Hola de nuevo, amigos.
En esta ocasión, les contaré otro relato acerca de mis aventuras sexuales.
Soy estudiante de psicología y estoy a punto de graduarme. En una de mis clases tengo a una compañera que me excita nada más de verla. Y la verdad es que creo que a ustedes también, si la vieran.
Es de mediana estatura, es muy guapa, morena, de pelo negro peinado siempre en cola de caballo, un poco rellenita, pero su característica más notoria es su enorme culo.
¡Ay, Dios! Nada más de pensar en él ya hasta se me paró. Está perfectamente redondeado; se marca mucho mejor cuando usa sus jeans.
Durante mucho tiempo intente ligármela, pero nunca logré nada. Finalmente, un viernes, antes de salir del salón, se me acercó y me saludó muy amigablemente. Yo le correspondí, pero de repente noté que su mano me había tocado el pito, el cual estaba, desgraciadamente para mí, parado.
Yo me hice un poco para atrás, sólo para hacerme el casto.
- ¿Qué te pasa? - Le pregunté, riendo.
- Nada - dijo ella -. A mí nada, ¿y a tí?
- ¿Por qué preguntas? - Le dije.
- Pues porque se te paró - me dijo.
Luego me sonrió lascivamente. Yo me excité todavía más y sentí que mi erección crecía. Sólo si dejaba de verla iba a bajar. De otra forma, así se quedaría.
- ¿Es por mí? - Preguntó ella.
- La verdad, sí - dije yo.
Ella me volvió a sonreír con lujuria. Echó un ojo hacia la puerta: ya había varios compañeros afuera, esperando la siguiente clase de ese salón.
- ¿A qué hora acabas tus clases? - Me preguntó.
- A la 1 - dije yo.
- Te espero en la entrada de la escuela - me dijo -. Tengo que ayudarte para que se te baje.
- Va - dije yo.
Ella me sonrió de nueva cuenta y luego dio media vuelta para irse a su siguiente clase. Se fue caminando lentamente y moviendo el culo con gracia. Yo estaba consciente de que ella sabía que eso era lo que más me atraía de ella. Primero porque estamos a punto de ser psicólogos y comprendemos cómo piensan los otros y segundo porque es lo que más tiene ella.
Me acordé de su apellido poco antes de salir del salón: Rincón Rico. Y vaya que daban ganas de llevarla a ella a un rincón y cogérsela rico. O, en el peor de los casos, probarle su rincón rico a ella.
Las clases se me pasaron lentas y tediosas ese día, pero por fin terminaron. Salí con rapidez de mi clase y llegué a la entrada de la escuela poco después de la 1. Para mí sorpresa, ya me estaba esperando.
- Hola - me dijo.
- Hola - dije yo.
- Ya no veo que tengas nada - me dijo ella, algo decepcionado y mirando hacia mi pene.
- No te preocupes - le dije -. Orita se me vuelve a parar.
- Quiero verlo - dijo ella -. Pero sin pantalón.
Yo esperé a que ella siguiera, porque era evidente que iba a decir más.
- Tú también quieres ver sin pantalón, ¿verdad, cochinote? - Me preguntó, llevándose las dos manos a la cintura y señalando hacia atrás con sus ojos.
- Sí - dije yo.
- Entonces, vámonos - dijo ella -. Acá cerca hay un lugarcito barato.
Salimos de la escuela y nos dirigimos caminando para el lugar que ella me dijo. Era un hotel de paso, pero algo grande para ser lo que era. Tras entrar, vimos una recepción bastante bien ornamentada para ser un hotel de mala muerte. Como fuera, alquilé una habitación por dos horas, nos dieron nuestra llave y nos fuimos para el cuarto. La recepcionista, antes de que me fuera, me susurró:
- Cógetela bien, así te pueden dar descuento para la otra.
No sabía si eso era cierto o falso, pero si que pretendía desatrancarle bien ese enorme culo que tenía.
Después de entrar al cuarto, yo inmediatamente le quise toquetear las nalgas, pero ella me detuvo diciendo:
- Déjame bajártela primero.
- Va - dije yo, e intenté bajar mi bragueta, pero ella me dijo:
- No, espérate: yo lo hago.
Me encogí de hombros y accedí.
Ella se arrodilló sin dejar de mirarme con mucho morbo. Hurgó en mi cinturón, lo desabrochó y luego me bajó los pantalones, así, de pie como estaba. Se encontró con mi verga y lanzó un suspiro de excitación.
- Qué grande la tienes - me dijo.
- Y todavía no está bien parada - dije yo.
- No mames - me dijo ella.
- No - dije yo -. Tú, sí.
La así por la nuca y la empujé contra mi verga. Ella alcanzó a abrir la boca para recibirla completa. Cerró los ojos con lentitud y así me la mamó.
Yo pronto dejé de empujarla para dejar que hiciera lo que quisiera conmigo. Me la chupaba con mucha euforia y haciendo mucho ruido. De pronto, me sorprendí mucho cuando ella me hizo una de las primeras gargantas profundas de ese día.
Abrí mucho mis ojos y me quedé estupefacto.
Luego, los fuí cerrando con lentitud y la volví a empujar suavemente contra mi pito. Ella siguió con su mamada por otro rato, hasta que me arañó la pierna y me dijo:
- Fóllame la boca.
No tardé ni un segundo en obedecer. Al momento le fuí metiendo mi pito en su boca con gran euforia y haciendo que su cabeza golpeara levemente contra la puerta que tenía detrás. Me imaginé que se escuchó muy lejos, pero eso no me importaba. Al fin y al cabo, para eso eran esos hoteles.
Después de otro rato de mamármela, ella se puso de pie y me dio un beso apasionado en la boca. Acto seguido, se dio la vuelta y me dijo:
- Hazme lo que quieras, papito.
Yo rápidamente le quité el pantalón de mezclilla y le fui a besar todo su culo, a la vez que lo acariciaba. Ella gimió levemente por el placer que le producía. Mientras besaba su culo, yo ya me estaba masturbando y pensando en que me la iba a coger en un momento.
No quise metérsela por su vagina, por lo que, cuando estuve saciado de besar ese culo, entonces le fuí a meter el pito sin avisar.
Ella puso las manos contra la puerta y resistió mis embestidas. Cuando la miré por un lado, vi que tenía los ojos cerrados y estaba sonriendo de placer. Yo no dejé de penetrarla sino hasta diez minutos más tarde. En ese tiempo, ella no dejó de decir cosas como "así, así", "métemela, más, más duro", "más, más adentro", "ay, Dios Mío", "oh, Dios Mío, qué buena verga".
- ¿Te gusta? - Le pregunté.
- Sí, sí, me encanta - dijo ella, muy excitada -. Síguele, síguele. No te pares.
A medida que la iba penetrando, sentía que era cada vez más fácil llegar a los oscuros rincones de su culo. En algún momento sólo mis huevos estuvieron fuera de su culo, pero golpeándolo con constancia.
Finalmente sentí que ya no podía más, así que le dí aviso:
- ¿Quieres que me venga en tu culo o en tu cara? - Le pregunté.
- En el culo - me dijo ella.
Intempestivamente le saqué el pito. Ella gimió tanto de placer como de dolor. La saqué justo a tiempo, porque mi leche brotó de mi pito en cuanto estuvo fuera. Manchó absolutamente todo su culo. Ella, al sentir el calor del semen, gimió un poco más. Después de eso, me volvió a mirar lascivamente.
- Se te olvidó algo, chiquito - me dijo.
- ¿Qué? - Le pregunté.
- Ni me sacaste las tetas - dijo.
Yo, entonces, me sentí estúpido. Sin embargo, ella dijo:
- No te preocupes. Si quieres podemos venir otra vez.
- ¿De veras? - Pregunté.
- Sí - dijo ella -. Si quieres, cada viernes después de clases.
- Va, ya estás - le dije.
Nos quedamos ahí todavía un rato más, besándonos y tocándonos nuestros sexos suavamente, pero principalmente besándonos. Poco antes de irnos, ella me bajó la bragueta y me la volvió a mamar, ahora, en la cama.
- Golosa - le dije, con una voz debilitada por el placer.
- Es que me encantó - dijo ella -. Está bien rica.
- No más que tu culito - aseguré.
Después de unos minutos de mamármela, le anuncié que me venía. Ella recibió otra vez semen. Esta vez, en la cara.
Luego de que se hubo limpiado, nos marchamos. Desde ese día, volvemos todos los viernes para nuestra sesión de sexo.
Hasta otro relato, amigos.