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Me llamo Eloy, tengo 35 años y estoy casado desde hace diez con Olga, una mujer preciosa de 32 años, morena, de pelo bastante largo, ojos castaños, boca grande y labios bastante carnosos. Su cara es realmente bonita, mide cerca de 1,70 y tiene un cuerpo muy sensual, con pechos grandes y de pezones oscuros. Llama mucho la atención de los hombres que se la comen con la mirada.
Olga es una mujer extrovertida y que difícilmente es capaz de contrariar a alguien sacrificándose ella con frecuencia con tal de no tener que dar una negativa en cualquier aspecto de su vida cotidiana. Esta forma de ser también es aplicable al sexo en el que, aun comportándose de manera muy pasiva prefiriendo dejarse hacer que participar activamente, no rechaza casi nunca lo que yo pueda hacerle. No he conseguido sin embargo que me chupe la polla pues la primera vez que se lo propuse me dijo que le daba asco el líquido preseminal del capullo cuando está en erección, de modo que nunca volví a insistir en ello.
Este último invierno decidimos hacer una obra en la casa, de modo que, tras contactar con varias empresas, nos decidimos por una de ellas para que se encargara del trabajo.
El día que empezaron la obra mi mujer me dijo que de ella se estaban encargando dos chicos de origen rumano que no hablaban casi nada de español. Me comentó también que al terminar la jornada les había ofrecido una cerveza y algo de embutido, cosa habitual en mi mujer y que ellos le agradecieron amablemente.
Un día regresé a casa antes de lo normal, coincidiendo con la hora de salida de los dos trabajadores, y al entrar observé, a través del cristal de la puerta que daba al salón desde el hall, que mi esposa y los dos operarios se estaban tomando el tradicional tentempié que ella les ofrecía al terminar la jornada de trabajo. Al estar la puerta cerrada y la luz del hall donde yo me encontraba apagada, mientras que la del salón estaba encendida, ellos no me habían oído llegar ni podían verme a través de la puerta.
Tras colgar el abrigo en el armario ropero me dirigí hacia el salón para saludar, pero al acercarme a la puerta observé como uno de los dos obreros se acercaba a Olga por su espalda y le ponía la mano sobre la cabeza acariciándole el cabello. Iba a entrar, pero lo insólito del hecho me frenó y me mantuve quieto observando lo que pasaba.
Mi esposa se sorprendió indudablemente con las caricias del chico, pero no hizo movimiento alguno, de modo que el chaval se animó aun más y tras cogerle la cabeza con ambas manos empezó a acariciarle las sienes con los dedos. Entonces su compañero se levantó, se aproximó también a Olga y tras ponerle sus grandes manos en la cara empezó a acariciarle suavemente las mejillas. Ella permanecía sentada e inmóvil, sin saber qué hacer, y yo pasmado viendo la escena y dudando en intervenir.
Viendo que Olga no reaccionaba negativamente, el que estaba a su espalda la levantó de la silla mientras que el otro le apoyó sus manos sobre los hombros. No tardaron mucho en proseguir su excitante avance y al cabo de unos minutos el que estaba detrás de ella empezó a besarla en el cuello.. El otro chico ya había bajado sus manos por el costado del cuerpo de ella hasta agarrar suavemente sus caderas mientras también besaba sus mejillas acercando su boca a la de Olga.
Mientras la magreaban y besaban me fijé en los dos tíos. Eran muy distintos, el que estaba delante de Olga era moreno con el pelo muy rizado y de cuerpo bastante fuerte aunque no excesivamente alto, mientras que el otro chico era rubio, más alto y delgado que su compañero y de pelo bastante corto.
Los dos hombres estaban cada vez mas animados, toda vez que Olga no ponía reparos a los sobeteos, e intensificaron sus caricias por encima de la ropa. El rubio paseó sus manos por el cuello de ella hasta alcanzar sus pechos y el moreno llegó con su boca a la de Olga y comenzó a besarla en los labios. Al principio Olga no respondió al beso, pero la insistencia del hombre consiguió que ella entreabriera los labios y de inmediato él lo aprovechó para meterle su lengua y besarla con más intensidad mientras ya le acariciaba el trasero.
A través de sus monos de trabajo se podía constatar que los dos hombres se estaban empalmando mientras acariciaban a Olga e imaginaban lo que podía a venir a continuación. Mi esposa permanecía quieta entre los dos hombres respondiendo ligeramente al beso del rumano moviendo los labios mientras la lengua del tío exploraba el interior de su boca.
Yo ya había decidido no intervenir pues el morbo de la situación empezaba a ser enorme y quería ver hasta donde era capaz de llegar ella. Me mantuve agazapado contemplando la escena.
Viendo que todo se desarrollaba seguramente mucho mejor de lo que se imaginaban, los dos rumanos buscaron un mejor acomodo para seguir progresando en sus acciones sobre el cuerpo de ella, y la acercaron lentamente al sofá del salón. Yo me desplacé a la cocina que también comunicaba al salón con un gran ventanal situado justo encima del sofá. Desde ahí podía seguir observando todo sin que me descubrieran.
Tras sentar a Olga en el sofá, ellos se pusieron cada uno a un lado y volvieron rápidamente el ataque. Ahora fue el rubio el que buscó el beso en la boca, mientras le acariciaba las mejillas, y mi esposa aceptó también tímidamente el contacto bucal. El moreno la besaba en el cuello y en el lóbulo de la oreja, mientras le sobaba los pechos, palpándoselos por encima de la blusa.
Mi mujer seguía dejándose hacer y los dos rumanos se convencieron por completo de que tenían el campo libre. La tumbaron boca arriba sobre ellos. La cabeza de Olga reposaba ahora sobre los muslos del moreno mientras que sus piernas se apoyaban sobre las del chico rubio. Este ultimo puso sus manos sobre su falda y le acarició suavemente las piernas por encima de la tela. Luego bajó una de ellas hasta el tobillo y tras introducirla por debajo de la falda empezó a subir por dentro de la misma. Olga mantenía las piernas cerradas notando como los dedos del chico iban subiendo inexorablemente hacia su sexo, recorriendo las piernas y luego los muslos, dejando con su avance al descubierto la carne desnuda.
El moreno tampoco perdía el tiempo. Con una de sus manos sujetó la cabeza de Olga para acercar su rostro al suyo y poder besarla en la boca. La otra mano exploraba una y otra vez por el escote de su camisa, acariciando sus tetas por encima del sujetador y amagando meter sus dedos directamente sobre ellas. Luego le desabrochó los botones de la blusa para dejar al descubierto el canal de sus pechos y el sujetador de encaje blanco que los cubría.
Los dos chicos se deleitaban contemplando y tocando ya al desnudo buena parte del cuerpo de mi mujer. Noté un leve estremecimiento en Olga cuando el rubio alcanzó sus bragas y empezó a pasear sus dedos sobre ellas. La falda quedaba ya a la altura de la cintura y sus bragas blancas al descubierto, invadidas por la mano del rubio intentando escurrirse hacia la entrepierna que ella mantenía cerrada.
Con todos los botones de la blusa desabrochados, el hombre acariciaba y apretaba sus pechos por encima del sostén. El bulto de su polla erecta por debajo del mono de trabajo era evidente. Acercó la cara de Olga hacia su cintura para que ella comprobara su calentura, pero cuando ella notó la erección de él giró la cabeza, en un acto reflejo, hacia el lado contrario. El lo volvió a intentar, recibiendo de nuevo el rechazo a semejante invitación, por lo que se escurrió hacia abajo en el sofá hasta conseguir que la cabeza de Olga pasara de estar sobre sus su muslos a quedar apoyada sobre su miembro empalmado. Metió sus manos por debajo del sujetador para agarrar directamente sus dos pechos, los masajeó varias veces y luego los liberó del sostén dejándolos por completo al descubierto.
El rubio no paraba de acariciar su entrepierna por encima de la braga, introduciendo de cuando en cuando los dedos por debajo de esta y acariciando su vello púbico, hasta que agarró las bragas y las bajó por las piernas de Olga, dejando al aire la pelambrera negra de su coño.
Los dos chicos, cada vez mas excitados, contemplaban el cuerpo semidesnudo de ella, sin dejar de pasear una y otra vez sus manos por él. Ella permanecía quieta, sintiendo como ambos le metían mano y sin hacer prácticamente nada por su parte, como era tradicional en ella.
El rubio se incorporó y se situó de rodillas sobre el sofá delante de ella, le agarró las rodillas con ambas manos, empujando hacia afuera para abrirle. Olga se resistió levemente, pero al final cedió y la raja de su precioso coño apareció deslumbrante ante la vista del chaval quien de inmediato llevó allí su mano para acariciarle los pliegues de sus labios. Al subir sus dedos y alcanzar el clítoris, percibí claramente el gimoteo de gusto por parte de ella.
El rumano moreno se fue deslizó más hacia abajo en su asiento hasta conseguir que la cabeza de Olga reposara sobre su vientre. Se desabrochó los botones de la bragueta de su mono de trabajo y metiendo su mano en ella se sacó el miembro erecto. Tenía una polla muy gruesa y oscura aunque no demasiado larga, aunque lo que más me llamó la atención fue el abundante vello oscuro que circundaba los cojones, ya que también deslizó al exterior sus pelotas. Al soltar su verga, ésta se desplazó hacia arriba como un resorte, chocando contra la oreja de Olga. Mientras acariciaba suavemente el rostro de mi esposa, lo fue desplazando hacia el lado por el que su polla asomaba al exterior. Era evidente la intención del rumano, deseando conseguir que ella llevara su boca al tieso cipote para chupársela. Cuando su miembro tocó la cara e Olga, a la altura de la nariz, él se la cogió de nuevo y la guió despacio hacia los labios de ella. No me resultó raro que Olga, al sentir el contacto de la polla, apartara la cara hacia el lado contrario.
Mientras ambos porfiaban, él en el intento de meterle la picha en la boca y ella en su negativa de hacerlo, el otro chico se había tumbado boca abajo en el sofá sobre las piernas de Olga y lamía sus muslos acercándose cada vez más hacia el sexo entreabierto de ella. Alternaba sus lamidas de una pierna a otra mientras con sus dedos seguía jugueteando en el coño de ella. Cuando estuvo próximo a alcanzar con su lengua las ingles de ella, le agarró los muslos por debajo y le alzó ambas piernas abriéndoselas al mismo tiempo: El chocho de Olga estaba plenamente abierto a él. Por fin llegó con su boca a los pelos que rodeaban su raja y abriéndole los labios introdujo la lengua en su chocho recorriéndolo de arriba a abajo repetidamente, mientras mi mujer suspiraba sintiendo el gusto de la comida de coño que el hombre le estaba obsequiando.
El moreno acercó la boca a los pezones erectos de sus tetas apoderándose de uno de ellos y lo lamió y mordisqueó mientras le manoseaba el pecho con una mano y con la otra seguía intentando inútilmente acercar la boca de Olga a su miembro. Ella estaba cada vez mas caliente y no pudo evitar agarrar con sus manos la cabeza del rubio para empujarla hacia su conejo. Este ya metía su lengua por completo en el agujero de su coño para luego salir y frotarle repetidamente el clítoris, aumentando cada vez más la calentura de ella.
Al cabo de un rato el chico abandonó la comida del coño de mi esposa y agarrándola de las caderas volteó en un rápido movimiento el cuerpo de ella para dejarla boca abajo en el sofá. La maniobra hizo por un lado que su precioso trasero respingón quedara a la vista del chaval rubio y por otro que el rostro de Olga impactara con la gruesa polla del moreno, quien no perdió la ocasión y sujetándole la cabeza con una mano la inmovilizó, sintiendo con gran placer como los labios de ella se posaban en sus huevos sin poder despegarse de ellos.
El rubio se entretuvo unos instantes en acariciarle las nalgas y en pasarle los dedos por la raja de su culo, hasta que se levantó y con rapidez se despojó del mono de trabajo y de los slips. Tenía un cuerpo delgado y atlético y su polla, ya en plena erección, no era demasiado gruesa pero tenía una considerable longitud. El chico se acercó de nuevo a mi mujer y apoyando su polla sobre el trasero de ella la frotó suavemente de arriba a abajo sobre la raja del culo y luego la dirigió aun mas abajo hasta alcanzar el chocho con la punta de su nabo. Mi esposa gimió al notar el contacto de su polla, pero su grito fue mucho mayor cuando el rubio apretó y le introdujo su larga vara por el coño mientras la agarraba por las caderas y la levantaba para dejarla de rodillas sobre el sofá. Entonces empezó a moverse follándosela muy despacio mientras con sus manos le desabrochaba el sujetador y la falda y luego le agarraba los dos pechos que le colgaban por la posición en que ella se encontraba. Siguió con la lenta follada, besándola la espalda, recorriéndola de arriba abajo, y pellizcando con los dedos de sus dos manos los erizados pezones de sus pechos.
No había duda que el chico rubio estaba haciendo un buen trabajo. La excitación de Olga aumentó de tal modo que ella empezó también a participar más activamente. Vi como con los labios besaba tímidamente los peludos cojones del hombre moreno quien, sonriendo, suspiraba quedamente mientras con ambas manos acariciaba el rostro de mi mujer. Sin dejar que ella apartara la boca de sus pelotas, se incorporó y se arrodilló también el en el sofá moviendo con sus manos la cara de mi esposa hacia arriba a lo largo de su endurecida lanza. Ella le besó con los labios la caña de la picha, y se desconsoló cuando intentó acercar la boca de mi mujer hacia su grueso capullo, pues esta hizo un claro ademán de rechazo dando a entender una vez más que no tenía intención de mamársela.
Con creciente ansiedad siguió intentándolo durante un rato, hasta que de repente sonó un móvil y se incorporó para atender la llamada. Tras colgar se desnudó por completo dejando al descubierto su cuerpo velludo y oscuro.
El rumano rubio se follaba a Olga ya con más fuerza, metiendo y sacando su picha del coño de mi mujer con rapidez, sin dejar de sobarle la espalda y los pechos. Fue ese el momento en el que Olga le avisó con un gesto que no podía correrse dentro de ella. El moreno, ya sin ropa alguna, se acercó de nuevo al sofá y tras hacerle un ademán a su compañero para que se saliera del interior de mi mujer, se colocó tumbado boca arriba. Puso a Olga de rodillas en el sofá, la sujetó por la cintura y apuntó el nabo hacia su coño, paseó la punta unas cuentas veces por su encendida raja y luego de un fuerte golpe se la introdujo por completo. Olga gritó al sentir la gorda polla del rumano abrirse paso dentro de ella, pero no tardó en volver a gemir al sentir que él comenzaba a joderla rítmicamente. El rubio volvió de nuevo a la carga, le acarició con los dedos el ano, aproximó su polla a él y empujó con intención de encularla. Hacía mucho tiempo que mi esposa y yo no hacíamos sexo anal, pero ella lo aceptó y aunque sin duda sintió dolor el notar el empuje del hombre, al no ser la polla invasora demasiado gruesa, fue entrando poco a poco en su recto.
Poco después los dos hombres se follaban al unísono a mi mujer, con entusiasmo, en un precioso sandwich que la estaba enloqueciendo de placer.
Era el rubio el que llevaba el compás de la follada, agarrando y moviendo de arriba abajo las caderas de mi mujer: El otro, le chupeteaba las tetas, mientras acercaba su boca a la de mi mujer para besarla de nuevo. Ahora sí que ella respondió, presa de excitación, al beso del hombre, abriendo su boca y entrelazando la lengua con la de él mientras le acariciaba el velludo torso. La violencia en los movimientos se fue acentuando y Olga no tardó mucho en venirse entre gritos y suspiros aferrándose a la espalda del que tenía encima de su cuerpo y echando la cabeza hacia atrás.
Cuando comenzaron a apagarse los gemidos de mi mujer, tras su orgasmo, el chico moreno le dijo algo a su compañero al oído. Se salieron de ella, la cogieron entre ambos y la tumbaron boca arriba sobre el sofá. De inmediato el rubio se colocó sobre ella y le enchufó la polla en el coño empezando de nuevo a follársela, mientras que el moreno se subió al sofá, se arrodilló a ambos lados de su pecho, se cogió la picha con una mano, la acercó a la cara de Olga y la restregó suavemente por el rostro de mi mujer. Ella, recuperándose aún del orgasmo anterior, prácticamente ni se inmutaba. La peluda polla rozaba con movimientos muy lentos sus mejillas, su frente y la barbilla. Con la otra mano le acariciaba el pelo con suavidad. Era de nuevo evidente que una vez mas el hombre lo que buscaba era el meterle el cipote en la boca, pero sabedor ya de la reticencia de mi mujer a ello, prefirió extenderse en acariciarle con la polla el rostro con extremada ternura.
Tras un buen rato de pasarle la polla por el rostro, el hombre acercó la punta a la boca de Olga esperando que con la dulzura demostrada en sus actos pudiera haber vencido la manifiesta negativa de ella. Sin embargo en cuanto mi esposa notó el contacto de su miembro húmedo en sus labios movió la cabeza hacia un lado demostrando una vez más de su falta de interés en metérsela en la boca. Comprobando que sus intentos habían sido de nuevo inútiles, el rumano acercó la caña de su tranca a los labios de mi mujer. Ella titubeó un poco, pero comenzó a besarla e incluso a lamerla, procurando en todo caso evitar arrimarse a la mojada punta de su miembro.
El contacto de los labios y sobretodo de la lengua de Olga sobre su polla fueron encendiendo cada vez mas al hombre, a juzgar por los gemidos de gusto que éste mostraba. Su verga parecía que iba a explotar, aunque el hombre aún no debía tener intención de correrse pues de repente adelantó algo más su posición, colocándose sobre la cara de mi mujer. Le puso las pelotas sobre su boca en un claro deseo de obtener el mismo tratamiento en sus cojones que el que poco antes había conseguido en su picha. Mi mujer no se opuso y le lamió también los peludos huevos, recorriéndolos con su lengua de lado a lado. El tío, cada vez más excitado, se masturbaba lentamente con una mano y con la otra seguía acariciando las mejillas de mi esposa.
El rumano rubio seguía mientras tanto con su lento mete-saca agarrado a las caderas de ella. Tras un ademán de su compañero, llevó sus manos a los pechos de Olga, agarrándolos primero con firmeza y manoseándolos después por completo. Las caricias en las tetas junto al rítmico vaivén de la follada del rubio chaval empezaron a surtir efecto y Olga empezó a excitarse de nuevo soltando pequeños gemidos de placer.
Para facilitar la tarea de su compañero, el chico moreno, tuvo que adelantar aún más su cuerpo, de modo que sus huevos quedaron a la altura de la nariz de ella con el tieso capullo por encima de su frente y su recto a la altura de la boca de ella. Bajó cautamente su trasero hasta la altura de los labios de ella, apoyando sus cojones sobre la nariz, y lo empezó a mover lentamente hacia arriba y abajo. Probablemente esperaba, al igual que yo, que Olga apartar de nuevo su rostro hacia un lado, pero ella nos sorprendió, pues extrañamente ella no puso pega alguna.
Entretanto el otro hombre se la seguía follando sin descanso, sobándole las tetas a placer. Acercó su boca a una de ellas y apoderándose de su oscuro pezón se lo chupó con fuerza mientras le pellizcaba el pezón libre con una de sus manos. La excitación de mi mujer aumentó con los lametazos que le propinaba el rubio y eso hizo que en un determinado momento agarrara con ambas manos la cintura del hombre moreno. Este, animado al notar el contacto de las manos de Olga sobre su cuerpo, bajó aun mas su culo presionando con mas fuerza sobre el rostro de mi mujer con lo que consiguió apoyar su ojete en los labios de ella. Con menos miramientos que antes restregó su trasero sobre la cara de Olga, con movimientos circulares. Se veía que esto le producía una gran satisfacción, meneándose de nuevo su polla mientras jadeaba y farfullaba palabras en su idioma de origen.
Alentado seguramente por las inesperadas últimas reacciones de mi esposa debió pensar que por fin podía cumplir su deseo y bajó su cipote de nuevo a la cara de ella para moverlo sobre la frente, sin dejar de mover y apretar el agujero de su ano sobre la boca de ella. Con un rápido movimiento arqueó el culo hacia arriba y bajó el capullo hacia los labios de Olga, intentando de nuevo introducírsela por la boca. Mi mujer se mantuvo firme y aunque en esta ocasión no apartó la cara, tampoco abrió los labios con lo que la enrojecida punta del nabo del tío se quedó apoyada sobre la boca de ella, y él tuvo que limitarse, resignado, a restregárselo por los labios sin que ella, probablemente por la excitación que le producía la follada del rubio, opusiera resistencia a ello.
El tío recorrió una y otra vez la punta de su nabo sobre los labios de Olga con la esperanza de que en algún momento ella abriera la boca, pero ésta siguió mostrándose inflexible a la mamada que el hombre moreno estaba desesperadamente intentando conseguir.
Dándose cuenta de que no iba a conseguir su propósito, se giró hacia el compañero y le comentó algo que no pude entender. Rápidamente el rubio se incorporó de su posición, saliéndose del coño de mi mujer. El otro bajó su cuerpo hasta la cintura de ella, colocó la endurecida polla entre sus pechos, le cogió ambas tetas con las manos y las acercó entre sí para apretar su miembro entre ellas.
El rubio ya no follaba a Olga. Se había cogido la larga polla con la mano derecha y acercándola a la almeja de mi esposa empezó a frotarla sobre la raja mojada sin llegar a penetrar en su húmedo agujero. Con los dedos de la otra mano le acariciaba el trasero. Arrodillado sobre una de sus piernas en el sofá y la otra de pie sobre el suelo, la agarró por los muslos y le introdujo de nuevo la verga, ahora en el culo, empezando a joderla una vez más, consiguiendo que ella reaccionara de inmediato con evidentes suspiros.
El moreno también se la follaba ya por las tetas, y así estuvieron durante un buen rato, moviéndose sobre el cuerpo de Olga, cada vez más encendida a juzgar por la intensidad que empezaban a alcanzar sus gemidos.
El aguante que estaban demostrando los dos rumanos era encomiable, pero al cabo del tiempo observé que el moreno empezaba a acelerar el ritmo de la follada en el pecho de mi mujer y que empezaba a jadear mas alto, señal inequívoca de que se estaba acercando al orgasmo.
El rubio había acercado una de sus manos a la raja completamente abierta de mi mujer, mientras su picha le taladraba el agujero del culo con continuos embistes. Apoyó su dedo índice sobre el clítoris y lo masajeó, alternando la caricia con la introducción del pulgar en su almeja. Noté que también el hombre se estaba aproximando al orgasmo, pero era Olga la que más reaccionaba a los estímulos en su inflamado clítoris moviendo su cuerpo y gimiendo con más fuerza.
El moreno, a punto de estallar moviendo violentamente su tranca de arriba abajo entre sus tetas, acercó una de sus manos libres a las mejillas de Olga para acariciarlas. Tal era la excitación de Olga en ese momento que, al sentir el contacto sobre su cara la movió hacia un lado para apoderarse con su boca de uno de los dedos del rumano engulléndolo con placer, demostrando que esta es una de las cosas que mas le gusta mientras folla.
Esta inesperada e inusual reacción de mi mujer sorprendió al hombre, quien de inmediato redujo el ritmo de la follada que le iba a llevar a correrse sin remedio y acto seguido empezó a juguetear con sus dedos sobre los labios y la boca de Olga, notando el gusto que le proporcionaba esta caricia a mi esposa. Empezó entonces a introducir y sacar suavemente de la boca de mi mujer primero uno de sus dedos, luego dos y después hasta tres al mismo tiempo. Los movimientos eran suaves hacia dentro y fuera de la boca, mientras observaba con satisfacción creciente cómo ella seguía entusiasmada con los vaivenes de sus dedos.
Se volvió a su compañero haciéndole gestos de que se moviera con más cautela y siguiera acariciando el clítoris a Olga. El ya no la follaba por las tetas, pues se había enderezado sobre sus rodillas, y aproximaba su capullo hacia la cara de mi esposa, sin dejar de mover rítmicamente sus dedos en la boca de esta. La acercó con una gran lentitud hasta situar el grueso cipote a escasos centímetros de sus labios. Me pareció que había crecido todavía más, y el glande aparecía totalmente mojado de un líquido blanquecino.
Olga, con los ojos cerrados y ensimismada con las caricias y embestidas del rubio, no se había ni percatado de que ya no la follaban por las tetas. El moreno estudió el último movimiento a realizar y lo puso en marcha. Acariciándole con una mano el pelo, con la otra le introdujo tres dedos en la boca, los movió dentro de ella y los sacó viendo como ella dejaba entreabiertos sus labios para recibir de nuevo la caricia. Repitió dos veces más la operación notando que era la ocasión propicia, Acercó su polla a los labios, deslizó los dedos fuera de su boca, se cogió la picha y de un rápido empujón le introdujo la punta del rabo entre los labios, esperando y deseando que ella, en un acto reflejo, no se lo mordiera.
Evidentemente mi esposa no esperaba encontrarse el mojado cipote del rumano de modo que su reacción instintiva fue liberarse, pero no mordiendo, sino cerrando los labios y moviendo la cara de un lado a otro. El rumano había estudiado perfectamente la situación y con el cuerpo presionaba su verga hacia dentro de la boca, mientras que con las manos le tenía sujeta la cabeza. Consiguió de esta manera evitar que ella, pese a sus esfuerzos, se liberara. A Olga no le gusta hacer daño, por ello seguramente ni se le pasó por la cabeza morder al intruso.
Una vez frenados los iniciales intentos de ella por sacarse la verga de la boca, el hombre la miró fijamente a los ojos con aire de triunfo dándola a entender que por fin había conseguido su propósito metiéndole el nabo en la boca. Ella le imploraba con su mirada que le sacara el pollón, pero los ojos suplicantes de mi mujer lo único que hacían era acrecentar su ya enorme excitación. Había conseguido lo que durante tanto tiempo había deseado y mi esposa le había negado y pensaba disfrutar plenamente de ello. Miró al rubio y ambos sonrieron.
Los labios de mi esposa estaban completamente ocupados por el grosor de la polla del hombre que había conseguido introducir con su empujón cerca de un tercio de su tranca. Durante unos instantes sólo se movió el rumano rubio, follándose lentamente el trasero de Olga. El otro hombre se posicionó mejor sobre sus rodillas subiéndolas a la altura de los hombros de ella, manteniendo el tronco bien erguido, y sin dejar de presionar su verga sobre la boca de mi esposa. Agarró la parte del cipote que sobresalía de los labios de ella y se puso a juguetear con él moviendo la piel de arriba abajo, pajeándose lentamente mientras suspiraba con cada movimiento de su mano. Por suerte para mi esposa, ello no provocaba una mayor penetración, puesto que ella presionaba con sus labios el capullo para evitarlo.
El tío empezó a sacudirse también el pene de arriba abajo, lo que provocó que su mojado glande, totalmente dentro de la boca de mi esposa, soltara en cada sacudida toda el agüilla que por la excitación se había ido acumulando en la punta de su capullo. Vi el lógico desagrado de Olga al notar el contacto salado del líquido, y su reacción natural fue la de intentar de nuevo tímidamente escapar del tormento. Sus esfuerzos siguieron siendo inútiles, no tenía forma alguna de evitar la penetración de la gorda polla del rumano que seguía masturbándose dentro de su boca.
Tras meneársela suavemente durante un rato, de repente el hombre empezó a acelerar el ritmo del movimiento de la mano sobre su polla en la boca de mi esposa y sus jadeos se acrecentaron conforme se acercaba al orgasmo. El rostro de mi mujer se llenó de pavor, cuando se dio cuenta de que el tío podía correrse dentro de su boca obligándola a degustar inevitablemente toda su lefa. Cuando él notó que la corrida estaba cerca prefirió dejar de masturbarse, para alivio de mi esposa. Pero solo fue un descanso de segundos y comenzó de nuevo a pajearse, alternando rapidez y lentitud. Pese a lo excitado que ya estaba, estaba claro que él hombre quería seguir disfrutando durante más tiempo de la penetración oral que tanto le había costado conseguir.
También el rubio seguía aguantando sin correrse. Su largo miembro entraba y salía del agujero del culo de ella y no dejaba de masturbarle el coño con los dedos de su mano, recorriendo la raja de arriba a abajo con el índice, acariciando los pelos de su almeja y deteniéndose en el clítoris para presionar suavemente el mismo. La jodía sin violencia, despacio, saboreando el contacto de su caña con las paredes del recto. Intentaba con el movimiento de sus dedos que ella volviera a ser presa de la excitación que había perdido al sentir la polla del hombre moreno introduciéndose por sorpresa en su boca. En comparación con su compañero, parecía menos pasional, se movía sin cesar pero sin dar síntomas en ningún momento de estar cercano a correrse, aunque en su rostro sí se podía entrever que disfrutaba enormemente enculando a Olga y sobretodo estimulando su chocho, que acariciaba y manejaba a su antojo.
Tras pajearse durante unos minutos, el rumano de pelo negro soltó su polla para sujetar con ambas manos la cabeza de Olga y apretar su tronco con más fuerza contra el rostro de ella, intentando introducirle aun más su gorda picha en la boca. Su posición arrodillada sobre el sofá y la resistencia que ofrecía mi mujer, empujando con sus manos sobre la cintura de él, no le permitían progresar en sus pretensiones, de modo que bajó su pierna izquierda y la apoyó sobre el suelo, echando a continuación su cuerpo hacia delante. Con una pierna bien anclada sobre el suelo, sí pudo empujar con más fuerza sobre el rostro de mi esposa.
Ella se esforzó en evitar los avances, pero la fuerza que el hombre ponía en la presión se fue acentuando y pronto observé que su tranca se deslizaba poco a poco aun mas dentro de la boca de mi desesperada mujer que pugnaba por evitar la introducción de la gorda polla. El forcejeo que los dos mantenían se fue decantando sin remisión a favor del macho. Este empujaba sin cesar y así consiguió introducir la mitad de su grueso pollón entre los labios de ella. El rumano se detuvo unos segundos paró descansar y reanudó el empuje de su polla hacia dentro de la boca de Olga intentando introducirla todavía mas dentro de ella, presionando la cabeza de mi esposa, que tenía bien cogida con ambas manos, hacia su pubis.
Olga notaba con desesperación como, a pesar de sus esfuerzos, la gorda tranca del tío invadía centímetro a centímetro el interior de su boca mientras que el hombre pugnaba, sudando y jadeando, casi al borde del éxtasis, por metérsela lo máximo posible. Sus esfuerzos estaban siendo recompensados y ya tan solo una cuarta parte de su picha quedaba fuera del húmedo recinto de ella.
Olga comenzaba a tener dificultades para respirar y se resignó a su suerte, percatándose de que el hombre quería meterle el pollón por completo en su boca y de que no se iba a detener hasta conseguirlo. Dejó de luchar, apoyó ambas manos sobre el trasero del tío y dejó de oponerse a la presión que él ejercía sobre ella, intentando acabar cuanto antes con el suplicio.
Cuando el rumano notó que las manos de mi esposa ya no oponían resistencia tuvo claro que no iba a tener más dificultades. Dio un fuerte golpe de riñones mientras emitía un ronco grito de triunfo. De inmediato su tranca desapareció por completo en el interior de la boca de mi mujer, sus pelotas chocaron contra la barbilla de ella y la nariz de Olga también desapareció dentro de la mata negra del abundante vello púbico del rumano.
El hombre estuvo disfrutando durante unos segundos del húmedo calor de la boca de mi mujer en todo su miembro, hasta que notó que ella le ponía las manos en el vientre y le instaba a retirarse pues prácticamente no podía respirar. El ansiado momento de follársela por la boca había por fin llegado. Arqueó lentamente el cuerpo hacia atrás y parte de su picha fue reapareciendo de los labios de ella. Puso cuidado en no sacarla por completa de su excitante envoltorio y empujó para introducirlo de nuevo por completo. Repitió la operación una y otra vez, jadeando cada vez con mayor intensidad mientras el placer invadía todo su cuerpo.
El otro hombre había cambiado de agujero y ahora la jodía por el chocho sin dejar de acariciar con uno de sus dedos la raja de su coño. Sus embestidas se fueron acentuando al tiempo que inclinándose sobre ella se apoderó de nuevo de uno de sus pechos y empezó a succionar repetidamente su inflamado pezón.
Mi esposa se estaba habituando ya a la follada en su boca del moreno y sus labios soltaban y engullían sin problemas la gruesa vara del macho. Empezaba de nuevo a calentarse mientras los dos tíos la jodían sin descanso y decidió abandonarse al placer, moviendo su pelvis de arriba abajo, acompasándose al mete-saca del rubio rumano. Alzó una de sus manos hacia el velludo torso del macho que tenía sobre su cabeza, rozando la piel y la pelambrera negra de su pecho, y con la otra mano empezó a acariciarle suavemente los cojones acompañando los movimientos de su follada.
El hombre empezó a pronunciar frases en su idioma, parándose entre cada embestida para evitar derramarse. Mi mujer ya era consciente de que él quería correrse entre sus labios y de que no iba a poder evitar recibir por primera vez en su vida la eyaculación de un hombre en su boca. Iba a ser además la leche de un extraño la que iba a tener que saborear y beberse sin remisión. Con todo perdido decidió provocarle la corrida cuanto antes. La mano que acariciaba el peludo cuerpo del hombre se detuvo en una de sus tetillas recorriéndola suavemente con sus dedos, mientras que deslizó la otra mano desde los huevos hasta la abertura anal y movió uno de sus dedos en circulo alrededor del ano del tío.
Las caricias de Olga acabaron con la resistencia del macho. Se dio cuenta de que aunque frenara sus movimientos iba ya a correrse sin remedio y decidió disfrutar del ansiado momento. Comenzó a follarse la boca de Olga con violencia, sujetándole la cabeza mientras ella mantenía sus caricias. Consiguió aguantar una docena de embestidas hasta que finalmente apretó su pubis todo lo que pudo sobre la cara de ella, escondiéndole una vez mas su tranca en la boca, emitiendo un tenue suspiro. Su cuerpo quedó tenso durante unos segundos y finalmente, con un enorme rugido, relajó sus músculos y empezó a eyacular.
El grito que acompañó el inicio de su corrida fue prolongado, señal evidente de que su polla estaba escupiendo en su primer envite una gran cantidad de leche que Olga recibía directamente en su boca. Tras este primer y prolongado espasmo el hombre contrajo el cuerpo hacia atrás para de inmediato rugir de nuevo y empujar su picha hasta el fondo soltando una nueva oleada de esperma que llenó de nuevo la garganta de Olga obligándola a beberse todo el liquido. Se folló así la boca de Olga varias veces más, gritando y descargando toda la leche que había ido acumulando en sus huevos y que en más de un momento había estado a punto de derramar con anterioridad. Ella, muy a su pesar, tuvo que tragarse todo el líquido que el pollón del rumano escupía cada vez que con un golpe de riñones penetraba por completo entre sus labios.
Cuando él termino de vaciar sus cojones, se incorporó, permaneciendo quieto con el cipote aún dentro de ella, mientras que el rubio se follaba cada vez más impetuosamente el chocho de mi mujer sin dejar de amorrarse a sus pechos. La fuerza de la jodienda y los lametones del rumano en sus tetas estaban llevándola de nuevo al orgasmo. El rumano moreno retiró la polla, ya morcillona, de la boca de Olga y se apartó de ella para dejarla orgasmar a gusto.
Mi esposa explotó al poco tiempo y con un grito largo y contenido se corrió por segunda vez, mientras agarraba al moreno por el culo intentando atraerle hacia ella.
Mientras ella se relajaba observé que el rubio estaba a punto de correrse en su coño. Olga ya le había avisado de que no lo hiciera en su coño y se salió, ocupando inmediatamente el lugar que había dejado el moreno. Agarrándose su estrecha y larga picha empezó a pelársela sobre la cara de ella.
Se la meneó durante un buen rato, jadeando intensamente. Curiosamente movía su largo cipote de arriba abajo, sin dejar asomar el capullo. Pronto la punta de su polla comenzó a cubrirse de un líquido blanco muy espeso y él la apoyó en los labios entreabiertos de Olga. Mi esposa debió pensar en recompensar a quien tan bien se la había follado y al notar que la vara del tío mojaba sus labios con el espeso moco blanco adherido a su capullo, sacó su lengua al exterior y lamió suavemente la zona inferior de su pene. Este roce de la lengua de mi mujer en su picha hizo estremecerse al rubio rumano y suspiró profundamente mientras llegaba al orgasmo. El glande de su polla se asomó por fin y empezó a correrse, brotando grandes borbotones de esperma bastante viscoso que se depositaron sobre la lengua de mi mujer y resbalando sobre ésta de inmediato se deslizaron hacia el interior de su boca hasta la garganta. La eyaculación del macho fue lenta pero abundante y la pringosa lefa no paraba de fluir de su capullo que mantenía apoyado sobre la lengua de Olga, para luego bajar hacia el interior de su boca.
Olga ya se había tragado antes sin poder evitarlo la corrida del otro hombre y no puso obstáculos a beberse por segunda vez la leche de otro extraño. Se la tragó gota a gota, mientras él suspiraba y jadeaba viendo como todo su esperma invadía la boca y garganta de mi esposa. Cuando por fin su capullo dejó de soltar semen le metió la vara en la boca terminando de meneársela y sacudírsela dentro de ella para depositar en su interior los últimos restos de la corrida.
Ante el espectáculo que ofrecía mi esposa, con toda la boca llena de la leche de su compañero mientras ella se la iba tragando, el rumano de pelo oscuro tenía otra vez su gruesa polla muy tiesa y empezó también él a cascársela de nuevo. No tardó mucho en rugir de nuevo mientras se corría por segunda vez soltando tres o cuatro chorros de esperma caliente sobre la cara de ella.
Tras correrse, los dos tíos se miraban sonriéndose y restregaban sus pollas y dedos por todo el rostro de Olga, recogiendo y dirigiendo a su boca los restos de leche acumulada por toda su cara. Mi esposa permanecía tumbada sobre el sofá, con los dos machos junto a ella, saboreando el semen que ellos le daban a beber mientras les acariciaba tiernamente los huevos.
No voy a mencionar el estado en el que yo me encontraba, mezcla de excitación e incredulidad por lo que había visto, pero percatándome de que todo había terminado, salí de la cocina y de la casa y me metí en el coche hasta que, pasado un rato, los dos obreros salieron de mi casa con una amplia sonrisa de satisfacción.
Mi esposa se mostró en los siguientes días algo distante, pero al poco volvió a ser la de siempre, preguntándome yo si se habría repetido de nuevo la follada en los días que duró la obra.
Y la gran duda es si volver a proponerle que me la chupe, cosa que ahora deseo mas que nunca, sin decirle nada de lo que he visto, o contarle todo y ver como reacciona.
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