Llegamos a comienzos del otoño, a la misma ciudad y casi al mismo tiempo. En aquella época yo tendría 32-33 años y Claudia no más de 25 años. Tenía ella un bebé, Julio y yo era el orgulloso padre de Yessi. En poco tiempo, y conviviendo las primeras frustraciones en suelo extranjero, tuvimos la necesidad de una cuasi promiscua convivencia. Tranquilamente y sin darnos cuenta – los dos éramos el sostén de cada familia – fue creciendo algo muy peculiar entre ambos. Me sentí admirado, valga la pretensión, dada sus coquetonas sonrisas y sus misteriosas miradas. Yo, una admiración que se fue haciendo cada vez más libidinosa.
Así, con la llegada del verano, que floreció de pronto en medio de la nieve acumulada, florecieron las mini-faldas y las niñas esposas, jovencitas y en medio de toda su hermosura, sacaron a relucir con orgullo sus bonitas piernas. Mi comadre resultó la más favorecida a mis miradas con unas piernas bien torneadas y duritas. Por complejos y mala costumbre, no pude expresar mi admiración. No dije nada, en medio del grupo femenino y actué casi con una estúpida indiferencia, sin embargo y gracias a Dios, ella notó esa cierta turbación y sonrío pretextando cualquier argucia, para evitarme y evitarse un bochorno. Me mordí los labios con fuerza para no enrojecer. En el grupo estaba también – en la época – mi señora.
Mientras el tiempo multiplicaba mis deseos por aquella mujer, mi gallardía y abolengos me hacían sufrir. Estaba pareciendo tímido a la vida y la vida estaba allí, dentro de esas faldas, de esa blusa, de esos jeans. Mi educación me jugaba malas pasadas, mientras mi mujer parecía suponer, en medio de mis turbaciones, mis verdaderas intensiones, dando pábulo aquello de la «intuición femenina» Le molestaba y eso estaba claro, mis extremadas atenciones a Claudia. Afortunadamente, no fui el único, su natural coqueteo había despertado muchos apetitos entre los compadres y amigos. Esta constatación, aumentada por mi hipócrita opinión, me evitó probablemente muchos disgustos en casa. – déjala es así - fue la mejor de mis disculpas frente a la patrona.
La naturaleza de nuestra amistad y la forma particular de nuestra relación, me pernitió agrandar mis sueños. Es así que en suculentas fiestas bailables, ella me permitía bailar muy románticamente abrazados, mientras reía de la envidia que parecía despertar, ése, mi comportamiento, frente a sus otros admiradores. Yo me sentía nuevamente, posesionado de una suficiencia extraordinaria.
Me encantaba sentirla cerquita de mi cuerpo, rozarla con delicadeza como si no ocurriera absolutamente nada. Mientras mi mujer seguía dudando, los compadres se morían de envidia.
Ella me sentía feliz y ella también gozaba sabiéndose admirada y deseada por esa jauría de perros hambrientos que nos miraba bailar.
Un día, nació Eduardo y con toda naturalidad se le pidió a Claudia y a su marido de ser los padrinos de nuestro segundo hijo. Las contradicciones de la vida, muestran muy interesada a mi mujer por ese pedido y es ella personalmente que lo formula. Mi aceptación fue envuelta de un lascivo deseo de acercarla mas intimamente a mi.
Con el correr del tiempo, lo que pareció un inocentón, lindo y sensual juego, se fue convirtiendo peligrosamente en un acto no concluído cuyo desenlace nadie podría, en ese momento, conocer ni anticipar. No faltaron los compadres y sus consejos – para ver si les dejaba la vía libre – Manga de ilusos. Nos gustábamos cada día más y en cada segundo que la vida nos otorgaba, nos besamos con miedo las primeras veces, hasta que logramos llegar a besos extremadamente apasionados. Siguieron suculentos atraques, en que cada día aumentaba el descaro. Tuvimos suerte, nadie pareció percatarse de nada.
Pero la vida es la vida y suele jugarnos chueco. Un mejor trabajo cambió nuestros destinos y un día cualquiera de aquellos, mis compadres se mudaron a otra ciudad, muy distante de aquella en que yo vivo todavía. Yo cambié mis sueños y casi definitivamente nos separamos.
Pasó el tiempo y....
CAPITULO DOS
- Alo
- Alo, ¿sabes con quién hablas? – contestó una voz femenina al otro lado del auricular.
- A ver - contesté – esa voz me gusta, entonces tendré que saber o imaginarme una hermosa mujer.
- ¿compadre?
- ¿quéeee? ¿comiiiiiiii?
- ¡si compadre, soy yo Claudia, estoy aqui en Beauport y me muero de ganas de verlo igual que a mi ahijado pos!
- Comadrita, su casa, la espero, venga, repetí como rogándola...
- Ya compadrito, nos vemos luego entonces, ahi nos acprdaremos de los viejos e inolvidables tiempos (riendo) además que le tengo una sorpresa..
- Si, si novia de mis cuentos, agregué (también riendo)
- Hasta más rato compadrito, me dijo
- H..as..t.a más ....r –r ato, contesté todo emocionado y turbado.
- ¡cálmese pos compadre oh! Terminó riendo mi comadre.
Me arreglé lo mejor que pude, tratando de adivinar y preveer lo que ella quisiera reencontrar en mi. Supuse que quería encontrar al mismo personaje que años antes había separado el destino y su crueldad. Entonces no quise ser extravagante, me vestí sobriamente y ordené un poco el departamento. Puse una botellita de vino blanco en el refrigerador al tiempo que entre latas de conservas y algunos quesos, preparaba algo para picar. Ordené algunos ceniceros, de seguro que mi abstinencia al tabaco por ya más de diez años, esa noche se iría a las pailas. Para calmar mi ansiedad sería sumamente necesario. Mientras estaba de lleno en esos preparativos, sin darme cuenta, un cigarrillo despedía sensualmente el humo de mi boca sedienta.
En eso estaba cuando sonó más fuerte que nunca, ese magnífico timbre, pareció traer la intención de despertar todos los fantasmas que habían quedado relegados en ese reciente pasado. Mi corazón despertó de un golpe, sinceramente la esperaba un poco más tarde. Nerviosamente pulsé el boton para dejar entrar al edificio y me precipité a la puerta. Desde allí sentí la sensualidad de sus pasos que se apresuraban en la escalera. De pronto, una extraña sensación de disgusto se apoderó de mis ansias, Claudia se hacía acompañar por una mujer desconocida, al menos, es lo que observaba. Cresta! me dije... sigue jugando con su coquetería y con mi pobre corazoncito. Mi desilución quedó satisfecha, efectivamente eran mi comadre y una amiga, para mi hasta entonces desconocida.
La coqueta se echó a mis brazos al tiempo que parecía gritar feliz, «mi compadrito, tantos años» Nos estrechamos con fuerza, con la misma obsesión de antaño. Siguió un beso nervioso, que de la mejilla, nerviosamente resfaló a la boca.me colgué de su labio inferior, como en los últimos de nuestros encuentros mientras el corazón parecía querer arrancarse del pecho. Renata que la acompañaba, se quedó enternecida mirando esta escena de cariño, amor, amantes.... De pronto, como resucitando, mi comadre soltándose un poco de mi ansiedad, me presenta,
- Renata, mi compadre, compadre: Renata -
- Mucho gusto y agrado de recibirla en mi casa Renata, dije –
- Yo también me encuentro feliz de conocerlo James o mi compadre, como gustes te llamo. – un beso en cada mejilla siguió el saludo. Nos reímos los tres y ese preludio dejo despierto mis sueños.
- Si esta es la sorpresa, agregué, es una linda sorpresa –
- Ojala que le guste pos compadre,
- No le mentiré comadrita; esperé que este encuentro pudiera concluir toda esa magia y sinfonía que dejamos inconclusa, recuerda. Pero si la vida, esa parte al menos no está hecha para nosotros, que le vamos hacer, dije casi con pena.
- Compadrito, creo que no está entendiendo nada, agregó en forma melosa mi comadre.
- Mi corazón volvió a dar un vuelco. Me acerqué a su oído y le suplique en un susurro, ¿podría ser más explícita comiiii?
- Compadrito, Renata es mi amante, al momento que se echaba a mis brazos nuevamente.
Nuestra bocas se buscaron con cuasi locura y el beso que siguió fue intensamente apasionado, nuestras manos se buscaron mientras Renata dulcemente nos frolaba la cabeza, como aceptando con toda su bondad la importancia de este reencuentro. Mi comadre se separó tiernamente de mis brazos y me dijo,
- A ver compadrito, vamos al salón, ponemos una musiquita y bailamos al mismo tiempo que nos acordamos de tantas cosas lindas.
- Claro comi, le dije, pasemos, pasen... por favor...
o Mientras atiende a Renata, yo me preocupo del resto compadre,....
Renata eligió la música y me invitó luego a bailar. Me agradó la simplicidad y naturalidad del momento al mismo tiempo la suavidad y ternura de Renata terminaron por fascinar mi alterada ansiedad. Bailamos acarameladamente y pude agregar a mi sueño inconcluso, el aroma exquisito de Renata. Mi comadre acomodaba «les petits bouchés» al mismo tiempo que servía un exquisito pisco souer. La conversación se hizo cada vez más animada y los mimos y cariños fueron en aumento. Renata tomó a mi comadre y la empujó a sus brazos, se besaron dulcemente y empezaron a bailar. Me gustó la escena y despertó dulcemente una exquisita excitación. Una de mis fantasías estaba en plena proyección en frente de mis propios ojos. Actué con naturalidad, mientras mi comadre riendo con absoluta coquetería me cerraba un ojo. Volví a bailar con mi comadre, mientras Renata desaparecía de la escena. Cada vez la apretaba con más fuerza hacia mi, susurrandole
o Comadrita, ¡que exquisita sorpresa mi bebita!
o ¿Te gusta compadre? me dijo.
Renata reapareció esta vez, hermosísima y mas ligera de ropas. La adornaba una ultra super mini de color negro y una blusita corta y transparente que dejaban relucir unos pechos firmes y redondos y unos hermosísisimos pesones a punto de florecer.
- que te ves linda tesorito le dijo mi comadre mientras le acariciaba los senos por encima de la blusa.
- Te gustan chiquita, fue la dulce y romántica respuesta de Renata.
- Eres verdaderamente hermosa bebita, agregué ya envalentonado por esos tragullos de pisco y por la naturaleza del encuentro y menos preocupado por celos inútiles. Me dí cuenta que la continuación de este sueño, en este momento dependía de mi delicadeza y mi ternura. Mi comadre también desapareció algunos minutos. Bailando con Renata, esta me propuso que me pusiera cómodo y a mi entero gusto, que con Claudia se habian propuesto realmente regalarme todo un momento. Renata me ayudó con los botones de mi camisa y delicadamente me soltó el cinturón....Entretanto ella dejó sus tacones altos y seguimos bailando a pie desnudo. Muy pronto mi pantalón fue a dar lejos del lugar del baile. Renata buscó mi boca y la mía busca la suya, al unísono como en un concierto que abre a la pasión. Sus pechos fuera de su blusa y mi boca recorriendo esos lindos pechos y humedeciendo sus magníficas y apetitosas aureolas y chupando esos exquisitos pesones.
- Mmmmmmmm Renatita, que dulce tu piel bebita susurraba en su oído.
Mi comadrita reapareció en el lugar ya vestida solamente de su exquisita ropa interior. Parecia una verdadera reina. No pude, ni quise evitar la escena que siguió. Se abrazaron, se besaron y comenzaron un lameo tan apasionado casi indescriptible. Siguieron posiciones, gemidos jadeos, siguieron espasmos....
Yo busqué mi penis con la idea de masturbarme para no interrumpir tan exquisita escena, Renata se percató y me rogó que no lo hiciera, mientras acercaba su exquisita boca a mi glande. Buscó la boca de mi comadre y la invitó a venir jugar con mi miembro que se deleitaba como un jovencito de 20 años. Mi penis parecia no soportar tan increíble erección en la boca de esas dos ricuras que estaban a mis pies y explotó en una eyaculación reprimida que hizo la delicias de mis amigas amantes. Estaba describiendo estos instantes en mi hoja de papel, mi penis volvía a endurecer con la escritura-lectura que hacia del momento, cuando me sentí distraer por el enorme sonido del teléfono...
- Alo
- Alo, ¿sabes con quién hablas? – contestó una voz femenina al otro lado del auricular.
- A ver - contesté – esa voz me gusta, entonces tendré que saber o imaginarme una hermosa mujer.
- ¿compadre?
- ¿quéeee? ¿comiiiiiiii?
- ¡si compadre, soy yo Claudia, estoy aqui en Beauport y me muero de ganas de verlo igual que a mi ahijado pos!
- Comadrita, su casa, la espero, venga, repetí como rogándola...
FIN.
Algo largo el cuento, James, pero bien, me gustó. Y especialmente ya que viene libre de toda esa lata de tu política y eso. Ya, chao.