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Me trató como su perra

Alan es un tipo de 24 años, trigueño oscuro, con una mezcla interesante de negro caribeño y latino, mide 1.80, pesa unos bien puestos 90 kilogramos de puro músculo, jugador de basquetbol, futbol, tiene un hijo de 6 años, su novia y muchas mujeres que lo corretean. Yo lo conocí en una entrevista de trabajo a la que fue, sin éxito y de ahí tomé su número de teléfono, dirección de Facebook, todos sus datos personales y me fui armando de información de él. Los comentarios de hombres y mujeres me ponían a pensar que era más de una cara bonita.



Me dio un poco de lástima que no lo contrataran y lo llamé para un trabajo eventual en la empresa de un amigo. Ahí pude admirar lo guapo que se veía con su cabello corto al rape, una barba incipiente y una mirada triste pero sexi. Desde el primer momento su mirada insistente me dijo que ahí había algo. Lo llamaba, le hablaba por el teléfono, le mandaba chats y todo lo que podía para mantenerlo acercándolo más-.



Lo invité a salir y le tiré los perros, y él se los dejó tirar muy bien. En mi carro ni siquiera traté de tocarlo. De alguna manera sus brazos tatuados, su habla maleantesca y de barrio bajo y su actitud me daba un poco de temor. Después de conversar un rato nos fuimos para un motel y ahí me di cuenta del error que había cometido.



Alan está acostumbrado a cogerse a los hombres como si fueran mujeres. Primero se desvistió y vi no solo el cuerpazo que se jalaba, producto de muchas horas de deportes y trabajo físico, tenía una pinga gruesísima, oscura como el resto de su piel y unas nalgas paradas, duras, como de piedra y unos huevos que le colgaban tanto que se le veían desde atrás.



Lo primero que hizo fue agarrarme fuerte, bastante fuerte y obligarme a arrodillarme de una vez para que le mamara la verga. Apenas se la sacó le colgaba como si fuera un pedazote de carne. Me puse a mamarlo con ganas pero él quería más, quería que me metiera la pinga hasta la garganta. En una de las veces que me dieron ganas de vomitar me soltó una bofetada, realmente no muy duro pero si me dolió y me agarró de sorpresa.



Se acostó boca arriba, debajo del espejo del cuarto que estaba en el techo y me atrajo hacia sí, agarrándome las nalgas y sobándomelas con satisfacción. Yo tengo un par de nalgas bien ricas, grandes y velludas y un culo muy muy limpio y buenas piernas, aparte que parecía le excitaba ver mi piel blanca contrastando con la suya tan oscura.



Él estaba depilado y la verga le sobresalía entre los huevos. La cabezota rojiza le yo me puse a mamarla como un desesperado, sintiendo como me zampaba hasta las amígdalas la verga cabezona. Le mamé un buen rato y me atrajo mis nalgas hacia su cara, metió su lengua completa en mi culo y me separaba el ano con los dedos mientras su lengua me ponía a gozar a mil. Gruñía de placer y me lamía de arriba a abajo el culo, sobándome con una mano las nalgas y con la otra pellizcándome las tetillas. Llego inclusive a mordisquearme los pliegues del ano, haciéndome sentir en la gloria.



Mientras tanto el veía fijamente en la televisión como a una mujer unos tipos le chupaban la chucha era una rubia y eso lo hacía el con mi culo, metiéndome la lengua todo lo que podía y raspándome con su barbilla peluda.



Después me volteó y me puso en cuatro. Con las dos manos me abría el culo y me lo ensalivaba más y más. Me comencé a asustar cuando vi que mientras mas violenta se ponía la película, mas me trataba de meter la lengua y me apretaba las nalgas con una calentura increíble. Llegó un momento que me daba nalgadas y me mordía sin importarle que me estaba quejando más de la cuenta. Estoy seguro que estaba bien drogado.



Yo le pasé el tarrito de KY que llevaba y me untó el ano con él. Comenzó metiéndome uno, dos y después tres dedos, abriéndome el culo y pajeándose al ver como quedaba abierto cuando el retiraba sus dedones oscuros. Tengo un culo rosado y yo desde abajo podía ver en el espejo del techo como se abría enrojecido. Logró meterme tres dedos y cuando comenzó con el cuarto yo me quejé tan alto que se retiró un poco.



Me comenzó a meter la vergota lentamente, siguiendo el guion de la película. Él se retiraba para ver como me iba taladrando y ajustaba la penetración con sus dedos, bien lubricados.



Me puso en cuatro patas, abriéndome las nalgas y dándome de vez en cuando unas nalgas salvajes Después me senté encima de él, meneando el culo para que la pinga no me hiciera daño y el pudiera ver de cerca como me entraba su tranca en mi culito rosado. Cuando trataba de alejarme me empujaba más hacia abajo para que su huevo me entrase con ganas.



Después de un rato se sentó en uno de los sillones y me hizo sentarme en su pinga, de espaldas y me apretaba las tetillas y me lamía las orejas, llenándome de saliva caliente, mientras me metía el pipi hasta el fondo, haciéndome sentar con fuerza y culeandome hasta mas no poder.



Como tengo unas nalgas bien responsables, carnosas y ricas, se fijó en un potro que había en una esquina. Yo nunca los uso, ustedes saben que esos moteles algunos tienen toda clase de vainas para culear y no sabía exactamente como se usaban. Me acostó boca arriba, se volvió a poner mas lubricante y comenzó a abrirme mas y mas el culo, viendo por el espejo como este me quedaba como una boca, abierto, rojo y con un dolor insoportablemente delicioso.



Me llegó a meter cuatro dedos y me zampó de nuevo su pinga, me levantó las piernas y las puso sobre los barandales, dejándome totalmente abierto y a su disposición y SE AGARRO DE LOS SOPORTES Y COMENZÓ A BOMBEARME, pero de verdad. Cogía impulso y me metía la verga hasta el fondo, con ganas.



Yo sentía un dolor sordo, como si me estuviera matando, pero el placer era a la vez intenso. Vi como me metía la verga hasta los huevos, la sacaba hasta afuera toda y volvía y la metía con mucha fuerza, empujándome cada vez mas hacia el centro del potro mientras me retenía con las manos agarrándome las nalgas.



Me culeó y me culeó hasta que ya no aguanté más y comencé a venirme en chorros, apretando con mi pobre culo su vergota y él se sacó el condón y me tiró la leche en la cara, se vino encima de mi cara y pecho, restregándome los huevos encima para regarme su pegajoso liquido en todas partes, especialmente en el pecho. La leche era espesa y amarillenta, con un olor a blanqueador asqueante pero a mi me encantó. Cuando ya no se vino más me agarró por la nuca e hizo que le lamiera el huevo hasta que no le goteara más leche. Me tomó del cabello y me escupió la cara, de verdad se veía siniestro.



Salí marcado, con el culo sangrante pero con ganas de volver a repetir la experiencia. Este tipo tiene una fijación con la dominación de los hombres que me arrecha.


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