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Este relato es continuación de otro anterior (Me follé a mi cuñada I)
Estábamos abrazados en el sofá acariciándonos y hablando de lo que había sucedido. Los dos reconocimos que hacía años que nos teníamos ganas el uno al otro pero que, por la relación familiar, no dimos el paso adelante.
Hablamos de nuestras parejas, que últimamente no nos satisfacían, de nuestros gustos sexuales, de nuestros deseos más ocultos y de cómo íbamos a llevar esto, puesto que los dos teníamos claro que queríamos seguir follando juntos.
Teníamos un problema y era que en su casa era muy complicado quedar porque su marido estaba en el paro y se pasaba todo el día en casa, así que deberíamos buscar algún sitio para cuando acabara la temporada de caza, poder quedar. Seguramente no podríamos vernos durante la semana por nuestros trabajos, pero si el fin de semana sábado o domingo aunque fueran dos o tres horas. Es lo que había y teníamos que aceptarlo. Maite y yo lo necesitábamos aunque fuera poco tiempo y una vez a la semana. Su marido tras sufrir una depresión al quedarse sin trabajo tenía problemas de erección debido a la medicación y mi mujer, que nunca había sido muy ardiente, tras la menopausia aún peor, ya que pasaba olímpicamente del sexo. Así las cosas, para nosotros esta relación era una válvula de escape.
Me contó que nunca había tenido sexo anal y que tampoco lo había deseado. Le pregunté si tenía algún deseo oculto y me confesó que si, pero que le daba vergüenza decírmelo. Le insistí mucho y tras decirle que el mío era follarme su culo que siempre me había atraído pero que no iba atosigarla con el tema, pero tampoco renunciar a lograrlo, me confesó, tras seguir intentando que me dijera cual era el suyo, que le gustaría que la mearan encima tras una buena sesión de sexo.
Le dije que eso tenía arreglo, que yo se lo haría si me dejaba follarle el culo. Me pidió que por favor, no le hiciera chantaje, que nunca lo había hecho ni deseado y que mejor olvidáramos el tema de la lluvia dorada.
Hubo un momento de silencio, pero no dejamos de acariciarnos. Busqué su boca que se me abrió deliciosamente y buscando su lengua la fui acariciando con la mía y luego absorbiéndola y notando que se iba agitando más. Tras unos minutos besándonos y acariciándonos, se agachando y se acercó a mi polla. Sin dejar de acariciarla la iba mirando con deseo, mirándome a mis ojos de vez en cuando. Yo tenía ganas de que empezara a lamerla pero no dije nada. Esperé pacientemente a ver que hacía ella mientras le iba a acariciando con una mano sus tetas y con la otra su culo. Le quité su sudadera y pantalón y la dejé solo con sus braguitas. Me gustaban sus pezones, la dureza de los mismos y sus tetas aún duras, a pesar de que no eran grandes, pero el tacto era increíble.
Finalmente me miró con ojos de deseo y tras un suspiro comenzó a lamerme la polla poco a poco y muy despacio mientras yo le acaricié su cara en señal de agradecimiento. Se puso la punta en su boca y tras besarla y lamerla, se la fue introduciendo lentamente. Yo estaba excitadísimo y volví a acariciar su culo. Pasaba un dedo mojado en saliva por toda la raja y me paré en su esfínter que empecé a acariciar circularmente. Dejó de mamarme la polla y me miró con cara de disgusto. Ante esa mirada, dejé de hacerlo y me centré en su rajita y fui a buscar su coño. Volvió a meterse mi polla en su boca pegándome una mamada deliciosa. Le pedí hacer un 69 y me dijo que ahora no, que siguiéramos así, que estaba muy a gusto y que siguiera acariciándole el coño y el clítoris y que cuando ella me lo dijera que la pusiera contra la mesa del salón con las tetas y la cara encima de la mesa y que me la follara así, desde atrás.
Yo estaba en el séptimo cielo disfrutando de tan deliciosa mamada y de su coño que ya estaba chorreando. Su clítoris estaba duro como un garbanzo y al contacto con mis dedos le hacía pegar pequeños saltos y suspiros. No habrían pasado cinco minutos o al menos a mi me parecieron pocos cuando me pidió que fuéramos hacía la mesa del salón y que la follara ya porque no aguantaba más. Quiero sentirte dentro ya, me dijo. Nos levantamos del sofá y nos fuimos hacia la mesa. Pensé que se iba a poner ella directamente, pero me pidió que la obligara a ponerse encima de la mesa y que le sujetara la cabeza contra la misma. Lo hice, sin dudar y sin darle tiempo a nada más se la clavé en su coño que me recibió con alegría, pues el suspiro que dio así lo acreditaba.
Solo mirar su culo hizo que mi polla se pusiera más dura, si cabe. Al menos eso me pareció a mí. Que gusto me estaba dando. Sentía su calorcito y mi pubis golpeando su culo a la vez que intentaba que mi polla le llegara lo más hondo posible. La sentí agitarse y jadear cada vez más fuerte y me pidió que fuera más rápido porque no iba a tardar en correrse. Así fue. Empecé a bombear dentro de su coño lo más rápido que pude y en pocos segundo la oí jadear más profundamente, dando pequeños gritos: “siii, joder cabrón como me tienes. No pares que me corro ya. Sigue, sigue, Diooosss que bueno, me corrooo”. Pegó un grito que casi me asustó pensando que le habría hecho daño, pero no, solo se había corrido. Miré el reloj y lo que a mi me había parecido tres o cuatro minutos habían sido al menos quince.
Yo no me había corrido aún y me dijo que quería que le acabara en su boca. Le dije que tranquila que como teníamos toda la tarde, ya le daría su ración de leche, no me importaba nada no haberme corrido. Estaba satisfecha con ver su cara de satisfacción y además no pensaba dar por terminada esa sesión de sexo. Teníamos aún unas cuantas horas hasta la noche.
Me salí de su coño para que se incorporara y vimos un pequeño charco de sus fluidos en el suelo y al ir hacía el sofá de nuevo nos percatamos que este también estaba mojado. “Bueno, ya lo limpiaré luego”, dijo y seguidamente que le apetecía bañarse conmigo.
Nos fuimos al cuarto de baño, puso el tapón en la bañera y abrió el grifo del agua caliente. Mientras se iba llenando nos besamos de nuevo y seguidamente se apartó porque decía que si empezábamos de nuevo igual no aguantaría.
Se metió dentro de la bañera y se sentó mientras se iba llenando. De pronto se me ocurrió una idea y era satisfacer su deseo, el problema es que yo estaba empalmado y difícilmente podría orinar, así que aunque ella me pidió que me metiera ya en la bañera, le dije que iba primero a beber y en la cocina me eché agua fría en mi polla para bajar la erección. Resultó efectivo y a los dos minutos ya estaba otra vez a los pies de la bañera sorprendiéndome porque se estaba masturbando. ¿No decías que parara porque no ibas a aguantar?, le pregunté. Si, me dijo, pero al irte te eché de menos y se me ocurrió hacerlo mientras venías. Sin darle tiempo y ya notando que podía orinar me agarré la polla con la mano y llamándola cuando levantó la cabeza la empecé a mear encima de su cara. Se sorprendió y pegó un pequeño grito. Paré de orinar a ver su reacción y me rogó que siguiera mientras ella no paraba de masturbarse más rápidamente. Volví a dejar salir mi orina que le fue cayendo por su cara, tetas y vientre. Me dijo que esperara un momento y sentándose en el borde de la bañera me dijo que le meara el coño. Lo hice y mientras seguía masturbándose. Cuando ya estaba terminando de orinar, pegó un grito tremendo. “¡cabrón, que gusto!” y se dejó ir en un intenso orgasmo según me confesó.
Me metí en la bañera con ella y nos enjabonamos mutuamente, nos aclaramos y secándonos nos fuimos desnudos al salón, a beber un poco de vino y a seguir hablando.
Me agradeció haber cumplido su deseo y me dijo que había disfrutado como nunca. Le dije que me alegraba pero que yo seguía teniendo mi deseo sin cumplir. No contestó y solo se limitó a besarme y acariciarme.
¿Será posible que pueda conseguir follarme su culo.? El tiempo lo dirá.
Si queréis hacerme algún comentario.
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