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Apenas había anochecido en aquel invierno. El sol recién se había ocultado. Llamé a tu timbre y esperé a que bajaras a abrirme la puerta. Te besé en los labios y subimos a tu apartamento. En el trayecto intercambiamos algunas palabras sobre las actividades que habíamos hecho ese día. El lugar me recibió cálidamente, con aroma a libros provisto de una luz tenue. Luego de entrar me despojé de mi abrigo y otras pertenencias y nos besamos nuevamente. Esta vez el beso fue más prolongado, más profundo. Me condujiste a tu habitación aquella que ya tantas veces había cobijado nuestros cuerpos y toda su pasión.
–Desnúdate. Quiere verte desnuda– dijiste.
Lentamente comencé a hacerlo, sin bailes ni llamativos movimientos. Sólo despojándome de las prendas que habían cubierto de mi cuerpo. Luego me dijiste que te desnudara. El pedido fue cumplido parsimoniosamente. Desprendí cada botón sin premura, deslicé cada manga sintiendo el sonido que emitía al rozar tu piel. Escruté cada detalle , tus lunares, tus vellos, el color de la piel, la manera que mis dedos se deslizaban al acariciarte. Fui cartografiando cada mínimo detalle, cada mínimo pliegue de tu piel. Fui haciendo un croquis mental de las caricias que se irían aproximando.
Mi boca se apoderó de tu lengua, mis manos recorrieron tu piel, inventaban nuevas caricias, nuevas fantasías. Mis deseos se fueron desplegando, armándose como un gran juego de piezas, como un mecano. Nuestros cuerpos ocuparon la cama y tu boca se desplazó a mi vulva. La rozó tus labios encontrándola inundada lo cual provocó que mencionaras ese aspecto. Y para mí pensaba como no estar empapada si cada vez que pensaba en él mi vagina empezaba a exudar líquidos, sus paredes se separaban, mi útero se elevaba y una sensación de ansías recorría todo mi cuerpo. Ahora era la lengua quien se adentraba en la vagina y buceaba con la habilidad de los que lo hacen a decenas de metros, de los que buscan nueva fauna en los arrecifes de coral. Tu boca mordisqueaba los labios mayores, abrían hábilmente los labios menores, masajeaban el clítoris . Los dedos se veían empujados como si en mi interior existiera un imán para tus dedos. Mis manos sujetaban como podían tu espalda.
Tu cuerpo se movió cambiando de posición y me ofreció tu pene erecto, con su piel suave y su increíble aroma un manjar que no pensaba rechazar. El sabor de tu sexo, más el aroma de tu piel formaban una de las combinaciones aromáticas mas sensuales que jamás percibí en un hombre. Deslicé la lengua por el tronco, hice círculos en la cabeza del pene, tome los testículos con mis manos, presioné fuertemente las paredes laterales del pene como tanto te excita. Hundí mi boca permitiendo que entrara en mi boca. Lo sentí rozar las paredes de mi boca, la parte interna de las mejillas. Por su parte te movías haciendo que la penetración fuera más profunda.
Ahora movía tu cuerpo hacía mí. Te sujeté con fuerza de las caderas y llevé mi boca a tu ano. Cuando se produjo el primer rozamiento, tu boca exhaló un fuerte gemido. Esto provocó mi mayor excitación y comencé a lamer tu ano, a recorrerlo con la lengua, a introducirla dentro suavemente sintiendo como a cada segundo tu excitación aumentaba. La visión que tenía de tu cuerpo era grandiosa, tus nalgas suaves y redondas, tus piernas, tu pene erecto.
Tú por tu parte me introducías un pequeño consolador en mi ano. Lo ibas introduciendo lentamente provocando que mi esfínter anal se abriera muy despacio tal como me lo habías prometido. Pero eso es cuestión de otro relato.
Luego de transcurrir un tiempo con estos juegos y caricias te moviste y te sentaste sobre tus nalgas con las piernas flexionadas y colocaste tu pene erecto sobre mis labios menores presionando ligeramente la entrada de mi vagina. La penetración fue suave y comenzaste con el movimiento de vaivén. Estaba tan excitada que comencé a decirte al oído lo que quería que me hicieras lo que provocó que como si fueras sumiso de mis deseos los cumplieras. Lo que provocaba que te dijeras más y más cosas. Tus gemidos se fueron haciendo más y más profundos, mas enérgicos y un rápido movimiento introdujiste tu pene nuevamente en mi boca y un tu semen invadió mi boca y un beso apasionado nos permitió saborear el fruto de nuestro encuentro.
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