a hablar sobre nuestras fantasías sin cumplir y a medida que hablábamos me ponía a imaginar cumpliendo mis fantasías y yo cumpliendo las de él, y debo aceptar que me puso a volar, me excite demasiado con escuchar algunas cosas que a él le gustarían, pero otras me pusieron a pensar, ya que, entre ellas, muchas tenían que ver con sexo con otras personas, a lo cual yo nunca me había puesto a pensar.
La primera fantasía que llevamos a cabo fue una de él, quería ver como otro hombre me tocaba los senos, me besaba, me daba sexo oral, como le chupaba el miembro a otro hombre, pero entre las reglas estaba que no podría penetrarme, lo cual me pareció bien ya que no compartía del todo la idea, pero si no me iba a penetrar, entonces echaría todo su semen sobre mí?
Pues así lo hicimos, como era la fantasía de mi esposo, él quería que yo me sintiera lo más cómoda posible, así que yo debía escoger al afortunado al que le haría derramar toda su leche sobre mí. Y así lo hice, busqué un amigo al que yo sabía que le gustaba, y que varias veces se me había invitado a salir. Realmente él no despertaba mucho interés en mí así que era perfecto, ya que después de lo que pasara no habría chance de volver a tener nada con él.
Su nombre era Juan, nos vimos en un restaurante, cenamos y luego él propuso tomar algo licor, estuvimos tomando un par de horas y como era obvio, la conversación llego a que quería algo conmigo. Le dije que lo único que podría esperar de mi era cumplir una de mis fantasías sexuales, pero que después de eso no pasaría nada, lo cual lo dejo perplejo y bastante interesado en conocer:
- Cuál es esa fantasía sexual mi Kathe, con la que te podría ayudar?
- Quiero que mi esposo me vea mientras me tocas, mientras me besas los senos, quiero que vea como me chupas el clítoris hasta hacerme gritar, quiero que me llenes de semen los senos y que él nos vea llegar tener un orgasmo.
Quedo boquiabierto, se le hacía muy raro una petición de estas, pero al mismo tiempo se le hacía irresistible la idea de tener sexo conmigo sin riesgo a meterse en problemas.
- Cuando quieras, me respondió, aunque creo que por retarme a ver qué tan enserio hablaba.
- Vamos hoy, le respondí.
Durante el camino a casa no hablamos nada, el silencio reinaba en el taxi, no sabíamos que decirnos, el nerviosismo se apodero del momento, yo no podía sino imaginar lo que estaba a punto de ocurrir, me temblaban las manos y se me agitaba el corazón como si fuera una niña que va a hacer algo malo, pero pensar en lo que se aproximaba me hacía entrar en calor, me excitaba mucho, creo que no habíamos llegado y ya mi panty escurría de lo excitada que iba. Llegamos, subimos, y como un novio que ve por primera vez a su suegro entró mi amante a casa y saludo formalmente a mi esposo. No quiero ni imaginar que se pasaba por la cabeza de los dos en ese momento, pero por la mía ya no pasaba más que imágenes sexuales de lo que quería que me hicieran. Sin mucho perder tiempo, mi esposo le ofreció un whiskey a Juan y le dijo: simplemente olvida que estoy acá.
Entramos al cuarto, y muy tímidamente comenzó a besarme, le correspondí como sí lo hubiera deseado toda mi vida. Supongo que, de los nervios, y del saber que lo estaban mirando, le tomo un poco de tiempo poder ponerme las manos encima. Me acaricio la espalda, y yo acariciaba sus bolas sobre el pantalón, noté como tenía de dura su verga, quería salirse de allí, y eso que aún no comenzábamos. Le solté la camisa, le besé el pecho y comencé a soltar mi blusa. Lo hacía tan lentamente que la excitación lo hacía querer ayudarme a desnudarme.
Con mis tetas al aire, me senté en el borde de la cama y comencé a soltarle el cinturón, le baje la cremallera y tire su jean al suelo, el caucho de sus bóxer no estiraba más, esa verga quería explotar. Antes de verla, voltee a mirar a mi esposo, quien estaba sentado tomando whiskey en una esquina de la habitación, a ver si en algún momento él se arrepentía y me pedía que no siguiera. Pero no paso, así que decidí continuar.
Saque esa verga de su ropa interior para que pudiera extenderse a todo su poder, era la primera vez que veía una verga diferente a la de mi esposo, se le escurría una gota desde la punta, sin haberla tocado siquiera. Mire a Juan a los ojos, pero no se la bese, me recosté sobre mis codos en la cama, lo que le dio a entender que debía comenzar él y así lo hizo.
Comenzó a besar mis tetas, las tenía duras de la excitación, lo hacía tímidamente pero muy rico, su lengua daba vueltas en mis pezones, después los subía y los bajaba, me mordisqueaba suavemente de vez en cuando, lo que me hizo olvidar que mi esposo estaba allí y relajarme a disfrutar, entregarme al placer que Juan me estaba provocando. Después de un rato, comenzó a besarme el abdomen, los costados, a soltarme el pantalón hasta que lo bajo totalmente, me besaba las piernas lo cual me hacía enloquecer, paso su lengua por la parte interna de ellas y llegó muy cerca de mi vagina, lo que me hizo soltar mi primer gemido, esa vagina que con lo mojada que estaba lo invitaba a seguir.
Sin mucho pensar, quito mi panty y comenzó a pasar sus dedos por toda mi vagina, hacia arriba y hacia abajo, me estaba dando un placer increíble, no me di cuenta en que momento había perdido el control y ya no hacía sino gemir cual puta, me pasaba la lengua por todo rincón de mi vulva, se detenía en mi clítoris unos segundos y volvía a dar una vuelta, me tenía a mil.
Entre tanto placer que me daba, me había dado un par de orgasmos maravillosos, como hacía mucho tiempo no los tenía, como imagine que no volvería a tenerlos. Se puso de pie y me levanto de la cama, dejándome sentada con la vista a la altura de su pene. Me tomo de la cabeza y me llevo de inmediato a él. En ese momento noté que ni Juan tenía ya timidez ni que yo tenía ya el control, estaba haciendo lo que él quisiera.
Me metí esa verga a la boca y comencé a chuparla, como si fuera un helado que se derretía y mi tarea era no dejar que pasara, entraba en mi boca hasta el fondo, en ocasiones provocaba que me ahogara, sabía diferente al de mi esposo, era un poco más largo, pero un poco menos grueso, lo que lo hacía totalmente diferente, y eso me excitaba mucho, me concentre tanto en besarlo que quería que se corriera así, que me llenará la boca de semen, pero él tenía otro plan.
Saco su pene de mi boca y lo coloco en medio de mis tetas (creo que es lo que más le excitaba de mi), cogió mis manos y me las llevo a ellas, indicándome que debía apretarle la verga con mis tetas, y así lo hice, comenzó su vaivén llevando la punta de su pene hasta casi mi boca, se movía cada vez más rápido y su respiración era cada vez más sonora, yo sabía que en pocos instantes mis senos estarían llenos de su leche, continúo moviéndose hasta terminar.
La explosión de su orgasmo hizo que su primer chorro de semen cayera sobre mis labios, los siguientes cayeron en mi cuello, en mi pecho y tal como quería mi esposo, sobre mis tetas, sentía como circulaba su semen por entre su pene justo antes de volar hacia mí, desde su primer chorro estuve viendo a Juan a los ojos, su cara, su expresión de satisfacción y cuando termino de moverse, voltee a mirarme, no podía creer, mi esposo no eyaculaba tanta cantidad de semen como Juan, estaba literal cubierta de él, escurría mucho por el centro de mis tetas, escurría una gota por la punta de mis pezones y escurrían pequeñas gotas por su pene, desde la punta bajando por su glande, se las quite con mi dedo pulgar.
De un momento a otro, recordé que mi esposo estaba allí, y lo voltee a mirar y estaba tranquilo mirándonos, note que se había masturbado y ahora tendría que limpiar el piso, pero no sé si había sido hace mucho tiempo, mi esposo termino y se sentó a dejarnos terminar.
Los días posteriores a ello, sin haber hablado nunca del tema, note que el sexo entre nosotros había mejorado mucho. Y no tardó mucho tiempo en decir:
- Ahora vamos a cumplir una fantasía tuya.
Que será tema de un nuevo relato.
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