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Mi nombre es Mariana X, tengo 27 años, estoy muy muy cerca de los 28. Me considero una chica normal, estoy casada y tengo una hija que ya tiene 5 años.
En mayo del año pasado (2015), conseguí un trabajo a través de un amigo que conocía al dueño, es una empresa mediana, en principio el puesto era administrativa básica. La idea era: hacer fotocopias, ir al banco, hacer llamadas por teléfono (hasta ahí me dijeron), pero también incluye mentir por el jefe, un poco recepcionista, la chica que hace el café, compra los regalos a las mujeres, manda cartas de felicitaciones a los clientes, prepara muestras, etc.
La empresa se dedica a la importación de productos (no importa cuales). La verdad que el sueldo no estaba mal, mi jefe directo es joven y divertido supongamos que se llama Juan Carlos, el padre era el dueño y era un poco más conservador, pero súper amable y respetuoso.
Con Juan Carlos hubo química enseguida, y nos hacemos chistes, no es súper agraciado, pero es como decía muy atrevido, gracioso, etc.
Cerca de diciembre, cada dos años se renuevan unos contratos de distribución de los productos y en general viene el dueño o el CEO de la Latinoamérica a negociar cosas, que mucha idea no tengo.
Las últimas semanas de noviembre había sido un correr constante para acomodar todo y dejar todo lindo, comprábamos adornos, pintamos las oficinas, la verdad que trabaje súper contenta, porque se apoyaron en mi gusto. El último día antes de que llegara, supongamos que Samuel, el dueño me dijo muy serio:
—Mariana, hiciste un excelente trabajo. Dependemos de vos para seguir dándole estilo. —hizo una pausa como buscando las palabras correctas y siguió— No quiero que me mal interpretes, sos una chica muy bonita y siempre vestís muy elegante, pero quiero que mantengas esa línea mañana, sos nuestra carta de presentación —me miraba fijo esperando una respuesta y yo solo atinaba a una sonrisa— ¿me entendés? —me preguntó.
—Sí, señor, si lo entiendo —le dije balbuceando. Me agarró el brazo con un gesto que intentó ser fraternal, pero fue solo torpe. La verdad es que no había entendido bien, bien… porque jamás me había dicho algo así.
Esa tarde me fui a comprar ropa, quería estar perfecta. Compré un pantalón de vestir negro, y una camisa blanca semitransparente, un pañuelo y una pollera de tablones, no sé cómo se llaman. El resto sabía que tenía.
Para el tenor de la historia no voy a mentir, conocía mis virtudes. Soy más bien bajita (1.65), estoy bien formada, no soy gorda, pero tengo musculatura, hice mucho deporte de joven, jugaba al hockey y casi me hago profesional por lo que tengo mucha cola e intento mantenerme en forma, de pechos más tranquila, pero me los han elogiado. Entonces sé que con zapatos me estilizan y se me destacan las piernas. Después todo normal, tengo el pelo castaño oscuro, con muchos bucles, soy de tez blanca y ojos marrones y grandes.
El día que llegó Samuel era un miércoles, ese día me puse el pantalón. Mi marido, Jorge, me vio y me elogió muchísimo. Me fui a trabajar contenta, me sentía como poderosa… siempre estoy contenta conmigo, pero ese día era distinta, estaba para la guerra contra el hombre moderno.
Juan Carlos como siempre me hacía chistes, que quería infartar al “judío” (Samuel es israelí). Cuando llegó Samuel no me sorprendió gratamente, era un hombre flacucho, nariz prominente, pelo castaño claro. Nos presentaron, articuló algunas palabras en español, pero cuando querían hablar entre ellos lo hacían en inglés -a modo de chiste Juan Carlos me decía “Ceo de Latinoamérica y no habla casi español “.
Me pidieron café y se reunieron en la sala de conferencia. Lo llevé y Juan Carlos me hacía muecas, me lo señalaba, yo me hacía la chica bonita y entré con la misma sonrisa dibujada con la que me fui.
Estuve con otras tareas y ellos habrán estado dos horas, me llamaban pidiéndome papeles, o que llamara a algún otro administrativo, entré y salí varias veces. Cerca del mediodía, sale Juan Carlos y me dice que les pida comida:
—Mari pedí esto y esto para mi viejo, esto para mí y a Samuel esto… porque seguro no está lo que quiere —me dijo, lo miré extrañada y entendiendo que estaba jugando y me contestó— Te quiere a vos, te llamamos más por él que por necesidad. No sabes cómo te mira el culo, se pone loco —en ese momento me sonrojé y le pegué en el brazo como si fuera mi hermano.
Él que mucho problema no tenía, siguió:
—En serio boluda, está mal, nos preguntó si eras casada, si tenés hijos, cuantos años tenés.
Me dio un poco de cosa, pero bueno por otro lado había cumplido mi trabajo.
Después de un rato salieron y ahí empecé a notar que me miraba bastante. Se iban a ir a ver a unos clientes. Y el dueño cuando salió me hizo una sonrisa socarrona y me guiño el ojo, se acercó y me dijo:
— lo volviste loco, mañana no vengo, tratalo bien —se sonrió y yo quería que la tierra me trague.
Tipo cinco, volvió Juan Carlos y cinco y treinta yo me retiro, me pidió que me quedara un rato. Nos quedamos hablando en su oficina. En un momento me dice:
—Me pasas el bibliorato que está tercero —en una biblioteca que estaba en mi espalda. Me levanto y voy, sin entender porque y cuando estaba retornando me di cuenta me estaba mirando haciéndose el baboso y me dice— Estas terrible hoy… jajaja, mañana venite igual —Yo me mordí el labio y blandía la cabeza indignada por la tontería. Y siguió— Bueno, Mari, hablando en serio, estamos pensando con mi viejo que la verdad que con todo tu desarrollo en estos últimos meses sos fundamental para que renovemos tranquilamente el contrato, porque demostramos que crecimos, que mejoramos la oficina, y Samuel está encantado con vos. Así que sin mucha más vuelta cuando todo esto termine, dependiendo de los buenos términos que queden vamos a darte un aumento. Lógico que va a depender de lo bien que nos salga el trato, pero como sos parte de esto te queremos compensar.
La verdad que nuestra situación no era pésima pero tampoco la mejor, un aumento nos vendría muy bien, le agradecí y como siempre lloré un poquito.
El me decía cosas como “te lo mereces” “no tenés porque llorar”. Y nos saludamos y cuando estábamos separándonos me dice:
—mañana venite igual o mejor que hoy —yo de nuevo me sonrojé y me mordí el labio, y me fui.
El día dos quería usar la pollera, me vestí y Jorge quería tener relaciones antes de salir, le dije que no podía y me fui volando. Me sentía más poderosa, más contenta. Llegué súper temprano preparé todo, y llegó Juan Carlos, el padre no iba porque tenía un viaje al interior.
—Entendiste —me dijo Juan Carlos y se sonrió.
Llegó Samuel, me devoró con la mirada, me decía ‘Maradna’, no Mariana. “Maradna estás encantadora hoy”. Se encerraron y me llamaban a cada rato. Me daba cuenta del juego, el día anterior con el padre no podían ser tan evidentes, pero Juan Carlos no tenía mucho problema. Igual todo dentro de lo lógico… Se fueron a comer y volvieron como a las tres treinta, me pidieron café. Lo tomaron y después salió Juan Carlos y me dijo que se iba un rato a ver a un cliente por un problema que me quedara y me encargué de Samuel, y el tonto me guiñó el ojo. Me dijo que Samuel trabajaría desde ahí.
Salió.
Pasaron dos minutos y me llamo: «Maradna, necesito la Wi-Fi». Entendí que era la clave, le dije «es Pedro1202», no me llegaba a entender, y me pidió si la podía escribir, me acerqué y me puse a su lado, y sentí su respiración y como me miraba. Se me aceleró el corazón y me sentí molesta. Sonreí forzada y le pregunté si algo más, me dijo que no, y me fui. Habrá pasado treinta minutos y me volvió a llamar:
—Maradna, ¿te molesta si pido un café? —me pareció tierno y le dije que no me molestaba.
Fui y se lo preparé. Después volví a mi puesto y eran las 17:30 y Juan Carlos llamó me dijo que llegaba en 30 minutos si lo esperaba, que lo entretuviera, no quedaba nadie en la oficina. Y de pronto escucho de nuevo:
Y otra vez:
—Maradna.
Fui casi corriendo, me pidió un vaso de agua y si podía llevarle un poco de azúcar, le dije que sí. Casi me empujó con la mirada, se notaba que le gustaba y mucho. Parecía que no le daba vergüenza que se notara, rondaba el abuso. Me fui, preparé todo y confieso que me subí un poquito la pollera, no se me veía nada, pero estaba elevada. Cuando le dejé todo en la mesa, me dejó notar que estaba excitado, se notaba que estaba erecto su pene, me sonrojé y me sonreí de nervios, él se dio cuenta que lo vi. Cuando terminé me preguntó si me podía quedar, le pregunté «¿No hay problema, pero para qué?», me contestó «Es agradable tu compañía y necesito mejorar mi español». Me sonreí, y le dije: «si, incluso podría empezar por mi nombre, es Mariana, no Maradna», se sonrió: «¿y cómo se escribe?» me preguntó, y torpemente se lo empecé a deletrear y me pide que lo escriba en el pizarrón.
Ahí entendí perfectamente lo que quería Samuel, y la verdad yo quería porque la situación me había ganado, pero no quería ser burda. Fui hasta el pizarrón y empecé a escribir lo más alto posible, honestamente no sé si se me llegaba a ver la cola, supongo que no, pero cuando me di vuelta a mostrarle se estaba frotando, hizo como que quiso disimular y yo largué una carcajada que en otra situación rompería el encanto, pero él también rio, y automáticamente, mal interpretando sacó su pene. ¡SI! así de la nada. Me quedé tan sorprendida que no sabía cómo reaccionar estaba roja totalmente. «Maradna, puedes escribir tu nombre muchas veces» ... afirmé con la cabeza.
Escuchaba ruido y de golpe dejé de escucharlo, y sentí que lo tenía cerca... muy muy cerca, me agarró de los hombros, me dio vuelta y estaba con su pene afuera, era de tamaño importante, y entendí lo del corte a los judíos, la cabeza era rosada, y tenía muchas venas. Terminó de manipular el celular y me dijo: «Juan Carlos va a tardar» ... lo cual me hizo sentir horrible, me agarró una mano y me la puso en su pene, y me hacía para que lo masturbe… el pulgar de la otra mano me lo metió en la boca. Y yo accedí, después, me agarró de la cabeza y me hizo bajar para que se la chupara… y lo hice... no era un placer la verdad… pero él gemía, casi lloraba y sentía que estaba haciendo un buen trabajo.
Honestamente no sabía cómo había llegado a ese momento, pero los calores me ganaron… o su autoridad, no lo sé. De golpe me frenó, me dio vuelta contra la pared, bastante torpemente me abrió las piernas, me corrió la tanga y metió su cabeza en mi cola, me chupaba toda, sus dedos nerviosos y temblorosos buscaban (creo) mi vagina y/o mi clítoris. Metió su lengua en mi ano y jugó un rato largo. Después de eso me llevó contra la mesa y en cuatro patas me empezó a coger, sin frenar me la metió bruscamente, yo no estaba bien preparada... para mí ya había perdido casi todo el encanto, pero me arrastraba la situación, miraba perdida hacia la puerta entornada y lo vi a Juan Carlos mirándome, mirando cómo me cogían, entonces empecé a poner caras de sufrimiento y a cogerme al judío… y me mordía los labios y vi como Juan Carlos se excitaba…
Después de un rato, Samuel terminó, sacó su pene y sentí el semen tibio sobre mis nalgas, todo fue apresurado, me bajé la pollera y salí de la sala. Y ahí estaba Juan Carlos, nos miramos extrañados intentando leer en la cara del otro una declaración… había sido un día muy efímero: no dudé absolutamente nada, fui y lo empecé a besar, él me siguió y me llevó hasta su oficina… Que estaba justo al lado de la sala de conferencias. Me sacó la camisa, y me comenzó a besar toda, primero debajo de la oreja, después mi cuello, me recorrió completa hasta las tetas, las apretaba como un adolescente y me daba pequeños mordiscos en lo pezones. Luego bajó a la vagina, y me la comió hermosamente, despacio, con lengua hábil.
Por compromiso, bajé y yo le practiqué sexo oral, se la chupé lo mejor que sabía hacerlo, probé hacerlo de formas nuevas, no como lo hacía con mi marido, después de un rato él me frenó y se sentó sobre su sillón y yo me subí y cogimos suave, me apretaba, y era todo hermoso, después me tiró al piso y él fue arriba y continuamos con la entrada y salida. Después terminó de quitarme la ropa y escuchamos la puerta, era Samuel que hizo un ademán para que continuara y dijo algo en inglés de lo cual lo único que es entendí fue «please» ... Juan Carlos me miró como pidiéndome aprobación, me acerqué al oído y le dije: «Que el aumento sea gigante» ... Se rio y me dijo que no me preocupara.
Juan Carlos se puso abajo y yo arriba, y Samuel se acercó y me puso su pene en la cara que todavía estaba medio flácido, la verdad es que era mucho más grande que el de Juan Carlos. lo tomé de los testículos y me lo metía en la boca. Juan Carlos con la nueva situación se puso comenzó a sacarse, estaba como más excitado. Y yo también estaba rara con la nueva experiencia, nunca había hecho algo así tengo mis experiencias, pero esto era demasiado…
El pene de Samuel tenía como gusto a pastoso, calculo que todavía le salía semen, me tocaba una teta y Juan Carlos la otra. Poco a poco se fue excitando, y mientras Juan Carlos empezó a tocarme bruscamente la cola, me apretaba los cachetes y me los separaba, y de a poco un dedo empezó a buscar mi ano… apenas hizo el primer intento abrí los ojos grandes, tuve sexo anal pero no muchas veces siempre me duele demasiado. Le dijo algo a Samuel en inglés y me sacó el pene de la cara y se fue a mi espalda… Juan Carlos me agarró la cara y me susurró: «resistite, resistite» ... «Go Go» ... dijo a Samuel, entendí el juego, y empecé a decir: «No, no.… por favor» ... Samuel se escupió la mano y me la pasó por la cola, y Juan Carlos me sujetaba y sentí como el otro buscaba penetrarme por la cola. La primer parte fue cruel, dolió un montón hasta que sentí que estaba todo adentro, gritaba, pero gritaba porque me estaba matando… ya no sabía si me estaba resistiendo por el juego o porque no lo aguantaba, me cogían y me estaba culeando… me gustaba pero me dolía, quería que siguieran y que pararan… la situación fue bastante violenta, Samuel era un animal, se tiraba arriba mío, y se me acercaba al oído para gemirme y yo corría la cara, sentí que Juan Carlos terminó… porque empezó a respirar cortado, y se salió rápido como para no terminarme encima… no sé cómo hizo, pero se corrió y yo quedé contra la alfombra y Samuel arriba mío seguía, además buscaba mi vagina, mientras me culeaba y yo seguía: «No, Samuel por favor, no»... y me empezó a meter la mano, ya me estaba doliendo hasta que por suerte terminó, se paró rápido y yo quede abatida, y sentí que se reía diciéndole algo a Juan Carlos que me miraba preocupado y en ese momento sentí que me tiró semen en la espalda o me orinó, no sé… y después lo vi irse.
Juan Carlos buscando mi perdón se acercó y me ayudó a levantar: «anda bañate en la oficina de mi viejo» ... lo hice, lloré un rato porque ya se había descontrolado todo… no entendía lo que había hecho. Cuando salí Juan Carlos ofreció llevarme a mi casa, le dije que no, y me dejo que el viernes no vaya tenía el día libre, no quería que me cruzara con Samuel.
Me tomé el día y me dieron también una semana más, cuando volví me dieron el aumento importante y tres semanas después me enteré que estaba embarazada. Y sé que es de esa tarde noche. Con Juan Carlos nos distanciamos un poco, pero seguimos llevándonos bien, pero no más relaciones. Sobre el tema el primer día que volví me dijo: «Nadie más sabe nada, ni mi papa, ni nadie».
Mariana X.
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