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Esa tarde llovía a mares, el techo de zinc de la casa de Daniela hacía un ruido escandaloso, haciendo inentendible el audio de la televisión, aún cuando le subimos todo el volume. En vista de que estábamos a solas y de que parecía que no iba a parar de llover durante un largo rato, comencé a besarla, la puse sobre mis piernas mientras me recostaba al sofá, me la comí a besos e intenté quitarle la ropa y cogérmela ahí mismo en la sala de estar.
Ella se rehusaba. Me decía que podía llegar algún vecino de repente o que su papá podría llegar antes de la hora prevista. No le presté atención, estaba decidido a cogérmela. Llevábamos tres meses de noviazgo y me la cogía casi a diario, me había vuelto adicto a ella y ella a mi.
Me levanté del sofá y llevándola cargada en mis brazos me dirigí hacia su habitación, ella continuaba rehusándose a que tuviéramos sexo pero sus negativas no hacían más que excitarme. Al llegar a la habitación la recosté sobre la cama quedando nuestros pies fuera. Allí tendida la bese por el cuello, mordí sus labios y lamí sus mejillas, ella continuaba pidiendo que parara y dejara el sadismo pero yo sabía que le encantaba todo lo que yo le hacía.
Me levanté y le ordené que se pusiera en cuatro como una perra. Me obedeció, aunque mientras lo hacía continuaba advirtiéndome de que podía llegar su papá.
Ya yo me había quitado la camisa y bajado el pantalón y el bóxer hasta la altura de las rodillas. La muy perra me excitaba al máximo, se puso en cuatro como le dije, con los pies y rodillas fuera de la cama. Le subí la falda y le bajé la pantaleta blanca que se ajustaba a su culito, no tan abultado ni tan perfecto pero era una delicia de trasero, hasta el día de hoy lo recuerdo y desearía volver a cogerme a esa puta.
«Te voy a romper ese culo», le dije. Ella seguía negándose aunque yo sabía muy bien que quería que me la cogiera. Me provocó taparle la boca con una media o con alguna otra cosa pero estaba tan excitado que ignoré sus palabras y me centré en su rico culo y coño que para el momento no estaba del todo depilado.
Le mordí las nalgas al mismo tiempo que le daba palmadas una tras otra, incrementando la intensidad. Le chupé el ano y me encantó su sabor a culito.
«No me limpié», me dijo «por ahí no».
Le escupí el ano y lo exploré con la lengua mientras amasaba sus nalgas con mis manos de forma violenta. La puta no se callaba, seguía con su queja de que no le diera por ahí pero yo sabía cuánto le mojaba aquello, el sentir mi lengua en su culo, podía adivinarlo humedecida que se estaba poniendo y mi verga crecía y palpitaba a todo dar.
No tardé en acomodarme para darle por el culo, puse la cabecita de mi pene en toda la entrada de su delicioso hoyito y se la clavé de una. Su culito recibió mi pene sin resistencia alguna. La escuché gemir de dolor y arquear la espalda intentando alejarse de la penetración que la sometía.
«No, no, no», gemía la muy puta. Mi verga entró sin resistencia. Con otras chicas era siempre un problema, les dolía demasiado y tenía que prepararlas un buen rato para poder culeármelas pero el culito de Daniela era algo especial, era fascinante como mi pene encajaba tan fácil. Daniela gemía de dolor y placer, yo no tenía dudas de que lo disfrutaba y apenas era el comienzo de la cogida que le iba a dar.
«¡Qué perra eres!», le dije «Mira como te entra toda».
A partir de ahí cambió las advertencias por gemidos de dolor y placer. Mi verga es gruesa, mide 20 centímetros, no me creeréis si les digo que poco a poco se la fui metiendo hasta que solo quedaron visibles mis bolas. Me terminé de bajar el pantalón y el boxer hasta los tobillos, me recosté encima de ella y la continué culeando hasta más no poder. Sentí que mi verga se ensuciaba de su caca lo que me excitó aún más, no me importó, me enloquecí y la cogí a mi gusto. Daniela gemía a gritos pero gracias al tormentoso ruido de la furiosa lluvia nadie oiría sus quejidos ni tampoco las obscenidades que yo le decía.
Estuve un buen rato culeándola a mi gusto, puedo asegurar que ha sido el mejor sexo anal que he experimentado hasta ahora. No quería que aquel momento acabara pero mi verga ya no podía más, estaba demasiado sensible y terminé llenándole el culo de leche y jadeando como si hubiesen clavado un puñal en el pecho por la intensidad de mi orgasmo. Recuerdo que pegué un grito de dolor y placer cuando me corrí dentro de ella. Al sacarle la verga, vi como salía semen a borbotones, mezclado con caca.
Pasados unos días le fui infiel y ella se enteró al poco tiempo. Me terminó por teléfono y me dijo que me olvidara de ella. Le pedí perdón muchas veces pero no me aceptó. Me arrepiento de eso.
Cada vez que recuerdo nuestras cogidas y en especial la de ese día termino masturbándome, deseando que se presente una nueva oportunidad. Estoy seguro de que me volveré a coger a esa puta, lo deseo con el alma
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