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Me Descubrieron!

Tenía que suceder. Dice un refrán popular: tanto va el cántaro al pozo, hasta que se queda adentro. Y eso pasó. Tanto me arriesgué con mis aventuras con mis amigas, con Miguel, con Raúl y algunas veces con Luisito (ya les contaré de él), que mi novio, bueno, más bien, mi ex novio Víctor, me sorprendió en una de esas con Miguel, mi empleado - amante de la verga descomunal. Y lo peor de todo es que se sintió lastimado en su orgullo y amor propio, pues a pesar de que su instrumento no es nada despreciable, comparado con el de Miguel podría decirse que es un calibre .22 contra un .45, hablando en términos de armería. Claro está sabiendo utilizarla, una pistola calibre .22 es igual de fatal que una .45, pero el agujero que dejan es muy diferente.



Les narro cómo sucedió este terrible suceso.



En mi tienda de lencería tengo un privado secreto, que es en el que tengo mis encuentros íntimos, y al que sólo tenemos acceso mis ocasionales acompañantes, Víctor, y yo, pues prácticamente está fuera de la tienda y tiene acceso por el baño de mi oficina y por el callejón de servicio de los demás locales, así que ni mis empleadas saben de este rinconcito para el amor.



Pues bien, como ustedes saben, soy una ninfómana, si este término cabe para un travestido como yo, deseoso casi siempre, de tener sexo. Así que haciéndole una seña convenida a Miguel (Miguel es el chofer de reparto de mi tienda), lo cité en el privado, pero que entrara por fuera. Yo llegué poco después que él, en lo que atendía unos asuntos y diciéndole a mis empleadas que iba a descansar un rato a mi oficina y que no me molestaran por ningún motivo. Total que cuando llegué, Miguel ya estaba dispuesto tendido en la cama, desnudo y con una erección tremenda. Su verga mide alrededor de veintidós centímetros de longitud y una circunferencia de poco más de diecisiete, es pues, un arma demoledora y que más de una vez me ha hecho llorar de dolor, pero que después me hace llorar porque se retira. Con dificultad puedo meterla en mi boca y sólo una tercera parte.



Golosamente me acerqué a su lado y besando todo su cuerpo, fui bajando hasta llegar al cetro divino que la naturaleza le obsequió. Lamí y besé su inmenso glande, hasta lograr que expulsara un poco de líquido pre-eyaculatorio, que libé con verdadera ansia.



No pude esperar más, y lubricando generosamente toda su verga y embarrándome en el culo también bastante lubricante, me acaballé en cuclillas sobre el largo y grueso mástil, y abriendo con ambas manos mis regordetas nalgas, fui descendiendo lentamente, hasta sentirlo en las puertas de mi cálido hoyito. Mordiéndome los labios, descendí un poco más y sentí el tremendo bálano abrirse paso a través del esfínter, cosa que como siempre, arrancó de mis labios algunos gemidos de dolor y de mis ojos brotaron algunas lágrimas. Una vez acomodada la inmensa verga en el camino, y yo ya soportándola en todo su estupendo grosor, me dejé caer, literalmente, en esa dulce macana. No crean que es fácil hacerlo, pues al principio se siente como una invasión extrema, de esas que parece que le van a reventar a una toda su cajita olorosa. Pero una vez acomodado y, sobre todo, aceptado es puro gozar. Y así estaba yo, gozando de lo lindo entre gemidos, pujos, gritos y demás aspavientos, estacándome en esa portentosa polla que casi me salía por la boca, cuando se abre la puerta y entra ni más ni menos que mi novio oficial: Víctor. Se quedó parado bajo el dintel de la puerta, como dudando en aceptar que era yo la que estaba ensartada por otra verga que no fuera la de él. Yo dejé mis gritos y movimientos y me quise separar de Miguel, quien no dejaba de moverse bajo mí; pero no podía librarme del miembro que tenía clavado entre mis nalgas. Al fin, saliendo de su estupor, Víctor se acercó a la cama y me dio una bofetada que me hizo saltar sangre de la boca, al tiempo que me llenaba de improperios, siendo el más frecuente el que más me agrada: PUTA.



Como era imposible negar lo obvio, me rehice y enfrentándolo le pregunté: ¿Qué, también vas a querer comisión por esto, o sólo a los clientes que tú me traes les cobras? (Ver: "CRÓNICA DE UN ABUSO SEXUAL" en estos relatos). Sin decir una palabra, se bajó los pantalones y la trusa, y tomando su verga en la mano me la acercó a la cara y con la otra mano hizo que bajara mi cabeza y me la zampó en la boca. No sabía, a estas alturas, si Víctor lo estaba aceptando o solamente me estaba tratando de humillar. No regateó palabras cuando le estaba dando placer con mi boca, diciéndome cosas como:



-¡ Anda puta, mama bien, que tu amante vea como gozas con las dos vergas!;



-¿Ves cómo se mueve esta grandísima puta?, ponla a trabajar, que le encanta la verga, sacaría bastante dinero; le decía a Miguel.



Para esto, Miguel había vuelto a su encantador trabajo, metiendo y sacando su tremebunda verga de mi lastimado, pero satisfecho, culito; y yo con las dos vergas horadando mi cuerpo, que sin embargo pedía más y más. En un momento dado, Víctor eyaculó en mi boca y sin más ni más la retiró, y acomodándose su ropa sólo me dijo:



Adiós puta, que te aproveche. Miguel y yo, desde luego nos quedamos cogiendo otra media hora, hasta quedar satisfecho él (yo me quedé con un poco de deseo).



Le pedí que se fuera a trabajar, pues necesitaba pensar un poco en lo que acababa de pasar, pues de una forma u otra, mi afecto hacía Víctor era muy arraigado; a pesar de lo que sucedió una vez.



Sentada en el borde de la cama; esa cama testigo de tantas caricias, placeres, dichas y gozos, era ahora testigo de una situación triste, tal vez dolorosa. Yo me sentía un poco inquieta, pues intuía que lo de Víctor y yo era el fin; el fin de seis años de relación un poco sadomasoquista, pues habíamos pasado por algunas experiencias que dejaron alguna huella en mí. Huellas de sabor dulce algunas; amargas las más. Pero al fin y al cabo, era una relación que sobrevivió a pesar de algunas cosas crueles (siempre por parte de Víctor), y que yo siempre le perdoné. ¿No podría él perdonarme esta vez?, lo dudaba, pues siempre fue el macho, el que no perdona aun sin recordar la ofensa, el que su palabra es ley, el que determinaba lo que se debía hacer.



Y ahora: ¿Qué?. Esa pregunta rondaba mi cabeza como moscardón. ¿Qué iba a ser de mí?, ¿Quién me iba a rodear con sus brazos en las noches frías?, ¿Quién a darme sexo cuando lo deseara?, ¿Quién a tolerar mis caprichos de niña mimada?. Espantando el moscardón de un manotazo metafórico, me recosté en la cama y comencé a soñar...



"Yo, una verdadera mujer, rodeada de vasallos aduladores, yo, recostada en un diván forrado de seda recibiendo la pleitesía de infinidad de ricos y galantes señores que venían de lejanos países, a entregarme regalos esplendorosos: Joyas increíbles, pieles fantásticas, perfumes enervantes. Y yo, ahíta de todo eso, sólo los despreciaba.



Mi avidez era por otra cosa, por algo más disfrutable, algo mas humano: Un pene, un simple pene que me satisficiera, que me quitara esas ansias de gozar que constantemente me asaltaban. Un pene eternamente erecto, eternamente eyaculante, un pene del tamaño que me llenara completamente, que no dejara una parte de mi organismo sin tocar, un pene que me pusiera como funda y que me hiciera sentir parte de él. Rodearlo completamente, que completamente me atiborrara, que me preñara, que sintiera su leche desbordarse por mi boca, que me hiciera sentir mojada en todo mi interior.



Eso era lo que deseaba, y sin embargo, nadie era capaz de proporcionármelo. Veía las filas de candidatos a mis favores y no encontraba a nadie que cumpliera mis expectativas. Además de los presentes que llevaban en sus manos, o que llevaban sus criados, todos marchaban con sus vergas en ristre. Desde las minúsculas pero perversas de los japoneses, hasta las gruesas como brazos y henchidas de semen de los negros de Camerún. Sin embargo las veía a todas incapaces de brindarme el placer, la saciedad que yo necesitaba.



Mi vista recorría ya en forma compulsiva todos los que venían hacia mí. Ninguna de esas vergas me parecía suficiente para calmar mi furor. Me sentía como una enorme estrella que venida a apagarse, era un hoyo negro de antimateria capaz de devorar todo lo que estuviera a su alrededor. Sentía mi culo y mi coño como si fueran verdaderos hornos deseosos de que los alimentara con leña constante para seguir produciendo el calor que el universo, mi universo, necesitaba."



Desperté de este sueño que en modo alguno consideré premonitorio, pues jamás a pasado por mi cabeza la reasignación sexual, así que debo buscar otro significado (si es que lo hay). Mi preocupación seguía siendo mi relación con Víctor; pues en realidad me es muy difícil pensar que conclusión va a tener esta ¿aventura?. A juzgar por el tono de voz de Víctor, al retirarse del departamento, esta separación 


Datos del Relato
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