¿Sabes? La historia que te voy a contar sucedió hace unos tres años. Yo en aquel entonces estaba casado, y no atravesaba precisamente mi mejor momento, ni personal ni profesional. Por primera vez, sentí la curiosidad de saber qué era eso del chat, así que un día me conecté, con la obvia intención de conocer a una chica y de, amparándome en mi anonimato, tener una conversación erótica con ella.
Tuve tanta suerte que la primera (o una de las primeras) que conocí a través del chat, accedió a mis pretensiones de tener una buena sesión de sexo, y vaya si la tuve. Fue espectacular, de lo mejorcito que me ha pasado, y eso que ya van unas cuantas...
En aquella conversación, por supuesto, me acabé masturbando, teniendo finalmente un orgasmo de los buenos, de los que dejan huella y te acuerdas de ellos durante tiempo, por lo intensos y duraderos que fueron. Tal fue el nivel de excitación que llegué a tener. Yo estaba en mi casa, e iba diciéndole justo lo que yo hacía, mientras ella me decía lo que a ella le gustaría que yo le hiciera...
Tras aquel polvo cibernético, tuve la firme intención de no dejar de conocer a aquella chica. Para mi sorpresa, más tarde tuve la oportunidad de conocer que todo, absolutamente todo lo que me había contado en aquella conversación, había sido cierto. Coincidí con ella otra vez en el chat, y aunque ya no se volvió a repetir nuestra experiencia anterior, por lo menos nos dimos los teléfonos y empezamos a hablar. Así fue como, poco a poco, nos fuimos conociendo. Aun así, no nos intercambiamos nuestras fotos, ya que nuestra idea era recibir la sorpresa el día que nos viéramos por primera vez.
Esa ocasión, como es lógico, llegó. Me inventé un viaje de trabajo y me fui a pasar unos días a la ciudad donde ella vivía, a más de 600 kilómetros. A mitad de camino, paré para repostar el coche y comer algo, casi no tenía hambre de los nervios que tenía. Decidí llamarla. Encontré una gran complicidad en sus palabras, lo que me tranquilizó, porque aunque habíamos planeado nuestro encuentro, aun así tenía un poco de miedo de que en el último momento se pudiera echar atrás. Sus palabras fueron: “estoy deseando verte, esto va a ser la leche” Con sus 18 años, Begoña (así se llama) me dejó tranquilo y con más ganas que nunca de llegar y finalmente verla.
Habíamos quedado en una cafetería céntrica de su ciudad. Yo llegué un poco tarde, porque me costó encontrar el sitio, pero cuando abrí la puerta, tras examinar por encima el lugar, mis ojos se clavaron rápidamente en una chica, y yo sabía que se trataba de ella. Al menos respondía a la descripción que me había dado (pelirroja, ojos azules, blanquita de piel, con algunas pecas y delgada) Iba preparado para lo peor, así que al verla me quedé alucinado, me pareció preciosa. Según ella me dijo más tarde, yo también le gusté a primera vista.
Empezamos a hablar, nos tomamos un refresco juntos, y en seguida conectamos, nos dijimos que nos habíamos gustado, y que incluso mejorábamos las expectativas.
Me ayudó a encontrar habitación en un hotel. Y después, ya de noche, la acerqué en mi coche a su casa. Allí, a modo de despedida, nos dimos un largo y profundo beso y nos fundimos en un abrazo, mientras quedábamos para el día siguiente, ella me vendría a ver a mi habitación del hotel. Sus labios eran sensuales, su lengua suave y por vez primera mis ojos se clavaron en sus pechos, grandes y redondos en comparación con su delgadez.
Casi no pude dormir, mi mayor fantasía estaba a punto de hacerse realidad. Me quedé dormido pensando que cualquier tío querría estar en mi lugar en aquel momento. Me apetecía masturbarme pensando en ella, en su cuerpo, imaginando las situaciones que nos ocurrirían al día siguiente, pero preferí reservarme entero para lo que había de venir.
A la mañana siguiente, ella estaba puntual a la cita, tal y como habíamos quedado. Yo aún no había desayunado, pero me daba igual, seguro que me alimentaría su cuerpo. Empezamos con una continuación del beso de la noche anterior. Ella venía con sus libros como para ir a clase, vestida con unos jeans, y una camiseta encima que dejaba entrever sus preciosos pechos. Solo con aquel beso, mi polla reaccionó de inmediato, abultando el pantalón del pijama que aún llevaba puesto. Después de un rato, ya me había encargado de haberle ido quitando los pantalones, y pude notar mejor su culo, redondo, pequeñito y con unas nalgas perfectas. Sus braguitas tanga ayudaban aún más a aumentar mi excitación. Al quitarle la camiseta, quedaron al descubierto sus pechos, todavía cogidos con un sujetador que se me antojaba demasiado pequeño para su tamaño. Le quité aquella prenda que lo único que hacía era aprisionar aquellas dos maravillas, y pude contemplar por primera vez sus pezones, eran rosados, preciosos, con un lunar encima que les hacía parecer aún más especiales. Rápidamente empecé a acariciárselos, y a darles besos y chuparle sus pezones. Se sentó encima de mí en una silla, y dejó que siguiera comiendo aquel par de estupendas tetas.
Como ya no podía más, me dirigí a la cama con ella, y nos terminamos de desnudar. Por fin había quedado mi polla al descubierto, me estaba aprisionando tanto que me dolía. Ella la cogió y la empezó a acariciar. Aunque no considero que mi polla sea muy grande (16 cms), ella me dijo que le parecía la más grande que había visto (yo pensé que no había debido ver muchas) Lo que sí creo que hago bien es utilizar esos 16 cms. Empecé a pasarle mi polla desde sus pechos hasta la entrada misma de su vagina, pero sin penetrarla aún. Todavía quedaba muuuuucho por hacer...
Separé un poco sus piernas, me confesó que por favor que tuviera cuidado, que sus experiencias no habían sido muy satisfactorias, que siempre le habían hecho daño. Yo le dije que no se preocupara, que estuviese bien tranquila, porque yo no sólo no la iba a hacer ningún daño, sino todo lo contrario, y que en ningún caso iba a hacerle hacer algo que ella no quisiera. Su mirada me indicó que a partir de ese momento estaba totalmente entregada a mí, confiaba por completo en mí, más tarde me indicó que lo que quería de mí era sentir verdadero placer, y que por eso estaba con un chico más mayor y experimentado.
Con mis besos recorriendo su cuerpo, llegué hasta su vulva. ¡Nunca en mi vida había visto un conejito totalmente pelirrojo! Me pareció raro, y al mismo tiempo gracioso, sus labios eran muy rojos, empecé a lamérselos y a mordisquear su clítoris y a darle golpecitos con mi lengua, mientras ella se retorcía de placer. Al poco rato, noté que se estaba corriendo, daba unos pequeños grititos, pero yo continué, y en menos de un par de minutos, volví a escuchar ese mismo sonido ¡se estaba volviendo a correr! Dejé que descansara un poco, lo que más me apetecía era que ella me la chupara bien chupada, esos labios y esa carita pecosa comiéndose mi polla era algo que me apetecía muchísimo, pero al parecer ella no era de las que le gustaba hacer eso, recordé mi promesa, así que no la forcé en absoluto. Ella se dio cuenta de mis deseos incumplidos, así que se puso encima de mí, se metió mi pene hasta dentro de una sola vez, entró de maravilla, y se empezó a mover sensualmente, mi polla entraba y salía perfectamente, noté que me iba a correr, así que me salí. Cogí su culo y me lo empecé a comer, le metí el dedo mientras con la otra mano jugaba con su clítoris. Después, me puse encima, volví a entrar y esta vez ya sabía que era hasta el final, no antes sin notar que ella me pedía que continuara, que estaba a punto de correrse otra vez. Justo después de notar en su cara que había terminado, me dejé llevar, soltando en ese momento toda mi descarga de semen. Creía que me iba a vaciar de lo que me duró y de todo lo que eché. Después nos quedamos hablando y volvimos a empezar otra vez al poco rato. Y así otra vez y otra.
Fue un fin de semana loco, totalmente loco. Al día siguiente, tenía que irme de vuelta a Madrid, fue una despedida increíble, no hubo nada de sexo esta vez. Fue un largo abrazo y un beso que nunca olvidaré.
te felicito ya que cumplistes uno de tus fantacia cualquiera desearia encontrar una nena haci