Todo comenzó hace como tres semanas después que me mudé a la casa de mi tía María. Ella había salido bien vestida y llevando su morral morado al gimansio, como siempre lo hacía. Como estaba sola en la casa, entré a su cuarto y me puse a buscar unas pantimedias en las gavetas cuando encontré debajo de una de sus pantaletas negras un vibrador de diez pulgadas. No podía creer lo que había encontrado: mis amigas me habían hablado sobre los dildos y vibradores en mi casa, pero en realidad nunca había visto alguno, y menos usado alguno de estos. Lo encendí y sus vibraciones enviaron un temblor por todo mi cuerpo haciéndome un nudo en el estómago. Como mi tia no iba a regresar todavía me dejé llevar por la curiosidad y la tentación. Me quedé casi hipnotizada por las vibraciones rítmicas de mi nuevo aparato.
Sostuve el vibrador contra mis pechos y sentí como los pezones se me endurecía cada vez mas y la cuca y pantaletas se me mojaban mas y mas. Esto era algo nuevo para mi y me hacía sentir bien: no puede evitar probarlo en todo mi cuerpo.
Bueno, les diré que no me tomó mucho tiempo desnudarme y acostarme en la cama de mi tía con mi nuevo juguete. Hasta tomé su espejo grande y lo coloqué bien para mirarme la cuca. Después de jugar un rato, me lo coloque en la raja húmeda y caliente para introducirmelo lentamente. Mientras miraba como se deslizaba hacia adentro, sentí como los músculos vaginales se apretaban alrededor del aparato. Siempre me había masturbado con los dedos durante años, pero nunca había probado algo como esto. Con ambas manos lo manejaba para sacarlo y meterlo dentro de mi pequeña cuca caliente. Pronto me invadío un extasis. Esa tarde acabé con un tremendo orgasmo, como trueno, y me llegó uno tras otro.
¡Qué delicioso! Me sentí como una mujer sucia y vulgar viendome masturbarme en ese gran espejo. Parecía una adicta porque no me podía detener.
Seguramente me tardé bastante tiempo. Estaba tan concentrada cogiéndome con ese aparato que vibraba tanto, sacándomelo y metiéndome en mi tunel del amor, que parecía un animal y no me di cuenta cuando mi tía entró.
Imagínense la verguenza que me dió cuando por fin levanté la cara y la vi con uno de sus brazos descansando en la puerta mirándome con una sonrisa en la cara (después me dijo que había estado parada allí como diez minutos mirando lo que yo hacía). Antes de que yo abriera la boca para decir algo, fuí sacudida por otro orgasmo que casi me hizo desmayarme. Pensé que me iba a morir, cuando mi tía María me dijo: "Cuando termines baja para que cenemos. Traje comida china." Mientras cenabamos no dijo nada sobre lo que me había visto hacer, y actuó normalmente, pero noté que la sonrisa nunca se le quitaba de la cara.
Me dijo: "Que tengas un dulce sueño, nena." Me fuí a dormir esa noche con mucha pena pero seguí metiéndome el dedo en la cuca, y frotándome, pensando en la próxima oportunidad que tendría para usar el vibrador en mi caliente cuca.
Traducido por Marcos Urbina
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