Cris, amor mío, me enloqueces cuando tiemblas como una hoja entre mis brazos, con esa mirada golosa de hembra alzada que está disfrutando con todo su ser. Cuando te fundes en mi pecho con la respiración tan acelerada que puedo sentir cada latido de tu corazón golpeando sobre mi piel, enroscándote de tal manera que no hay centímetro de mi piel que no vibre acompañándote.
Entre jadeos y besos apasionados, susurras mi nombre, dando gracias entre gemidos por el orgasmo que acaba de estremecerte, tras pedirme que te lama toda sin dejar ni un rincón de tu cuerpo sin hacerlo. Me conoces y sabes que también gozo haciéndotelo. Lamí todo tu cuerpo hasta que visitando tu espalda te fuiste arrodillando hasta dejar tu culito expuesto a mi lengua que lamí y lamí acariciándolo apenas con la punta mientras entre tus entreabiertas piernas acaricié tus labios húmedos para acabar acariciando y presionando tu erguido clítoris, hasta que explotaste en un aullido de placer infinito. Tremendamente excitado por gozar de tu delicioso estado, busco ansioso apretarte más contra mí. Mi pija se encaja entre tus muslos, palpitando al notar la increíble y cálida humedad que baña tu ardiente concha, ansiosa de placer.
Arqueas todo tu cuerpo buscando sentirla, sin dejar de mirarme, y cuando mi mano agarra tus nalgas invitándote a subirte sobre mí, aceptas mordiéndote los labios, con tu por mí ya conocida cara de loba alzada, ardiente y lasciva libidinosidad, deseosa de sentirte penetrada y a mi sentirme dentro de ti.
Te colocas para hacerla tuya, la agarras y con ella te acaricias el endurecido clítoris e inflamados labios, llegando al culito, una y otra vez, hasta que me montas dejándote penetrar suavemente abriendo tu boca al sentir mi verga ocupando tu espacio y con la suavidad que se desliza entre tus empapados labios, hasta sentirme totalmente dentro de ti. El temblor dentro de tu cuerpo hace que la aprietes, llevando mi cuerpo a un placer tan intenso que sólo puedo agarrarme a tus caderas y seguir tu frenético ritmo, ambos entre gritos en un estado salvaje del que ni puedo ni quiero salir. Mis dedos estrujan tus pezones lascivamente. Tus gritos, tus súplicas de que no pare, me vuelven tan loco que me derramo en ti, justo cuando toda tú te estremeces en un nuevo orgasmo...
Mi Cris, ¡¡QUÉ HERMOSA LOCURA LA NUESTRA, QUE NO SE ACABE NUNCA!!