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Categoría: Maduras

Me gusta tu madre

Mi amigo Fran y yo nos conocemos desde los 10 años. Desde entonces siempre hemos sido inseparables, casi como hermanos. Nos lo contamos todo y lo compartimos todo. A los 13 años, como todos los chicos, empezamos a interesarnos por el sexo y a masturbarnos. Compartíamos revistas eróticas y nos pajeábamos viendo películas porno en casa de alguno de los dos. Siempre íbamos juntos y muchas veces, desde pequeños, nos quedábamos a dormir en mi casa o en la suya. En estas ocasiones, cuando estábamos solos, era cuando aprovechábamos para hacernos pajas y hablar sobre sexo y, a medida que teníamos más edad, sobre las chicas con las que habíamos estado y lo que habíamos hecho con ellas.



Los dos vivimos solos con nuestras madres que están divorciadas. Tal vez por eso somos tan amigos, tenemos mucho en común y sabemos que podemos confiar en el otro y que entiende nuestros problemas.



Desde que empecé a interesarme por las mujeres y voy a casa de Fran me ha dado mucho morbo su madre. Es una mujer de unos 45 años, pelo castaño largo y aunque no es muy guapa a mí siempre me han atraído sus enormes curvas. Tiene unos pechos muy grandes y las caderas anchas, su culo es grande pero muy apetitoso. A pesar de su figura siempre luce ropa bastante ajustada y atrevida, a mi me encanta y no puedo evitar mirar su escote y fijarme en su enorme culo apretado dentro de una prenda que no es de su talla.



Todo empezó cuando una noche me quedé a dormir en casa de Fran. Estábamos los dos en su habitación y él ya se había quedado dormido. Yo no podía dormir y me levanté de la cama para ir al lavabo. Al salir al pasillo vi que de la habitación de la madre de Fran, se llama Vicenta, salía luz a través de la puerta entreabierta. No pude resistirme y me acerqué a intentar espiar a la madre de mi amigo. Me dirigí a la entrada de su habitación con cuidado para no hacer ruido, asomé la cabeza despacio y tuve una grata sorpresa al ver que estaba dormida. Al parecer Vicenta toma pastillas para dormir y se queda roque enseguida. Se había dormido leyendo un libro y se había dejado la luz encendida. Entré en la habitación despacio pero más tranquilo sabiendo que no se iba a despertar. Llevaba puesto un camisón de dormir bastante corto que dejaba ver sus gruesos muslos, los pezones se le trasparentaban a través de la tela y se podía adivinar perfectamente la forma de esas tetas gloriosas. Aquella visión enseguida me la puso dura, podía notar mi polla haciendo fuerza para salir del calzoncillo.



Me acerqué a ella e intenté subirle el camisón para ver un poquito más. Con cuidado subí la tela hasta que descubrí su conejito cubierto por unas bragas de encaje negras. El negro pelo de su coño se transparentaba a través de las bragas. Mi excitación iba en aumento y la polla me apretaba dentro de los calzoncillos. No podía creerme lo que estaba haciendo. Como que la señora parecía no darse cuenta de lo que estaba pasando y mi amigo también seguía durmiendo, decidí que no podía aguantar más. Me bajé los calzoncillos ahí mismo y empecé a pajearme. Con la otra mano le acariciaba los muslos con cuidado. Ella no solo no se daba cuenta de lo que hacía yo sino que empezó a morderse los labios suavemente y puso expresión de placer. No me lo podía creer, yo estaba muy cachondo y seguía cascándomela disfrutando como un loco. Seguí subiendo la mano a través de su muslo hasta su coñito, empecé a acariciarlo con suavidad y podía notar el calor a través de la tela de las bragas. Vicenta empezó a soltar pequeños gemidos de placer y yo noté como las bragas se humedecían, estaba disfrutando en su sueño. Yo ya estaba excitadísimo y a punto de correrme. Para no manchar nada dejé el camisón de Vicenta como estaba y fui corriendo hasta el lavabo para correrme ahí.



Aquella experiencia inolvidable que ocurrió cuando yo tenía unos 15 años me marcó para toda la vida y solo fue, en realidad, un anticipo de otras grandes experiencias que vendrían después. Desde entonces, y aunque también me gustaban las chicas de mi edad, empezaron a atraerme mucho las mujeres maduras y un poco rellenitas. Me encantaban las señoras entradas en años y en carnes, con tetas grandes y culos enormes. Pero de todas, la madre de mi amigo, la señora Vicenta, era mi preferida. Me excitaba solo de verla cuando iba a casa de Fran. Siempre que podía repetía lo de aquella noche y entraba en su habitación cuando estaba dormida. Las pastillas para dormir que tomaba Vicenta le provocaban un sueño profundo y yo podía hacer lo que quisiera sin que ella se diese cuenta.



Con el tiempo me iba atreviendo un poco más en mis experiencias nocturnas. A veces le apartaba un poco las bragas y le acariciaba el coño. Sus labios se humedecían y yo le metía suavemente un dedo por la vagina. Otras veces le bajaba la parte de arriba del camisón para destapar sus pechos. Se los sobaba y alguna vez incluso me había atrevido a chuparle los pezones. Al final siempre le ponía bien el camisón e iba al lavabo a correrme.



Un día que me había quedado a dormir en casa de Fran, no pude disfrutar de mi paja con Vicenta. Había salido la noche anterior y volvió a casa cuando yo estaba dormido ya. Al despertarnos Fran y yo, mi amigo me dejó ducharme en su casa. Entré en el baño y vi que Vicenta se había duchado antes, su ropa de dormir (el camisón de siempre y unas bragas) estaban tiradas en el suelo. No pude resistirme y recogí las bragas del suelo del baño. Estaban impregnadas con su olor y aquello me excitó mucho, me aseguré de que la puerta estaba bien cerrada, me desnudé y me masturbé oliéndolas.



Desde entonces siempre que estaba en casa de mi amigo, intentaba entrar en el baño después de que Vicenta se hubiera duchado o iba a la cesta de la ropa sucia y cogía sus bragas sucias. Aquello me excitaba tanto y me recordaba intensamente a mis visitas nocturnas a la habitación de ella, que decidí quedarme una de esas bragas. Me las quedé para poder disfrutar en mi casa del olor del coño de la madre de Fran y cascarmela a gusto recordando ese chochito húmedo. Últimamente no había podido repetir mis visitas nocturnas y las echaba bastante de menos, así que esas bragas sucias eran mi único consuelo.



Un tiempo después, Fran se quedó una noche a dormir en mi casa. Como siempre, habíamos estado hablando de sexo y de chicas antes de dormirnos. Ya teníamos casi 18 años y habíamos tenido novia los dos, así que hablamos de nuestras relaciones sexuales con ellas. La conversación me puso muy cachondo y cuando Fran se quedó dormido, aproveché para sacar las bragas de Vicenta y hacerme una buena paja oliendo el perfume de su coño. Después de correrme no me di cuenta y me quedé dormido desnudo y con las bragas todavía en mi mano.



A la mañana siguiente el ruido de la ducha me despertó y supuse que era mi madre la que estaba en el baño, ya que siempre se da una ducha de buena mañana. Medio dormido todavía, miré a la cama que había a mi lado y vi que Fran no estaba. La puerta de mi habitación estaba abierta y podía ver el pasillo y la puerta del baño desde mi cama. Me incorporé y tuve una gran sorpresa al ver que Fran estaba mirando a través de la puerta medio abierta del baño. Al principio me enfadé, el muy cabrón estaba espiando a mi madre mientras se duchaba. Tenía los calzoncillos bajados y estaba haciéndose una paja.



De pronto se giró y pudo ver como le estaba observando con cara de enfadado desde la cama. Alterado, se subió los calzoncillos y vino corriendo a la habitación. Yo no me podía creer lo que había hecho Fran y empecé a recriminarle.



"No me lo puedo creer, tío, que coño hacías haciéndote una paja espiando a mi madre en la ducha?".



"Lo siento tío" respondió Fran preocupado. "Déjame explicarte" continuó, y entonces empezó a explicarme que mi madre le daba mucho morbo desde pequeño y que siempre que podía la espiaba y se masturbaba viéndola.



Yo seguía enfadado, pero entonces Fran dijo:



"No sé por qué pones esa cara tío, ya te he visto cuando me he despertado, esas bragas son de mi madre y tu te has estado cascándotela oliéndolas".



Y entonces me di cuenta de que tenía las bragas de la madre de Fran todavía en mi mano y que estaba desnudo con restos de corrida por toda la cama. Se me cayó la cara de vergüenza. Fran se rió y entonces me di cuenta de que a él le ponía mi madre tanto cómo a mí la suya. Los dos nos reímos, también teníamos eso en común.



Empezamos a hablar del morbo que nos daban las mujeres maduras y rellenitas, y en especial de cómo nos ponía la madre del otro. Yo le expliqué cómo empezó mi afición por su madre y cómo conseguí sus bragas y lo que hacía con ellas. Y él empezó a contarme cómo empezó a masturbarse con mi madre.



Mi madre tiene más o menos la misma edad que la madre de Fran, aunque es bastante más guapa de cara y esta un poco más delgada. Aún así, tiene unas tetas grandes y un culo bastante grande también. Es morena con el pelo corto y suele vestir más discreta que la madre de Fran.



Una noche que Fran se quedó a dormir en mi casa, mi madre llegó de salir de fiesta con sus amigas. Al parecer había bebido bastante y entró en la casa dando tumbos. El ruido de mi madre intentando a duras penas llegar a su habitación despertó a Fran. Cómo pudo mi madre se desnudó y se tiró en la cama. Fran fue a ver que pasaba. Se levantó, vio que yo seguía durmiendo y fue hasta la habitación de mi madre, donde se la encontró completamente dormida tirada en la cama y con solo la ropa interior puesta.



"Estaba completamente abierta de piernas y los pelos del coño se le transparentaban a través de unas braguitas blancas" explicaba Fran. "Aquello me la puso a tope, me acerqué y empecé a acariciarle los muslos y el coñito. Estaba tan borracha que no se enteraba de nada, así que me quité los calzoncillos y empecé a machacármela. Que gusto, tío, casi no me lo podía creer. Entonces vino lo mejor, cogí su mano y la puse en mi polla y empecé a moverla como si tu madre me estuviese pajeando. Aquello fue lo máximo, estaba tan cachondo que no pude evitarlo y me corrí encima de tu madre. Corriendo fui a buscar una toalla al baño y volví para limpiarla. No se enteró de nada".



Luego me contó que normalmente mi madre se duchaba con la puerta del baño medio abierta porqué pensaba que nosotros estábamos durmiendo, así que Fran la podía espiar fácilmente y masturbarse contemplando su magnífico cuerpo desnudo. También solía entrar en el baño después de que saliera mi madre y coger sus bragas para luego masturbarse en su casa.



Descubrir todo aquello del otro nos excitó mucho. La siguiente vez que nos quedamos solos decidimos usar las bragas que habíamos cogido a nuestras respectivas madres para pajearnos. Nos desnudamos y nos sentamos en el sofá. Yo llevaba unas bragas blancas con estampados de flores de la madre de Fran que estaban bastante sucias. Fran trajo un tanga blanco de encaje. Estábamos muy cachondos ya y con las pollas bien duras y enseguida empezamos a masturbarnos. Nos acercamos bien las bragas a la cara y aspiramos todo lo que pudimos el olor a coño y a culo que desprendían. Aquello era la gloria, el olor me recordaba al rico coñito de Vicenta y me excitaba muchísimo. Mi polla estaba completamente dura y los huevos a punto de explotar. Entonces Fran se levantó y se puso el tanga de mi madre. El rabo empinado se le salía por un lado y la parte de atrás se le clavaba en el culo. Dijo que aquello le excitaba mucho y se volvió a sentar y siguió pajeándose con el tanga puesto.



Intentamos aguantar todo lo que pudimos para no corrernos, queríamos alargar ese placer al máximo. Al final no pude más y me corrí encima de las bragas de Vicenta. Fran hizo lo mismo poco después y se corrió en el tanga de mi madre. Al acabar estábamos agotados pero contentos, chocamos la mano cómo felicitándonos por esa gran paja y acordamos volver a repetirlo algún día.



Nos pusimos a hablar y los dos estábamos de acuerdo en que nos encantaría follarnos a la madre del otro. Fantaseamos con la idea un buen rato y la verdad es que la idea nos excitaba bastante a los dos. Pensamos en formas de seducir a la madre del otro y nos dimos cuenta de que no sería fácil. Al final, llegamos a la conclusión de que haríamos todo lo posible por hacerlo. Ayudaríamos al otro a follarse a nuestra madre. Tú te follas a mi madre y yo a la tuya. Parecía difícil, pero en el fondo nuestras madres eran mujeres divorciadas que también tenían sus necesidades sexuales y nosotros éramos chicos jóvenes, que hacíamos deporte y por lo tanto teníamos buen cuerpo. ¿Cómo se iban a negar? También decidimos que podríamos espiar a nuestra propia madre mientras el otro se la follaba, ya que parecía una idea bastante excitante.



El siguiente paso era decidir las estrategias para seducir a las respectivas señoras y sobretodo, echar a suertes quien sería el primero en mojar. Nos lo jugamos a cara o cruz, lanzamos una moneda al aire y Fran ganó. Él se follaría primero a mi madre mientras yo miraba.



Pensamos que la mejor manera que Fran se tirara a mi madre era aprovechar sus frecuentes salidas nocturnas. Mi madre solía salir de fiesta con las amigas y a menudo, como la primera noche en que Fran se aprovechó de ella, volvía bastante bebida a casa. Lo mejor era que Fran aprovechase que mi madre estaba borracha para seducirla y poder tenerla a su antojo.



Esperamos a la siguiente noche en que mi madre salió. Fran se quedó a dormir en mi casa y esperamos a que mi madre volviera de su juerga nocturna. El truco que pensamos fue que Fran esperara en la cocina como si se hubiese levantado para beber un vaso de agua hasta que llegase mi madre.



A las 4:30 de la madrugada se oyó abrirse la puerta. Mi madre entró dando tumbos, llevaba una borrachera impresionante. Entonces Fran salió de la cocina en calzoncillos.



"¿Señora Carmen, se encuentra bien?" dijo.



"¿Fran, que haces despierto?" contesto mi madre como pudo. "No te preocupes cariño, solo he bebido un poco más de la cuenta".



"Déjeme que la ayude" y Fran se acercó y la agarró para que no se cayera al suelo. La llevo hasta la habitación cómo pudo y la sentó en la cama.



"Que vergüenza Fran, que me veas en este estado" dijo mi madre apoyando su cabeza en el hombro de Fran que estaba sentado a su lado.



Entonces mi amigo empezó a acariciar suavemente sus muslos. Mi madre llevaba puesto un vestido negro por las rodillas y zapatos de tacón. He de reconocer que estaba muy sexy. Fran siguió acariciándole la pierna, metiendo su mano por debajo de la falda y subiendo a través del interior del muslo. Con la otra mano le frotaba la espalda como consolándola por su estado.



Yo ya llevaba rato observando la escena escondido detrás de la puerta. Fran siguió subiendo la mano a través del muslo hasta casi tocar el conejito de mi madre. Entonces acercó su cara y la besó apasionadamente.



"¿Pero que estas haciendo Fran?" dijo mi madre extrañada.



"Señora Carmen, debo confesarle que la deseo desde hace mucho tiempo. Desde pequeño que sueño con besarla" y la volvió a besar. Soltó su muslo y puso la mano encima de su pecho y empezó a sobarlo. Este beso fue más largo que el anterior y realmente mi madre no se resistía a Fran.



"Pero Fran cariño, creo que esto está mal. ¿Y si nos oye mi hijo?" preguntó mi madre.



"Tranquila señora Carmen, está durmiendo y no se enterará de nada. Esta noche la deseo mucho" dijo Fran antes de volver a besar a mi madre. El beso fue aún más largo que el anterior y mi madre empezó a acariciarle la espalda a Fran.



Pararon y mi madre siguió acariciando el pecho de mi amigo, su cara mostraba un claro estado de embriaguez. Contemplaba su torso con deseo y fue bajando la vista hasta pararse en el abultado paquete de Fran. Él le llevo la mano hasta ahí y mi madre empezó a tocárselo.



"Eres un chico muy guapo, y que cosita más rica y grande que tienes aquí" dijo mi madre riéndose sin soltar el paquete de Fran.



Entonces él se inclinó hacia atrás tumbándose en la cama y mi madre le sacó la polla del calzoncillo. Fran la tenía durísima y por lo menos le medía 21 centímetros. Mi madre le empezó a masturbar con alegría, seguro que hacía años que no tenía un rabo de ese tamaño en las manos y estaba dispuesta a disfrutarlo al máximo. Mi madre hizo algo entonces que me dejó de piedra. De pronto se bajó la parte de arriba del vestido, no llevaba sujetador y dejó a la vista sus fantásticas tetas. Aquella visión me excitó mucho, y desde mi escondite ya podía notar el bulto que iba creciendo dentro de mis calzoncillos. Se puso de rodillas al pie de la cama delante de Fran y, poniéndose la polla de mi amigo entre sus pechos empezó a cascarle una cubana.



No me podía creer que mi madre fuese tan puta, nunca me la hubiese imaginado haciendo algo así, pero ahí estaba meneándosela a mi mejor amigo. Ver a mi madre convertida en una guarra me puso a cien, así que me quité los calzoncillos y me dispuse a disfrutar del espectáculo. Ella seguía haciéndole la cubana, se agarraba los melones con fuerza y los deslizaba arriba y abajo por la polla de Fran. También empezó a lamerle la punta del capullo cada vez que sobresalía de entre sus tetas y luego ya pasó directamente a metérselo en la boca cada vez que podía.



"Mmmmm que bien lo hace señora Carmen, es usted una experta" dijo Fran completamente extasiado. Mi madre le seguía chupando la polla con esmero. Se la agarraba con una mano y se la tragaba lentamente. Subía y bajaba la cabeza y poco a poco acabó metiéndose los 21 centímetros hasta el fondo.



Yo seguía observando toda la escena, disfrutándola y meneándome la polla. A Fran se le veía bastante alucinado porque no se esperaba que mi madre resultara ser tan guarra, pero estaba disfrutando mucho de la mamada que le estaba haciendo.



Entonces mi madre se levantó y se bajó el vestido negro. Debajo sólo llevaba un tanguita negro muy pequeño que apretaba las carnes de su enorme culo. La visión de aquél culo descomunal casi me hace correrme ahí mismo, pero aguanté para poder ver como mi madre se quitaba el tanga y se sentaba encima de la cara de Fran.



Mi amigo le comía el coño como podía mientras ella apretaba sus muslos y su culo contra la cara de Fran. Gemía como una perra en celo mientras se agarraba las tetorras y jugaba con ellas. Nunca me habría podido imaginar que vería a mi madre entregada de tal manera al placer que le proporcionaba un hombre. Pedía más mientras con una mano pajeaba la polla de Fran.



Tuvo que apartarla como pudo de encima suyo y la tumbó en la cama a su lado. El coño de mi madre estaba completamente abierto y mojado, pidiendo guerra, por lo que Fran no tardó en ponerse encima suyo y clavarle la polla hasta el fondo. Empezó a dar culadas muy fuertes a las que mi madre respondía con grandes gemidos de placer. Agarraba el culo de Fran pidiéndole que se la metiera más fuerte y que no parara.



"Que rico Fran, que rico, no pares por favor" gritó totalmente entregada. A mi me sorprendió que mi madre gritara tanto sin preocuparse que yo me pudiera despertar, pero la verdad es que estaba tan cachonda y borracha que debía ser lo último que le pasaba por la cabeza.



Fran tenía la cabeza entre las tetas de mi madre. Se perdía entre ellas, las mamaba disfrutando como un niño pequeño y se besaban lascivamente mientras le sobaba los melones. Seguía follándosela salvajemente, le clavaba su tranca hasta lo más hondo y mi madre disfrutaba cómo nunca de aquél pollón.



Entonces vi como mi madre se chupó un dedo y lo acercó al culo de Fran, que seguía taladrándola. Empezó a acariciarle la raja y luego se lo metió por el culo. Fran primero se sorprendió por lo que hacía mi madre, pero luego pareció empezar a disfrutar y meneaba su culo mientras mi madre le iba metiendo el dedo. Ella le apretaba cada vez más y Fran se excitaba aún más y daba culadas más fuertes y rápidas. Parecía a punto de correrse ya, pero aguantó un poco para hacer cambiar a mi madre de postura.



"Es usted una guarra señora Carmen, que diría su hijo si la viese haciendo esas cosas con su mejor amigo?" le preguntó mientras ponía a mi madre a cuatro patas.



"No me llames de usted y fóllame cabrón" gritó mi madre completamente cachonda y desinhibida por el alcohol mientras agitaba su enorme culo y sus muslos contra Fran.



Mi amigo empezó a joderla con energía y mi madre gemía como una loca. En ese momento estaban follando de espaldas a mí, así que aproveché para entrar en la habitación en silencio y coger el tanga de mi madre que estaba tirado en el suelo. Salí otra vez del cuarto para que mi madre no me pudiese ver y me acerqué su tanga a la nariz.



El aroma de su coño me inundó y me excitó muchísimo. Por un instante deseé ser yo el que la estaba follando y poder catar ese rico conejito. Me seguí pajeando mientras los veía joder como locos y olía y saboreaba los jugos que impregnaban ese tanguita.



Fran embestía a mi madre desde atrás y apretaba fuertemente sus tetas. La levantaba y la acercaba a él para besarle y morderle el cuello. Las carnes de su culo temblaban a cada culada que daba Fran. Empezó a agitarse como haciendo espasmos con todo su cuerpo, parecía que estaba a punto de correrse. Fran la cogió del pelo y estiró la cabeza hacía atrás, se la metía más lentamente pero dando golpes cada vez más fuertes. Mi madre lanzó grandes gemidos y agitó todo su cuerpo como si estuviese poseída. Había tenido un gran orgasmo que seguramente oyeron todos los vecinos pero a ella no pareció importarle lo más mínimo.



Yo no pude aguantar más y la visión de mi madre follando como una loca finalmente me hizo correrme ahí mismo. Solté la leche encima de su tanga que quedó bastante pringado, pero esa paja genial que me acababa de hacer lo merecía.



Fran sentó a mi madre al borde de la cama y poniéndose de pie delante de ella le acercó el pollón a la cara. La agarró por el pelo y le metió el rabo en la boca. Mi madre se la chupó como pudo, porque la polla de Fran casi no la dejaba respirar, hasta que finalmente se corrió en toda su boca. Parecía como un litro de leche que goteaba de la boca de mi madre y caía sobre sus ricos pechos. Empezó a relamerse y a frotarse el semen por todas sus tetas encantada. Fran se tumbó en la cama totalmente agotado.



Yo aproveché ese momento para volver a mi habitación y meterme en la cama como si nada hubiese pasado. Fran dejó a mi madre desnuda en la cama completamente transpuesta por el placer y el alcohol y vino también a la habitación a dormir.



A la mañana siguiente Fran y yo estábamos desayunando en la cocina. Mi madre todavía no se había levantado, así que aprovechamos para comentar lo de la noche anterior. Fran estaba alucinado porque mi madre resultó ser una guarra de mucho cuidado, lo que no se esperaba porque siempre le había parecido una mujer muy formal. Yo le conté que mientras les espiaba cogí el tanga de mi madre y me masturbé con él y que al final me corrí encima. También le recomendé que el hiciera lo mismo cuando yo me follase a su madre.



Entonces apareció mi madre. Llevaba puesto un camisón de dormir y tenía una resaca de campeonato. Casi no podía hablar del dolor de cabeza que debía tener y ofrecía un aspecto bastante lamentable. A mi casi se me escapó la risa al verla y recordar lo que había pasado la noche anterior. Durante todo el desayuno estuvo muy callada y apenas miraba a Fran, como intentando disimular por si yo me daba cuenta de algo. Si hubiese sabido que estuve contemplando toda la escena y que me hice una rica paja viendo como disfrutaba del sexo… Me la imaginaba despertándose por la mañana, completamente desnuda, intentando recordar lo que había ocurrido, cubierta todavía de restos de semen y pensando en que iba a hacer. Dentro de mi no podía parar de reír pensando en todo eso. Se me escapaba la risa y al final tuve que levantarme de la mesa porque no quería que mi madre se enterara de la verdad, aunque nunca llegó a sospechar nada.



El siguiente paso sería follarme a Vicenta, la madre de Fran. No se presentaba muy fácil porque no salía tanto como mi madre así que era difícil sorprenderla borracha. Además tomaba esos potentes somníferos por la noche lo que hacía desaconsejar hacerlo en ese momento, ya que no me apetecía tirarme a un tronco.



Estuvimos pensando en lo ocurrido con mi madre, en como había resultado ser mucho más viciosa de lo que nunca hubiésemos podido imaginar. Aunque estaba bajo la influencia del alcohol, se notaba que en el fondo era una cachonda sedienta de sexo. La madre de Fran no podía ser muy distinta a la mía, así que seguramente no se cortaría a la hora de proponerle sexo si conseguía ponerla bien caliente antes.



Después de ver todas las guarradas que llego a hacer mi madre, estaba deseoso de que llegara el momento de follarme a la señora Vicenta. Me preguntaba que sería capaz de hacer la madre de Fran llegado el momento y se me ponía dura solo de imaginarlo. Entre mi amigo y yo existía algo de competitividad, siempre tratábamos de superarnos en algo. Quería superar el polvo que Fran había echado con mi madre consiguiendo que Vicenta hiciese más guarrerías aún.



Al final decidimos intentar que la mujer me sorprendiera desnudo, ya que seguramente no se podría resistir a un chico joven con una buena verga entre las piernas, y seducirla entonces. Me quedé a dormir en casa de Fran y esperamos a que su madre se duchara por la mañana. Salió del baño, como siempre dejó su camisón y las bragas tiradas en el suelo y se fue a vestir a su habitación. Nosotros hacíamos ver que seguíamos durmiendo, pero en realidad estábamos esperando expectantes para realizar nuestro plan.



Cuando oímos que Vicenta entró en su habitación, rápidamente me metí en el baño. Ahí me encontré con unas bragas blancas de encaje preciosas, las cogí del suelo y tras quitarme los calzoncillos me empecé a masturbar disfrutando de su olor. Cómo que la madre de Fran creía que nosotros seguíamos durmiendo y no pensaba que hubiese nadie dentro, volvió al baño para seguir arreglándose. Todo formaba parte de nuestro plan. Abrió la puerta y me encontró sentado en la taza del inodoro con la polla empinada haciéndome una paja mientras olía sus bragas sucias.



"Se puede saber qué estas haciendo? Serás guarro, esas son mis bragas" dijo sorprendida al verme así. Llevaba puesta una bata y parecía que no llevaba nada más debajo.



"No grite señora Vicenta por favor, Fran se puede despertar" dije yo aparentando algo de vergüenza, pero la verdad es que no paré de pajearme ni de oler las bragas.



Para mi sorpresa la madre de Fran se mostró bastante comprensiva. Me dijo que no pasaba nada, que no me preocupase ni tuviese vergüenza porqué me había descubierto así, ya que la masturbación era algo normal entre los chicos jóvenes. Me empezó a explicar que hacía tiempo que sospechaba que yo me masturbaba con su ropa interior. Alguna vez me había podido oír gemir al pasar por delante de la puerta del baño y además yo siempre hacía todo lo posible por ducharme justo después de ella, por lo que pudo atar cabos.



"Me halaga mucho que hagas eso con mis braguitas, quiere decir que te sientes atraído por mí?" preguntó. Yo asentí con la cabeza sin dejar de meneármela. La mujer parecía que se empezaba a excitar y no podía apartar la vista de mi enorme pollón empinado.



Me dijo que no entendía que me pudiese sentir atraído por una mujer de su edad y sus kilos. Yo me levanté y acercándome a ella le dije que para mí era la mujer perfecta. Le desabroché la bata y descubrí su cuerpo desnudo. Sus enormes tetas apuntaban hacía mi con sus grandes pezones bien duros. Empecé a acariciar sus deliciosas curvas deteniéndome en su rico culo y entonces la besé apasionadamente.



Acercamos nuestros cuerpos hasta tocarnos sin dejar de besarnos. Yo sobaba sus fabulosas nalgas disfrutando con ellas y ella me cogió el pene y empezó a acariciarlo. Cogiéndola de las manos volví hacia atrás y me volví a sentar en el inodoro, haciendo que ella se pusiera de rodillas justo enfrente. Tenía la polla dura justo enfrente de su cara y ella no tardó en metérsela en la boca y, agarrándola con la mano, empezar a chupar.



Vicenta comía el rabo deliciosamente bien. Sus labios y lengua húmedos rodeaban mi polla y se la introducía hasta el fondo succionándolo con fuerza. Su mano acompañaba el movimiento de su boca, subiendo y bajando por todo el miembro. Entonces me di cuenta que Fran nos miraba asomado en la puerta. Debía llevar un buen rato espiando porqué ya se la estaba cascando.



Nos miramos sonriendo con complicidad y seguí disfrutando de la mamada que me hacia su madre. Su boca recorría los más de diecinueve centímetros que me mide la polla subiendo y bajando sin parar y las piernas me temblaban del inmenso placer que me estaba proporcionando.



Entonces la levanté del suelo, le quité la bata y la llevé hasta la encimera del baño. La cogí por los muslos para ayudarla a sentarse encima y me agaché dispuesto a comerle el conejito. Le lamía el clítoris y ella empezó a gemir. Le abrí bien el coño con las manos y con mi lengua recorría toda su raja calentita y húmeda, saboreando sus jugos. Su cuerpo se estremecía y la mujer no paraba de gimotear cada vez más.



Paré para que se diera la vuelta y así tener enfrente su gigantesco culo. Empecé a sobarlo con fuerza, agarrando y moviendo sus carnes y besaba y lamía sus nalgas. Ella se inclinaba hacía delante disfrutando y poniendo el culo en pompa. Yo acariciaba su coñito, mi mano recorría sus húmedos labios separándolos hasta que empecé a meterle el dedo por la vagina. Ella gritaba de placer mientras yo introducía mi dedo por su agujerito mojado que apenas ofrecía resistencia. Fui metiendo y sacando el dedo cada vez más rápido hasta que pude meter otro dedo.



Luego le separé bien las nalgas con las manos y empecé a lamerle el ojete del culo. A ella parecía gustarle mucho ya que emitía unos ruiditos como de gata en celo. La tenía completamente rendida a mí, estaba tan a gusto que podía hacer con ella lo que quisiera. Cuando le dejé el ojete bien húmedo con mi saliva metí el dedo. Ella se volvió loca con eso, le metí otro por el coño y empecé a meterlos y sacarlos a la vez mientras besaba sus nalgas.



Le dije que fuéramos a su habitación por si Fran nos oía en el lavabo. Nos levantamos y fuimos corriendo desnudos hasta su cuarto. Nada más entrar me tiró en la cama y saltó encima mío para follarme. Fran aprovechó este momento para coger las bragas de su madre del baño y poder olerlas. Luego fue hasta la habitación para poder seguir viendo como Vicenta me cabalgaba y disfrutar pajeándose con el espectáculo.



Sus tetorras colgaban sobre mi cara moviéndose al ritmo del coito. Yo intentaba chuparlas como podía y las cogí para poder comerme bien esos enormes pezones. La madre de Fran clavaba su culo con movimientos rápidos, me estaba follando como una salvaje disfrutando de mi polla hasta el último centímetro. Quería que yo se la clavara más dentro y más rápido y yo apenas daba abasto ante tal ímpetu. Me rendí a ella y dejé que me follara a su antojo.



Le acariciaba sus deliciosas nalgas y empecé a pasar mi mano por la rajita del culo hasta que mis dedos llegaron a su ojete. Como hice antes, le metí el dedo por el culo y a ella le encantó. Movía su trasero con lindos movimientos y se acariciaba las tetas. No tardó mucho en correrse, su cuerpo dio sacudidas y lanzó grandes gemidos de placer. Se inclinó hacía mi y me dio pequeños besitos de agradecimiento por el orgasmo que le acababa de dar.



Yo, en cambio, todavía no estaba. Me había estado aguantando para no correrme y así poder llegar al momento final. El momento en que superaría a Fran con un polvo aún más guarro que el que le había echado a mi madre. Puse a Vicenta a cuatro patas asegurándome de que tenía el culo en pompa y bien abierto y me dispuse a penetrarla analmente.



Metí mi polla cuidadosamente por ese agujerito estrecho. La madre de Fran no mostró resistencia alguna, y aunque al principio se quejó un poco por el dolor, parecía encantada. Cuando empecé a bombear dentro de su culo ella gimió desesperadamente. Yo embestía cada vez más rápido y más fuerte, disfrutaba follándola por detrás ya que ese nuevo agujerito me proporcionaba un placer irresistible.



Fran observaba todo alucinado. Como me contó luego, ver a su madre follada por detrás le puso a mil y no pudo evitar correrse al instante. Igual que yo, disfrutó un montón viendo a su madre convertida en un putón salvajemente entregado al sexo.



Vicenta seguía gimoteando entre el placer y el dolor mientras yo le follaba el trasero. La agarraba por las tetas y seguía metiéndosela sin parar. Cada vez iba más rápido hasta que no pude más y me corrí dentro de su culo. Debo reconocer que fui un poco brusco en mi manera de follarla pero deseaba tanto a esa mujer y disfrutaba tanto de su culito que me dejé llevar por el desenfreno.



Después de inundar su culo de leche calentita me estiré en la cama agotado. Ella también estaba exhausta después de ese polvazo e intentaba recuperar el aliento. Me miraba y acariciaba mi pecho y se la podía ver totalmente encantada. Cuando nos recuperamos un poco del esfuerzo me dijo que me metiera en la ducha antes de que Fran se despertara y se diera cuenta de lo que había pasado. Ella se quedó en la habitación y se vistió sin saber que su hijo lo había visto todo y se la había estado cascando.



Al salir de la ducha, la señora Vicenta nos había preparado el desayuno a Fran y a mí. Mi amigo y yo no podíamos dejar de mirarnos y de reírnos con complicidad al ver que a su madre le costaba un poco andar y sentarse. Aunque lo intentaba disimular, Vicenta tenía el culo dolorido después del polvazo de esa mañana. Pobrecita, me había excedido un poco taladrando ese culito maduro pero la verdad es que valió la pena. Y a ella, a pesar del dolor, no se le borraba de la cara una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja.



Fran y yo nos sentimos más unidos después de aquello. Siempre que podíamos nos masturbábamos hablando de nuestras respectivas madres. Nos desnudábamos y con las bragas robadas a nuestras madres nos disponíamos a menearnos la polla. Recordábamos sus cuerpos desnudos, moviéndose al ritmo del sexo y nos excitábamos diciéndonos lo guarras que son. La verdad es que aquellas pajas eran de escándalo, pero lo que deseábamos de verdad era volver a repetir la experiencia y follárnoslas otra vez. Aunque eso ya es otra historia…


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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