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Categoría: Confesiones

Me excita que me vean

Nunca me imaginé que escribiría un relato erótico y menos aún autobiográfico. La escritura no es lo mío. Espero me perdones pero una chica de veinte años que se gana la vida bailando en una discoteca por las noches y y por las tardes en una tienda de informática vendiendo tablets y cosas que no se como se pronuncian ni para que sirven, creo que será difícil que se abra camino en eso de la literatura.

Soy Daniela. Hija de una familia casi muy bien, de padre empresario y madre en sus labores y sus jardineros y sus chóferes y sus repartidores y sus … pero hace un años decidí volar del nido de algodones y buscarme la vida. Vivo sola en un apartamento que me gustaría reformar pero de momento ya tengo bastante jaleo con las obras de la fachada de la finca que han comenzado hace un par de días. No hay quien pare por casa.

Tengo un hermano que me lleva dos años y tuvo su primera experiencia conmigo un verano que me dejaron salir del internado de Suiza.

Hablando de placer, lo que más me pone es exhibirme. Que me vean y me deseen. Suelo llevar prendas que dejen ver mi cuerpo y juego con ellas para provocar a todo el que se atreve a mirarme.

Me encanta sentarme en una cafetería y que mis piernas jugueteen con los ojos de los clientes. Accedo a darle el premio al que parece más tímido. Me abro lentamente y paso el dedo sobre el tanga, cuando lo llevo, mientras me muerdo el labio. Me encanta su reacción.

Dejar caer un tirante del vestido o de la camiseta para que asome un pecho es mi especialidad. En una ocasión me preguntaron que me produce más placer, que me miren o mirar. Respondí – mirar como me miran.

Para que puedas ponerme cara y cuerpo en esas letras te diré que soy idéntica a la actriz Mónica Bellucci cuando ella tenía mis veinte años. Ya me gustaría estar de mayor como está ella. Vaya bombón de mujer!!!

Tengo el pelo castaño oscuro algo ondulado, los ojos marrón claro con pintas verdes, El sexo siempre totalmente depilado para que se pueda ver bien. Pero si te apetece verme de otra forma, con otro pelo, otros pechos, otra boca no me molesta. Mi objetivo es que disfrutemos los dos, yo enseñándote lo que hago y tu mirando. Mi cuerpo, como el de Mónica, es perfecto. Hombros fuertes, cintura estrecha, cadera ancha, muslos estilizados y pantorrillas bien dibujadas. Los pechos grandes con las areolas más pequeñas que las de Mónica. Los pezones se ponen de punta con sólo el roce de la ropa. Mi coño es puro diseño. La raja que asoma debajo del monte de venus es algo larga y se ve de más lejos, ya va bien. El clítoris lo tengo ancho y el glande suele estar siempre fuera de su capucha. El ginecólogo me dijo a solas “ eso quiere decir que siempre estás a punto, ¿eh ladronzuela?”. Los labios mayores no son muy mayores y los menores coronados por un suave rizadito rosado más oscuro que el resto del conjunto. Mi boca la enmarcan unos labios carnosos del tamaño perfecto para comerme esa pollas tan grande que tienes o la obra de arte que tu mujer tiene entre las piernas. Me da todo igual mientras nos de placer.

En la tienda de informática aprovecho para hacer un curso online de diseño de interiores, más que nada para hacer algo. Hay días que no entra nadie a la tienda y eso que me esmero paseando por el la zona del escapare y saliendo a fumar frente a la puerta haciéndome ver. Mirar si que miran y más cuando toca sacar el polvo de los aparatos. Me toca los martes porque el lunes cerramos. El primer mates que trabajé aquí, Tomás, el dueño me dio un uniforme para limpiar.

No se porque te cuento lo de la tienda. Yo quería que conocieras mi historia de incestos con mi primo las de mi hermano.

-¿Que hago? ¿Te cuento lo de la tienda y luego lo de mi primo?

-Así no ensucias tu ropa, Daniela– dijo entregándome una bata sobre las manos extendidas y se quedó quieto con los los brazos en jarras esperando a que me cambiara de ropa.

-Entré en el cuartito de los contadores donde guardaba la cosas de la limpieza dejando la puerta abierta.

No encendí la luz porque la claridad que entraba por la puerta me pareció más sensual que una bombilla de 100 vatios. Él quedó a contraluz. Es alto y delgado con el pelo gris bien cortado, es un señor muy atractivo. Fue la primera vez que lo hicimos. Estuvo bien.

¡Ah! ¿Que quieres saber que pasó en el cuartito de los contadores? Perdona, ya te he dicho que es mi primera vez…que escribo.

Desabroché los botones de la blusa que llevaba puesta muy despacio. Al principio mirando al suelo como si me diera vergüenza. Se acercó hasta quedar bajo el marco de la puerta. Le miré a los ojos cuando dejé resbalar la blusa azul por mis hombros mostrándole el sujetador color vino que ya no podía frenar mis pezones.

Sin dejar de mirarle desabroché el pantalón granate que también se deslizó hasta posarse en el suelo. Sus ojos se clavaron en el tanga color vino, a juego. Le dediqué una vuelta lenta para que viera lo que iba a poseer a la vez que me sirvió para pasar las manos a la espalda y desabrochar el sujetador. Al concluir la vuelta dejé caer el sujetador y mis pechos provocaron que abriera los ojos de par en par. Para probarme la bata de sacar el polvo no hacía falta todo eso pero me quise morir de gusto al exhibirme delante de mi jefe. Y que él me disfrutara. Me acerque hasta que mis pezones rozaron su camisa.

-Dicen que saben muy bien- dije para provocar que me los chupara. No se atrevió. Quedó inmóvil. Le agarré una mano y la puse sobre uno de mis pechos y apreté varias veces hasta que ya lo hizo por si mismo.

La otra mano se la introduje dentro de mi tanga.

Tenía el coño chorreando. Comenzó a ser auto suficiente. Se entretuvo removiendo los dedos por los labios. Dejó de acariciarme el pecho y lamió el pezón. Lo sorbió y mordisqueó mientras que sus dedos chapoteaban confiados dentro de mí. Noté como resbalaban fluidos de mi coño por los muslos. Me acariciaba por encima rozando el clítoris. -Me gusta tu estilo, Daniela – dijo buscando mis labios para entrar en mi boca. Juntamos las lenguas y luego le dejé jugar con la mía. La sorbía como a un helado de hielo. Con el fulgor del beso no me di cuenta de que entró en los dos agujeros. Tengo el culo educado gracias a los plung, a mi hermano y a mi primo.

Me puse de rodillas frente a él y comencé a lamer el capullo de aquella verga enorme. Sabía donde acabaría aquel trozo de carne dura como una piedra. Se la chupé de arriba a abajo y le succioné los huevos. Gemía. Le mordisqueé el frenillo y le encantó. Quise probar a acariciarle el culo y rozarle el ano. No dijo que no. Me mojé dos dedos dentro de mi coño y busqué su agujero sin dejar de hacerle una paja con la boca. Acaricié el ano con los jugos de mi coño y comencé a hacer presión con un dedo. Costó un poco pero entraba. Escupí en la otra mano y le dejé el ano empapado. No era la primera vez porque los otros tres entraron con más facilidad.

-Me gusta. Fóllame el culo, Daniela, fóllamelo – cada vez tenía la polla más buena. Noté el líquido preseminal y paré de chupársela.

-Ahora me toca a mí. Córrete dentro de mi culo- le dije

-Quería metértela por el coño – me dijo apenado.

Accedí pero sin correrse. Me la metió entera de un solo envite. Me dolió tanto que me corrí. Me follaba de pié desde detrás. Yo me apoyaba con las manos en el mueble de los contadores. Daba unas embestidas brutales. Para su edad todavía folla bien. En DNI vi que tiene cincuenta y seis. Mueve las caderas de tal manera que te corres continuamente. No paraba de tener orgasmos hasta que noté que se iba a correr. Me separé unos centímetros y se la saqué para metérmela por el culo – ¡¡¡Reviéntame Tomás!!! ¡¡¡Córrete en el culo de tu empleada!!!!!!!

Explotó dentro de mí. Nunca me habían metido tanta leche en el culo. Quedó exhausto. Se sentó en una banqueta que había en el cuartito y yo fui al servicio. Me pajeé el culo para sacarla leche que me llenaba por completo y resbalaba por las piernas. Quería evitar dejara un reguero por la tienda. Al regresar me puse la bata para que viera como me quedaba.

Más horrible imposible, súper corta y entallada. Con mi pecho los botones parecían reventar. Aún sentado me miraba con deseo. Dí un par de vueltas haciéndome la tonta y de espaldas a él sin doblar las rodillas me incliné como si quitara el polvo a mis zapatos.

-¿Es este el objetivo de la bata? ¿Que me vean las bragas desde la calle cuando saque el polvo? – Me miró a los ojos indicando un si con la cabeza.

-Esto vale dinero – le dije. Me sonrió.

-Desabotoné la bata me arrodillé frente a él y comencé a comer la polla otra vez. Volvió a correrse como la vez anterior pero ahora en mi boca. Me encanta que os corráis en mi boca. Luego me gusta jugar con la leche. Hacer hilillos sacándolos de la punta de la lengua. Me vuelve loca morrearos con vuestra leche en mi boca y pasala a la vuestra para tragarla juntos. Si no eres un cerdo, conmigo lo serás.

Volví a abotonar la ridícula bata y plumero en ristra me paseé por la tienda sacando el polvo a los muebles hasta llegar al escaparate que era el objetivo de mi jefe ”que me vieran el culo desde la calle mientras sacaba el polvo”.

Le vi apoyado a la farola que hay frente al escaparate fumando un cigarrillo mientras me agachaba y luego me estiraba de modo que la bata subía hasta mostrar mis nalgas casi por completo. Yo era feliz. Luego aplaudió que no me hubiera puesto el tanga color vino.

Yo iba mirando de reojo esperando atraer algún mirón pero sólo le veía a él. Me cansé de ser presa de un solo lobo y entré al cuartito de los contadores para cambiarme cuando entró él en la tienda hablando con alguien. Me había quitado la bata y estaba completamente desnuda cuando se presentó en el cuartito de los contadores en compañía de otro caballero.

-Esta es Daniela, la nueva – dijo al acercarse mientras se colocaba detrás y rodeó mis hombros con sus brazos.

-Ves como no te exageraba. Es preciosa y verás como te la come.

Al terminar la frase me presionó sobre los hombros para que me arrodillara. El otro caballero se sacó la polla flácida y me la puse en la boca. Me daba morbo la situación. Le dije a mi jefe que se sentara en la banqueta y disfrutara del espectáculo.

Después de ponérsela dura a base de comerla con ganas me tiró al suelo y nos hicimos un sesenta y nueve. Yo me quedé encima para que mi jefe viera como se la comía al que luego supe que era su cuñado.

(He tenido que hacer una pausa en la escritura. Estaba tan mojada que no he podido aguantar más y me he hecho una paja. Espero que no decaiga el énfasis del relato ahora que me he aliviado).

Reviso por donde iba….. Ah! Ya sé, el cuñado. A este si le gustaba comer coños. Tenía gran habilidad con la lengua y conocía la respuesta del enigma del punto g. Me separaba los labios para tener mayor contacto con mi clítoris. Lo mordisqueaba y succionaba alternativamente sin dejar de trabajarme el punto mágico. Me corrí varias veces en la boca del cuñado hasta que me dio un cachete en el culo para indicarme que quería metérmela. Le dejé salir de debajo y a cuatro patas me folló rápido y con energía. De vez en cuando hacía un alto y me la ponía en el culo. Mi jefe se puso como una moto. Tenía la polla dura y se pajeaba.

(Vuelvo a estar mojada)

-Que no me entere yo que te la meneas teniendo mi boca aquí – le dije y de rodillas frente a mí me folló la boca hasta correrse de nuevo. El cuñado se excitó al oír los jadeos de su cuñado al correrse y lo hizo casi a la vez. En otra ocasión supe que contaban en el club que se corrieron a la vez mientras se daban la mano en señal de felicitación. Quien me lo contó dijo que me follaros cuatro veces cada uno hasta que yo les rogué que me dejaran, ya no podía más. ¡Hombres! Tu me hagas eso.

A la hora de cerrar, mi jefe me entregó un sobre. Lo abrí delante de ellos y conté quinientos euros en billetes pequeños.

-No te ofendas – comenzó a decir el cuñado – pero creemos que una ayuda para tus gastos te irá bien.

-No me ofendo. Me alegro que seáis así de generosos. Por mí no habrá problema en recibir un sobre como este cada semana – les dije y añadí – Entiendo que son doscientos cincuenta por cabeza. Si traéis más cabezas multiplicar por doscientos cincuenta.

-¡Ah! Por cierto, poner un plato de ducha y toallas- dije al cerrar la puerta.

Salí de la tienda antes de la hora habitual y era pronto para cenar. Subí los tres pisos y entré en casa. Me desnudé por el pasillo y tiré la ropa sobre la cama. Vi pasar frente a la ventana a tres obreros por el andamio que no se fijaron en mí. Ahora si me vieron por la ventana del cuarto de baño mientras manipulaba los grifos de la ducha de espaldas a ellos. Eran los mismos que antes no repararon en que estaba desnuda en la habitación.

Al regresas al cuarto de baño les vi aún frente la ventana simulando comentar algo del trabajo. Uno entraba de espaldas y los otros dos de frente mirándome descaradamente. La ventana está situada dentro de la ducha de modo que era totalmente visible para ellos y ellos para mí. No tengo cortina evidentemente.

Ignoré su presencia mientras me mojaba por completo. Luego me dí la vuelta y les miré de frente. Las tres expresiones eran las mismas. Puse jabón en la esponja y abrí la ventana para entregarle la esponja al de en medio.

-Lúcete- le dije sacando pecho para que me los enjabonase. De hecho, por la altura de la ventana poco más podía enjabonar. Un par de minutos de gozo y le quité la esponja. Me puse de espaldas y me enjaboné las nalgas y metí la otra mano por dentro. Me puse de frente y me enjaboné los pecho dando un masaje con las manos. Otro obrero introdujo los brazos por la ventana queriendo ser él quien tocara mis pechos. Accedí. Luego lo hizo el tercero y mientras yo me masturbaba los tres me tocaban con una mano cada uno. El más espabilado me daba los dedos a chupar y jugaba con mi lengua. Le premié cuando me corrí dándole mi mano jugosa para que la relamiera. Al cerrar el grifo les dije que iba a a vestirme.

Llegaron a la ventana de la habitación antes que yo.

Si te gusta como lo hago, dímelo para animarme y seguir escribiendo. Estoy perdiendo la vergüenza de la primera vez. Ahora depende de ti si continuo con la historia.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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