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Categoría: Infidelidad

Mi amante, Lucas

Usted se equivoca, mi amigo lector si cree que me va a convencer para que le cuente esta historia tan absurda y tan poco edificante. Soy una mujer muy discreta y creo que no es de mujer contarle las intimidades de dos vidas que se han jurado amor por toda la eternidad.

Sí, piense lo que le dé la gana. No me importa lo que usted piense; quizás sea uno de esos hombres machistas que todavía se considera un monumento de la hombría. Quizás usted sea uno de tantos moralistas que han sido cómplices de los atropellos que contra nosotras se han venido cometiendo durante toda la vida del reinado del hombre sobre la faz de la tierra.

¿Qué le sucede amigo? ¿Estás molesto, tiene coraje?; mire, es mejor que cierre este libro y haga otra cosa de su agrado porque por más que insista no le voy a dar la oportunidad de conocer la breve historia de mi vida y de los momentos felices que pase con Lucas la noche que el huracán Lugo azotó a nuestra Isla.

¡Oh!, puede que usted no sea un hombre y sea una de esas mujeres que están pensando enterarse de mi historia para ir a contársela a su ministro, o al cura del pueblo, o sabe Dios a qué demonio que se encuentre en su camino.

¡Olvídese!, yo sé que a usted le gusta y le divierte el chisme. ¿A quién le desagrada un chisme o un buen bochinche como éste?

Estoy segura de que si le digo que soy una mujer casada, con tres hijos y un marido ejemplar deja todo lo que está haciendo y corre a contarle el cuento a la vecina.

¿Qué tiene de malo que yo le sea infiel a mi compañero con su mejor amigo?¿Acaso no fue él quién lo llevó un día a nuestro hogar y puso a su disposición todo lo que él había?

__Mira; Lucas, ésta es mi casa, piensa que estás en la tuya__ le dijo mi marido aquella tarde__

¡Coño!¿Qué se creen ustedes?¿Acaso parir a tres muchachos no es un sacrificio?Y peor aún, parirlos de hombre tan flojo y tan inútil como el marido que tengo.

Dígaselo al que usted le dé la gana; vaya corriendo donde el ministro o el cura, ande, ¿Qué espera?...Dígale que soy una mala mujer, una víbora, que disfruto engañando a mi fiel Francisco, el pobrecito hombre que se mata trabajando mientras yo disfruto del manjar de mi Príncipe que me tiene trepando por las paredes de mi cuarto.

Usted piensa así porque no ha sentido la suavidad de los dedos de mi adorable tormento; usted habla así porque no sabe lo que es mirar unos ojos sensuales y quedar petrificada ante su mirada.

Lucas era un tipo especial, no trabajaba pero siempre vestía impecable; no como mi marido que daba verguenza. Siempre estaba bien perfumado, aquella fragancia turvaba mis pensamientos, enloquecía mis sentidos. Tenía un automóvil del año y me regalaba hasta una estrella si se la pedía. Era un hombre lleno de gracia, no como mi "costilla" que sólo reía cuano alguien le contaba que la mujer de fulano se la pegaba con zutano. Eso le divertía. Todos los hombres disfrutaban cuando se enteran que la mujer de perenzejo se la pega con zutano.

No, no le diré más de mi Cupido; no sea que esto le mueva a tratar de investigar quién es ese tipo y me lo robe como yo se lo robé a Margarita.

Usted no me va a creer cómo fue que una mujer como yo, una mujer de su casa, que iba todos los domingo a misa, que me confesaba, y tomaba la santa comunión cayó prisionera entre los brazos de ese increíble hombre llamado Lucas.

La culpa fue de mi querido y buen renombrado esposo. El prefería irse con sus amigos a darse buena vida, jugando todos los domingos mientras yo iba con mis hijos, sí, mis hijos, porque yo los parí, los eduqué, les enseñé a amar a Dios, a escuchar la palabra de nuestro Señor.

Es cierto, iba a misa como van todos los hipócritas como usted. Siempre confesaba mis pecados, claro está, jamás dije al cura lo de mi buen Lucas, eso no era problema. Estaba segura de que el mismo Dios lo había puesto en mi camino como premio a mi vida llena de amarguras y sufrimientos.

¿Quiere que le diga la verdad?Creo que mi Francisco sabía que yo se las pegaba con su amado y distinguido colega, Lucas. Él lo sabía y le juro por Dios que lo disfrutaba.

No, mi amigo o amiga; no le voy a decir ni una jota de mi historia, no le diré nada. Estoy cansada de escuchar como disfrutan los demás de las desgracias ajenas.

No le diré nada de mi adorado tormento. Ese hombre poético, nombre que inspira, que hace que el corazón de una mujer palpite en forma extraña, Lucas, nombre melodioso, sensual, nombre místico.

Cuando mi esposo me hablaba de él no podía creer que en el mundo existiera un ser dotado de tanta bondad, de tanto amor, de tanto misterio; un hombre con tantas cualidades hermosas. Sólo al escuchar su nombre mi alma escapaba hacia un mundo de ilusión, de fantasías. Lo veía surgir entre nubes cubierto de una luz divina.

Ustedes no saben cuánto deseé conocerlo. El día que sucedió me encontraba en el jardín, disfrutaba del perfume de las flores. Tenía una rosa entre mis dedos cuando apareció mi marido. Les juro que temblé y casi me desmayo. Él corrió hacia mí y me sostuvo entre sus brazos mientras el estúpido padre de mis hijos se reía a carcajadas.

Desde entonces quedé ahogada entre sus cabellos rubios y sus dulces y endemoniadas caricias. Cuando mi marido se vino a enterar, su cabeza tenía más cuernos que un museo de venados.

Eso le pasó por cabrón, por cerdo, por engreído, por flojo y porque se creía que su mujer era un objeto que lo podía usar cuando le diera las ganas.

Era tan repugnante mi señor que el día que le dije que no lo amaba y que mi vida estaba atada a Lucas se me echó a reir en la cara. Me dijo que era un dulce y tonta ramera. Que era una pobre loca desdichada y que él sabía lo de Lucas hacía mucho tiempo porque el maldito se lo había dicho.

¡Perros, ustedes son unos cerdos, los odio, con un odio envenenado-les grité- Salí corriendo como una loca, mis piernas perdieron fuerza y caí rodando por la escalera. Mi marido reía como un ser poseído y desde el suelo pude observar la figura de mi rubio esbelto mientras abrazaba con su lujuria el cuerpo del canalla con quien me había casado.

Aquellos dos seres malditos reían mientras apenas podía moverme. Me levanté con dificultad y me dirigí al cuarto mientras ellos seguían riendo y acariciándose.

El silencio se apoderó de mi casa. Los niños estaban en la escuela. Allí estaban los dos mirándose espantados, suplicando clemencia. Me recogí el cabello, limpié mis lágrimas y sin encomendarme a nadie... disparé... disparé...disparé.

Ven, porque no quiero que ustedes se enteren de mi historia, ¡Olvídense, no voy a decir ni una sola palabra, nada!¡No quiero decirles nada de mi vida!¡Estoy cansada de estar entre estos barrotes de esta maldita cárcel de mujeres!
FIN
Datos del Relato
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 5.85
  • Votos: 48
  • Envios: 5
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
ANFETO
invitado-ANFETO 21-04-2003 00:00:00

José Luis: Saber escribir es un don admirable. Pero si además de saber escribir, se sabe hilvanar las ideas siguiendo la pauta de introducción, nudo y desenlace, entonces es rozar la meta del escritor. Y si a todo esto se le une el don inapreciable de crear un ambiente de interés y misterio, con un final acorde a la sorpresa, entonces lo escrito se convierte en arte.Y por todo ello le felicito de corazón. Leeré con interés sus otros dos escritos, que observo ha publicado. Cuénteme entre sus asiduos lectores. Un abrazo

Joe
invitado-Joe 21-04-2003 00:00:00

Nada especial, pero escrito con bastante crudeza. Por otro lado , bueno, nada esta bueno JOE

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