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Esta historia que les voy a contar ocurrió el martes 29 de Mayo en el cumpleaños de mi hermana. Me llamo Alexis, vivo en Corrientes y tengo 18 años. Soy de estatura alta, mido 1,84, morocho y peso 68 Kg., aparte de todo soy algo serio y poco conversador.
Como mi hermana (la cual cumplía 34 años) no quería festejar su cumpleaños, fui yo quien decidí junto a mi mamá que lo haga. La verdad es que hasta entonces todo había sido un rollo, pero la situación cambió de forma radical desde que mis padres les convencieron a mi hermana de que lo festeje e invite a todas sus amigas y demás parientes.
La fiesta se realizó por la noche. Hacía un día estupendo, no demasiado caluroso. Comenzaron a llegar los invitados. Los primeros fueron Pepe y Concha, amigos desde hace muchos años de mis padres. Él debe tener unos 50 años, pero Concha es más joven o, al menos, lo aparenta. Es morena, con algunos kilos de más, tetas caídas perfectamente bronceadas y piernas largas y sensuales también muy bronceadas. Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. Se le marcan los pezones en el vestido negro que ha traído hoy ( No parece que lleve sujetador). Después de ellos vinieron bastantes parejas más, ninguna demasiado interesante … hasta que llegó SONIA. Sonia es una mujer separada, amiga de mi madre, de unos 45 años. Desde hace años no dejo de hacerme pajas pensando en ella; sólo verla me pone a cien. Es una mujer de estatura media, media melena de color castaño claro, labios gruesos muy sexys ( siempre pintados ) con tetas de tamaño medio pero con pezones que miran hacia arriba, del tamaño de un guisante. Tiene caderas anchas y un culito respingón. Siempre está perfectamente bronceada. Había venido con un traje de una pieza, de color crema, con la espalda al descubierto y anudado al cuello. En cuanto entró en la parcela, no pude dejar de mirarla; estaba para echarle unos cuantos polvos. Después de saludar a las parejas que habían venido, vi como Sonia se acercaba hacia donde yo estaba.
Al llegar, me saludó y me dio un beso en la mejilla. Eso me puso aún más caliente. Sólo pensaba en follármela. Hablamos durante unos minutos, pero mi madre vino e interrumpió la conversación. Me dijo que había que ir a casa a coger hielos para las bebidas. Puse cara de enfado, pero no me quedó más remedio que ir y dejar de hablar con Sonia. Entré en casa y me dirigí a la cocina. No podía dejar de pensar en ella. Me empecé a empalmar; me dolía la polla dentro de los vaqueros. Me desabroché los botones del pantalón y empecé a masturbarme, pero me dio corte por si alguien me veía, así que me fui hasta el servicio y me hice una paja tremenda pensando en Sonia en cuestión de segundos, ya que estaba muy caliente. Volví a la cocina para sacar los hielos del congelador. En ese momento, oí detrás de mí unos pasos. Me di la vuelta, y casi me muero del susto; era Sonia. Se acercó a mí y me dijo que mi madre le había mandado a buscarme. Me ayudó a coger todas las bolsas de hielo del congelador. Salí primero de la cocina y ella detrás. Cuando íbamos por el pasillo noté, de repente, una sensación de frío muy intensa en la espalda: ¡¡¡ME HABÍA METIDO UN CUBITO DE HIELO POR DENTRO DE LA CAMISETA!!!. Me giré, y vi su sonrisa pícara. Me levanté la camiseta delante de ella para sacarme el hielo y, de paso, provocarla un poco. Su respuesta no se hizo esperar: Vaya cuerpo que tienes - me dijo.
Intento cuidarlo lo más que puedo - le contesté.
¿Sabes lo que viene muy bien para mantenerse en forma?- preguntó.
Ni idea - dije, muy excitado.
Follar. Echar un buen polvo es lo mejor que hay para la salud. Sabes, hace un par de meses que no me como una buena polla, y estoy bastante hambrienta.
Me quedé con la boca abierta. No sabía qué hacer. Sonia siempre había sido mi fantasía sexual, pero nunca había pensado en que se hiciera realidad. No estaba ni empalmado del susto que tenía. Sin embargo, ella estaba mucho más activa. Todavía tenía la camiseta levantada, así que se acercó más a mí y comenzó a acariciarme con su mano derecha uno de mis pezones. Me empalmé de nuevo. Me cogió de la mano y me llevó rápidamente a mi habitación, en el piso superior del chalet. Cerró la puerta y me dijo que me tumbara en la cama. Me ordenó quitarme los pantalones y bajarme los slips. Yo estaba a cien, y no lo dudé ni un segundo; me quedé totalmente desnudo, con la verga totalmente tiesa y con restos de semen de la paja que me había hecho antes. Ella estaba totalmente vestida. Comenzó a hablar muy excitada: Uuuummm… Vaya pedazo de polla que tienes … es gordísima. Me va a dar muuucho gusto metérmela en el chocho. Veo que estás a cien … Tienes leche en la punta, ¿te has hecho una paja ahora?.
Me he hecho una paja hace un poco pensando en ti - contesté.
Ojalá hubiera estado allí para verte. Bueno, da igual, ahora voy a disfrutarte entero. Quiero ser tu gran puta - respondió.
Se desanudó el vestido color crema por el cuello. En ese momento, sus tetas quedaron al descubierto. Eran preciosas; no muy grandes, pero completamente bronceadas, con grandes pezones que miraban hacia el techo de la habitación, desafiantes. Mi erección creció aún más, me dolía la polla y los cojones de tanta excitación. Sonia se quitó el vestido por los pies: ¡NO LLEVABA BRAGAS LA MUY PUTA!. Tenía el coño depilado; sólo se había dejado una franja de pelitos en el centro, de color castaño claro. Se acercó rápidamente hacia mí y, sin mediar palabra, me cogió la polla y se la metió en la vagina, quedando sentada encima de mí. Yo la agarré de las tetas y ella comenzó a moverse arriba y abajo. Estaba a mil. Cuando estaba a punto de correrme Sonia se paró y acercó su boca a la mía para darme un beso y meterme la lengua hasta dentro. Quedamos abrazados un momento y después se separó y me dijo que la follara como la gran puta que era. Comenzó, de nuevo, con un sube y baja frenético sobre mi polla. Estaba totalmente ida. Mientras, yo masturbaba con mi dedo índice humedecido con saliva su clítoris, que era pequeñito y sonrosado. Sonia gemía constantemente. Después de un rato, le dije que me corría. Dijo que me corriera dentro, que le gustaba más, y que no había ningún problema. En cuanto lo hice, Sonia se bajó de mi polla y, viendo que estaba llena de semen y fluidos, la cogió con su mano derecha y se la metió en la boca, dando grandes lengüetazos y tragándoselo todo. Justo después, ordenó que me vistiera, que había que llevar los hielos a la fiesta. Me guiño el ojo y me dijo que mis padres deberían organizar más fiestas como estas.
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