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Conozco a Miranda desde hace dos años, es la peluquera de mi mujer, yo llevo parado cuatro años y mi mujer es la que trabaja, (gana un buen sueldo) pero casi siempre está cansada «la pobre». Yo guiso, hago la compra y todos los sábados temprano le guardo la vez en la peluquería «siempre están las marujas a las ocho de la mañana en la puerta haciendo cola», cuando yo llego y pido la vez casi siempre hay dos o tres delante de mí; (a veces pienso que algunas pasan la noche en la puerta guardando la vez).
(La peluquería está donde ella vive, en una habitación grande, el resto del piso es su vivienda),
Cuando abre Miranda y entramos tengo que esperar a que llegue mi mujer, guardando la vez también dentro de la peluquería; «si me voy pierdo el sitio». Cuando llega Susana; (Susana es mi guapa mujer; tiene cuarenta años como yo, con un culo perfecto, me encanta cabalgarla pero casi siempre está cansada («la pobre»). Yo la llamo y le digo cuando le toca que la peinen o le pinten el pelo, cuando llega Susana yo me marcho. Casi siempre son las once y media o las doce del mediodía, la última vez me dijo mi mujer.
-Juan a ver si madrugas más que siempre salgo a la hora de comer -dijo ella con soberbia mientras (las demás marujas reían, las muy putas).
Mi mujer duerme mientras yo hago cola en la peluquería. (Ella madruga de lunes a viernes). «La pobre».
Un día hace un año estaba yo dentro de la peluquería esperando que llegara mi mujer, cuando Miranda dejó el trabajo un momento y fue al aseo; la puerta del aseo se veía desde mi asiento. Era la una puerta situada nada más salir al pasillo; ella cerró pero no dio portazo, al poco se abrió la puerta sola y la pude ver de espaldas pero sus pechos desnudos y su blusa abierta se reflejaban en el espejo. Ella se miraba, al refrescarse los sobacos con agua (era un verano caluroso), yo me quedé fijo en aquellos senos que podían dar de mamar «a un regimiento», alcé un poco la vista y la descubrí mirándome audaz y con mirada caliente tras el espejo; al momento ella cerró la puerta «despacio», mi pene «de motu proprio» tomó aire y se inflo entre mis muslos, a los dos minutos Miranda salió del aseo, moviendo su bello y contundente culo.
Miranda tiene unos treintaicinco años, de curvas y carnes apetitosas, muy sensuales y calientes. Se pasea por la peluquería moviendo sus senos «sin sostén» bajo la blusa como si fueran melones bamboleándose. Un día estando solos, me contó no hace mucho tiempo; porque se divorcio.
-Juan verá usted, entre en nuestra casa y oí gemidos en el dormitorio. Y «sobre nuestra cama» estaba un hombre sobre mi marido que posaba en pompa con el pene del otro metido en el culo hasta las trancas; (mi marido me decía que hacía poco el amor y sin ímpetu porque era muy sensible), ¡si sensible! ¡Le gustaba la carne en barra! A otro día ya estábamos arreglando los papeles del divorcio -me dijo Miranda con coraje en la voz.
Desde que le vi las tetas a Miranda se me ha insinuado de manera sutil varias veces, pasa cerca de mí y me roza con el culo, o me mira la bragueta con deseo.
El último sábado le hice caso a mi mujer y estaba en la peluquería a las siete y media, no había nadie solo un papel en la puerta que decía así.
-¡¡Estoy de viaje, no peino hasta el lunes «nos vemos»!!
Visto el cual me marche calle abajo y al poco me cruce con Miranda que volvía arrastrando una gran maleta.
-No volvías el lunes –dije.
-Ya está, ¡por fin!, divorcio terminado ¡Anda ayúdame con la maleta hombre! -dijo feliz.
Llegamos a su casa y me hizo pasar.
-Mientras me ducho, ¡quieres preparar unos cafés Juan!
-Claro Miranda.
(El letrero de ausencia lo dejo en la puerta diciéndome ¡Hoy descanso!)
Salió de la ducha con solo una camiseta que le llegaba al filo del chocho, el cual se veía «peludo» asomando «el bigote» de rizos por el filo de la camiseta; tan sensual como siempre pero casi desnuda, se sentó junto a mí a tomar el café y se desahogó contándome.
-Juan yo nunca engañe a mi marido y antes de él yo era muy recatada, después de él tenía miedo de otro chasco -me dijo al tiempo que cruzaba las piernas y dejaba a la vista su peludo coño.
-Yo tampoco he engañado nunca a mi mujer, pero me deja follarla pocas veces -dije mirando su liebre peluda.
-¡Tengo curiosidad Juan! ¿Tú cómo andas de polla jajaj? -dijo calentona como una zorra.
-Pues, ¡demasiado grande!, dice mi mujer, ¡un pollón de veinticinco centímetros! ¿Quieres verlo? -la anime
-¡Por dios que vergüenza Juan!, ¡qué diría tu mujer si nos viera aquí en la sala de peluquería!
-¡Nada!, ojos que no ven... -dije firme.
-¡Venga sácate el pene que lo vea! ¡Que no he visto uno hace ya ni me acuerdo!
Desabroche mi pantalón y lo baje junto a con los slip hasta las rodillas.
¡Mi pene «falto de acción» salió como un resorte tieso para arriba! ¡Veinticinco centímetros de polla!, que miraban a Miranda como lanza de caballero medieval.
Miranda abrió la boca, y «sin preguntarme siquiera» se trago medio nabo, (mas no le entro), se movía con agilidad. La saliva le chorreaba por la barbilla, a la vez atrapo mis huevos con una mano y los apretó como si me quisiera castigar, la cogí por el pelo y le metí el pene ¡¡más adentro!! ¡Miranda parecía un pez globo con la garganta y los carrillos inflados!
Saque la polla de golpe y mientras a ella le caía un chorro de saliva de la boca me coloque tras de sí y la agarre por las caderas y le metí el rabo en su coño peludo «entero», ella dio un grito de placer ¡Veinticinco centímetros de polla que entraron como la seda!, le chorreaba líquido patas abajo como a una perra en celo, ¡acelere las embestidas!, y mientras me la follaba intensamente los labios y los pelos de su coño bailaban plegándose; como un tomate de mar golpeado por la marea.
Me corrí dentro de su coño en una embestida que aplasto mis huevos contra sus cachetes ¡Ella gritó al notar como mi pene se tensaba en su interior «escupiendo» mi semen en sus entrañas!
Eche atrás y vi cómo manaba mi semen de su coño como si fuera la fontana di Trevi, embadurnando el suelo de la peluquería.
¡Mi pene no menguó, estaba muy excitado!
Le metí dos dedos en el ano y los moví con genio, con la palma de la mano apoyada en sus cachetes, ese ano se fue dilatando; vi un bote de colonia alargado, en la repisa de los tintes, enrosqué bien el tapón, (no fuera a quedar adentro del culo de Miranda), lo unte con fluidos de su vagina, recogidos con mi mano a modo «de cuchara improvisada»; ¡¡introduje el bote en su ano despacio!!, hasta que entro casi entero; lo moví varias veces atrás y adelante, mientras ella gritaba. Lo saque despacio y al sacarlo del todo ¡Sonó como quitar el tapón de la bañera!
Acto seguido le fui follando el culo con mi pene «poco a poco», al principio le costaba entrar pero al final entraba como un supositorio de glicerina «gigante». Comencé a darle embestidas hasta conseguir que sonara como el remar de una piragua en plena competición.
¡Date la vuelta! -le grite a Miranda al mismo tiempo que le sacaba del culo mi salchichón, ella se giró sobre sus rodillas y observó con la boca abierta como me corría en su cara, con un chorro blanco y espeso, ¡veloz!; que llenó de gotas sus labios y tapizo sus pestañas con «Rímel blanco» recién salido de mis testículos ¡Una gran corrida!, que terminó con Miranda recogiendo el semen de su rostro con las manos y lamiéndolo como si fuera caviar.
Estuve varios sábados después, llegando a las siete y follándomela por todo el piso y saliendo al portal antes de comenzar a peinar, para estar el primero al llegar las marujas. Un sábado llegué un poco más tarde, abajo aún no había nadie; pero pronto vendrían.
Ese día tras follarla sobre la encimera de la peluquería, tirando tintes por el suelo y mirándola a la cara; en la misma encimera depile su coño peludo con unas tijeras y con cuchilla, estirando sus bellos y grandes labios para dar pasadas rectas con la hoja afilada, dejando solo «un cepillo de pelos» de tres dedos de ancho.
Miranda estaba muy confusa, gemía y resoplaba mientras yo estiraba, ¡firmemente!, hacia arriba los labios externos de su chocho, al tiempo que pasaba la cuchilla de afeitar lentamente y de manera certera; «arrasando los rizados y negros pelos de su chocho», por la excitación sus labios menores «generosos y rosados» comenzaron a descolgarse de su vagina presos del riego sanguíneo propio del deseo (Eran racimos carnales pidiendo ser «absorbidos»).
Mientras le pelaba el coño mi pene comenzó a crecer de nuevo, se estaba comportando como cuando tenía dieciocho años y gustaba ser chupado por toda la que se ponía «a tiro».
Cogí una toalla y seque su sexo, comenzando a chuparlo y lamerlo, primero despacio, después fuertemente; absorbiendo completamente sus generosos labios menores como si fueran ostras y su clítoris la perla.
Miranda daba alaridos de gusto; (a esas horas las marujas ya hacían cola en el portal) ¡Lo sabía!, pero aún así me asomé con cuidado por la ventana a comprobarlo. Vi a tres ya esperando en la calle.
Mientras Miranda barría del suelo su melena rizada, «la melena de su recién clareado coño» le di un beso y fui a la puerta.
-¡Juan donde coño vas!, que van a saber que eras tú el que me estaba dando gusto, ¡que tarde se nos ha hecho hoy Juan! –dijo nerviosa poniéndose las bragas en su clareado chocho.
-Tranquila Miranda que he pensado un plan, cuando yo salga te asomas a la ventana y les haces señas de que suban, yo esperaré dentro del portal haciéndome el dormido y subiré con ellas, cuando lleguemos nos dices que no hagamos ruido, que está tu amante durmiendo en el dormitorio. (Así lo hicimos), en el portal al abrir ella el portero automático entraron las marujas de costumbre y al verme sentado en el suelo haciéndome el dormido dijeron.
-Juan podías habernos abierto
-Estaba adormilado.
¡Qué bien domado te tiene tu mujer! jajaj -rieron las hienas sin saber de mi reciente cópula.
Al entrar, todas hablaban bajito por el supuesto «amante», quien les dijo Miranda que estaba durmiendo.
Una le dijo a mi follada peluquera.
¿Qué ruido se oía desde la calle?, ¡parecía que te estaban matando a polvos Miranda! Jajajaj -todas las hienas rieron a coro.
Mi mujer entró, (la había llamado desde el portal diciéndole que tenía el «primer turno» en la peluquería).
Miranda comenzó a lavarle la cabeza a mi mujer, mientras está me decía con su cabeza inclinada hacia atrás.
-Juan cada día me llamas más temprano, vaya madrugón.
-Si cariño, es para que no acabes al medio día. –respondí con sarcasmo.
Mi mujer, que tiene mirada de halcón se fijó en el suelo «con detalle» y vio unos pelos negros cortos y rizados en el suelo y le pregunto a la peluquera.
-¿Miranda también haces peluquería íntima? ¡Está el suelo salpicado de pelos de coño! (Miranda no barrió a fondo).
-¡No!, es mío; me recorté un poquito anoche aquí porque venía mi novio y quería estar «ligera»; y creía haberlo barrido bien, lo siento -dijo Miranda sonrojada.
Las otras mujeres le contaron a mi mujer los «alaridos de Miranda» por la mañana entre risas y mi mujer me miró y dijo a la concurrencia.
-El novio de Miranda es igual de fogoso que mi marido era hasta hace poco ¡Verdad Juan!
-Si cariño, pero tú nunca has querido mucha polla ¡Verdad Susana!, ¡Y mira que tú sabes que yo tengo una buena polla! ¡Verdad querida!, a lo mejor me has «enfriado» -dije cabreado por su descaro al hablar « de mí», a las cotorras.
Mi mujer se agarró a los brazos del asiento cabreada y sonrojada, pero no dijo nada la arpía. Note como se tocaba los dedos de la mano al coger un brazo de la asiento, «se veía en sus dedos un colgajo blanco y peguntoso», que se estiraba como miel «turbia y blanca» hacia el suelo, (yo recordé que por ahí cayó un chorro «final» de mi semen tras sacar mi polla del coño de Miranda, no hacía mucho rato.
¿Esto qué coño es Miranda? -dijo mi esposa.
Susana es un gel anti edad que hago yo misma y me he echado esta mañana ahí sentada, y que me ha dejado «las carnes», ¡como las de una adolescente!; ¡mirad!, ¡mirad! Dijo haciendo que le tocaran las mejillas.
Al instante recogió Miranda mi «semen derramado» con las dos manos, lo amaso y se lo unto en las mejillas a mi mujer, las cotorras también querían probar y Miranda restregó mi leche aún blanda por sus rostros.
Me despedí de todas y me fui, al cerrarme la puerta Miranda le dije al oído.
-¡En cuanto se vayan todas me llamas que vuelva!, que te voy a follar como a una perra, ¡tengo el pene duro como el turrón de ver como les restregabas la corrida a todas por la cara!
Ella también me dijo al oído
-De acuerdo semental, lo de la leche tuya en sus rostros ha sido por la chulería de tu mujer.
Tome un café con churros, Toledo estaba tranquilo a media mañana; di un paseo por el casco antiguo y compré una jarra en un souvenir con un bonito dibujo de Toledo en color azul para Miranda, a las dos de la tarde sonó el teléfono, era Miranda, me dijo.
-¡Ya estoy sola!, no tardes.
Yo llevaba ya más de un mes fallándome a Miranda y ella seguía igual de removida que al principio, (yo también).
Llame a mi mujer y le dije que estaba buscando trabajo y no iría a comer, Susana dijo
-Hasta luego, te esperare cariño un beso.
A las tres de la tarde llegue a la peluquería y al entrar la vi desnuda, se había pintado mi nombre en su pubis en letras grandes con rotulador "JUAN".
Me empalme al ver su sensual detalle y la simbólica sumisión de mi nombre en sí.
Miranda había preparado la comida para los dos, me desnude y comimos desnudos, en el postre le di la jarrita diciéndole.
-Esta jarra es para que cada día eches ahí la crema «anti edad» que me sobre, para las clientas.
¡Gracias Juan!, que bonita, cada día que te «ordeñe» pondremos ahí lo sobrante para la que quiera tener tu esencia en su rostro, «se que no ha estado bien», pero me ha excitado mucho a mi también darles con tu leche en sus rostros ¡Son todas «tan criticonas»!, ¡les diré que como la preparo yo la hago en esta jarra!, (sólo faltará decirles que está «recién ordeñada» y que la preparo moviendo el «pene» dentro mi chocho).
La lleve a su dormitorio y la puse en pompa, agache mi cabeza y me puse a chupar su vagina desde atrás, subiendo la lengua y lamiendo su ano, luego deslice la lengua por su espalda y al tiempo que mordía su nuca le metí el pene en el ano, el cual ya estaba abierto, comencé a follarle el culo como un animal, al tiempo que la agarraba fuerte por los hombros, mi gran pene se movía dentro de ella como la biela de una locomotora y Miranda gemía como lo haría una aparición.
Fui al aseo y lave mi pene con gel y lo sequé. Al volver senté a Miranda al filo de la cama y me puse de pie frente a ella, alce mi pene al cielo, exponiendo frente a su rostro mis testículos colganderos, ella los asió con su boca, tirando de ellos con sorbetones intensos que hacían peligrar mi masculinidad, (en ese momento mi pene era «un bastón de mando», ¡rotundo!
Soltó los huevos y la eche hacia atrás en la cama. Me puse a lamer mi nombre en su pubis, notando la tinta en mi lengua, puse mi rostro contra el de ella mordiendo sus labios al mismo tiempo que metía mi pene en lo más profundo de su vagina. Me moví despacio pero sin parar, mis huevos «estirados por su boca» golpeaban sus cachetes, mientras ella alzaba cada vez más sus piernas, acelere notando mi pene tenso como una vara de mimbre; y con dos contracciones de mi culo me corrí dentro de ella con un chorro «grande» y seguido, noté como el semen ensanchaba mi uretra al pasar, desembocando en el coño de Miranda.
Saque la polla y Miranda se acercó al filo de la cama con las piernas cerradas, cogió la jarrita que le regale del estante y la puso debajo de su vagina, abrió las piernas y mi semen brotó de ella hasta la jarra, con un chorro espeso abundante.
Miranda cogió un bote de crema hidratante y vertió un buen chorro en la jarra, lo batió con la mano junto con mi semen, lío la jarra en una bolsa y la metió en el congelador y me dijo.
-El lunes la descongelare temprano y a las clientas más criticonas les daré de «tu pomada Juan» -dijo Miranda con cara de bruja.
Me vestí y regresé a mi casa, al abrir la puerta encontré a mi mujer en ropa interior de encaje, me miro y me dijo.
-Juan perdona que me burlara de ti en la peluquería, no lo pese siquiera.
Al tiempo que decía esto se quitó las bragas de encaje y se tumbó sobre la mesa del comedor abriendo las piernas («Nunca antes se me ofreció así»), ¡me impresionó! Y mi pene reaccionó sin pensar en «el día de trabajo que llevaba», baje la cremallera del pantalón y saque el pene otra vez como el turrón duro.
Me la folle sobre la mesa del comedor, largo rato; yo de pie y ella junto al borde con las piernas abiertas, al punto de correrme saqué mi miembro y me corrí sobre su vientre, sus tetas y en su rostro, al terminar la vi sonreír con un chorreón de leche colgando de su nariz, como el moco de una «pava feliz».
-Fin-
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