Hola, me llamo Juan, soy de México, estoy casado desde hace 30 años, yo tengo 55 de edad y mi esposa 48. Siempre hemos tenido una excelente relación, pero como todo en la vida, lo que empieza va terminando, y nuestra relación sexual se fue enfriando bastante. A mí me gusta mucho ver pornografía de todo tipo, es la única forma de tener grandes erecciones y masturbarme delicioso. Mi esposa siempre ha sido muy de casa, le gusta mucho cocinar y hacer varias cosas.
Bueno, pues resulta que un día dejé mi computadora encendida y me fui a trabajar, al regresar me di cuenta de eso y empecé a usarla. Después de unos minutos me fijé y vi que había unas páginas de porno abiertas, las visité y descubrí que eran sobre la zoofilia, entonces supe que mi esposa había estado viendo estas páginas.
Al día siguiente dejé mi computadora encendida, con toda intención, y al regresar vi que nuevamente mi esposa había visto esas páginas, y eso me calentó mucho.
Unos días después mi esposa me propuso que adquiriéramos un perro de raza grande, porque ella se sentía sola y a veces le daba un poco de miedo. Accedí a su deseo y nos hicimos de un perro Mastín de 18 meses, mi esposa le dio el nombre de Satanás, porque era totalmente negro, a mi se me hizo un poco raro pero no tuve problema en complacerla.
Pasaron las semanas y siempre veía que Satanás iba detrás de mi esposa, que realmente tiene un gran cuerpo, buenas tetas, culo grande, piel blanca, unos labios bien mamadores y muy bonita, realmente.
Un día yo tuve que salir de viaje por tres días por cuestión de mi trabajo, y le dije a mi esposa que si quería irse con sus padres estaba bien, pero ella me dijo que no, que estaba bien y se sentía segura con Satanás.
Como soy un experto en la tecnología de computadoras instalé cinco cámaras ocultas, y cada una en un lugar especial.
Al regresar de mi viaje vi que mi esposa estaba muy feliz y me dijo que todo había estado correcto.
Por la noche vi los videos y descubrí que mi esposa practicaba la zoofilia con Satanás. Le mamó la verga, se dejó lamer el culo y la vagina, y se dejó coger por todos lados por nuestro perro, hasta sacarle la leche con la boca. Eso me puso al 100 y me masturbé como nunca. Y yo siempre pensaba que mi esposa era muy católica porque iba a misa los domingos, pero que gran sorpresa ver su lado malo, perverso, sucio y de gran puta.
Esta historia continuará, y será muy caliente. Y todo es verdadero.