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"Para no quedarme sin trabajo tuve sexo con mi jefe."
Mi nombre es Ana. Hace un par de años me encontré con una difícil situación que aún persiste. Mi marido José estaba en paro y todos los ingresos familiares dependían de mi sueldo en la compañía de seguros. Debido a un error por mi parte, mi compañía perdió una importante cantidad de dinero y mi jefe quería despedirme. Cuando ya creía que me iban a echar, mi jefe me dijo que uno de los directivos de la compañía quería hablar conmigo y tal vez pudiera conservar mi empleo. Su nombre era Luis y resulta que era un antiguo compañero de instituto de mi marido que a mi me caía muy mal. Luis quería que fuera a su casa para hablar del tema.
Al día siguiente fui a casa de Luis para intentar solucionar mi error y poder conservar mi puesto de trabajo. A mi marido no le había contado nada para no preocuparlo y pensé que tal vez no haría falta que lo supiese. Cuando llegué a casa de Luis, me abrió la puerta y estuvo muy amable conmigo. Estuvimos un rato charlando de los viejos tiempos, de mi marido que según él decía habían sido grandes amigos, etc.
Pero al cabo de un rato, empezó a decirme que mi error había sido muy lamentable. La compañía había perdido dinero y querían despedirla. Tal vez él pudiera solucionarlo, pero necesitaba alguna cosa a cambio. Me dijo que tenía bastantes dolores de espalda, y que si le daba un masaje tal vez pudiera solucionar mi problema. A pesar de que Luis nunca me ha caído bien, acepté su propuesta para poder conservar mi trabajo. Me comentó que en la habitación de al lado tenia una camilla y que iba a tumbarse en ella. Que entrara yo en un par de minutos para hacerle el masaje. Antes de salir de la habitación, me miró y dijo: ah, y quítate la ropa para que estemos en iguales condiciones.
Me lo pensé un poco, pero vi que no tenía muchas opciones. Era importante para mí el trabajo, y pensé que un masaje no era un precio muy elevado, aunque fuera a Luis que me caía fatal.
Para que no se enfadara me quité el vestido y entré a la habitación en ropa interior. Cuando entré, Luis estaba tumbando en la camilla boca abajo, desnudo, con una toalla que le tapaba el culo. Lo primero que hizo fue mirarme de arriba abajo con todo descaro. Yo, a mis 35 años todavía estoy de buen ver: delgada, dos buenos pechos y un bonito culo, por eso se fijo tanto en mi. Me pidió que me acercara y le diese un masaje en la espalda, y eso hice lo mejor que pude.
No tardó ni dos minutos en pedirme que me quitara los sujetadores y le dije que no. Entonces fue cuando me dijo que si no le obedecía no podría interceder por mí en la empresa. Me di cuenta que no tenía mas remedio que hacer lo que el quisiese y traté de ser obediente. Mi quité los sujetadores dejando al aire mis magníficos pechos. Luis se quedó como embobado mirándolos, pero no dijo nada. Seguí con el masaje en la espalda lo mejor que pude esperando que la cosa no fuera a mas, pero me equivoqué: en el momento que me puse por delante de su cabeza para llegar mejor a sus hombros, el cogió mis bragas y me las bajó. Ahora estaba completamente desnuda delante de Luis, pero no dije nada y seguí con el masaje. El cogió una de mis piernas y la apoyó encima de la camilla. Ahora estaba abierta de piernas, justo delante de su cara, lo que le sirvió para ver todas mis intimidades. Aprovechando que tenía los brazos en alto sobre la camilla empezó a acariciarme el clítoris. Yo sentía una mezcla de vergüenza, asco y placer y no sabia muy bien que hacer, por lo que seguí delante dándole el masaje en la espalda. Luis siguió con su trabajo y además de acariciarme el clítoris con una mano, me empezó a poner los dedos de la otra mano en la vagina: primero uno, después dos y finalmente tres. Cuando se cansó de esto me pidió que le masajeará el culo pero sin moverme de posición. Para llegar a su trasero, tuve que estirar todo mi cuerpo encima del suyo y poner las manos por debajo de la toalla que llevaba. Ahora yo estaba tocando el culo de Luis, con mi cuerpo y especialmente mis tetas sobre su espalda, y mi coño a pocos centímetros de su cara.
Supongo que esta situación excito a Luis, porque al poco se levantó y se sentó en la camilla totalmente desnudo como iba. Hizo que me pusiera delante de él, cogió una de mis manos y la puso en sus testículos y después cogió la otra y la puso en su pene. Como yo ya no podía echarme atrás empecé a acariciarle sus genitales. El aprovechó y empezó a tocarme las tetas: sus dos manos estaban encima de mis pechos acariciando y sobando, para acabar meneando mis pezones mientras yo seguía con una mano en sus testículos y con la otra le estaba pajeando lentamente.
Pasados unos minutos, me cogió del cuello con una mano y acerco mi boca a la suya para darme un beso, mientras su otra mano bajaba a mi clítoris y empezaba a acariciarlo otra vez. Me encontré su lengua dentro de mi boca y a pesar de mi disgusto por la situación, saqué la mía y seguí con el beso, seguramente debido a la excitación de su masaje en mi coño.
En estos momentos me encontraba en una situación muy delicada. Cuanto más lo pensaba, mas odiaba a Luis por que me obligaba a hacer. Por otro lado me sentía obligada para conservar mi trabajo, y además con tantas caricias me estaba excitando. Y fue entonces cuando hubo un cambio de situación.
Luis se tumbó en la camilla hacia arriba y me dijo: tu puesto de trabajo depende de lo bien que me la chupes. Me lo pensé unos segundos pero vi que no tenía elección. Nunca había hecho una felación a nadie, ni a mi marido, pero decidí que ya que tenía que hacerlo, iba a hacerlo bien. Con una mano cogí el pene de Luis y con la lengua empecé a chuparle los testículos hasta ponerme los dos dentro de la boca. Después seguí con la lengua chupando el pene, desde su base hasta la punta, y finalmente me lo puse en la boca. Primero sólo fue la punta, pero poco a poco me fui introduciendo más en la boca hasta que me puse todo su miembro hasta la garganta.
Entonces Luis me volvió a sorprender. Cogió su móvil que tenía a su lado y llamó a mi marido. Se lamentó del tiempo que hacia que no hablaban y empezaron a hablar de los viejos tiempos. Mientras yo seguía chupando la polla de Luis y a pesar del placer que le producía el seguía hablando. En un momento de la conversación, llegó a preguntar por mí, como estaba y que hacia, sin que mi marido sospechará la verdad: en ese momento le estaba haciendo una mamada a Luis. Aún seguían hablando José y Luis, cuando este último, levantó las piernas para poner su culo justo delante de mi cara. Yo estaba viviendo una situación totalmente irreal y todo me daba lo mismo, por lo cual empecé a chupar con mi lengua el ano de Luis mientras este seguía hablando con mi marido. Cuando terminaron la conversación, me puso el pene el en la boca y empezó a meterlo y sacarlo. Con sus manos, cogió mi cabeza y la empujaba hacia adelante, lo cual provocaba que su pene llegara hasta mi garganta. Tras un par de minutos, en los cuales apenas podía respirar, noté como se corría y todo su semen, que no era poco, fue a parar dentro de mi boca. Yo iba a escupirlo cuando me dijo que tenía que tragármelo. A pesar del asco que me dio, le hice caso y me lo tragué.
Luis acabó satisfecho de su orgasmo pero yo no. Por un lado estaba asqueada con la situación, pero también estaba caliente. Fue entonces cuando me dijo que aún no me merecía disfrutar como él. Aún tenían que pasar varios meses hasta que quedará exculpada de mi error, y para poder conseguirlo teníamos que vernos una vez al mes y yo debía cumplir sus órdenes. Yo me negué y le dije que no, pero entonces me enseñó una cámara de video oculta y me dijo que lo había grabado todo. Si no le obedecía, enviaría el video a mi marido.
No tuve más opción que asentir y a pesar de mis pocas ganas quedamos para vernos el próximo mes. Cuando llegué a casa estaba tan excitada que hice un polvo con José como nunca antes lo había hecho.
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