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Mi móvil emitió un zumbido en la mesilla y lo cogí. Me incorporé con cuidado de no despertar a mi novio. Lo desbloqueé y apareció la hora: las 2:02 de la madrugada. Era un audio de Adrián, mi mejor amigo. Sonreí, seguro que estaba de fiesta, con unas copas de más, y me habría grabado cantando una canción que le recordaba a mí. Me levanté para meterme en el baño y así escucharlo tranquila.
– Lucíííííííía, guaapaaaaaa estoy jugando con estos a prueba o verdad y me han retado a mandarle un audio a la tía que más ganas tengo de echarle un polvo (se escuchaban las risas de sus amigos de fondo) contándoselo.
Me quedé un poco en shock. Adri y yo llevamos siendo amigos un par de años y aunque es verdad que él me empezó a hablar para intentar ligar conmigo, yo por aquel entonces ya estaba con mi novio y al final entablamos una buena amistad. Siempre me dice que estoy muy buena o que si estuviera soltera intentaría algo, aunque se ha quedado en piques normales en nuestra relación. Pero admitir delante de sus amigos que yo era la tía a la que más ganas tenía de echarle un polvo era otro tema. Lo achaqué al alcohol y le contesté con emoticonos riéndose, bloqueé el móvil, y me tumbé en la cama a dormir.
Me desperté tarde, Hugo hacía horas que se había ido a trabajar y yo no tenía clase en la universidad ese día. Me metí en la ducha y mientras me preparaba un café le eché un vistazo al móvil, tenía más mensajes de Adrián, de hace un par de horas, en los que me decía que tenía una resaca increíble.
– Eso te pasa por beberte hasta el agua de los floreros – le contesté.
Diez segundos después recibí la contestación.
– Ya que tú no saliste, tendré que beber por los dos…
– A juzgar por el audio que me mandaste, bebiste por los dos y por cuatro más, jajaja
– Qué pasa con el audio? Digo alguna mentira?
Me mordí el labio inferior indecisa. El tonteo que a veces tenía con Adrián no me parecía malo. Físicamente tampoco me atraía mucho, y aunque no es mal chico no es mi tipo. Yo soy muy feliz con Hugo, pero la monotonía en pareja a veces hacía que a mí me gustaran los piropos sutiles (y últimamente no tan sutiles) de Adri. Decidí seguirle el rollo.
– No me durarías ni dos asaltos, listillo 😝
– Déjame demostrártelo y no pararás de repetir
Noté un escalofrío. Mi vida sexual últimamente había estado menos activa de lo normal (todos pasamos por esas rachas) y ese comentario había hecho que mi líbido despertara.
– Tantas ganas tienes de demostrármelo?
– Muchísimas. Tantas, que anoche cuando llegué a casa borracho me masturbé pensando en ti.
Eso me pilló desprevenida. ¿Tanto le excitaba? Pensar que producía ese efecto en Adrián, con quien nunca había hecho nada físico más allá de un par de abrazos me calentó. Fui al baño y me eché un poco de agua. Me miré los pezones en el espejo, se marcaban a través de la camiseta del pijama y la causa no era precisamente el frío. Me vibró de nuevo el móvil.
– Me imaginaba que te pillaba desprevenida en tu portal, que te agarraba del brazo, te ponía contra la pared y te besaba. Tú al principio te resistías, pero luego me pedías que te follara muy duro.
Joder. Adrián sabía perfectamente que ese rollo me excitaba. Me encanta que me dominen y que a veces me traten bruscamente. Metí mi mano dentro de mi tanga, acariciándome el clítoris. Me sorprendió notar lo mojada que estaba. Me imaginé lo que Adrián me había dicho y en un par de minutos llegué al orgasmo. En cuanto me corrí me di cuenta de lo mal que estaba todo aquello. Un nuevo zumbido me avisó de otro mensaje.
– Perdona, Lucía, me he pasado. No te enfades mucho por favor, sé que no son formas de hablarte
– No te preocupes Adri, hay confianza, pero mejor no me vuelvas a decir estas cosas
– Te ha gustado, verdad?
Podría haber contestado que no y haber zanjado el tema. Pero no podía obviar el hecho de que me acababa de tocar pensando en cómo me follaba salvajemente en un portal.
– La verdad es que sí. Por eso es mejor que no me lo vuelvas a decir
– Lo suponía. Tranquila, no vuelvo a sacar el tema.
Suspiré tranquila mientras le contestaba con un “gracias” y cambié de tema.
Eran las ocho de la tarde y noté unas llaves abriendo la puerta de casa. Hugo entró por la puerta con cara de cansado, aunque sonriendo. Se acercó a darme un beso y cuando se iba a apartar lo acerqué a mí y le di un beso más intenso. Me miró sonriendo.
– ¿Qué pasa, tienes ganas de fiesta?
Asentí y volví a besarle con más ganas. Me apreté contra él notando su erección. Estaba muy cachonda y deseaba que me follara duro. Sin dudar me agaché y saqué su polla del pantalón. La metí en mi boca y Hugo gimió, pero me apartó en seguida.
– Joder Lucía, si sigues me voy a correr.
– Fóllame ya entonces – contesté mientras me ponía en pie.
Hugo no dudó. Agarrándome de las caderas, me giró e hizo que me apoyara en la mesa de la cocina. Metió un dedo en mi coño, asegurándose de que estaba mojada. Entonces noté como salía su dedo y me metía la polla hasta el fondo. Gemí de placer, sintiéndome llena por fin. Llevaba fantaseando y tocándome toda la tarde. Esto, lejos de calmarme, me había calentado aún más. Las embestidas de Hugo eran duras y profundas, me clavaba los dedos en la cintura y resoplaba excitado. Yo no tardé en percibir el hormigueo precedente al orgasmo, y al notar sus embestidas más rápidas, decidí tocarme el clítoris para llegar juntos.
Hugo metió su polla hasta el fondo, llenándome de semen, justo en el momento en el que yo me corría. Salió lentamente de mí y noté el líquido resbalar por mis muslos. Me dio un beso en la frente y se metió en la ducha. Yo me quedé parada unos segundos antes de limpiarme, consciente de que el culpable de mi calentura no había sido mi novio.
Esa noche, con Hugo ya dormido a mi lado, volví a recibir un mensaje de Adri. Era un enlace de twitter. Entré y apareció un video de un chico penetrando a una chica muy fuerte mientras le agarraba del cuello. Volví a sentir un escalofrío cuando apareció un nuevo mensaje:
– Así me gustaría follarte
– Adri, esto no está bien
– No está bien, pero sigues hablándome, así que en el fondo te gusta.
Sabía perfectamente que lo normal era decirle que parara, que no podía seguir diciéndome eso, pero me encantaba leer e imaginar lo que Adrián me haría si tuviese oportunidad. Tuve que tocarme una vez más, con Hugo al lado, teniendo cuidado de que no se despertara; mientras Adrián me decía guarradas
Los días pasaban y mis conversaciones con Adrián eran relativamente normales hasta que llegaba la noche y tornaban a chats eróticos, aún cuando Hugo dormía a mi lado. Me sentía culpable, pero en el fondo no había hecho nada. Un par de conversaciones calientes por Whatsapp no era poner los cuernos, y en mi mente tenía la situación controlada.
Era jueves y me estaba preparando para salir de fiesta con mis amigas. Falda y body negro muy escotado. Me puse deportivas para ir más cómoda y me despedí de Hugo con un pico.
Eran las 2 de la mañana y mis amigas decidieron que era buena hora de pedir unos chupitos. Así que me ofrecí a pedir mientras ellas guardaban el sitio. Me acerqué a la barra intentando hacerme un hueco entre tanta gente. Mientras intentaba llamar la atención del camarero noté una mano sobre mi cintura. Me giré enfadada y entonces vi a Adrián sonriéndome. Me sonrojé. Era la primera vez que nos veíamos desde que nuestras conversaciones habían subido de tono. Una cosa es decir guarradas por Whatsapp y otra estar cara a cara.
– ¿No me vas a saludar o qué? – dijo Adrián arqueando una ceja.
Sonreí nerviosa y le di dos besos. Nos preguntamos lo típico, que tal, con quien has salido, que de gente hay, etc.
– Que guapa estás – dijo Adrián de improviso.
Me puse nerviosa. Me lo había dicho muchas veces, pero esta vez era diferente y sé que él también podía notarlo. En ese momento el camarero me sirvió los chupitos y Adrián me ayudó a llevárselos a mis amigas.
La noche avanzaba y yo cada vez estaba más cómoda con la presencia de Adrián, posiblemente por culpa del alcohol. De un momento a otro le perdí de vista y vi que se estaba liando con otra chica al otro lado del bar. Apreté la mandíbula. Normalmente me habría alegrado de que ligara, pero esa noche no se que me pasaba. Estaba celosa. De repente se me quitaron las ganas de seguir bebiendo y bailando. Solo quería llegar a casa. Les dije a mis amigas que no me encontraba bien y que me iba a casa. Pensé en despedirme de Adrián, pero estaba ocupado. Mientras salía del bar le daba vueltas a la cabeza, pensando en porqué me ponía celosa cuando Adrián es mi amigo y yo tengo novio.
De pronto noté una mano agarrándome del brazo y tirando hacia a mí.
– ¿Dónde vas? – era Adrián. No había rastro de la chica con la que se estaba liando.
– A mi casa, no me encuentro bien. – adrián me miró sorprendido.
– Si es muy pronto, sobre todo para ti. Venga quédate un ratito más, si nos lo estamos pasando genial.
– Te lo estás pasando genial tú, querrás decir. – no debería de haber dicho eso, pensé.
– ¿Te has picado?
– No.
Me mordí el labio inferior, mirando al suelo. Adrián suspiró.
– Lucía… No hagas esto más difícil. Lo de estos días ha sido una bobada. Tú no vas a engañar a Hugo, asique si tengo oportunidad de follar con otra pues es lo que voy a hacer. Estas rabietas que te las aguante tu novio.
– Me estás tratando como una cría.
– Es que es como te estas portando.
– Tan cría no seré cuando te pongo la polla tan dura que te tienes que tocar pensando en mí.
Eso le pilló desprevenido. Me cogió de la mano y me apartó a una calle en la que casi no había gente.
– ¿Y tú qué? ¿No te tocas pensando en mí?
– No. – mentí.
Se acercó a mí, con sus labios a unos centímetros de los míos.
– ¿Seguro?
Su mano empezó a subir por mis muslos hasta que llegó a mi tanga, lo acarició y paró. El corazón me iba a mil.
– Seguro. Yo quiero a Hugo.
– Puedes querer a tu novio y que yo te ponga cachonda. No tiene que ver.
Volvió a mover la mano que tenía sobre mi tanga. Esta vez apretó un poco más. Lo estaba mojando de lo cachonda que estaba. Adrián seguía mirándome a los ojos, esperando una respuesta.
– Voy a seguir hasta que me lo reconozcas, Lucía. – movió la mano, apartando la tela del tanga hacia un lado y posando sus dedos directamente en mi clítoris. Solté un suspiro.
– Yo… no puedo hacer esto – dije al fin.
– Entonces quieres, pero no puedes.
Asentí. Sus labios rozaron los míos y me acarició el clítoris, produciéndome una descarga de placer por todo el cuerpo. Gemí.
– Estás hecha toda una zorrita, eh.
Le intenté besar pero se apartó. Me miró sonriendo.
– Creo que aún no te has enterado, pero aquí el que manda soy yo. Los besitos con tu novio.
Empezó a andar alejándose de mí. Le seguí. Paró en un portal que tenía la puerta abierta, entró y entonces me dijo:
– Chúpamela, zorra.
Ni lo pensé. Estaba tan cachonda que me lancé a su bragueta de rodillas. Saqué su polla que ya estaba durísima. Me la metí en la boca hasta la mitad, despacio, mojándola con mi saliva. Adrián me cogió la cabeza y empujó, haciendo que me la tragara entera. Al cabo de unos segundos tuve una arcada y él la sacó mientras yo tosía.
– Tendré que enseñarte a hacer mamadas.
Volvió a cogerme de a cabeza y empezó a follarme la boca despacio pero manteniendo el ritmo, siempre llegando hasta el fondo. Al cabo de unos minutos aprendí a respirar y él aumentó el ritmo. Me notaba el tanga empapado, me encantaba sentir como me estaba usando, me sentía una zorra.
De pronto me agarró la cabeza con fuerza y se corrió en mi garganta.
– Joder, has nacido para que te follen la boca. Trágatelo todo.
Me lo tragué y me levanté. Yo seguía muy cachonda, pero él se la había guardado y estaba saliendo del portal. Le seguí.
– ¡Espera! ¿Dónde vas?
– A mi casa, son las 6 de la mañana – dijo metiéndose las manos en los bolsillos.
– ¿Me vas a dejar a medias? – el calentón se me había pasado y me estaba enfadando.
Adrián se giró, y me puso contra la pared.
– Lucía, ya te lo he dicho antes. Aquí mando yo. Las rabietas con tu novio. Nadie te ha obligado a hacer nada, es más, creo que lo has disfrutado.
Se apartó un poco y me acarició la mejilla.
– Estoy seguro de que serías una buena zorra, solo necesitas que te enseñen. Para el sexo bonito ya tienes a tu novio. Cuando se te pase el enfado, me avisas.
Me quedé mirando como se iba mientras pensaba en lo que había hecho. Lo peor es que me había encantado. Pero estaba enfadada por haber dejado que Adrián me usara así, y lo peor es que había engañado a Hugo. Me prometí a mi misma que no volvería a hablarle, pero en el fondo Adrián sabía muy bien lo que había hecho. Me había dejado con ganas de más.
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